Movimientos urbanos en Nuestra América: qué se proponen, cómo se organizan – Por Pablo Solana
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Mientras leas estas líneas, muy probablemente un joven indígena estará tomando la decisión de cambiar su aldea en el Amazonas por las luces destellantes de Cali o Bogotá; una mujer negra pensará en sus ancestros al dar a luz en algún barrio pobre de las afueras de Caracas o de la ciudad de Panamá; un granjero se trasladará con su familia a alguna villa del Gran Buenos Aires o una favela en los morros de Río de Janeiro.
La enumeración replica la forma en que Mike Davis describe fenómenos similares, en Nigeria e Indonesia, en su artículo “Planeta de ciudades-miseria”(1). Hace algunos años, cuando el historiador estadounidense escribió ese texto (2004), en todo el mundo la población urbana, por primera vez en la historia de la humanidad, estaría sobrepasando en número a la rural.
La tendencia se proyecta irreversible. Ya en 2002 se calculaba el nacimiento en las principales ciudades del mundo de un millón de bebés de familias migrantes por semana. Hoy hay más habitantes solo en las ciudades de los que había en todo el planeta cuando Fidel y el Che encabezaron la Revolución Cubana, por poner un ejemplo de hace algo más de medio siglo atrás.
El estudio mundial más serio(2) estima que la población campesina alcanzará la cota máxima histórica hacia 2020 y a partir de ese año comenzará a decrecer. Las ciudades, a partir de entonces, aglutinarán todo el crecimiento demográfico mundial.
Después del paseo por la estadística global, volvamos a nuestra realidad de países oprimidos. El mismo estudio establece que el 95% de esa concentración demográfica inédita en la historia de la humanidad se producirá en las áreas urbanas de los países de África, Asia y América Latina.
¿Cómo se compatibiliza eso con realidades de pobreza crónica, histórica y estructural? ¿Cómo puede convivir esa perspectiva imparable con economías regionales estancadas o atravesadas por crisis cíclicas resultado de la hegemonía capitalista, que en las últimas décadas se manifestó a través de su variable neoliberal?
No estamos hablando de las grandes ciudades industrializadas del futuro que pudieron imaginar los cientistas sociales o economistas de la modernidad (incluido el más lúcido crítico y previsor de la lógica del Capital, Carlos Marx). A partir del desarrollo del imperialismo como fase superior y tal, América Latina quedó condenada a un lugar proveedor de materias primas en la distribución internacional del trabajo. Los intentos de sustituir importaciones por industrias propias no alteraron esa condición dependiente del capitalismo central. Sus ciudades, por lo tanto, debían ser de tránsito y gestión más que de producción, desarrollo y modernidad (aunque ahora y desde este lugar del mundo cuestionemos las ideas de desarrollo y modernidad, esa era la perspectiva que avizoraban los fundadores del marxismo, desde Europa, hace siglo y medio atrás).
El análisis sobre las circunstancias que empujan a los campesinos a arrimarse a la ciudad es más complejo de lo que podemos desarrollar en estas líneas, pero para no dejar vacante la cuestión mencionemos, al menos de pasada, como factores que están allí: la mecanización de la producción agraria, la importación de alimentos potenciada por la globalización, el despojo de la tierra, la agroindustria, el abandono del Estado o el desplazamiento por conflicto interno, como sucedió y sigue sucediendo en Colombia.
Esos campesinos vienen llegando, por décadas, a las periferias de ciudades que a la vez son periféricas del sistema global. Allí padecen las consecuencias de las consecuencias del empobrecimiento, potenciado coyunturalmente por contextos de ajuste estructural, desempleo, devaluación o “achicamiento del Estado” (que en realidad no se achica, sino que, en el modelo hegemónico neoliberal, gira sus prioridades hacia la represión desatendiendo la cuestión social).
Resistencia y protagonismo popular
Con más o menos claridad analítica, más allá o más acá de variables históricas o estadísticas globales, en las ciudades de América Latina se vinieron produciendo, en las últimas décadas, fuertes movimientos de resistencia a las políticas de exclusión y a los gobiernos que las encarnaron.
