Conflicto en La Araucanía: el persistente y equivocado llamado a las Fuerzas Armadas
Claudio Fuentes S.
Es tiempo de recuperar las propuestas de la Comisión de Verdad Histórica y de Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas –que por lo demás fueron dejadas en un cajón– y que planteaban la necesidad de involucrarse en una relación de nuevo tipo con los pueblos indígenas, relaciones que estuviesen “inspiradas en el respeto, la equidad, el mutuo reconocimiento, la justicia y la dignidad de todos sus miembros”. Convertir el problema de La Araucanía en uno originado por un grupo radical y estimulado por políticas públicas equivocadas, es no entender la naturaleza de un conflicto que se arrastra por cientos de años. Este llamado a las Fuerzas Armadas provocará más violencia y nos alejará del ideal de promover un verdadero nuevo trato.
Un segmento de la elite política y económica chilena históricamente ha sostenido que la única forma de contener el conflicto social es por la vía de la represión. Los siglos XIX y XX están plagados de ejemplos de este tipo. Autoridades políticas que dictaminaban poner orden, y militares que han visto en la represión una forma de preservar los intereses de la “nación”.
Hagamos memoria. El coronel Cornelio Saavedra, emisario del Gobierno para pacificar La Araucanía, describía la situación indicando que “no es concebible la observancia del régimen constitucional entre individuos que no reconocen el imperio de la ley y que deben considerarse en situación de que el Estado ejerza una saludable tutela sobre ellos para prepararlos a la vida civilizada” (1861).
Federico Errázuriz, cuando ejercía de ministro de Guerra, sostenía que “solo en el caso de no poder obtener ninguna seguridad en el sometimiento y en la quietud de esas tribus, le será permitido hacer uso de las armas y hostilizarlas de la manera que juzgue más prudente para castigar su rebelión, arrebatarles sus recursos y debilitarlas hasta dejarlas en la impotencia de que nos hostilicen y nos irroguen nuevos perjuicios […]” (1868).
Cuarenta años después, el general Roberto Silva Renard señalaba, a propósito de la huelga de obreros salitreros que llegaron a Iquique, que “había que obrar o retirarse dejando sin cumplir las órdenes de la autoridad. Había que derramar sangre de algunos amotinados o dejar la ciudad entregada a la magnanimidad de los facciosos que colocan sus intereses, sus jornales, sobre los grandes intereses de la patria. Ante el dilema, las fuerzas de la nación no vacilaron” (1908).
La postura de sacar a los militares para controlar la violencia derivada de conflictos sociales no ha terminado y no es un discurso exclusivo de la derecha. Un diputado PRSD pidió sacar a los militares a la calle para enfrentar el terrorismo en La Araucanía en enero del año pasado; luego de los atentados contra camiones en marzo último, RN llamaba a declarar Estado de emergencia y a utilizar las FF.AA. para controlar las carreteras y caminos. El diputado Jorge Rathgeb (RN) sostenía que “la presencia del Ejército es lo único que podría llevar algo de paz a la novena región de La Araucanía” (15/03/2017).
Este discurso es complementado con un segundo argumento: que el principal factor de la violencia son las políticas públicas implementadas desde la vuelta a la democracia en 1990. En el año 2005, el programa de Joaquín Lavín sostenía que el incorrecto énfasis de la Ley Indígena “en el asunto de la tierra indígena y la discrecionalidad con que CONADI compra y distribuye propiedades particulares ha estimulado a las tomas de tierras y derivado en serios actos de violencia, con la pasividad del Estado en el cumplimiento de su obligación constitucional de preservar el orden público y el imperio del derecho”.
El programa de Sebastián Piñera, ese mismo año, sostenía igual argumento al indicar que uno de los factores que explicaba la violencia de algunos “es que la política que se ha impuesto con relación a los pueblos originarios se ha transformado en fuente de mayor pobreza, frustración y violencia, al crear expectativas completamente apartadas de la realidad”.
Esta doble visión –del uso de las FF.AA. y el rol de la política pública como incitadora de la violencia– fue sintetizada notablemente hace un par de días por el precandidato presidencial Felipe Kast (Evópoli). ¿De qué tipo de conflicto estamos hablando? “Es el conflicto con un grupo de violentistas, la Coordinadora Arauco Malleco. Cuando logremos meter presos a estos tipos, no hay violencia”, afirmó Kast. ¿Para qué sirven las políticas públicas? «Hay que modificar la Ley Indígena, porque tiene un grave problema, que es la entrega de tierras indiscriminada, sin títulos de merced, a grupos que presionan”, indicó Kast. ¿Cómo resolver el problema? “Aquí la única solución es meterlos presos (a los de la CAM) y pedirle ayuda a las Fuerzas Armadas, para actuar en aquellos lugares donde ocurren estos casos”, afirmó categórico.
