Joven uruguayo desarrolla un robot que hace las tareas domésticas

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Poner los implementos para el desayuno, llevar los platos y limpiar la mesa son parte de las tareas domésticas que realiza «Justina». Desde hace dos meses, el ingeniero uruguayo Federico Andrade está desarrollando un robot de servicio junto a otros expertos mexicanos para competir en la RoboCup 2017, el torneo de robótica más importante del mundo.

La secuencia que debe cumplir la «asistenta» comienza así: Justina se acerca al dueño de casa y le pregunta: «¿Querés desayunar?». El hombre se sienta a la mesa y el robot le menciona dos opciones de menú.

«Vos le podés ordenar leche y galletitas», cuenta Andrade desde México, donde trabaja junto a investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El autómata, ya «adiestrado» para elegir esos productos, se dirige a la heladera, toma los alimentos y los coloca en la mesa. Luego, repite el procedimiento con los utensilios y al finalizar dice: «Buen provecho».

Lo más difícil de la prueba a la que será sometido el ingenio en la RoboCup viene después. El juez del certamen volcará leche y ensuciará la mesa. El desafío es que Justina decodifique esas manchas y las limpie.

«No te piden que quede bien limpia la mesa porque es súper difícil», comentó Andrade. Incluso para un robot como Justina. Con solo decodificar esos lugares manchados, Justina ganará los puntos de la prueba.

La preparación del robot para el evento a desarrollar en la ciudad de Nagoya, Japón, es para una categoría que año a año va sumando dificultades. «Al principio, lo difícil era que el robot fuera de la cocina al comedor. Ahora, trasladarse de un punto a otro de la casa no otorga puntos», indicó Andrade.

El autómata, al que Andrade prefiere llamar robot de servicio y no humanoide ya que cuenta con ruedas en sus «pies», pesa 50 kilos y cuenta con 10 motores en cada brazo. Integra sensores similares al Kinect, un aparato que permite interactuar con la pantalla sin usar control remoto. Con esos sensores, el robot logra tener un mapa 3D de su entorno y desplazarse de forma segura.

«Esto tiene mucha matemática atrás», contó Andrade.

El robot tiene un torso, que puede aumentar o disminuir su altura. El uruguayo programó algoritmos para que el aparato pueda inclinarse más abajo o arriba en función de la altura de la mesa que tiene delante.

Siete personas trabajan unas 10 horas por día en el proyecto, que requiere una inversión de miles de dólares. Solo la base que mueve el robot y posee 4 motores cuesta US$ 4.000; los 20 motores de cada brazo cuestan US$ 500 cada uno.

Experiencia mundial.
Federico Andrade es uno de los referentes de la robótica uruguaya.

Desde hace algunos años, organiza junto a otros ingenieros de la Universidad de la República Sumo Robot, una competencia lúdica para adolescentes.

En esos certámenes conoció a Pedro Sales, un uruguayo que con 13 años ganó el concurso derrotando a estudiantes de bachillerato, UTU y Facultad de Ingeniería. En 2014, junto a otro adolescente apasionado por los robots, fueron a competir a la RoboCup en una prueba cuyo desafío era rescatar a una «víctima», representada en una lata. Con Andrade como mentor de los jóvenes, obtuvieron en San Pablo, Brasil, un histórico primer premio y un galardón especial por el diseño electrónico de su dispositivo.

En este torneo, conoció a los mexicanos, con quienes se contactó tiempo después para continuar con su formación como parte de una maestría.

Luego de que finalice este proyecto de Justina, volverá a Uruguay con una de las versiones más antiguas del robot como préstamo de la Universidad de la UNAM para fomentar el desarrollo de humanoides en el país. El objetivo final es que los uruguayos puedan montar su propio brazo robótico.

Justina ayuda a cargar las compras.
Help me carry (Ayúdame a cargar) es el nombre de una de las primeras pruebas que el uruguayo Federico Andrade y su equipo deben superar en el torneo RoboCup, en Japón.

El objetivo es programar a Justina para que ayude a cargar las bolsas que una persona trae del supermercado.

Al comienzo, el robot estará en una parte de la casa. Cuando regresa la persona al hogar, le dirá: «Ayúdame a cargar las compras». El robot replicará: «Dime dónde está el auto y guíame hasta ahí».

Cuando el «amo» empieza a caminar con el robot, en el medio se cruzarán otras personas, pero Justina deberá seguir a su dueño. Una vez en el sitio donde está el auto estacionado, se le pedirá a Justina que lleve las bolsas con los productos.

«Deberá agarrarlas con cuidado, sin producir daños. Las dejará en casa y después irá a buscar otras», contó Andrade a El País.

El País

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