México: Importantes hallazgos arqueológicos en la antigua Tenochtitlán

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Un nuevo rostro de la antigua Tenochtitlán, hasta ahora desconocido, comienza a emerger en el Centro Histórico de la ciudad de México. A unos metros de las ruinas del Templo Mayor, las fachadas de dos inmuebles históricos en la calle de Guatemala
esconden una serie de vestigios que aportan nueva información sobre la configuración de esta ciudad antigua.

Se tratan de los restos del templo de Ehécatl, dios del viento, del juego de pelota y el gran Tzompantli, ubicados en dos predios de la calle de Guatemala, que se podrán ver próximamente a través de una museografía que adaptará el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en colaboración con los dueños de los predios.

Ayer, en una conferencia de prensa realizada en el Museo del Templo Mayor, Eduardo Sánchez, vocero de la Presidencia de la República, acompañado por la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda y Diego Prieto, director del INAH, anunciaron la existencia del templo de Ehécatl, dios del viento, y del juego de pelota como los grandes hallazgos que se han realizado recientemente en Templo Mayor, a pesar de que la información sobre estas estructuras ya se habían dado a conocer desde hace
varios años, tanto por el INAH, como por los arqueólogos encargados del proyecto en diversos foros y declaraciones a los medios de comunicación.

El Templo de Ehécatl fue registrado por los arqueólogos en 2010, mientras que el hallazgo del juego de pelota fue dado a conocer por el arqueólogo Raúl Barrera, director del Proyecto de Arqueología Urbana (PAU), en 2016 durante la
Primera Mesa Redonda de Tenochtitlán.

Ahora, dijo el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, después de varios años de investigación y conservación, estos dos vestigios y las piezas que ahí se han recuperado se podrán ver en un museo de sitio que abrirá al público una vez que los
propietarios del predio de Guatemala 16 culminen las obras de construcción que planean.

Hallados en los terrenos del antiguo Hotel Catedral, ahora baldío, los vestigios del juego de pelota y del templo de Ehécatl convivirán con una nueva construcción, un edificio de siete pisos que albergará unas 80 habitaciones.

Según Francisco Santoveña Gómez, uno de los propietarios del predio, el proyecto es avalado por el INAH y tendrá una entrada privada para que el público pueda ver los vestigios. “Eso lo coordinará el INAH, pero será una entrada privada para la zona
arqueológica. Será un poco como el Centro Cultural España y será una cosa coordinada, pero sin cobrar. Eso depende más del instituto que de nosotros”, sostuvo.

La construcción estará a cargo del arquitecto Emilio Nava, quien detalló que la obra consistirá en colocar “paredes de concreto que llegan a ocho metros de profundidad en los perímetros del terreno”. El diseño, dijo, dejará libre el área donde se ubican los
vestigios arqueológicos para protegerlos.

Santoveña Gómez admitió que será una obra compleja y minuciosa, que requerirá de la supervisión constante del INAH, por lo que podría estar lista hasta en dos años.

Emergen más cráneos en el Tzompantli

A unas cuantas casas de ahí, en el número 4 de la misma calle de Guatemala, el equipo del arqueólogo Raúl Barrera trabaja desde 2015 en la recuperación del gran Tzompantli, una estructura rectangular localizada a dos metros de profundidad sobre la que los mexicas colocaron un conjunto de cráneos de humanos, posiblemente sacrificados. Hasta ahora, según explicó ayer el arqueóloga Lorena Vázquez Vallin, integrante del Proyecto de Arqueología Urbana (PAU), se han identificado unos 350 cráneos, pero podrían haber muchos más. “¿Cuántos son en su totalidad? Es algo que no podemos saber hasta ahora, porque cualquier estimado nos sorprende, no sabemos si para abajo van a seguir apareciendo cráneos o si ya haya piedra y arcilla, eso sólo nos lo va a decir el tiempo”, comentó durante un recorrido que los arqueólogos ofrecieron a algunos medios en el predio de Guatemala 4.

