Genética forense: la ciencia que recupera nietos en Argentina
La Jornada de Genética Forense se realizó en el marco de los treinta años que cumplió la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos. El encuentro contó con la presencia de científicos de diversos países que colaboraron con Abuelas de Plaza de Mayo cuando recién retornaba la democracia.
“Me impactó la pregunta de las Abuelas. Era tan simple. Yo creo que la fuerza humana más poderosa que existe es la fuerza de una madre buscando a su hijo o hija. Esa fuerza que tenían era algo impresionante que no se iba a detener”, recordó el científico Eric Stover, en diálogo con TSS, sobre uno de los primeros encuentros que tuvo con la entonces naciente organización Abuelas de Plaza de Mayo. La pregunta “simple” que refiere Stover era: “¿Cómo vamos a identificar a nuestros nietos si sus padres están desaparecidos?”. Para el desarrollo científico de comienzos de los ochenta la respuesta no era tan simple.
A comienzos de esa década del siglo XX, Stover era director del programa de Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés), con sede en Washington (Estados Unidos), y conoció a las Abuelas en una visita a la Argentina, mientras investigaba casos de colegas desaparecidos durante la última dictadura militar. Por eso, cuando ellas fueron a Estados Unidos en busca de científicos que pudieran ayudarlas, además de visitar al genetista argentino Víctor Penchaszadeh —exiliado en ese país—, también recurrieron a Stover. Él les dijo que no era su especialidad y las comunicó con Cristián Orrego, un genetista chileno que trabajaba en el Instituto Nacional de Salud estadounidense y era miembro del comité asesor de la AAAS.
“Eric me pidió que encontrara a la persona adecuada para construir una formulación que permitiera probar la filiación “abuela-nieto” a partir de marcadores en genética humana. Así llegué a Mary-Claire King, profesora en la Universidad de California. Pocas semanas después, subimos al avión para venir acá”, contó Orrego a TSS. Tanto él como Stover estuvieron la semana pasada en la Argentina para el festejo de los 30 años del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) y participaron de la Jornada de Genética Forense organizada por el Programa Nacional de Ciencia y Justicia del CONICET, el pasado 2 de junio en el Centro Cultural de la Ciencia (C3). También fueron parte del festejo del sábado 3 en el Centro Cultural Haroldo Conti, que contó además con los testimonios de Abuelas y de nietos recuperados.
Durante la jornada, Stover y Orrego repasaron los primeros pasos de la creación del BNDG, que se concretó en 1987 con la sanción de la Ley 23.511. En la creación del “índice de abuelidad”participaron la genetista estadounidense Mary-Claire King, Orrego, Penchaszadeh, el matemático francés Pierre Darlu, el genetista italiano Luca Cavalli Sforza y el científico alemán Max Baur, que conformaron un equipo multidisciplinario y multicultural. Varios de ellos fueron parte la comitiva que viajó a la Argentina para asesorar a la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), creada en 1983 por el Gobierno de Raúl Alfonsín. Otro recordado miembro de la comitiva fue Clyde Snow, quien fundó el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
El EAAF tuvo y continúa teniendo un rol clave en la búsqueda de desaparecidos. Luis Fondebrider, miembro fundador y actual presidente del EAAF, también participó de la jornada en el C3. “Tradicionalmente, la ciencia argentina le ha dado la espalda a los familiares de personas desaparecidas. Esto ha ido cambiando en los últimos años y es motivo de celebración que la ciencia se involucre más”, señaló Fondebrider, quien destacó el rol central de familiares y organizaciones de derechos humanos, la importancia de desarrollar herramientas locales para no depender del exterior y la necesidad de políticas de Estado en la búsqueda de desaparecidos. “Sin voluntad política es muy difícil avanzar”, afirmó.
Además, Fondebrider hizo hincapié en el caso de un desaparecido en democracia. “Tenemos una deuda pendiente con Luciano Arruga, el joven de La Matanza que se escapó de una comisaría y había sido torturado. La familia lo buscó durante casi seis años y estaba enterrado como NN en el cementerio de Chacarita. El propio Ministerio Público Fiscal reconoce que hay una falta de coordinación y segmentación de la información proveniente de cada provincia que dificulta los procesos de búsqueda de personas, pero también tenemos que hacernos cargo los científicos. Tenemos que volcar todos los institutos y recursos, no les demos la espalda a los familiares”, remarcó.
El bioquímico Walter Bozzo, subdirector técnico del BNDG desde 2015, contó cómo fue evolucionando la genética en la búsqueda de nietos. Al principio, se usaban como marcadores los antígenos de histocompatibilidad, que se heredan genéticamente y se usan en caso de trasplante para saber si el sistema inmunológico acepta o rechaza el órgano de otra persona. Posteriormente, el desarrollo de la genética forense dio un salto importante con la creación de una técnica revolucionaria: la reacción en cadena de la polimerasa, que permite “fotocopiar” el ADN y obtener miles de millones de copias del fragmento que se necesita. En el BNDG comenzó a utilizarse en 1991, recordó Bozzo.“La genética forense debe ser una herramienta para garantizar el acceso a la justicia, la identidad y la verdad”, sostuvo.
Paula Miranda de Zela, antropóloga y coordinadora de la Unidad de Antropología Forense del Banco, explicó que el área fue creada en 2015 por un pedido de Abuelas a la Justicia, para tomar muestras de ADN a familiares y posibles nietos que fallecieron antes de poder aportarlas. De Zela describió el trabajo que realizan y las dificultades que se les presentan en algunas exhumaciones. Una vez, por ejemplo, se encontraron con restos de cuatro individuos mezclados en una fosa. Otras veces, se encuentran con cajones metálicos o en mal estado que no pueden volver a cerrar. Las muestras de ADN suelen tomarse de fémures y piezas dentarias, que pueden estar ausentes en el caso de personas mayores.
Otra expositora fue la salvadoreña Patricia del Carmen Vásquez Marías, integrante de la Asociación Pro-Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos de El Salvador, quien recordó la operación militar conocida como“quitarle el agua al pez”.“El objetivo era acabar con pueblos que se suponía eran los que daban alimentos a los integrantes de las guerrillas”, señaló Vásquez Marías. Como en la Argentina, hubo niños desaparecidos y madres que se volvieron expertas en genética y motivaron la creación de un banco de datos genéticos. Allí se registraron 969 casos, de los cuales se han resuelto 435: 272 reencontrados, 76 localizados fallecidos y 87 localizados que viven en el exterior y prefirieron no volver.
También estuvieron presentes miembros de equipos de antropología forense que trabajan en distintas provincias argentinas, como el Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR, CONICET-UNC) y el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (CAMIT). El CAMIT trabaja en el caso Pozo de Vargas, un pozo de agua para uso ferroviario de 34 metros de profundidad donde se hallaron numerosos restos de personas. Hasta el momento, el equipo lleva realizadas 87 identificaciones y está colaborando en la conformación de un equipo de antropólogos forenses en la provincia de Chaco.
Al cierre de la jornada, la genetista Mariana Herrera Piñero, directora del BNDG, dijo: “Cuando contamos nuestro trabajo, nos dicen: ‘Qué bueno, están construyendo la historia’, pero a mí me parece que estamos construyendo el presente y el futuro, porque hasta que no terminemos de identificar al último desaparecido y no restituyamos al último nieto, ese pasado seguirá siendo presente”.