Las ciudades, protagonistas ante cambio climático en América Latina
Las ciudades, protagonistas ante cambio climático en América Latina
Diego Arguedas Ortiz – IPS, desde San José de Costa Rica
Al este de San José, la capital costarricense, un grupo de ciclistas transita en el barrio de Los Yoses por una nueva ciclovía de 15 kilómetros que les permite cruzar la ciudad con un carril propio y en un transporte no motorizado.
Esto es parte del esfuerzo que hace San José por librarse de la contaminación causada por el transporte impulsado por combustibles fósiles, la principal fuente de gases de efecto invernadero en Costa Rica.
Tan solo medio kilómetro al sur, transcurre el río Ocloro, que en los últimos años ha superado su cauce cuando las lluvias son intensas y ha inundado viviendas y comercios, poniendo a correr a las autoridades locales para atender emergencias.
“La última gran inundación que sufrimos fue en 2005. Después hubo otras, pero no tan graves en esta zona. En la última, en enero (23 de enero de 2017), el agua entró a la casa porque la calle se llenó y el paso de las guaguas (ómnibus) de turismo, que son grandes, la echó para adentro”: Blanca Lima.
Casi uno al lado del otro, estos casos muestran cómo la capital costarricense, al igual que otras muchas urbes latinoamericanas, necesita pensar al mismo tiempo en hacerse más limpia y en aprender a lidiar mejor con los efectos del cambio climático.
“Si querés repoblar la ciudad y densificar la ciudad para que sea más baja en emisiones, tenés que entrarle al tema de adaptación”, dijo a IPS en un café en Los Yoses la ingeniera ambiental Andrea San Gil.
Como una de las regiones más urbanizadas del mundo, América Latina necesita atender de forma responsable la demanda de energía en sus ciudades para limitar el calentamiento global, pero al mismo tiempo requiere protegerse de los peores impactos climáticos, adujo.
San Gil dirige el Centro para la Sostenibilidad Urbana, una organización pionera en la transformación citadina que busca llevar a Costa Rica del obsoleto modelo heredado del siglo XX a una visión futurista y sostenible de las ciudades.
La ingeniera explica que el punto de partida de San José y muchas otras ciudades es precario, pues existe una situación latente de riesgo ante lluvias e inundaciones. Si a esto se le suman los efectos negativos que el cambio climático tendrá en eventos extremos, precipitaciones y olas de calor, la situación futura se torna apremiante.
Pero en Costa Rica las autoridades no necesariamente toman en cuenta los riesgos asociados al cambio climático para programar su desarrollo, reconoció a IPS el director de Planificación Urbana de la Municipalidad de San José, Vladimir Klotchkov. “Hay demasiado enfoque hacia una reducción de dióxido de carbono y estamos obviando, por ejemplo, que la gente sigue invadiendo las riberas de los ríos”, apuntó Klotchkov.
El planificador de la capital, donde viven 340.000 personas, advierte que muchas ciudades todavía tienen problemas de ordenamiento territorial no resueltos que jugarían en su contra en un mundo más caliente.
Ciudades latinoamericanas como San José tienen una contribución mínima al calentamiento global, pero podrían pagar un precio muy caro si no toman en cuenta sus impactos.
El estudio “Vulnerabilidad y adaptación de las ciudades de América Latina al cambio climático”, publicado en diciembre de 2016 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), califica como “posición asimétrica” la de las urbes regionales: sus países tienen una contribución histórica relativamente menor pero sufrirán con más gravedad los impactos del fenómeno.
Cada ciudad soportará una historia diferente: Lima tendrá problemas de acceso al agua tras el derretimiento de los glaciares que la abastecen, Ciudad de México vivirá temperaturas más altas, Bogotá enfrentaría problemas de deslizamientos en zonas de riesgo y Buenos Aires y otras ciudades costeras deberán lidiar con aumento del nivel del mar.
Capital cubana, ejemplo costero
En La Habana, una de esas ciudades costeras, autoridades y grupos vecinales han pasado a mirar hacia el Caribe con temor, aunque también sienten el impacto de la temperatura y las lluvias.
“Este calor cada vez más fuerte es lo más preocupante… y las lluvias nos pierden, el cambio climático va a acabar con el mundo”, dijo a IPS la jubilada Blanca Lima, de 67 años, sobre el efecto a su juicio más grave para la capital cubana y sus 2,12 millones de habitantes.
“Este calor afecta la vida cotidiana y los negocios, porque en esta zona todos los días aparece un restaurante, un bar o un hostal nuevo”, concluyó.
