Sin flores vengo: La venta de marihuana en Uruguay (Por Isabel Prieto Fernández)

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

 

En diciembre de 2014, el Poder Ejecutivo promulgó la Ley 19.172, que regula la producción, distribución y venta de cannabis con uso recreativo. En estos dos años y medio se ha hablado mucho y hecho poco. Eso está por cambiar y más de uno está en las gateras.

Era difícil predecir todo el tiempo que iba a pasar desde aquel penúltimo día del año de 2014 en que el Poder Ejecutivo, con José Mujica a la cabeza, promulgó la ley que regulaba el mercado del cannabis y su puesta en marcha. La de verdad, esa en la que el usuario iría a comprar su bolsita de cannabis a la farmacia. Fueron dos años y medio de blablablá. Un tiempo extraño, en el que hasta los turistas cambiaron de inquietudes. Dejaron de preguntar por las calles y comenzaron a querer saber dónde y cómo comprar marihuana. Viajar por los países de la región pasó a ser una experiencia cómica. Donde se dijera la procedencia, siempre había alguien dispuesto a juntar los dedos índice y pulgar, acercarlos a la boca y simular estar pitando. La respuesta, obviamente, era la risa ¿y eso qué quería decir? Que se había consumido marihuana. De golpe dejamos de ser los vecinos grises para convertirnos en los fumones del barrio.

El mercado

Sobre la ley ya está casi todo escrito y, por otra parte, a esta altura, poco importa. Ya leímos de ella hasta el cansancio. Queremos hechos.

Y los hechos dicen –cuando no, las palabras– que se está a punto de vender en las farmacias. Es más, hasta podría ser probable que se esté leyendo esta nota en la fila del negocio que expende medicamentos y… cannabis. Eso sí, para fumar. No espere encontrar allí un aceite medicinal con THC porque eso está prohibido.

El responsable de Comunicaciones de la Junta Nacional de Drogas, Eduardo Cannizzo, dijo a Caras y Caretas que Diego Olivera, el secretario general de esa dependencia, no estaba dando entrevistas porque lo haría luego de que se informara del comienzo en la venta en farmacias y que “tiene un montón de entrevistas solicitadas”.

Pensando que a nosotros “lo oficial” nunca se nos dio mucho, fuimos al encuentro de una de las 16 farmacias que están registradas para expender cannabis. Optamos por la farmacia Carmelo, ubicada en esa ciudad coloniense. Gabriel Bachini tampoco supo decirnos cuándo comenzará a venderse el cannabis y su voz también traslucía su impaciencia: “Se alargó mucho y se concretó poco”, comenzó diciendo, para agregar un esperanzador “por lo menos ya tenemos el lector de huellas y la computadora conectada con el Ircca. Los otros días nos llegó un mail diciendo que ya estábamos habilitados para pedir”. Luego se soltó más, al fin y al cabo, no era el único que estaba emocionado: “Ya hicimos la primera compra online, pero no sabemos cuándo nos llega, suponemos que será el mismo día que se pueda empezar a vender”.

Caras y Caretas quiso saber de primera mano (era lo más cercano a la “legalidad” que habíamos llegado) qué cantidad de cannabis habían pedido: “Se pueden comprar dos kilos por farmacia”. Pedimos que explicara mejor eso, si era por semana, por mes o cómo, así que dijo: “La farmacia puede tener hasta dos kilos en stock. Si vas vendiendo, vas pidiendo, pero no te podés pasar de esa cantidad. Hay de dos tipos, la índica y la sativa, que no tienen marca; ellos dicen ‘alfa’ y ‘beta’, y vienen en presentaciones de 5 gramos y 10 gramos. Por ahora sólo habilitaron las de 5 gramos”, informó Bachini. También nos contó que tenía pedidos constantes de gente que “está impaciente y eso nos pone igual a nosotros, que no queremos quedar mal. Incluso vienen muchos argentinos a preguntar y les explicamos que no se puede vender a ellos, porque tienen que ser residentes y haberse registrado en El Correo. Lo mismo pasa con el aceite, que eso no va a salir, pero la gente pregunta igual”, dice el gentil farmacéutico.

