La reforma laboral de Brasil: ¿El fin del Mercosur? – Por Guillermo Moreno y Claudio Comari

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La reforma a la legislación del ámbito laboral recientemente sancionada por el parlamento de la República Federativa de Brasil, se ha convertido en un centro de atención para numerosos agentes económicos y toda clase de actores sociales y políticos. La polémica trasciende holgadamente las fronteras y encuentra en nuestro país tanto exégetas que ven en la reforma el futuro deseable para la regulación del mercado de trabajo argentino, como fervorosos críticos que consideran a la nueva legislación un retroceso a los albores del siglo XX.

El debilitamiento del papel de los sindicatos atraviesa todo el nuevo ordenamiento legal

Casi en paralelo, durante la cumbre del Mercosur sostenida en Mendoza el pasado 21 de julio, los presidentes de las naciones que componen este ámbito de integración regional no sólo ratificaron su vigencia, sino que además asumieron nuevos desafíos a enfrentar en forma conjunta.

En este contexto cabe preguntarse sobre cuáles podrían ser las implicancias del nuevo régimen laboral brasileño, ya que incorpora un obstáculo adicional a la tradicional dificultad de integración de economías que no son principalmente complementarias sino esencialmente competitivas, especialmente en el caso de Brasil y Argentina.

La reforma laboral

La reforma consistió en la modificación de 115 artículos de la norma conocida como Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT) -que data de 1943 durante la presidencia de Getulio Vargas-, que alteran de manera significativa el corpus legislativo que Brasil fue desarrollando hasta la fecha en materia laboral.

En la lectura de la norma en vigencia, resulta difícil encontrar modificaciones orientadas a mejorar o fortalecer la protección de los derechos de los trabajadores. Sí resultan abundantes las medidas orientadas a flexibilizar las condiciones en las que los contratos laborales pueden ser convenidos y las tareas desarrolladas.

Si se descuenta que Argentina tome un modelo similar, la tensión se incrementará

Uno de los aspectos más relevantes lo constituye el orden de prelación establecido para un amplio espectro de componentes del contrato de trabajo, en el que predominan los arreglos individuales o por empresa por sobre los convenios colectivos de la actividad. Las negociaciones que pueden desarrollar por fuera de los acuerdos paritarios empleadores con empleados, alcanzan a la estructuración de las jornadas laborales, las pautas organizativas de las tareas, la distribución de las licencias, entre otros aspectos, permitiendo, por ejemplo, la negociación de indemnizaciones por despido por debajo de los estipulado.

Resaltan asimismo la permisividad para la tercerización de actividades (incluso en el caso de la principal) y la habilitación de formas de contratación en las que los trabajadores pueden permanecer a disposición del empleador recibiendo remuneraciones solamente por el período de prestación de servicios (el que puede pautarse por jornadas u horas inclusive), o las que los trabajadores son considerados «autónomos exclusivos» cuando presten servicios para un único cliente al que se exime de reconocer el vínculo laboral permanente.

El debilitamiento del papel de los sindicatos atraviesa la totalidad del nuevo ordenamiento legal, no sólo en términos de afectar el financiamiento y la afiliación, sino en la admisión de la subordinación a los acuerdos individuales o por empresas, aun en los casos de despidos masivos y también en la facultad reconocida a comisiones no sindicales de negociar como representación de los trabajadores ante las empresas.

En muchos sentidos podría decirse que la nueva legislación permite que las disposiciones de los convenios colectivos -e incluso de la propia normativa- puedan ser eludidos.

Las regulaciones laborales son, en general, soluciones obtenidas frente a tensiones existentes surgidas y situadas en un determinado contexto. Por ello, no cabe duda que, al menos en ocasiones, ante transformaciones que los mercados particulares experimenten (transitorias o permanentes), la búsqueda de las mejoras para el conjunto de los actores podría incluir la revisión de aspectos puntuales que pudieran haber resultado disfuncionales en el transcurso del tiempo.

Sin embargo, la extensión y direccionalidad de la reforma establecida por los poderes legislativo y Ejecutivo del estado brasileño, llevan a pensar que no se trata de la salvaguarda de actividades en dificultades sino que el objetivo de la reforma es el de la búsqueda de un salto en la productividad (y competitividad) de su economía basado en el abaratamiento de la mano de obra.

La integración regional

La última reunión cumbre del Mercosur produjo, entre otros documentos, un comunicado conjunto de los presidentes de los estados parte en el que se destacan, entre los logros recientes, la «Suscripción del Protocolo de Cooperación y Facilitación de Inversiones intra Mercosur, que establece condiciones jurídicas comunes destinadas a facilitar y fomentar las inversiones recíprocas y atraer las extra-regionales (*)» y el «Acuerdo para modernizar el proceso de elaboración, revisión y derogación de los Reglamentos Técnicos del Mercosur, con miras a facilitar el intercambio comercial intrazona, así como mejorar la competitividad del Mercosur a nivel internacional»; entre los desafíos identificados sobresalen la intención de «Concluir el acuerdo de Contrataciones Públicas intra-Mercosur durante el año en curso».

Si, luego de más de dos décadas desde la creación del Mercosur, las dificultades de la integración continúan, ello no se debe (sino en mínima medida) a falta de voluntad o pericia política de los poderes ejecutivos, tal como ejemplifican los logros y objetivos mencionados en el párrafo precedente. La competencia en las principales producciones de las dos economías más importantes del bloque opera como el mayor e insuperable impedimento.

Si a las asimetrías de competitividad hoy existentes se le adiciona que la producción brasileña logra obtener un diferencial basado en el abaratamiento del costo de la mano de obra, será imposible la supervivencia del Mercosur tal como lo conocemos: o bien el aparato productivo de Argentina, especialmente en el sector manufacturero, apela a similar mecanismo de mejora de la competitividad o sucumbe ante la depreciación de las manufacturas y capacidad de atracción de inversiones del país vecino.

Condiciones de posibilidad

Los incrementos de productividad y competitividad basados en la disminución del costo laboral no son para nada novedosos. El siglo pasado fue pródigo en ejemplos de economías que, como en el caso de los llamados «tigres asiáticos» lograron imponentes expansiones sobre la base de bajos salarios y condiciones deplorables de trabajo y seguridad social. Subyace a esos modelos económicos, una estructuración social muy diferente a la de nuestra sociedad.

La condición necesaria para su existencia es la de una tolerancia a la desigualdad social que la sociedad argentina no tiene. La homologación implícita de los seres humanos con las máquinas de producir choca no sólo contra los límites de la conciencia social y moral de la comunidad argentina, sino también con las propias posibilidades de supervivencia de los modelos en los que una significativa parte de la población queda excluida de la posibilidad de consumir.

Descontada la posibilidad que en la Argentina se adopte un modelo laboral similar, la tensión entre los agentes económicos de cada lado de la frontera no puede sino incrementarse. ¿Tendrá futuro el Mercosar en tales condiciones?

Imposible determinarlo con certeza, así como aún no sabemos si los cambios establecidos en la reforma laboral se configurarán como las modalidades dominantes en el mercado de trabajo de Brasil o si sólo ocuparán espacios en los márgenes: sí podemos anticipar que si el costo de la mano de obra pasa a ser el factor de competitividad privilegiado por la economía brasileña, la «guerra comercial» estará a la vuelta de la esquina.

(*) Guillermo Moreno es economista argentino.

(*) Claudio Comari es Magister en Metodología de la Investigación Social de Untref y Università Degli Studi di Bologna.

Diario BAE

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