[Entrevista NodalCultura] Lía Colombino, poeta paraguaya: «El tiempo es eso que en la memoria se imprime»

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Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura

Lía Colombino es una de las voces poéticas más interesantes de Paraguay y la región, pero además es master en museología y directora del Museo de Arte Indígena dentro del Museo del Barro de Asunción.

Su trabajo construye una dimensión espacio / temporal especial que, como ella afirma, lanza al lector al vértigo de la lentitud. De ese modo construye una suerte de presente continuo, de una historia que reaparece, de un espacio que está allí, en espera. Incluso podría pensarse ese detenimiento del tiempo también en la clave latinoamericana de la espera que aparece en distintas narrativas. La espera de ese tiempo por venir, que es personal y político. Que es social y casero.

Presente en el IX Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, Colombino conversó con Nodal Cultura sobre su obra, la historia y el presente paraguayo.


Estamos que sangre y miedo
Estamos a garganta tapada ya de tanto intento
Estamos que matar niños
sería un gesto de urbanidad.
(De Tierra de Secano
textos escritos en 1998 y 1999)


Hacemos esta entrevista el día en que se cumple otro aniversario de la masacre de niños en la batalla de Acosta Ñu y leo entre sus poemas «Estamos que matar niños / sería un gesto de urbanidad». Parece imposible evitar pensar en los lazos del pasado y del presente del Paraguay, que aparecen explícitos o implícitos en otras obras suyas ¿Cuánto de aquella trágica atraviesa su poesía?

Ese poema se llama Paraguay II. No tiene relación directa con esa batalla, que es una de las tantas tragedias del Paraguay. Lo escribí, en realidad, a fines de los 90. Un periodo en el que parecía no haber salida posible, estábamos asediados todavía por ex militares, los fantasmas de golpes de Estado, la perpetuidad del Partido Colorado y la falta de otra fuerza que dispute esa hegemonía. Ese periodo se cierra se podría decir, con el Marzo Paraguayo, en el 99. Digo esto ahora y por supuesto, pienso que nada ha cambiado. O si, pero no en el sentido que uno espera. Un breve tiempo quizá se abre entre aquel y este, en donde pensamos que podíamos ser distintos. La historia del Paraguay siempre es algo a lo que vuelvo, y además de tragedia hay otras cosas, a veces hasta humor, gran herramienta para aventar muerte y poder seguir, porque hay que poder seguir. Es difícil escribir y no hacerte cargo de la tragedia desde el lugar que toque. Yo creo que quien más quien menos está atravesado por esa historia, aunque se la niegue. Mis textos quizá fluctúen entre varias cuestiones, pero no puede escapar de ese lugar. Didi Hubermann dice algo así como que la función del poema sería no dejar mudo lo que nos ha dejado mudos ante la historia, yo creo en eso, siento allí una verdad.

Hay un trabajo muy interesante en sus textos sobre el tiempo, un presente aquietado que sin embargo -y otra vez la historia aparece- podría tanto ser futuro o pasado ¿Cómo describiría usted el tiempo en su poesía?

A mí en la poesía se me confunden todos los tiempos. Siempre pensé que la memoria tiene doble filo, recordar todo puede ser una maldición. Siento la memoria como todos esos tiempos enlazados, superpuestos, una memoria de lo íntimo, de lo público, una memoria del cuerpo. Cómo el tiempo es eso que en la memoria se imprime. Algo así quizá, el tiempo y su relación con lo que se recuerda.

Hay pequeñas escenas, pequeños planos visuales (su poesía me recuerda al cine de Paz Encina) que reconstruyen desde la fragmentación historias completas ¿Usted posa su mirada sobre esos fragmentos de vida? (el plato humeante, la mano que corta las papas, la taza de té de jengibre)

Para mí es un gran halago que se compare lo que hice con el cine de Paz. Lo he dicho ya en otra oportunidad, para mí ella construye poemas. Hay un libro, sobre todo, en el que trabajo la fragmentación. Es (lupa). El título está entre paréntesis porque creo que el tiempo que allí quiero traer al papel es ese tiempo que está como interdicto. Tengo una amiga artista, que es misionera pero vive aquí, Mónica Millán que trabajó en el Paraguay bastante tiempo. Ella me acercó desde su obra algo que siempre experimenté pero a lo que difícilmente podía nombrar: el vértigo en lo lento (ella tiene una obra preciosa que se llama El vértigo de lo lento). Yo siento eso cuando el tiempo se desacelera, siento vértigo. En ese vértigo yo casi naturalmente hago ese ejercicio, el tiempo se detiene en sus propios paréntesis y aparecen las cosas, la casa, las manos, los hábitos, cosas pequeñas que en ese desaceleramiento se vuelven gigantes, a veces monstruosas, extrañas. A veces, son de una belleza inaudita. Ese vértigo es de una intensidad que a mí me sobrecoge.


Todo está en los márgenes –piensa ella mientras bebe pausadamente un té de jengibre con miel. Ha descubierto este brebaje hace poco, pero le gusta, pica, rasca la garganta, no sabe todavía para qué, pero siente que no puede ser para nada malo. Su color se entiende poco. Pero es casi amarillento, un blanco sucio, como casi todos. Depende de la miel, de su color o su no color. Revuelve el líquido con una cuchara pequeña y el vapor sube hasta su nariz para adelantar el sabor picante. Ella estornuda ahora. El pelo ha venido un tanto adelante, debido al rápido movimiento simultáneo al estornudo.
¿Y si los márgenes se torcieran? –se pregunta.

(De (lupa), escrito entre 2004 y 2006, editado en 2009)


¿Cuál es el momento / lugar del Paraguay que relata con su poética?

Mi lugar propio. El lugar que construí para mí allí, el que siento como espacio de inscripción. Sé que ese lugar está irremediablemente atravesado por historia, por tiempos diferentes, por poéticas, por política, por subjetividades. Es el lugar, además, del afecto. Pero no como sinónimo de cariño, sino entendiendo el afecto como aquello que atraviesa el cuerpo y obliga a desacomodarse o ayuda a sostenerse.

En su poesía parecen cruzarse cuerpo, hogar y tiempo ¿cómo se articulan en su escritura y en la reflexión sobre el presente del Paraguay post stronista?

Me es difícil hablar de post stronismo hoy que siguen habiendo presos políticos, muertes extrajudiciales. Yo creo que el stronismo se «perfeccionó», se lavó la cara, montó un teatro y es esto que tenemos ahora. Me parece interesante lo que me decís del cuerpo, la casa (pienso más en esos términos) y el tiempo. No sé si hago un trabajo de articulación en la poesía que escribo, quizá sea irresponsable decirlo, pero siento que es el propio cuerpo el que me lleva. En otro tipo de textos, ensayos por ejemplo, hago esa articulación entre escritura y reflexión sobre ese presente de manera más sistemática. Esa escritura que intenta ser como más académica es parasitada por lo poético, a veces, lo que me ha puesto en problemas con las instancias de validación de los textos. Creo también en una práctica atravesada por lo poético, me gusta pensar que se puede trabajar así.


Han borrado mi rostro
dos veces
Me han puesto una máscara
una vez

Ahora, después del delirio
muestro el rostro
las plumas en mis manos
el sonido en los ojos dispuestos
el cuerpo guarnecido
atravesado solamente
por un cordón de aire

(De El costado, inédito)

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