Sin redistribución social, hondureños, guatemaltecos y salvadoreños sueñan con el norte
Sin redistribución social, hondureños, guatemaltecos y salvadoreños sueñan con el norte
Edición del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
En el Triángulo Norte de Centroamérica se sufre altos niveles de violencia provenientes de los gobiernos y sobre todo de los grupos delictivos organizados, incluyendo un aumento sin precedentes en los índices de homicidios, violencia sexual, desapariciones, reclutamiento forzado en las pandillas armadas y extorsión, señaló en febrero de 2017 el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
En Centroamérica persisten los problemas de orden estructural heredados desde la colonia que históricamente han estado asociados con los desplazamientos de población en, desde y hacia los países de esta región. Los modelos económicos regionales continúan favoreciendo la concentración de capital sin garantizar mecanismos efectivos de redistribución social, profundizando desigualdades, particularmente en los países del Triángulo Norte de esta región.
Aunque con diferencias relativas, la ausencia o insuficiencia de políticas públicas sociales tendientes a contrarrestar los impactos de políticas económicas de desarrollo de corte neoliberal, hasta ahora han sido incapaces de incluir al conjunto de las poblaciones de cada uno de los países de la región fomentando los desplazamientos laborales extraterritoriales.
Asimismo, las migraciones ocurridas a lo largo del siglo XX y lo que va del presente, pueden ser entendidas también como consecuencia de los conflictos sociales y políticos vividos en la región (dictaduras, represión, guerra civil, genocidios) , especialmente en la segunda mitad del siglo pasado. De esta cuenta se puede indicar que los principales motivos que han impulsado las migraciones desde estos países pueden sintetizarse de la siguiente manera:
- La necesidad de salvaguardar la vida: en el contexto de los conflictos sociales y políticos vividos en la región así como en situaciones de violencia intrafamiliar y recientemente también, como consecuencia del deterioro de la seguridad pública. Estas situaciones han sido el motivo principal para que personas y familias centroamericanas hayan gestionado la condición de asilados o refugiados (en México, Estados Unidos, Canadá y algunos otros países de Europa y Oceanía). Asimismo, dentro de este marco también se ubican los desplazamientos humanos ocurridos en contextos de desastres naturales y del despojo a campesinos o comunidades rurales de tierras para el impulso de megaproyectos .
- La necesidad de ingreso mediante la inserción laboral para el mejoramiento o sostenibilidad de las condiciones de vida: ha sido la razón principal para que en y desde Centroamérica se observen desplazamientos humanos con propósitos laborales dentro de los países del área (en la agricultura: café, banano, caña de azúcar, principalmente), dentro de la región (en la agricultura, comercio, construcción y servicios) y hacia afuera de esta especialmente en el sur de México y Estados Unidos, pero también Canadá a través de Programas de Trabajadores Temporales.
Estimaciones conservadoras indican que en el Triángulo Norte de esta región, un poco más del 20% de su población total ha migrado y un poco más del 40%, de manera indirecta, se vincula con este proceso. Por otro lado, se estima que en los últimos treinta años, probablemente un tercio del total de la población centroamericana ha vivido una experiencia migratoria directa, sea hacia países del norte de América (México, Estados Unidos y Canadá), dentro de la región centroamericana y, en la última década, también hacia países de Europa como España, Italia, Francia, entre los más importantes.
Esta violencia afecta a una amplia variedad de personas incluyendo niños y niñas, mujeres, así como personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexo (LGBTI). La inseguridad también está obligando a un número creciente de personas a huir de sus hogares y buscar protección internacional, principalmente en países fronterizos y vecinos. Los Estados Unidos de América, Belice, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y El Salvador están afectados por esta situación, ya sea como países de origen, tránsito o destino, y en algunos casos son una combinación de esto.
En respuesta al aumento en el número de niños no acompañados o y de núcleos familiares del TNC que llegaron a la frontera sur de los Estados Unidos en el verano de 2014, El Salvador, Guatemala y Honduras de forma colectiva constituye un plan regional de desarrollo orientado a fomentar la seguridad y el desarrollo económico con apoyo financiero de EEUU (750 millones de dólares en 2016), que brindaron apoyo a los esfuerzos para controlar la migración irregular en la región.
ACNUR señala que se ha observado un aumento considerable en el número de niños no acompañados y núcleos familiares que han huido de la región alcanzando o sobrepasando los niveles del verano de 2014. Más de 60.000 personas nacionales de los países que comprenden el TNC solicitaron asilo en los Estados Unidos solamente durante el 2016.