Barrera añadió que esos 350 cráneos tienen la marca de que fueron colocados en una empalizada, tal como las fuentes históricas describen al Tzompantli mexica. “La gran mayoría tienen ese orificio en los temporales y parietales para colocarlas en el Tzompantli, recordemos que el Tzompantli eran grandes postes y ahí está la impronta, la huella de estos orificios donde estaban los postes”, dijo.

De esta estructura solo se alcanza a ver una pequeña sección, pero destaca la abundancia de cráneos colocados a su alrededor. “No sabemos cuál es el motivo de su presencia (los cráneos), son temas de estudio que faltan por conocer, pero la gran mayoría presenta el orificio en esa parte”, apuntó el arqueólogo.

El investigador del INAH señaló que la recuperación del tzompantli comenzó en 2015 y que, una vez que terminen las exploraciones y la recuperación del inmueble donde se ubica, esta estructura también estará abierta al público.

De acuerdo con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, esta serie de hallazgos nos ofrecen otro rostro del mexica, muy diferente al que conocíamos hasta ahora.

Publicado por El Universal

Se han encontrado 350 cráneos en tzompantli de Tenochtitlán

Desde su hallazgo en 2015 hasta la fecha, en los vestigios del tzompantli de la gran Tenochtitlán se han encontrado 350 cráneos, informó este miércoles el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma en un recorrido por la zona.

La estructura se ubica en la calle de Guatemala 24, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Los investigadores que continúan trabajando en el sitio estiman que podría haber muchos más restos humanos.

En el predio, que es propiedad privada, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) localizaron hace dos años, a dos metros de profundidad, una plataforma rectangular con una longitud estimada en más de 34 metros, en la que había, en su núcleo, un elemento circular elaborado de cráneos humanos unidos con argamasa de cal, arena y gravilla de tezontle.

En agosto de 2015 Matos adelantó a La Jornada que era muy probable que la estructura correspondiera al gran Huey Tzompantli de la capital mexica, el altar donde se empalaban ante la vista pública las cabezas de quienes eran sacrificados para honrar a los dioses. Los datos recabados desde entonces confirman ahora ese supuesto.

Matos y su colega Raúl Barrera explicaron que, de acuerdo con las fuentes históricas del siglo XVI y las investigaciones arqueológicas, los tzompantli eran “basamentos muy bajos, alargados, y que en su parte superior tenían clavados una serie de postes de madera con travesaños, en los cuales se colocaban los cráneos de los decapitados en determinadas ceremonias”.

Según los cronistas de la época, en la Gran Tenochtitlan había un tzompantli principal y otros pequeños.

La primera temporada de salvamento y estudios que se realizaron en el predio de Guatemala 24 fue de febrero a junio de 2015. El elemento circular que estaba al centro de la plataforma estaba formado por cráneos pegados con argamasa de cal, arena y tezontle, “en una forma que no se había detectado anteriormente asociado al recinto sagrado de Tenochtitlán”.

El muro de tezontle, con un recubrimiento de estuco y piso de lajas, está orientado de norte a sur, y a su alrededor había mandíbulas y fragmentos de cráneos dispersos.

Este tzompantli corresponde a la sexta etapa constructiva del Templo Mayor (1486-1502). Otra parte de esta estructura arquitectónica fue destruida en la época colonial por la construcción de un edificio ahora histórico, pero se pueden ver en el piso las huellas de los orificios de los postes o vigas de madera donde se insertaban los cráneos. Tales oquedades oscilan entre 25 y 30 centímetros de diámetro, separadas a una distancia de entre 60 y 80 cm.

La mayoría de los cráneos —algunos con orificios en los parietales pero otros sin esta característica— corresponden a hombres adultos jóvenes, pero también hay algunos de mujeres y de niños. Muchos de estos cráneos podrían ser de enemigos de los mexicas que eran capturados, sacrificados y decapitados, como una advertencia de su poderío. Algunos de esos restos también fueron removidos y alterados durante la Conquista.

