Dos visiones sobre la crisis de la izquierda – Los Tiempos, Bolivia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por muchos motivos, Latinoamérica se acerca a un momento crucial de su historia. Bueno sería, por eso, prestar más atención a las diferentes miradas con que buscan explicaciones y orientaciones

Ayer, en un muy deslucido acto que coincidió con el 38 aniversario de la revolución sandinista de 1979, fue clausurada en Managua, Nicaragua, la XXIII versión del Foro de Sao Paulo.

El encuentro, tal como ocurrió con el del año pasado, pasó sin ninguna repercusión importante en los medios de comunicación continental y ni siquiera los Gobiernos que más se identifican con sus postulados, como el boliviano, hicieron algo para darle algo de la relevancia que tuvo en otros tiempos. La notable ausencia de personajes de primer nivel del ámbito político o intelectual, que cautelosamente optaron por mirar de soslayo el encuentro, es muy significativo al respecto.

No es casual que así haya sido pues un balance de los 27 años transcurridos desde la fundación del Foro de Sao Paulo arroja un resultado poco feliz para los partidos y movimientos sociales de izquierda que en 1990 lo fundaron. Y si eso ya se vio hace un año, cuando en junio de 2016 la anterior versión del encuentro se realizó en San Salvador, ahora se disipa toda duda sobre el agotamiento de la corriente política que lo inspiró.

Hay que recordar que el Foro fue fundado a instancias de Fidel Castro pocos meses después del triunfo electoral de Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT) para reunir “todas las fuerzas de izquierda, progresistas y populares de América Latina y el Caribe” para fomentar “la unidad, el diálogo y el análisis de la nueva realidad”.

El I Foro de Sao Paulo fue tan exitoso que alrededor de él se aglutinaron las más importantes organizaciones de izquierda de un extremo a otro de Latinoamérica abarcando un espectro muy amplio: desde el PC cubano hasta los más moderados partidos socialdemócratas del continente.

Ahora, de ese influjo político tan cargado de esperanzas que parecía destinado a cambiar la historia contemporánea de Latinoamérica, y que tuvo esa oportunidad dirigiendo varios Gobiernos de la región, queda poco. Y aunque muchos de los ideólogos más dogmáticos y reacios a la autocrítica de la vieja izquierda se resisten a reconocer esa realidad, hay otros que no están dispuestos a hacerse cómplices del fracaso, el engaño y la frustración.

Ese es el caso, por citar dos de los más destacados ejemplos, del estadounidense Noam Chomski y el uruguayo José Mujica, quienes en Montevideo, en un foro paralelo al de Managua, propusieron abordar la crisis de la izquierda latinoamericana con una mirada autocrítica y no autocomplaciente. Y al hacerlo, plantearon que no ha sido por culpa de una eficaz ofensiva del “imperialismo, la derecha y los medios de comunicación” que esa crisis se produjo, sino por la corrupción desenfrenada y la incapacidad para administrar con eficiencia los recursos públicos, entre muchas formas de impostura y deshonestidad.

En ese contexto, y en vista de que el colapso del régimen venezolano, el proceso de transición abierto en Cuba y los giros dados en el escenario político por Brasil y Argentina acercan a Latinoamérica a un momento crucial de su historia, bueno sería que nuestros actuales gobernantes, así como quienes se dan a la tarea de reflexionar sobre estos acontecimientos, reconozcan que no son formales las diferencias que hubo entre el foro de Managua y el de Montevideo.

Los Tiempos

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