En las ciudades estallaron rebeliones que cambiaron el curso político de forma determinante, como el Caracazo en 1989; el denominado Argentinazo de diciembre de 2001 en Buenos Aires y otras ciudades de ese país; la Guerra del Gas en El Alto, periferia de La Paz, Bolivia, en 2003; la Rebelión de los Forajidos que volteó un presidente a partir de las protestas en Quito, Ecuador, en 2005; y otra serie de movilizaciones con epicentro en las ciudades que fueron alterando la agenda política de cada país. Grandes movilizaciones como las de mujeres en varias ciudades del continente son un ejemplo reciente –y novedoso– en la historia nuestroamericana, que encuentran centro de gravedad, también, en las principales urbes.
Atravesados por esas luchas van tomando forma movimientos organizados de pobladores y pobladoras, de habitantes sin techo, de desempleados que se organizan en las barriadas populares. En la actualidad, entre el variopinto abanico de organizaciones populares que riegan el territorio de América Latina, van cobrando protagonismo algunas de carácter específicamente urbano.
Chile: desde las poblaciones
“Ukamau nace al calor del conflicto generado por la especulación y la disputa por el control del suelo urbano, cuya dinámica principal fue la expulsión de los pobres a las periferias, la degradación de la ciudad y la ocupación del suelo para proyectos inmobiliarios de alta rentabilidad”, explica Doris González Lemunao, vocera nacional del movimiento de pobladores que reivindica en su nombre una voz aymara. En Chile a las barriadas populares les llaman ´poblaciones´, para diferenciarlas de los más céntricos barrios, condominios, conjuntos habitacionales o villas.
¿Qué se propone Ukamau? “Luchamos para que nuestras familias pudieran quedarse en su municipio de origen, por recuperar una zona urbana industrial degradada, por nuestro derecho a construir un barrio y un sector de la ciudad y por contar con viviendas dignas. Hemos tenido que luchar para exigir nuestro derecho a autogestionar nuestro proyecto de vivienda sin intermediarios: desde la obtención de los terrenos, que tuvimos que pelear contra una empresa del Estado, hasta la modificación de los instrumentos de planificación urbana”, responde Doris.
“Nuestra lucha es más grande que una casa –agrega–, lo que nos ha planteado la necesidad de conquistar posiciones de poder político al interior de la institucionalidad; eso, en este momento, se expresa en nuestra participación en procesos electorales a nivel local y nacional. Cuando decimos que nuestra lucha es ´más grande que una casa´ nos referimos a eso, ya que la vivienda es solo uno de los muchos derechos a asegurar para conquistar una vida digna y buena, no solo para nuestro movimiento, sino para todas y todos en Chile”.
¿Por qué, y cómo, vinculan la lucha social con la lucha política? “Hemos tenido que luchar contra la despolitización y el clientelismo de los sectores populares, contra la falta de experiencia y prejuicios respecto a la acción colectiva, contra la dependencia y la falta de autonomía frente al Estado, contra el temor a la transgresión a una legalidad entendida como aceptación pasiva y sometimiento al orden de los poderosos. Esas han sido luchas políticas, que hemos ido resolviendo gracias a la participación de las vecinas y vecinos de las asambleas, el compromiso de las dirigentas y, sobre todo, a la movilización como herramienta de lucha y crecimiento en conciencia”.
Nacida en Santiago, la capital del país, desde pequeña Doris se vinculó a organizaciones comunitarias. Hace poco fue candidata a alcaldesa por la comuna de Estación Central, donde Ukamau tiene su más fuerte arraigo territorial.
Brasil: Los “Sin Techo”
En Brasil, el movimiento urbano más fuerte y extendido es el Movimento dos Trabalhadores Sem Teto (Movimiento de Trabajadores Sin Techo, MTST). Se define como un movimiento “social, político y popular”, y se propone organizar a desempleados, contratistas y cuentapropistas en los barrios periféricos: un “movimiento territorial de trabajadores”.
“Hoy, en las grandes movilizaciones del movimiento social y la izquierda, el papel de los movimientos territoriales periféricos es clave”, explica Guilherme Boulos, un muchacho de 35 años que integra la Coordinación Nacional del MTST. Hijo de un reconocido profesor de Medicina de la Universidad de Sao Paulo, Guilherme también pudo completar sus estudios y lograr titularse como profesor de Psicología. Pero dedica su vida a las luchas del movimiento.