Lima vive a 400 metros del emblemático malecón, un muro de ocho kilómetros sobre el arrecife capitalino, en la parte que cubre el céntrico barrio de Vedado, en el municipio Plaza de la Revolución, uno de los 15 que conforman La Habana.
El malecón, conocido como el Balcón de La Habana, es un foco de atención prioritaria en un nuevo plan nacional sobre cambio climático, aprobado en abril, dadas las inundaciones que sufren los barrios cercanos a su muro.
En su apartamento de los bajos de su edificio, Lima y su esposo crearon condiciones para elevar sus bienes domésticos más preciados ante la recurrente amenaza de inundaciones.
“La última gran inundación que sufrimos fue en 2005. Después hubo otras, pero no tan graves en esta zona. En la última, en enero (23 de enero de 2017), el agua entró a la casa porque la calle se llenó y el paso de las guaguas (ómnibus) de turismo, que son grandes, la echó para adentro”, contó Lima.
Además de nuevas inversiones para enfrentar el impacto de eventos extremos por el cambio climático, la capital cubana debe saldar deudas acumuladas, como la de mejorar la infraestructura de servicios de alcantarillado y la recogida de residuos sólidos, así como reparar el envejecido fondo habitacional, en el principal destino turístico del país.
Durante eventos climáticos, el agua puede cubrir varias calles sobre todo en las partes más bajas del paseo marítimo hasta una altura de dos metros, según el estatal Instituto de Meteorología.
Cuba aprobó la “Tarea Vida: Plan del Estado dirigido el enfrentamiento al cambio climático”, que reúne a todas las iniciativas previas y se plantea inversiones a varios plazos para reducir el impacto del sobrecalentamiento global en el país insular caribeño, con 11,2 millones de habitantes.
El plan dará prioridad a la zona costera de La Habana, en especial al norte, cerca de donde vive Lima, quien cuenta que la situación es particularmente grave en esa zona.
“Se inundan con cualquier aguacero. En algún momento, (las autoridades) van a tener que hacer algo en esa parte, sobre todo con las personas que acondicionaron los sótanos como viviendas”, valoró, sobre una alternativa al histórico déficit habitacional.
Vulnerabilidad regional
Con más de 640 millones de personas, América Latina será en 2050 la segunda región más urbanizada del mundo, con 86 por ciento de su población viviendo en ciudades y 100 millones en asentamientos irregulares, según un estudio de la Cepal publicado en 2016.
Por eso en la región hablar de los efectos en los países del recalentamiento planetario es en muchos casos hablar de zonas urbanas. Cuando una ciudad sufre un impacto climático, el impacto es enorme.
Según un estudio de 16 países latinoamericanos publicado en 2013 por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, destacó que en poco más de dos décadas (1990-2011) sus ciudades registraron unas 42.000 víctimas fatales, un millón de viviendas destruidas y casi otros seis millones de ellas afectadas por eventos meteorológicos extremos.
“Los altos niveles de riesgo propios de las ciudades se deben principalmente al hecho que estas tienden a concentrar los valores, población y vivienda”, asegura por su parte la Cepal. Pero también advierte que “esta situación a su vez representa una oportunidad para reducir las vulnerabilidades y para fomentar la resiliencia urbana”.
Para la ingeniera San Gil, este crecimiento que se espera durante el siglo XXI es otra oportunidad para enfrentar el cambio climático y al mismo tiempo solucionar otros problemas urbanos. “El crecimiento es súper importante porque te da margen para que desarrolles de una mejor manera que sentarse a buscar soluciones cuando la ciudad ya está armada”, apuntó.
A su juicio, la infraestructura verde es un ejemplo de los beneficios asociados a hacer más sostenibles las ciudades y que no solo puedan hacerle frente a los efectos del clima, sino que aporten a la adaptación y mitigación del cambio climático.
Mediante la utilización de vegetación, árboles y otras zonas verdes en parques, aceras y en complejos inmobiliarios, las zonas urbanas pueden mejorar su gestión del agua de lluvia, contener la erosión y bajar la sensación térmica, explicó.
Pero también su organización se enfoca en cambiar conductas en ciudades, principales consumidoras de energía en América Latina. San Gil regularmente circula en bicicleta y promueve el uso de vehículos no motorizados.
Otras ciudades latinoamericanas como Bogotá y Ciudad de México están más avanzados en la creación de ciclovías, que además benefician la salud, reducen el tráfico vehicular y bajan la contaminación automotriz
Trabajar el cambio climático desde las ciudades, advierte la Cepal, “es crucial para identificar y aprovechar (en lo concerniente al clima) los cobeneficios relacionados con las estrategias de desarrollo alternativo”.