La otra forma de adquirir marihuana es ser parte de uno de los 63 clubes cannábicos. El costo depende de muchos factores, como, por ejemplo, si el cultivo es interior (precisan luces especiales) o exterior, el sustrato que se use, la alimentación que se les dé a las plantas, si hay que pagar o no alquiler, si se invierte en genéticas o no, el tipo de trabajo que se le ofrece al jardinero, es decir, si se pretende que sea un profesional dedicado o no, y un largo etcétera. En definitiva, depende de la calidad a la que se apunte.

Actualmente la mayoría de los clubes cobran una matrícula de ingreso que ronda los US$ 350 para pagar equipamiento y una mensualidad que va desde $ 4.000 a los $ 6.000. A los socios se les entrega un máximo de 40 gramos al mes. Algunos clubes han podido definir una estructura de costos que les permite ofrecer un valor por gramo y no tener que entregar cantidades fijas mes a mes. En esos casos se valora en unos $ 200 pesos el gramo.

Para tener una idea de costos, es bueno saber que una sala de cultivo de interior, que es lo recomendable en zonas como Montevideo (sobre todo por temas de seguridad), que provee de 40 gramos mensuales a 45 socios (1.800 gramos por mes), cuesta unos los US$ 15.000.

La variedad de cannabis depende del club, ya que el Ircca no ha podido asumir la responsabilidad que le da la ley de otorgar la genética a los clubes y a los autocultivadores.

El portal que el instituto habilita a los clubes sólo desglosa por familia de plantas. Es decir que, al momento de registrar la producción y las entregas, las opciones de clasificación de las variedades son índico, sativa, rudelaris y desconocida. Son categorías que, hoy día, poca gente puede conocer sin tener un perfil genético de la planta, ya que son casi todas híbridos sativa/índica. Esos perfiles genéticos son costosos, por lo que todo depende de lo que los clubes estén dispuestos a invertir en genética. Además, para una misma genética, la potencia también depende del cultivo de la planta para tener un resultado óptimo.

La diferencia entre ser socio de un club y ser autocultivador está dada en el trabajo. Salvo contadas excepciones en las que los socios de los clubes tienen un rol activo, por lo general participan en actividades menores. Esto tiene sus razones: cultivar bien y obtener cannabis de buena calidad es un proceso que lleva años aprender y en Uruguay no sobra la gente que lo sepa hacer; muchos clubes han tenido problemas de producción durante varios meses. Por otro lado, el club tiene el beneficio de que aquel consumidor que no pueda o no quiera plantar, tenga acceso al cannabis de buena calidad.

Basta hablar con el que planta para darse cuenta del orgullo de consumir los frutos logrados con esfuerzo, paciencia, errores y aciertos propios. “Cultivar cannabis significa cultivar la paciencia”, dijo Maxi, un autocultivador.

Aunque la ley habla de cannabis y derivados, el Ircca no permite elaborar aceites, comestibles o lo que sea. “Es interesante ver cómo un mismo instituto que no cumple con la ley, al no facilitar la genética, pone límites a algo que la ley contempla. como hacer derivados. De hecho, esa restricción reglamentaria y no legal, induce a que el cannabis se consuma fumando, en vez de promover usos menos dañinos como ayudarlos a hacer sus aceites o comestibles. Faltó estudio ahí”, afirma Maxi mientras mueve la cabeza, resignado.

Con el diario del lunes

A dos años y medio sin que pase nada, muchos opinan que Uruguay es un paraíso opacado por la sombra de la burocracia poco letrada.

