¿Por quién hay que llorar en América Latina, señor Santos? – Por Rafael Cuevas Molina

639

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Algo hay que reconocerle a Santos: forma parte de una tradición latinoamericana, la de los vendepatria que han prevalecido durante tantos años al frente de nuestros gobiernos oligárquicos. Es gente que, por unos años, vio opacada su sonrisa y su tradición por la prevalencia de posturas latinoamericanistas que no soportaban el tipo de desplantes como los que vino a escenificar el señor Mike Pence.

El siempre sonriente presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, dice en un artículo recientemente escrito y distribuido por las perfectamente engrasadas transnacionales de la información, que él llora por Venezuela. Escribió y mandó a publicar su artículo coincidentemente con la visita a su país del vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, que en esos días se dedicaba a hacer una gira por varios países de América Latina preparando a sus aliados para apretar el nudo del cerco que tiene sobre ese país por el cual dice Santos que llora a moco tendido.

Compungido y todo, el presidente colombiano no vaciló en mostrarle su eterna sonrisa al señor Pence, el cual se ocupó de despotricar, como en el resto de países a los que visitó, contra lo que llamó sin tapujos, en nuestro propia patio y frente a nuestras narices, la “dictadura” venezolana.

Santos no pestañó y, como se ve, reforzó con argumentos propios los que vino a decir, en el palacio de gobierno que lleva nombre de prócer independentista, el enviado del embrollado presidente del cual es vice.

Algo hay que reconocerle a Santos: forma parte de una tradición latinoamericana, la de los vendepatria que han prevalecido durante tantos años al frente de nuestros gobiernos oligárquicos. Es gente que, por unos años, vio opacada su sonrisa y su tradición por la prevalencia de posturas latinoamericanistas que no soportaban el tipo de desplantes como los que vino a escenificar el señor Pence.

Ahora, que sienten que tales posiciones de reivindicación dignificante, que mantuvieron a raya a los emperadores prepotentes que enviaban procónsules como este señor exlocutor de radio, no tienen la fuerza de hace unos años, se sienten libres para mostrarse tal como son, sin morderse la lengua, y dicen las cosas que dicen sin mayor rubor. Dicho en otras palabras, se quitaron la careta.

Tiene razón el señor Santos de tener ganas de llorar, porque buenas y contundentes razones hay no solo en América Latina sino en todo el mundo. Pero hemos de discrepar sobre la causa concreta que lo motiva, sobre todo si tenía tan próximo en esos días a quien representa a uno de los más impresentables gobiernos que ha tenido los Estados Unidos a lo largo de toda su historia. Tan impresentable, que opaca a George Bush, y eso que creíamos que Bush era insuperable.

La prepotencia torpe del señor Donald Trump le hizo declarar, precisamente cuando Pence estaba por subirse al avión que lo llevaría a su gira latinoamericana, que estaba dispuesto a lanzar a la carga al Quinto Cuerpo de la Caballería norteamericana sobre Venezuela. Lo cual, en el imaginario bravucón del cejijunto presidente, significa llevar la paz y la democracia, la felicidad y el agradecimiento con su patria a algún lugar al sur del Río Bravo lleno de petróleo, pero que no sabe a ciencia cierta en dónde se ubica.

Desde su atalaya en la Quinta Avenida de Nueva York, mister Trump se destapa, una tras otra, metidas de pata mediáticas, como si de un videojuego se tratara la política mundial. Ya ni sus propios compañeros de partido quieren que se les vea juntos, y eso es mucho decir cuando se está haciendo referencia al Partido Republicano.

Pero en América Latina recibimos a su procónsul con sonrisa de anuncio de dentífrico, y el presidente del país más poblado de la región se destapa con un artículo en el que dice llorar por su vecino al cual, precisamente, el cejijunto acaba de proclamar objetivo de guerra.

En estas circunstancias, no es por Venezuela por quien hay que llorar, es por todos nosotros, que estamos en manos de tales especímenes.

(*) Escritor, filósofo, pintor, investigador y profesor universitario nacido en Guatemala. Ha publicado tres novelas y cuentos y poemas en revistas. Es catedrático e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad de Costa Rica y presidente AUNA-Costa Rica.

Más notas sobre el tema