Tanto el Templo de Ehécatl y el Juego de Pelota (que presentaron este miércoles las autoridades federales de cultura), como el tzompantli, son citado en las crónicas históricas de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, Andrés de Tapia, Bernardino de Sahagún, Francisco López de Gómara, José de Acosta y Hernando Alvarado Tezozómoc, entre otros, “lo cual muestra la estrecha relación que existe entre estos edificios y el Templo Mayor”.

Tamtemplo-mayor-3bién se sabe que a principios del siglo XX, Leopoldo Batres, el pionero de la arqueología moderna en México, encontró en la calle de Guatemala algunas esculturas en forma de cabezas de serpiente, un altar con almenas y restos de muros asociados a fragmentos de cráneos humanos, que seguramente eran parte de este tzompantli.

En 1914, el antropólogo Manuel Gamio hizo excavaciones en un predio contiguo encontrando restos que debieron formar parte de esa misma plataforma. Con las obras de construcción del Metro, volvieron a surgir parte de esos muros, pero hasta ahora con las nuevas evidencias es posible afirmar que se trata del gran Tzompantli de México-Tenochtitlan, reiteró Matos.

Los trabajos de rescate e investigación de esta estructura forma parte del Programa de Arqueología Urbana que cumplirá 40 años en 2018.

Por el momento se continuará la exploración y la consolidación de los elementos encontrados en el tzompantli. No se tiene fecha prevista para abrir el espacio al público.
La Jornada


Mexicas también sacrificaban a mujeres y niños

Uno de los vestigios más reveladores del centro ceremonial mexica, es el Huey Tzompantli o “Gran Muro de Cráneos” vestigio localizado por los investigadores del INAH, en 2015 dentro del predio de Guatemala 24, en Centro Histórico.

Los expertos del estiman que el Gran Muro de Cráneos pudo alcanzar 36 metros de largo y en promedio 12 o 14 metros de ancho, pero hasta el momento el Programa de Arqueología Urbana (PAU) ha detectado al interior de este terreno, 13 metros de longitud y seis metros de ancho de la estructura.

Con postes elevados en dos plataformas sobrepuestas de aproximadamente 70 centímetros, se formaron hileras horizontales
sostenían decenas de cráneos de individuos, incluso niños, sacrificados en honor a Huitzilopochtli, dios de la guerra.

Desde que los investigadores empezaron a trabajar, hace dos años, se han recuperado más de 10 mil 500 fragmentos de cráneos humanos que corresponden a alrededor de 221 individuos. Asimismo, se han recuperado 70 cráneos completos que formaban parte de un elemento circular de seis metros, descrito por el conquistador Andrés de Tapia.

Los arqueólogos han podido determinar, por asociación de ciertos materiales, que los restos de esta estructura corresponden a las Etapas V y VI del Templo Mayor, que datan aproximadamente entre los años 1481 y 1502, durante los gobiernos de los tlatoanis (gobernantes) Ahuízotl y Moctezuma II; siendo los españoles quienes desmantelaron sus etapas constructivas superficiales tras la Conquista.

templo-mayor-2La deidad solar y guerrera de los mexicas residía en el adoratorio sur del Templo Mayor (en el norte gobernaba Tláloc, deidad del agua), de ahí que el Huey Tzompantli estaba asociado a éste, como han comprobado los arqueólogos del PAU. Uno de los elementos más interesantes que ha excavado este equipo es un muro circular de seis metros de diámetro hecho de cráneos que, suponen los especialistas, previamente estuvieron expuestos en el Huey Tzompantli —como se observa por sus orificios en los temporales– y que fueron unidos con argamasa de cal y arcilla. El arqueólogo Raúl Barrera repara en la mención que de este elemento hizo Andrés de Tapia en su Relación de algunas de las cosas que acaecieron al Muy Ilustre Señor Don Hernando Cortés

“Estaba de un cabo e de otro de estas vigas dos torres hechas de cal e de cabezas de muertos, sin otra alguna piedra, y de los dientes hacia afuera, en lo que se podía parecer […]”, señala el conquistador en un punto de su relato.