Las salidas significativas de personas de estos tres países del TNC están ocurriendo por un complejo conjunto de causas. ACNUR considera que la mayoría de estas personas pueden calificar como refugiados. Tradicionalmente, los nacionales del TNC que buscan protección internacional solicitan la determinación de la condición de refugiado en los EE. UU. y en Canadá.
Sin embargo, en los últimos años, otros países de la región han experimentado un aumento drástico en el número de solicitantes de asilo provenientes del TNC, en particular México (en el 2016 aumentó un 156.3 por ciento en relación con el 2015), Costa Rica (aumentó un 319 por ciento durante los últimos dos años) y en Belice, pero también, aunque en menor grado, en Nicaragua y Panamá.
En respuesta a la crisis de protección, el ACNUR desarrolló una estrategia plurianual de protección y soluciones. Un componente esencial de la estrategia es el mejoramiento de la cooperación regional y las alianzas para implementar los acuerdos de responsabilidad compartida.
Cifras
164.000 refugiados y solicitantes de asilo del Triángulo Norte de Centroamérica (TNC) para finales de 2016. Casi diez veces más que en los últimos cinco años.
174.000 personas desplazadas internamente en Honduras (esta cifra se base en un ejercicio de identificación de perfiles de 2014, realizado en 21 municipios de un total de 298 municipios en el país).
214.000 deportaciones efectuadas de ciudadanos del TNC desde los EE.UU y México en 2016. Se estima que 450 mil migrantes ingresaron a México en forma irregular ese año.
¿Cualquier lugar es mejor? El infierno del TNC
Con apenas el 7,2 por ciento de la población mundial, el Caribe, Centroamérica y América del Norte albergan casi el 25 % de todos los migrantes del mundo y experimentan flujos migratorios únicos, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Seis millones de ellos han huido de los tres pequeños países del Triángulo Norte: El Salvador, Honduras y Guatemala.
En su último informe anual, Amnistía Internacional (AI) describió el Triángulo como “uno de los lugares más violentos del mundo; allí se mataba a más personas que en la mayoría de las zonas de conflicto del planeta (…) La vida cotidiana de muchas personas se vio ensombrecida por la acción de las bandas delictivas”.
La actividad de las pandillas “se incrementó junto con la llegada de miembros de bandas expulsados desde EEUU y con la influencia de los cárteles de la droga en la región”, explicó AI en su análisis “Hogar dulce hogar”. La extrema violencia resultó en más de 15 mil asesinatos en 2016.
El pago del dinero de la extorsión, sustento de la Mara Salvatrucha y Barrio 18, representa el 3 por ciento del PIB de El Salvador, pero el dato roza el 16 % si se suma lo que los salvadoreños gastan en seguridad y lo que pierden de ingresos porque la violencia les impide trabajar. Cada año, la extorsión alcanza los 390 millones de dólares en El Salvador, los 200 millones en Honduras y los 61 millones en Guatemala, según cifras de la Fuerza Nacional Antiextorsión hondureña.
“Asesinato, secuestros, amenazas, reclutamiento por parte de actores armados no estatales, extorsión, violencia sexual y desapariciones forzosas: estas son las realidades de (zonas de) guerra y conflictos que los pueblos de esta región de Centroamérica también tienen que afrontar”, dijo en mayo el jefe de la misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en México, Bertrand Rossier.
En el informe “Obligados a huir del Triángulo Norte de Centroamérica, una crisis humanitaria ignorada”, MSF reclamó una “acción coordinada para asegurar que estas personas en tránsito están a salvo de la violencia y la persecución (y) son recibidos con protección internacional en lugar de con más violencia”.
En el último ejercicio de Barack Obama en EEUU, el Congreso otorgó a los Gobiernos del Triángulo 750 millones de dólares para que frenaran la “migración irregular”.
El peligro de viajar al norte
“Lo que hay, sin duda, es un aumento en los factores de empuje en Centroamérica que continúan haciendo que más migrantes decidan atravesar nuestro país. La gran mayoría de ellos vienen enganchados con algún traficante”, dijo el director de Control Migratorio del Instituto Nacional de Migración de México, Mario Madrazo. Menores que huyen de las pandillas antes de ser reclutados, familias enteras que temen por su vida, decenas de miles de personas pagan a traficantes para llegar a EE.UU. a través de México, en un negocio ilegal multimillonario y también sangriento.