Ciudades caribeñas deben prepararse para huracanes más intensos
Patricia Grogg, desde La Habana
Los huracanes, cada vez más intensos y destructivos por el cambio climático, obligan a Cuba y otros países del Caribe a aumentar sus previsiones para proteger sus ciudades y construir viviendas y edificaciones más seguras y resistentes a fuertes vientos y lluvias inclementes.
Antes del inicio de cada temporada ciclónica – del 1 de junio al 30 de noviembre-, este país ensaya un sistema de prevención para mitigar riesgos y evitar víctimas en caso de desastres. Aun así, el huracán Sandy, que el 25 de octubre de 2012 cruzó Santiago de Cuba causó 11 muertes y destruyó la mitad del fondo habitacional de esa ciudad oriental.
Los más de 500.000 habitantes fueron sorprendidos por ese evento categoría tres de la escala Saffir-Simpson que atravesó la urbe de madrugada con su anillo de vientos máximos. El meteorólogo cubano José Rubiera alerta que toda ciudad de la cuenca del Caribe tiene que estar preparada, pues su vulnerabilidad es mayor que comunidades con poblaciones más pequeñas o aisladas.
La experiencia de ese municipio distante 897 kilómetros de La Habana ha hecho preguntarte a los 2,2 millones de habitantes capitalinos que les pasaría ante la embestida de un huracán igual o más poderoso que Sandy, que causó también estragos en Bahamas, Estados Unidos, Haití, Jamaica y República Dominicana y que en su recorrido dejó 147 muertos.
Según el censo de 2012, La Habana dispone de 709.508 viviendas particulares. Pero ese fondo habitacional tiene una edad promedio de 80 a 90 años y ante la falta de un mantenimiento adecuado no pocos barrios exhiben un estado de esas edificaciones que va de regular a muy mal.
Estudios sobre el riesgo que representan los vientos en La Habana advierten que un huracán categoría tres (vientos de 179 a 209 kilómetros por hora) pudiera afectar a 74.551 personas y dañar 94 000 viviendas, en tanto uno de categoría cinco, con vientos superiores a los 250 kilómetros por hora, impactaría a 207. 000 personas y causaría daños a 5. 262 .000 viviendas.
“Yo he hecho trabajos en edificios cayéndose, donde vive gente porque no tiene otra opción”, confió a IPS el albañil Antonio Miret, de 33 años. “Muchas personas tienen techo de tejas y quisieran tener de placa (de hormigón armado). La gente que tiene dinero prioriza arreglar los techos, pero muchos no tienen esa posibilidad”, señaló.
Miret aseguró que efectúa su trabajo “a conciencia” para asegurar la fortaleza de lo que construye. “Pero los clientes no me piden mucho cosas más fuertes, que aguanten los ciclones”, agregó, ejemplificando la escasa percepción de riesgo que existe pese a que la región occidental, donde se ubica La Habana, es la más azotada por huracanes en este país insular.
Este trabajador privado incluye dos anillas de metal en las bases de hormigón para colocar tanques de reserva de agua en las azoteas. “En tiempos de huracán, las personas pueden asegurar con facilidad los tanques si los amarran con sogas de las anillas”, explicó.
La Habana no sufre de manera directa un huracán desde 1944. El 18 de octubre de ese año, la ciudad fue azotada durante varias horas por vientos huracanados que dejaron 300 muertos. Casi siete décadas después, los expertos no descartan que la experiencia se repita y alertan que la ciudad debe estar preparada para esa eventualidad.
Los especialistas coinciden en que una estrategia encaminada a reducir vulnerabilidades pasa por reforzar las viviendas, sus techos y ventanas con material resistente y correctamente instalados, así como fortalecer la capacitación y estudios de riesgo en los municipios y la percepción del peligro en la población.
Para el investigador ambientalista Luis Lecha, también es necesario planificar los costos para el soterrado de las redes eléctricas, que excepto en la Habana Vieja, uno de los 15 municipios que conforman La Habana, son aéreas y sufren graves daños con la embestida de los vientos huracanados, privando a la población de ese servicio por varios días.
“A más largo plazo, habría que desarrollar un programa de adaptación para la convivencia con los huracanes, basado en el fortalecimiento progresivo de la infraestructura constructiva y en el reordenamiento territorial urbano”, señaló a IPS.
Dos trabajadores laboran en la reconstrucción de un edificio que resultó dañado por el paso del huracán Sandy en 2012 por la ciudad de Santiago de Cuba, en el oriente de la isla caribeña. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
El ingeniero y profesor universitario Carlos Llanes recomienda techos de una y dos aguas (inclinados) como los más adecuados para resistir vientos extremos. “La experiencia en el Caribe es que cuanto más empinada la cubierta, mayor es la resiliencia”, comentó a IPS. El académico estimó que esta sería también una buena solución en el caso de los edificios urbanos.