El PAU ha confirmado la existencia parcial de una de esas “torres”, de cuya altura sólo se conserva 1.80 metros. En el caso concreto de la “torre de cráneos”, éstos no sólo “miraban” al exterior del muro concéntrico sino también hacia su interior, algo que vuelve particularmente compleja su excavación por parte de las arqueólogas Ingrid Trejo y Sandra Ramírez.

¿Cómo lo hicieron?

Para poder analizar y estudiar cada parte del Tzompantli, se cuenta con un registro fotográfico de cada nivel donde fueron depositados los cráneos, se han hecho dibujos milimétricos, e incluso mapas generados a través de escaneo láser y fotogrametrías, levantamientos que han sido apoyados por la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH. Palos de bambú, perillas de aire, brochas de pelo fino, son algunas de las herramientas para desenterrar cada elemento óseo, del que además se elaboran cédulas tanto en campo como en laboratorio.

Hasta el momento el PAU ha recuperado más de 10 mil 500 fragmentos de cráneo de este contexto. La jefa en campo, Lorena Vázquez, detalla que a partir de la muestra total que consiste en aproximadamente 221 individuos, sólo se ha podido asignar sexo a 3 por ciento de la misma, dos terceras partes corresponden a individuos masculinos, y el tercio restante a individuos femeninos.

Asimismo, en proporción, 97 por ciento son adultos, dos por ciento pertenece a infantes y el uno por ciento permanece no identificado. Estos datos fehacientes han venido a “revolucionar” la idea que prevalecía sobre los sacrificados exhibidos en el tzompantli, de que se trataba sólo de hombres jóvenes y adultos.

El proceso de restauración y preservación

En el predio Guatemala 24, un pasillo separa el área de excavación de una larga habitación en que las restauradoras Mariana Madrigal y Vehelma Garza estabilizan los cráneos extraídos introduciéndolos en una pequeña cámara donde controlan la humedad. Posteriormente, realizan una limpieza superficial de los fragmentos, para que los antropólogos físicos Debbie Ábrego, Abel Badillo y Rodrigo Bolaños lleven a cabo su reconstrucción y análisis.

A partir de cráneos completos, estos profesionales, egresados de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), han identificado en todos ellos grandes orificios en los temporales (huesos laterales), causados por golpes controlados por percusión con un objeto aguzado.

Abel Badillo explica que el tratamiento post mortem para exponer los cráneos en el Huey Tzompantli implicaba, como se observa por líneas de corte, el desollamiento y en algunos casos el descarnamiento de la parte facial, en particular de los paquetes musculares (alrededor de los huesos malares —parte de los pómulos— y la arcada dental) y del arco superciliar (parte media de las cejas) para extraer los glóbulos oculares.

Para Rodrigo Bolaños y Debbie Ábrego, estos análisis representan el comienzo de una serie de estudios a los que estos materiales pueden ser sometidos.

Si bien, por la deformación craneal que muestran algunos ejemplares se puede inferir que algunos individuos sacrificados provenían de regiones alejadas, el antropólogo Rodrigo Bolaños señala que existe evidencia entre las culturas del Altiplano Central de la realización de modificaciones de este tipo como una forma de imitación de los patrones de belleza provenientes de otros lados, razón por la que habrán de efectuarse estudios isotópicos de estroncio y oxígeno. Sus resultados permitirán a los investigadores del PAU aproximarse a la región de origen de éstos.

Mientras, el doctor Jorge Gómez Valdez, de la ENAH, junto con el equipo de investigación, realiza estudios craneométricos, uno de ellos basado en 16 mediciones específicas de la región facial de los cráneos que aún permanecen in situ, así como de los que ya han sido extraídos para determinar el sexo y, otras mediciones que permitirán establecer su posible afinidad con otras poblaciones de Mesoamérica.

El PAU concluirá su segunda temporada de campo el próximo 30 de junio, para dar paso al trabajo de gabinete que implica el análisis de la gran cantidad de materiales recuperados del Huey Tzompantli.
Milenio

 
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