Países del Caribe discuten estrategias de lucha contra el cambio climático para la región

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Mientras el gobierno de EEUU reafirma el aislacionismo en la lucha contra el calentamiento global y se prepara para lanzar un plan que pretende poner en jaque el consenso científico sobre su causa antropogénica, los latinoamericanos de diferentes países se reunieron en La Habana (Cuba) al principios de julio para presentar y discutir estrategias de lucha contra el cambio climático y de promoción del desarrollo sostenible en la región.

Entre los participantes de la XI Convención Internacional sobre Ambiente y Desarrollo (Cubambiente), que incluyó otros 11 eventos del sector, entre ellos el V Congreso sobre Cambio Climático, no había dudas de que el problema es real y urgente, que la causa es humana y que los países necesitan buscar y encontrar soluciones en conjunto. Para ellos, los datos son claros: no hay espacio para hechos alternativos.

A diferencia de lo que ocurre en el campo de las negociaciones políticas internacionales, donde hay, en general, mucho discurso, mucha disputa y pocos avances significativos convertidos en acciones concretas, en Cuba se vio un compromiso serio, asumido por varias partes, traducido en una serie de medidas, muchas de ellas ya en curso, algunas, incluso, con resultados satisfactorios.

De naturaleza diversa, tales medidas involucran desde la producción de nuevos conocimientos y el establecimiento de políticas públicas en el área hasta proyectos tecnológicos de vanguardia, pasando por trabajos de educación ambiental en comunidades rurales e iniciativas de turismo sostenible.

Aunque muchas de ellas son acciones locales y puntuales, el nivel de compromiso en la lucha contra el cambio climático y la promoción del desarrollo sostenible que se vio en Cubambiente no deja de traer un poco de ánimo al debate ambiental, que vive un momento turbulento, con anuncios preocupantes hechos por Donald Trump y su equipo, inclusive la confirmación de que Estados Unidos dejará el Acuerdo de París.

Cuba frente al cambio climático

En Cuba —la más conocida por sus facetas políticas y culturales y por su medicina avanzada, pero también dueña de una rica biodiversidad—, el ambiente es tema central y el desarrollo sostenible entró definitivamente a la agenda del Estado. El proceso reciente de apertura económica del país y el impulso del turismo en la isla caribeña vienen acompañados de una atención creciente destinada a la preservación ambiental.

En este contexto se han hecho esfuerzos especiales dirigidos a luchar contra el cambio climático, que ya tienen impactos bastante concretos en Cuba, como el aumento sensible de las temperaturas, la disminución de la precipitación anual y la mayor frecuencia de sequías largas y severas, especialmente en verano, que es época de lluvias en el país.

En abril de este año, el Consejo de Ministros de Cuba aprobó el “Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático”, llamado Tarea Vida, que tiene como base los resultados de una serie de estudios conducidos en los últimos años por un conjunto de institutos de investigación vinculados al gobierno cubano.

El plan tiene dos ejes principales que apuntan a la mejor adaptación del país al cambio climático: el aumento del nivel del mar en la zona costera y los riesgos de eventos extremos y desastres naturales en el país. Para lidiar con estos temas, una serie de medidas ya están en curso, como los estudios de riesgo y de impacto, el monitoreo integral de la zona costera, los proyectos sectoriales y el ordenamiento territorial. Además de eso, el plan prevé una mayor inversión en el desarrollo y uso de fuentes de energía renovables en Cuba.

Como destacó Ceslo Pazos Alberdi, director general del Instituto de Meteorología, Punto Focal Nacional del IPCC en Cubambiente, la fuerza del plan está en sus acciones concretas, desarrolladas en lugares precisos, para resolver problemas y necesidades locales. Alberdi, que habló en la última conferencia magistral del evento, subrayó también la importancia de que las medidas en curso se basen en resultados de estudios científicos conducidos en Cuba, que, en su opinión, necesitan ser más difundidos, nacional e internacionalmente.

El papel de las mujeres

En las discusiones en La Habana llamó la atención la diversidad de actores comprometidos en el debate sobre el ambiente. Además de científicos, de diversas áreas y especialidades, cuyo papel central en ese contexto fue resaltado varias veces en el evento, también fue posible ver el protagonismo asumido, por ejemplo, por educadores y comunidades rurales en el enfrentamiento de los desafíos impuestos por el cambio climático y el desarrollo sostenible.

La expresiva movilización de las mujeres, en diversos frentes e iniciativas en el sector, también ganó destaque. Vale resaltar, en este sentido, la alta representatividad que ellas tienen en Cuba, tanto en el medio científico —un diferencial de toda América Latina en relación con el resto del mundo— como en las esferas del poder. Las cubanas representan hoy 65,2% de los formados en educación superior; 78,5% del personal en el área de la salud, 66,8% de los recursos humanos técnicos y profesionales más calificados y 48% de los científicos del país. Además, son 48,86% de los diputados del parlamento y están en 46% de los altos cargos de dirección.

Estos porcentuales son bastante discrepantes en relación con las cifras globales y se destacan incluso en América Latina. También resultan de una política de Estado orientada a la inclusión y equidad de género, que ha ganado fuerza con las alianzas que Cuba mantiene con instituciones internacionales, como la Unesco. Comprometida tanto con la equidad de género como con el desarrollo sostenible, la entidad promovió en Cubambiente una concurrida mesa redonda sobre mujer y ambiente, en la que destacó la contribución de mujeres en la producción de conocimiento científico en el área ambiental y en acciones de desarrollo agrícola sostenible.

Al analizar el evento como un todo se puede decir que es un foro privilegiado de divulgación de los esfuerzos de los países latinoamericanos, en especial de los caribeños, en el sentido de aumentar el conocimiento científico-ambiental sobre la región y usarlo para basar políticas y acciones concretas en el área. Pero su relevancia va más allá: el evento ocurre en un momento en que es fundamental recordar al mundo la prioridad que se debe dar al tema del ambiente, que el conocimiento científico es esencial para abordarlo y, además, la importancia de la equidad de género en este y otros debates.

En ese sentido, parece que América del Sur y el Caribe están en mejores condiciones de dar el ejemplo que su congénere al Norte. Sólo es una pena que Cubambiente aún no reciba la debida atención de la prensa internacional, de modo que difundirla más ampliamente pasa a ser un desafío para sus próximas ediciones.

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