Se puede aplicar soluciones arquitectónicas en lo alto de las edificaciones con inclinaciones en la cubierta para que no se retenga el agua de las lluvias y para que el viento tenga presión, no succión allá arriba, explicó este ingeniero.
Como modelo, Llanes recordó como los campesinos aún hoy se refugian cuando hay tormenta en el tradicional “vara en tierra”, un rancho (choza) con un techo de guano (hoja de palma) en ángulo agudo que llega hasta el suelo.
Este especialista aconseja además priorizar las instalaciones de salud de la ciudad aplicando la estrategia de hospitales seguros frente a desastres. Un centro sanitario de ese tipo ya existe en el municipio especial Isla de la Juventud, situado en la región suroccidental de Cuba, a unos 150 kilómetros de La Habana.
En Cuba, con una población de casi 11,2 millones, más de 8, 5 millones habitan en zonas urbanas, en una región como la de América Latina donde 86 por ciento de sus habitantes residen en ciudades.
A nivel mundial, la Organización de Naciones Unidas alerta que hacia 2050 habrá unos 6.300 millones de personas viviendo en ciudades y a medida que se intensifican los efectos del cambio climático, la resistencia y flexibilidad de los centros urbanos se hace más necesaria.
El cambio climático amenaza a las naciones del Caribe insular no solo con huracanes más intensos, sino con lluvias mayores o menores, ascenso del nivel del mar, intrusión salina y los procesos de sequía que vienen aparejados a algunos de estos fenómenos. “Es un conjunto de efectos de carácter muy nocivo y para los cuales hay que prepararse mejor”, advierte el investigador Carlos Rodriguez.
El imprescindible proceso de adaptación exige normativas urbanas y de ordenamiento territorial para regular el uso de los inmuebles ubicados históricamente en áreas susceptibles de afectaciones, la reducción de las densidades de población en áreas más expuestas y reducir los elementos en riesgo en estas zonas en particular los servicios de emergencia.
Arquitectos y urbanistas coinciden en aconsejar el uso de materiales de construcción más resistentes que aseguran la permanencia de las construcciones ante la acción simultánea de efectos temporales de penetraciones del mar, fuertes vientos, e inundaciones, entre otras medidas básicas para evitar la afectación de los inmuebles.
El gobierno cubano aprobó en abril un plan de enfrentamiento al cambio climático que identifica las áreas priorizadas de atención para preservación de la vida de las personas en los lugares más vulnerables, la seguridad alimentaria y el desarrollo del turismo. También establece el proyecto de inversiones a ejecutar a corto, mediano y largo plazo.
Según versiones de ese programa divulgadas por los medios locales, el clima de este país es cada vez más extremo y se ha observado gran variabilidad en la actividad ciclónica, pues desde 2001 hasta la fecha ha sufrido el impacto de nueve huracanes intensos, “hecho sin precedentes en la historia”.
Asimismo, se considera que las inundaciones costeras ocasionadas por la sobreelevación del mar y el oleaje, producidos por huracanes, frentes fríos y otros eventos meteorológicos extremos, representan el mayor peligro debido a las afectaciones que ocasionan sobre el patrimonio natural y el construido.
El Caribe busca un turismo a prueba del clima
Desmond Brown, IPS, desde Bridgetown
El turismo es el principal motor de la economía y el mayor creador de empleo en el Caribe después del sector público. En 2016 superó por primera vez los 29 millones de visitantes y volvió a crecer más rápidamente que el promedio mundial.
El gasto de los turistas
también alcanzó un máximo histórico, creciendo en un 3,5 por ciento hasta los 35.500 millones dólares. Y el pronóstico para 2017 sigue siendo optimista, con un incremento previsto de 2,5 a 3,5 por ciento en las llegadas de larga duración y de 1,5 a 2,5 por ciento en las de pasajeros de cruceros.
«El impacto de huracanes más severos y la destrucción de nuestros activos turísticos más valorados, nuestras playas y arrecifes de coral, amenazan con revertir los avances logrados en el desarrollo”: Francine Baron.
Sin embargo, las autoridades advierten que cambios drásticos en las condiciones climáticas afectan considerablemente a las islas caribeñas y temen que el cambio climático tenga un impacto devastador en el sector, que enfrenta importantes amenazas futuras relacionadas con la competitividad.
Para una región tan dependiente de las atracciones turísticas costeras y marinas, la adaptación y la resiliencia son elementos fundamentales para el turismo, añaden.