Maxi dice que “si bien la ley ha permitido a la gente poder cultivar y consumir con muchos más derechos –no es libertad, que quede claro– que en casi cualquier país, la implementación ha sido lenta y bastante mediocre. Hay falta de voluntad política y eso responde a diversos motivos, quizá hasta filosóficos, pero también convicciones por intereses. Ahí hay falta de dinámica”, opina Maxi.

Considera que los funcionarios del Ircca han tenido siempre muy buena disposición, “pero por el tipo de respuestas que dan, se nota la falta de conocimiento que tienen en esta materia, incluso hasta por los silencios”, acota.

El inglés Russell Brand, comediante y exadicto, muestra un episodio en su documental End the Drugs War (Fin de la guerra contra las drogas), una vez que fue invitado a una conferencia de la ONU en Viena. Allí, el experto de políticas antidrogas Steve Rolles, dijo que “un periodista le comentó al señor Fentov, de Rusia, que, si hay algo completamente legal en Uruguay, es la producción y venta de cannabis. Es cien por ciento legal allá, pero en Singapur eso puede valerte la pena de muerte. ¿Eso no sugiere un consenso?”, a lo que Fentov habría contestado: “Un muy amplio consenso”. Al escuchar la anécdota, Russell comentó: “Es gracioso y a la vez terrible que en algunos países uno se enfrente a la pena de muerte por consumir cannabis”.

El documental fue presentado en 2014 y expertos en drogas de la ONU estaban diciendo que aquí se vendía marihuana de manera “completamente legal”. Si el bueno de Brand hubiera sabido la verdad, la gracia habría estado en el lugar correcto.

Lo que pega es el envase

En Twitter está circulando una foto del envase con el que se expenderá el cannabis en la farmacia. Lo primero que llama la atención es la composición: 2% de THC contra 7% de CBD. Expliquemos: de los dos cannabinoides, el THC es el que tiene el compuesto psicoactivo y, en este caso, la proporción es bajísima. Eso ha llevado a que los entendidos digan que la marihuana “no va a pegar”. Lo que sí pega son las advertencias: que no se fume en presencia de menores de 18 años y que se mantenga el producto fuera del alcance de los niños son ejemplos de la consideración oficial que tiene el producto.

La tienda más cosmopolita del centro

Hasta ahora lo único legal son las tiendas especializadas en la parafernalia, o sea, todos los utensilios para el consumidor de cannabis: pipas, hojillas, desmorrugadores, fertilizantes, carpas, iluminación, macetas, etcétera. En 18 de julio está 4:20 Hemp Shop, que a esa variedad de productos incorporó ropa. Tienen clientes de todas las edades, y uno de sus fuertes es el turismo.

Es una empresa familiar. Caras y Caretas esperó a que Nacho terminara de atender a un par de clientes brasileños. Estaban sorprendidos de lo que la tienda ofrecía y no sabían si llevar esto o aquello. Cuando se fueron, preguntamos a Nacho si los clientes eran siempre así: “Por lo general, sí, porque quedan sorprendidos; sienten que es como una juguetería para adultos”, dijo. También confirmó lo que ya se sabe: “Todos los días vienen a preguntar si vendemos cannabis, a pesar de que tenemos el cartel en varios idiomas que aclara que no se vende marihuana”.

Otro de los productos solicitados y que tampoco pueden ofrecer es el aceite: “Pero no sólo los turistas lo quieren, también público uruguayo, inclusive señoras mayores. A veces te da pena no poder ayudar”. El local tiene onda. Nacho recuerda y ríe: “De repente alguno se te acerca de costado y te pregunta si vendés. Están los que no se animan y compran algo, para luego decirte ‘che, ¿y sabés dónde puedo conseguir?’. Muchos quedan asombrados de que aún no venda y te dicen que pensaban que estábamos más avanzados en ese plano, pero igual se copan con lo que hay”. Continuar la conversación estaba difícil, sobre todo teniendo en cuenta que Nacho estaba hablando con tres personas a la vez, en español, en inglés y en portugués.

Caras y Caretas

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