La misma receta más que centenaria para un conflicto que no ha podido ser resuelto por aquella vía, nos plantea una pregunta sencilla: ¿por qué, pese al incremento sostenido de presencia policial en la región, el conflicto se ha intensificado en las últimas décadas? ¿Es una simple y llana ineficacia policial? ¿Es la astucia de un grupo de extremistas que, cual fantasmas, realizan atentados sin ser descubiertos? ¿O acaso hay algo más?
Quizás, la receta de este segmento de la elite (reprimir y reducir las expectativas de los indígenas) está equivocada. Quizás las causas de la violencia no se relacionan tanto con la entrega de tierras sino con la forma en que el Estado de Chile se ha vinculado históricamente con los pueblos indígenas. Tal vez la violencia también se relaciona con los intereses económicos presentes en la región y que han generado abusos en los títulos de propiedad en un modelo que, por lo demás, ha exacerbado el extractivismo. Quizás diga también relación con el surgimiento de una mafia que trafica madera ilegalmente y que promueve la violencia.
Es tiempo de recuperar las propuestas de la Comisión de Verdad Histórica y de Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas –que por lo demás fueron dejadas en un cajón– y que planteaban la necesidad de involucrarse en una relación de nuevo tipo con los pueblos indígenas, relaciones que estuviesen “inspiradas en el respeto, la equidad, el mutuo reconocimiento, la justicia y la dignidad de todos sus miembros”. Convertir el problema de La Araucanía en uno originado por un grupo radical y estimulado por políticas públicas equivocadas, es no entender la naturaleza de un conflicto que se arrastra por cientos de años. Este llamado a las Fuerzas Armadas provocará más violencia y nos alejará del ideal de promover un verdadero nuevo trato.
Nada cambia: nueva muerte mapuche
Luis Soto.
Nuevamente se derrama sangre mapuche al sur del Biobío. Cómo bien expresa la Comunidad de Historia Mapuche, la bala que mató a Luis Marileo fue disparada mucho antes. La violencia viene de antiguo y está lejos de amainar, por más que llenen el territorio de policía militarizada y se intente instalar la idea de terrorismo. Al sur del Biobío hay una lucha por derechos, contra la discriminación y la marginación política.
Puede que suene panfletaria esta última frase, comprometida ideológicamente. Pues bien, veamos que dicen instituciones, tanto nacionales como internacionales, con reconocida trayectoria en defensa y promoción de derechos humanos, respecto al conflicto al sur del Biobío.
Comencemos con la ONU. El año 2009 advirtió al estado sobre las deficiencias en materia de consultas, derechos a tierra y explotación de recursos naturales. El año 2013, tras exhaustiva investigación, no solo afirmó que no había terrorismo en Chile, sino que el Estado debería abstenerse de usar la Ley Antiterrorista, o bien derogarla. El 2014 remarcó la necesidad de dar más atención a los temas que los Pueblos Indígenas plantean como prioritarios. El año 2015 señalo que estos Pueblos son el talón de Aquiles para Chile en lo que respecta a derechos humanos durante el siglo XXI, y finalmente, este año, llamó la atención por el uso excesivo de la fuerza y los abusos contra los mapuche.
Podemos continuar con la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El año 2012 en un comunicado, condenó las heridas sufridas por niños y niñas mapuche producto de un desalojo e instó al Estado a esclarecer judicialmente estos sucesos y a evitar el uso excesivo de la fuerza por parte de los agentes públicos, respetando los derechos humanos. El año 2014 falló contra el Estado chileno que había condenado bajo ley antiterrorista a comuneros mapuche los años 2003 y 2004. Cuestionó la Ley Antiterrorista vigente en Chile por considerar que viola los derechos de debido proceso, libertad de pensamiento y expresión, y libertad personal entre otros.
