Venezuela: Fracasó la estrategia de la derecha – Por Atilio A. Boron

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Pocas veces se celebraron elecciones en un contexto tan signado por la violencia como las de este domingo en Venezuela. Hay pocas experiencias similares en el Líbano, Siria e Irak. Tal vez en los Balcanes durante la desintegración de la ex Yugoslavia. Por eso que algo más de ocho millones de personas hayan desafiado a la derecha terrorista con sus sicarios, pirómanos, saqueadores y francotiradores demuestra el arraigo del chavismo en las clases populares y un valor a toda prueba. Y cuando el CNE dice 8.089.320 es así nomás, doblemente certificado por la cédula de votación y el control de las huellas dactilares de cada uno de los votantes. Ese material está allí, sujeto a verificación por parte de la oposición o de observadores independientes, contrariamente a lo ocurrido con la pantomima electoral de la MUD el 16 de Julio que en una hilarante innovación en el arte y la ciencia de la política procedió a quemar todos los registros una vez terminado el relampagueante recuento de los 7 millones y medio de votos que mienten haber recibido. El resultado de la elección a la Asamblea Nacional Constituyente fue tildado como fraudulento tanto por la derecha internacional, gubernamental o no, como por algunas sectas delirantes de la izquierda eternamente funcionales al imperialismo.

Seguramente ignoran que el ex presidente de EE.UU. James Carter aseguró que el sistema electoral de Venezuela era más confiable y transparente que el de Estados Unidos. Los críticos señalan que el grado de participación, 42% del padrón electoral, es muy bajo y mal puede avalar las pretensiones del oficialismo. La prensa canalla, cuya misión excluyente es mentir y manipular la conciencia pública, nada dice de las condiciones bajo las cuales la gente salió de sus casas a votar. Peor aún, en su absoluta descomposición moral al diario El País, nave insignia del terrorismo mediático, se le olvidó que el 21 de Febrero del 2005 tituló “Sí rotundo a la Constitución Europea con una participación del 42 % “de los españoles, en medio de un clima de total tranquilidad, sin guarimbas ni incendiarios.

Pero doce años más tarde lo que en España permitía hablar de un “sí rotundo” se transmutaba en una crítica por la “violencia y la abstención en la Constituyente de Maduro”. Nada dijo ese “house organ” del capital que su tan admirada Michelle Bachelet obtuvo la presidencia en 2013 en elecciones que contaron con la participación del 41,9% de los empadronados, y que en las municipales de Chile del año pasado la participación fue del 34,9%. O que en Colombia Juan Manuel Santos fue elegido en un ballottage con 47% de concurrencia de votantes y que en el Referendo por la Paz, de comienzos del 2016 la participación fue de sólo el 38%, o que Bill Clinton fue reelecto en 1996 en comicios en los cuales tomó parte sólo el 49% de los votantes y su sucesor, George. W. Bush, en otros en los cuales participó el 50.3 %. ¡Y eso que lo que estaba en juego era nada menos que la presidencia de Estados Unidos! En conclusión: excelente nivel de participación dadas las circunstancias y fracaso total de la estrategia de la derecha para sabotear la ANC. Esto seguramente redoblará el accionar de la fracción terrorista de la oposición cuyo desprecio por las reglas democráticas es incurable. Y eso que hay elecciones de gobernadores pautadas para diciembre de este año, y que en el mismo mes del año próximo tendrán lugar las presidenciales.

(*) Politólogo y sociólogo argentino. Profesor Titular Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de esa misma facultad. Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y Profesor del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Avellaneda.

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