En su Encuesta Conflictos Armados 2017, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) clasificó México como el segundo conflicto más letal del mundo. Con 23 mil homicidios intencionados en 2016, sólo fue superado por Siria. “Es muy raro que la violencia criminal alcance niveles semejantes a los de un conflicto armado. Pero esto es lo que ha ocurrido en el Triángulo Norte” y “especialmente, en México”, aseguró el IISS.
Hay cifras que hablan de que, desde 2006, más de 120 mil migrantes han desaparecido en México en su camino hacia EE.UU. y de que en ese trayecto el 80 % de las mujeres y las niñas son violadas, según el ensayo “Tell Me How It Ends” de la escritora mexicana Valeria Luiselli. “Las bandas criminales están muy involucradas en el tráfico de migrantes a través de México”, de acuerdo con la OIM, que calcula en 250 millones de dólares anuales el volumen de negocio que representan el secuestro y la extorsión de migrantes en México.
Entre 6 mil y 20 mil dólares cobra un “coyote” salvadoreño por cada migrante que lleva hasta EE.UU. a través de México. Con el precio máximo, se paga a todos los “colaboradores necesarios” y una “garantía” de hasta tres intentos de completar el viaje. Una buena parte de los migrantes recorren México encaramados en los vagones de la red de trenes de carga conocida como La Bestia, que abordan en las sureñas Tapachula o Tenosique.
De las tres rutas principales que cruzan México, una llega hasta Tijuana y se enfrenta con el muro que ahora Donald Trump quiere extender, la otra cruza el desierto hasta llegar a Nogales y la tercera, la más corta y peligrosa, transita zonas del crimen organizado hasta a Reynosa, donde se cruza el río Bravo.
Los migrantes deben pagar por su “protección”, a veces participando del propio crimen. “Los narcos han olfateado un buen negocio con el tráfico (…) Y puedes obligar por mil maneras a un migrante a transportar cosas que no quieren. He visto majadas (palizas) por eso”, aseguró un excoyote costarricense.
Muchos no llegan: el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM registró en 2016 algo más de 700 migrantes muertos en su camino hacia el norte: 27 en Sudamérica (la mayoría en la frontera Colombia-Panamá) , 175 en Centroamérica, 105 en el Caribe y 400 en la frontera México-EEUU. Esta línea fronteriza, la más mortífera, registra 6.330 migrantes fallecidos en los últimos 20 años.
La mayoría de los 955 muertos de los que se tiene constancia en el periodo 2014-2016 perecieron en las arenas del desierto de Arizona o en las aguas del Río Bravo (llamado Grande en EEUU) . Pese al riesgo, el flujo no deja de crecer desde 2011. Según la OIM, el 40 % de los inmigrantes irregulares en EEUU -unos 6 millones de personas- nacieron en Centroamérica o el Caribe.
Las remesas
Los 2,8 millones de salvadoreños que viven en EEUU enviaron en 2016 remesas que representaron el 16,4 % del Producto Interior Bruto (PIB) de El Salvador. En Honduras, con 1,2 millones de emigrantes, el dato roza el 20 % del PIB, ó 4.000 millones de dólares, y en Guatemala, con dos millones de emigrantes, fue del 18 %.
Las remesas familiares en dólares provenientes del exterior han experimentado un crecimiento sostenido durante el periodo 2000-2010. En Guatemala el volumen creció un 46,3%, en Honduras un 42,4 % y en El Salvador 20,9 %. Estos volú- menes representan el 10,2 %, 22,0 % y 16,4 % del total del PIB para cada uno de los países respectivamente, superando los volúmenes de inversión privada o del gasto social realizados por los tres estados.
Es relevante, asimismo, el crecimiento el aporte de las remesas en la tendencia de crecimiento sostenido del PIB real con relación del estancamiento del gasto social. Estos datos orientan a señalar la importancia de las remesas como mecanismo compensatorio del gasto social que realizan las familias receptoras, así como evidencian el tamaño inmanejable del hoyo financiero que se abriría en caso de que los estados dejaran de percibir dichos ingresos.
La angustia de la deportación
Para los indocumentados, el infierno de llegar da paso a la angustia de ser devueltos. Solo en 2016, EE.UU. deportó a casi 78 mil 500 inmigrantes irregulares al Triángulo Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala), según datos oficiales. El número de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos deportados por México –que en 2014 puso en marcha el plan Frontera Sur de contención migratoria– ha subido de los 62 mil 788 de 2010 a 141 mil 990 en 2016.