“El impacto de huracanes más severos y la destrucción de nuestros activos turísticos más valorados, nuestras playas y arrecifes de coral, y el daño a nuestra infraestructura amenazan con revertir los avances logrados en el desarrollo”, declaró la ministra de Relaciones Exteriores de Dominica, Francine Baron.
“Nuestros esfuerzos por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030 de la Organización de las Naciones Unidas no pueden lograrse sin tratar las causas del cambio climático”, destacó.
Baron hizo los comentarios en un foro sobre la cuestión del cambio climático en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos celebrada recientemente en México.
La Organización de Turismo del Caribe (CTO, en inglés) recibió una donación de 460.000 euros del Banco de Desarrollo del Caribe (CDB) para implementar un proyecto que procura aumentar la resistencia del sector turístico a los riesgos naturales y relacionados con el clima.
“El cambio climático global y sus impactos, incluida la creciente frecuencia y severidad de eventos climáticos extremos, representan un riesgo significativo para la región del Caribe y amenazan la sostenibilidad del turismo caribeño”, advirtió el secretario general de la CTO, Hugh Riley.
“La CTO se complace en tener el apoyo del CDB para implementar este proyecto que contribuirá a mejorar la resiliencia, la sostenibilidad y la competitividad del sector turístico de la región”, declaró.
“La incorporación de las estrategias de adaptación al cambio climático y de gestión del riesgo de desastres en el desarrollo y la planificación del turismo es un deber de nuestros países miembros”, añadió Riley.
La asociación CDB/CTO se formalizó en una ceremonia de firma celebrada el 22 de junio en la sede del banco en Barbados.
En la ocasión, Warren Smith, presidente del CDB, señaló que el sector del turismo contribuye enormemente al desarrollo socioeconómico de la región.
“El turismo genera altos niveles de empleo, inversión extranjera directa y divisas para nuestros países prestatarios y, dada su naturaleza multisectorial, es una herramienta muy eficaz para promover el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza”, afirmó.
“Sin embargo, mantener este papel esencial requiere que se establezcan salvaguardias adecuadas contra las enormes amenazas que el cambio climático y los peligros naturales plantean a la sostenibilidad de nuestra región”, agregó Smith.
La financiación se brinda en el marco del programa para la gestión del riesgo de desastres naturales en los países del Cariforum organizado por la Unión Europea y el CDB, cuyo objetivo es reducir la vulnerabilidad a los impactos a largo plazo de los peligros naturales, incluidos las consecuencias del cambio climático.
Durante los 19 meses del período de implementación del proyecto, la CTO apoyará a las entidades turísticas de la región con la formulación de políticas, la promoción de las mejores prácticas en la gestión del riesgo de desastres y la adaptación al cambio climático, junto con el desarrollo de herramientas para mejorar el conocimiento del sector turístico en estrategias de reducción del riesgo y los impactos potenciales de la variabilidad climática.
También se incluirá un componente de capacitación para fortalecer la capacidad de actores de los sectores público y privado para emprender acciones adecuadas de mitigación y adaptación. La secretaría de la CTO también se beneficiará del fortalecimiento institucional para ayudar a brindar asistencia técnica y apoyo continuo a los servicios climáticos relacionados con el turismo.
El proyecto se enmarca en la celebración de 2017 como Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, designado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.
En la reunión anual del directorio del CDB celebrado en Turcas y Caicos en mayo, los presidentes de los bancos nacionales destacaron la seria vulnerabilidad ambiental de la región e instaron al organismo a seguir desempeñando un papel importante para ayudar a los países prestatarios a generar resistencia.
Smith dijo que el compromiso del CDB se evidenció durante la reunión, en la que firmó un acuerdo con el Banco Europeo de Inversiones (BEI) para la segunda Línea de Acción para el Clima.
“Esto facilitará una mayor protección contra el cambio climático en las infraestructuras críticas del Caribe. La línea de crédito de 100 millones de euros es el mayor préstamo individual realizado por el BEI en nuestra región”, aseguró.
Las inversiones que se podrán realizar con el préstamo del BEI incluyen proyectos de mitigación, adaptación y resiliencia en energías renovables, eficiencia energética, transporte por carretera, infraestructura hídrica e infraestructura física y social a nivel comunitario que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y mejoran la resistencia al impacto del cambio climático.
“Estamos encantados de firmar este nuevo préstamo de acción climática con el CDB, que es el resultado de una fructífera asociación que dura casi cuatro décadas, para apoyar nuevos proyectos en el Caribe”, declaró Pim Van Ballekom, vicepresidente del BEI.