Guatemala: la sociedad del espectáculo y el desfile del Día del Ejército – Por Rafael Cuevas Molina

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En Centroamérica, Guatemala celebra cada 30 de junio el Día del Ejército. El día de un ejército con historial vergonzoso; un ejército genocida. Sin embargo, miles de personas se vuelcan a las calles para presenciar el desfile conmemorativo. Eran los mismos que habían sido vapuleados y mancillados por él; trataban de estar en primera fila para no perderse el espectáculo.

Una de las características de la cultura contemporánea es la prevalencia del espectáculo como forma de existencia de “lo cultural”. Es el modo como la cultura se vende en la era en la que el mercado es el que determina las pautas de la vida. Dicho en otras palabras, el espectáculo es la forma de existencia de la cultura en la era del neoliberalismo globalizado.

El espectáculo busca, en primer lugar, poner en evidencia, hacer visible, llamar la atención. Es decir, se trata de vender el producto y para ello hay que ponerlo en circulación y promoverlo; “lo que no se muestra no existe”.

Se trata de los productos culturales entendidos en primer lugar como mercancía. No importa que se esté ante la atención pública por buenas o malas razones, lo importante en estar en la palestra. Ya lo dijo Madonna: “no importa que hablen bien o mal de mí; lo importante es que hablen de mí”. Su estrategia ha sido un éxito de marketing.

La cultura del espectáculo es una cultura light, armada para llamar la atención a toda costa, para satisfacer gustos poco exigentes que la consumen sentados en el sofá frente al televisor comiendo una hamburguesa y tomándose una Coca Cola.

Pero la cultura del espectáculo light ha desbordado sus propios límites, invadiendo otros espacios de la vida. Esto sucede porque la visión de mundo contemporánea está moldeada, en muy buena medida, por los canales que perfilan las nuevas identidades sociales. En primer lugar los medios de comunicación, incluyendo entre ellos, ahora, las redes sociales que existen a través del Internet.

Es el trastrocamiento de la forma por el contenido. Este ha pasado a un segundo plano. Importan más las lucecitas del escenario, la tecnología que acompaña al “artista”, la belleza de las coristas, el precio del vestido que llevan, el bastimento que la estrella pidió en el camerino y miles de otros detalles, que el contenido de sus canciones.

La vida privada se ha transformado en espectáculo. En Facebook “posteo” desde lo que me como en cada almuerzo, pasando por el cumpleaños de la abuelita hasta las fotografías frente a íconos turísticos de mi último viaje.

La consigna parece ser: si no hay espectáculo, no existe.

En Centroamérica, Guatemala celebra cada 30 de junio el Día del Ejército. El día de un ejército con historial vergonzoso; un ejército genocida. Sin embargo, miles de personas se volcaban a las calles para presenciar el desfile conmemorativo. Eran los mismos que habían sido vapuleados y mancillados por él; trataban de estar en primera fila para no perderse el espectáculo.

El espectáculo circense, el de los penachos dorados; el de los bonetes ladeados sobre el cráneo; el de los fúsiles relucientes trasladados de una a otra mano con maromas de malabarista; el de los cortes de cabello estrafalarios, de miradas duras, de uniformes con botoncitos niquelados, charreteras multicolores.

El espectáculo como forma de mantener vigencia, de hacerse presente y hacer valer la presencia independientemente de lo que se sea.

Ha habido discusión sobre la pertinencia en el país de mantener este espectáculo que, con el tiempo y dadas las circunstancias históricas, se había transformado en una ofensa. Un espectáculo que ponía en la vitrina la prepotencia en una nación urgida de construir una sociedad de diálogo e inclusiva. El espectáculo que enaltecía la fuerza, en una sociedad que necesitaba encontrar la vía de llegar a consensos a través de la negociación. El espectáculo del machismo ensoberbecido, en una sociedad en la que los femicidios seguían creciendo año con año.

El espectáculo del desfile del Ejército se trasladó este año a la ciudad de Quetzaltenango. En Ciudad de Guatemala, mientras tanto, se homenajeó la memoria de 250,000 desaparecidos. El presidente del país, don Jimmy Morales estuvo en Quetzaltenango. Saquemos cuentas.

(*) Escritor, filósofo, pintor, investigador y profesor universitario nacido en Guatemala. Ha publicado tres novelas y cuentos y poemas en revistas. Es catedrático e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad de Costa Rica y presidente AUNA-Costa Rica.

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