El MTST tiene como “hermano mayor” al Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra, el MST, la organización campesina más grande de Latinoamérica y una de las más importantes a nivel mundial. Pero el país más extenso del continente no escapa a la tendencia mundial. Explica Ghilherme que “Brasil, en las últimas décadas, ha pasado un proceso muy fuerte de urbanización, hoy el 85% de la población es urbana. El movimiento de los Sin Tierra es el mayor movimiento del país, es un movimiento campesino; pero la mayor parte de los conflictos sociales hoy se ubican en la cuidad, por esta característica eminentemente urbana de la sociedad brasileña en la actualidad”.
El tema de la vivienda se manifiesta, también en Brasil, como una prioridad en la agenda popular: “Las formas de lucha del movimiento para acumular fuerzas son esencialmente dos: por un lado, las tomas de tierras y edificios ociosos, que hasta entonces eran utilizados solo para la especulación inmobiliaria; por otro, la segunda forma es lo que llamamos trabajo comunitario: los núcleos barriales, territoriales, de lucha por servicios, educación, transporte público, derechos fundamentales en las periferias. Esas son las dos formas, en cada espacio el movimiento hace asambleas regulares y movilizaciones, especialmente para presión al Estado”.
¿Cómo articulan, en un país social y políticamente tan complejo, el carácter de base y la vocación política? “El mayor objetivo estratégico del MTST es proporcionar cambios estructurales en la sociedad brasilera –explica Guilherme–; para el movimiento, el tema más inmediato es la lucha por la vivienda con dignidad, ese el tema que aglutina nuestra base social; pero ese tema está vinculado a la lucha por el derecho a la ciudad, la reforma urbana. En nuestra concepción no hay posibilidad de garantizar los derechos fundamentales a la vivienda, a una ciudad verdaderamente democrática para todos sin segregación, en esta lógica de ciudad del Capital. Es necesario un cambio estructural en la realidad”.
Argentina: Trabajadores piqueteros
Argentina tal vez sea el país de América Latina con mayor peso de la realidad urbana en la política, no solo en las últimas décadas. La organización obrera, a partir de mediados del siglo XX, cobró un dinamismo que se expresó en centrales sindicales con fuerza para afectar la producción y paralizar las grandes ciudades, como no sucedió en muchos otros países de la región. Allí, el movimiento barrial más notorio en la actualidad surgió, precisamente, de los trabajadores expulsados del sistema laboral durante la ofensiva neoliberal de los 90: los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD, conocidos como ´piqueteros´ por el método de bloquear, hacer ´piquetes´, en las rutas y accesos a las ciudades). Una parte de esos movimientos se canalizó en el Frente Popular Darío Santillán.
“Desde fines de la década del 90 hacia acá, hay un proceso generalizado de recomposición del movimiento popular argentino, en paralelo al período de alza de luchas que recibió el siglo XXI en América Latina. El epicentro de este proceso son las grandes ciudades donde habitan mayoritariamente los sectores populares y trabajadores. Desde allí nació el movimiento piquetero, pero también las empresas recuperadas, sindicatos combativos, el movimiento de mujeres, y demás”, explica Federico Orchani, un joven cooperativista que inició su militancia al calor de las luchas de los desocupados y hoy es vocero nacional de la organización.
En los últimos años, la situación estructural no varió sustancialmente respecto a los efectos que dejó la ofensiva neoliberal de los 90; esa nueva realidad dio como resultado nuevas necesidades políticas. Explica Federico: “En Argentina hay un tercio de la clase trabajadora en la mal llamada ´informalidad´, que nosotros definimos como trabajadores y trabajadoras de la economía popular, una forma de producir riqueza con lógicas de organización y representación diferentes al sindicalismo tradicional. Las organizaciones políticas de izquierda han tenido problemas para empalmar cultural y organizativamente con este sector de la clase trabajadora debido a una concepción ´tradicional´ del sujeto anclado en el siglo XX, sin dar cuenta de los cambios en el mundo del trabajo y las mutaciones del capital”.
