Ledezma y López en la cárcel – El Nacional, Venezuela

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Hay un hecho fundamental que se debe ahora repetir hasta el cansancio: Antonio Ledezma y Leopoldo López han sufrido una persecución injusta, debido a que no han cometido delitos. El hecho de hacer su trabajo de liderazgo los condujo a la cárcel, sin evidencias capaces de meterlos en la jaula ignominiosa que les sirvió de cruel habitación. El hecho de convocar a sus seguidores a manifestaciones públicas, es decir, a hechos lícitos en toda sociedad civilizada y moderna, los convirtió en víctimas de la dictadura. Esa es la verdad, sin lugar a dudas.

La escandalosa captura de Ledezma, sin pies ni cabeza, y la precariedad de su salud hicieron que los verdugos le permitieran el alivio de la casa por cárcel. La falsedad del proceso seguido contra Leopoldo López, reñido con los principios fundamentales de la justicia y la decencia, junto con las presiones internacionales, condujeron a una salida semejante. Se llegó a pensar, ingenuamente, en un acto compasivo de los detentadores del poder, cuando los vimos encerrados en mejores condiciones, sin rejas ni candados.

Pero se terminó esa compasión, si alguna vez la hubo. Concluyó el inusitado episodio de benevolencia, si de veras ocurrió. Se acabó lo que se daba, si se puede hablar de dádivas en el ambiente tenebroso y represivo que padecemos en Venezuela. ¿Por qué? Muy sencillo: porque la dictadura no da puntada sin dedal. De donde las da, las toma. De casta le sale al galgo, y siga usted con los refranes oportunos, respetado lector.

La mejora de las prisiones de Antonio Ledezma y Leopoldo López fue posible porque convenía a la dictadura madurista, porque le ofrecía oxígeno en medio de la asfixia de la democracia y los hedores de la dictadura inevitable. En la medida en que se sentía acorralada, abrir un postigo sin abrir el portón le venía como vistoso anillo al dedo de Maduro. Pero el dedo convertido en garra, es decir, una parte del tentáculo convertido en lo que irremediablemente es, un garfio sediento de poder y sangre, no necesita del adorno de una baratija, de la simulación de una joya que no se acopla a las extremidades de un palurdo sin conciencia. Por eso Ledezma y López vuelven a la cárcel.

Ledezma y López son presos personales de Maduro, o de Cabello, como sucedía en los tiempos de Juan Vicente Gómez, que no disimulaba en sus castigos. Víctimas del capricho personal y del humor deplorable de los mandones, de ellos dependen mientras estén en las alturas de un poder que solo se puede mantener mediante el ejercicio de la arbitrariedad.

La magnitud del escándalo que sus casos significaban obligó a un cierto tipo de condescendencia, pero los administradores de esa condescendencia se cansaron de ejercerla, aunque la habían ofrecido en cuotas mínimas; dijeron basta sin posibilidad de rectificación.

Si acaban de cometer un escandaloso fraude electoral sin que de veras pase nada, si se acaban de burlar de la sociedad democrática sin que la tierra se sacuda, que dos presos prominentes regresen a sus jaulas es para Maduro y para sus secuaces una simple bagatela.

El Nacional

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