Amnistía Internacional, que estima que 400 mil migrantes irregulares cruzan el territorio mexicano cada año, constató en su informe 2016-2017 una cifra “sin precedentes” de solicitudes de asilo en México en 2016: 6 mil 898 hasta octubre, el 93 % de personas del Triángulo Norte, pero sólo 2 mil 162 concesiones de estatuto de refugiado.
En todo el mundo, las peticiones de refugio de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos crecieron un 597 por ciento entre 2010 y 2015, lo que demuestra, según AI, un “cambio muy real en los motivos para migrar” , que ya no son tanto económicos como de huida de la violencia en sociedades sin ley.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) calcula que México recibirá 20 mil solicitudes de asilo adicionales en 2017, cifra que “es una clara indicación de que México ya no es sólo un país de tránsito sino también de destino para los refugiados”. Las expulsiones masivas desde EEUU y México obviaron los “abrumadores indicios de que muchos solicitantes de asilo corrían peligro de sufrir violencia extrema en caso de no obtenerlo. Al ser devueltas, muchas personas regresaban a las situaciones de peligro mortal de las que habían huido”, denunció AI.
La coordinadora del Observatorio de las Migraciones Internacionales en Honduras, Sally Valladares, dijo que cuanto más difícil es cruzar la frontera con EEUU, el negocio del tráfico de migrantes “se vuelve más lucrativo porque eso implica que tengan que cobrar más”. E igualmente aumentarán los costos para los Estados afectados, por la necesidad de más recursos para proteger sus fronteras.
El costo del crimen en el TNC
Edición del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
El costo del crimen y la violencia en el Triángulo Norte centroamericano llega a superar el 6 % del PIB, casi el doble que en Latinoamérica y el Caribe, según un informe del BID que asegura que El Salvador, Guatemala y Honduras necesitan concentrar en sus puntos calientes las políticas de prevención.
En 2016, cerca de 15.000 personas fueron asesinadas en el Triángulo Norte, una zona con casi 30 millones de habitantes, la gran mayoría pobres, azotada especialmente por las peligrosas maras o pandillas y los grupos de narcotráfico que usan el istmo como puente para llevar a Estados Unidos las drogas que se producen en el sur del continente.
El informe “El crimen y sus costos: nueva evidencia y hallazgos en América Latina”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sitúa el costo del crimen y la violencia como porcentaje del producto interno bruto (PIB) en el 3 % para Guatemala, en el 6,1 % para El Salvador y en el 6,5 % para Honduras.
La cifras de El Salvador y Honduras casi duplican el promedio del 3,55 % del PIB que el informe del BID calcula como costo del crimen y la violencia en América Latina y el Caribe en base a datos de 17 países de la región.
“Para situar el 3,5 % en contexto, la cifra es comparable a lo que la región (latinoamericana y caribeña) gasta anualmente en infraestructura, o es aproximadamente igual a la participación del 20 % más pobre en América Latina y el Caribe de acuerdo a los Indicadores del Desarrollo Mundial del Banco Mundial”, señaló el BID.
Esa cifra además se basa “en un escenario conservador que incluye solo” los costos sociales por homicidios e ingresos cesantes de la población carcelaria (0,64 %), gastos del sector privado en seguridad (1,37%), y gastos fiscales, que incluyen policías y cárceles (1,51 %).
No abarca otros costos directos e indirectos, tales como programas de prevención de la violencia, gastos en salud debido a la violencia, o el impacto de la delincuencia en otros resultados, como los precios de la propiedad, indicó el informe del multilateral.
“La situación del Triángulo Norte es delicada y complicada (…) el crimen impone costos significativos a la sociedad y a la economía”, indicó el documento.
El informe desgrana la evolución de la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes en los tres países centroamericanos desde 2009.
“Honduras y Guatemala han presentado una tendencia decreciente, pasando de 66,8 a 60 y de 42,6 a 35,3 entre 2009 y 2015 respectivamente. El Salvador ha tenido una tendencia creciente desde 2013. En efecto, desde esa fecha, la tasa se ha más que duplicado pasando de 39,6 a 103,3 homicidios por cada 100.000 habitantes”.
En cuanto a la tasa de victimización, para El Salvador promedió en los últimos 15 años 38 %, seguido por Guatemala con un 37 % y Honduras con un 34 %, de acuerdo a los datos del informe.