Venezuela: chavismo de base en la ciudad
El movimiento popular en Venezuela está signado por el ciclo histórico extraordinario que definió la irrupción de Hugo Chávez en la política (no solo de ese país). El Movimiento de Pobladores y Pobladoras, que se organiza en las ciudades, es parte del tejido chavista de organización y construcción de poder popular por la base. “En este momento, el movimiento articula organizaciones ocupantes de edificios recuperados en los últimos 14 años, de trabajadores residenciales, de organizaciones barriales llamadas comités de tierra urbana, de movimientos de inquilinos y de movimientos de pioneros, que surgen en los barrios para recuperar terrenos ociosos en la ciudad”, explica Hernán Vargas, uno de los voceros del movimiento.
Hernán Vargas, oriundo del barrio caraqueño de Petare (“uno de los barrios más grandes del continente”, como él mismo define), es vocero del Movimiento de Pobladores y Pobladoras de Venezuela.
Hernán nació y se crio en Petare, distante unos 15 kilómetros del centro de Caracas; “es uno de los barrios más grandes del continente”, dice, con orgullo. ¿Por qué lucha el Movimiento, en medio de una realidad híper-politizada e inestable, como la que atraviesa Venezuela? “Somos los pobres en la ciudad los que vivimos del consumo, debemos disputar la forma de garantizar la vivienda, los espacios para la recreación, la cultura, el deporte, el mismo trabajo, para la disputa de todo aquello que necesitamos para la vida como el agua, la electricidad, el gas, por lo que somos cada vez más marginados en la clase trabajadora”, explica.
¿Y cómo proyectan esas necesidades, a futuro? “Nos planteamos 3 líneas de lucha fundamentales: la revolución urbana; la autogestión general, el rescate de lo comunal, la forma de administración de lo común, como esencia y como forma de organizarnos para garantizar formas de control político y formas de reproducción económica y cultural; y la tercera línea, la construcción de unidad popular, de unidad de las luchas del pueblo; reconstruir un bloque popular histórico que permita articular un modelo alternativo al capital”.
Un desafío continental
A principios de diciembre del año pasado se realizó en Colombia la II Asamblea Continental del ALBA de los Movimientos Populares. Más de 250 delegadas y delegados de organizaciones de todo el continente deliberaron durante 3 días, en lo que constituye la plataforma más amplia y representativa de articulación popular por fuera de los gobiernos en la actualidad, y posiblemente en la historia de Nuestra América. Estuvieron presentes indígenas, como la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) que oficiaron de anfitriones del evento, en las afueras de Bogotá. Tienen su peso determinante los movimientos campesinos, que cuentan con una estructura de décadas que los aglutina, como la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC- Vía Campesina). Participaron corrientes estudiantiles, que también tienen articulación regional. Algunos colectivos sindicales, organizaciones políticas populares y algunas ONG que apoyan las luchas en cada país.
También estuvieron presentes distintas organizaciones urbanas, entre ellas, las que se mencionan en esta nota, y otras tantas más. Aunque aún no hay una corriente continental que las agrupe, la necesidad de construir una inteligencia común, y estrategias comunes que potencien las luchas y los desarrollos en cada país, está a la orden del día.
Finalizada la Asamblea Continental, varias de estas organizaciones se dieron cita en la casa del Congreso de los Pueblos en Bogotá. El temario de debate incluyó un rico intercambio sobre la situación política en cada país, y cómo esas distintas realidades afectan la consolidación de los movimientos populares urbanos; la necesidad estratégica de la autogestión, y las dificultades concretas que implica; por último, la urgencia de lograr una más sólida articulación continental.
“Debemos aprender de nuestros hermanos campesinos; así como la Vía Campesina les resultó un impulso fundamental para consolidar los movimientos en cada país, nosotros necesitamos construir la Vía Urbana Latinoamericana y, por qué no, a nivel mundial”, se entusiasmó uno de los participantes, al terminar la reunión. El desafío quedó planteado.
Notas
1- Davis, M. (2007). Planeta de ciudades – miseria (1° ed.). Madrid: Ediciones Akal.
2- Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL. (2013). América Latina: Estimaciones y proyecciones de población a largo plazo 1950-2100.
(*) Pablo Solana es editor de la editorial La Fogata y la revista Lanzas y Letras (Colombia).