Amnistía Internacional. El año 2013 expresó su preocupación por diversos temas, entre ellos: tipo de Ley Antiterrorista vigente y el uso de esta contra comuneros, el excesivo uso de la fuerza policial, la militarización del territorio, el desigual acceso a la justicia y los efectos nocivos sobre los niños mapuche. El 2016 llamó la atención sobre el acoso que recibe la abogada de causas mapuche, Karina Riquelme, por parte de efectivos policiales. En su informe 2016-2017 vuelve a llamar la atención por el uso excesivo de la fuerza policial y las detenciones arbitrarias contra mapuche.
En Chile, el Instituto Nacional de Derechos Humanos, también se ha pronunciado. El año 2011 advierte que la Ley Antiterrorista impide un juicio justo. El año 2014 propuso modificar dicha ley para que cumpla con estándares de derechos humanos, consideraciones no acogidas, que llevo a reiterar el año 2016 que tal ley no garantiza un juicio justo. El mismo 2016 informaron que hasta ese momento han interpuesto ocho querellas contra carabineros por torturas a comuneros y sesenta recursos de amparo por uso excesivo de violencia contra mapuche.
La Iglesia Católica chilena ha seguido la misma línea de las anteriores instituciones. El año 2002 un documento de los obispos del sur afirmaba lo nocivo que ha sido el modelo neoliberal para el Pueblo Mapuche, e indicaba que la reconversión forestal ha transformado profundamente el ecosistema del territorio mapuche, y deja a las comunidades mapuche en deterioradas situaciones tanto económicas como ecológicas. El desarrollo de megaproyectos en territorio indígena es otro punto conflictivo (n. 24).
El año 2016 en el informe La santidad de negociar sin miedo por una región mapuche plurinacional en paz, se pronuncia sobre las demandas mapuche, planteando entre otros puntos: que la militarización del territorio está lejos de aportar a la paz, la necesidad de negociar con todos los actores incluidos los clandestinos como la CAM, la necesidad que tanto Estado como empresas acepten que los mapuche tienen derechos como Pueblo-Nación y la necesidad de caminar hacia un Estado Plurinacional.
El año 2017 la carta pastoral Construyamos el Buen Vivir en La Araucanía, se plantea que si bien se desea la paz y justicia para todos, no debemos desviarnos ni distraernos del objetivo principal, relacionado con la búsqueda de soluciones definitivas a los temas que están pendientes con el Pueblo Mapuche (n. 95), lo que tiene que ver con las demandas por derechos que este Pueblo realiza hace décadas. También afirma la necesidad de superar la criminalización de las legítimas demandas del Pueblo Mapuche, pues no puede ser la respuesta jurídico-policial la única vía para canalizar las demandas.
Si bien no son una institución, una serie de estas se han pronunciado sobre un tema urgente de atender: los niños. Internacionalmente, la UNICEF el año 2009 alertó sobre este tipo de violencia. A nivel nacional, el INDH el año 2013 llegó a tribunales por este mismo tema. A nivel local, una de tantos pronunciamientos lo hizo una red de instituciones en Tirúa el año 2016 acusaron la vulneración de los derechos infantiles.
Hasta aquí las instituciones con trayectoria en defensa de los derechos humanos. Ni terrorismo ni guerrilla ni violencia rural. Más bien, llaman la atención sobre las violencias padecidas por el Pueblo Mapuche fruto de la lucha por sus derechos. Sin embargo, hay una serie de instituciones que si afirman la existencia de terrorismo, ausencia de estado de derecho y violencia rural: las empresas.
El año 2016 la Sofofa afirmó que en La Araucanía ya no imperaba el estado de derecho e interpeló al gobierno a cumplir y hacer cumplir la Constitución. Inicios del 2017 la Multigremial exigió al gobierno que se declare La Araucanía zona de emergencia.
Tristemente, las acciones del gobierno parecen estar más en sintonía con este último grupo de instituciones. En enero del 2017 acogió el Informe de la comisión asesora para La Araucanía, catalogado como otra oportunidad fallida, pues se centra en la violencia rural y reparación económica para los afectados por la violencia mapuche; propuestas de desarrollo sin consulta indígena y una serie de propuestas hacia los mapuche sin tocar sus demandas centrales. El mismo año, a fines de marzo, el gobierno declaró la ley de seguridad del estado en dos casos contra mapuche.
Nadie quiere más sangre derramada. Los discursos incendiarios sobre terrorismo y violencia rural ahogan el diálogo político sobre los temas relevantes para el Pueblo Mapuche. Abonan la tierra para el enfrentamiento y la imposición. La paz sin justicia y diálogo verdadero no llegará, pues un Pueblo digno no vivirá sin luchar por sus derechos. ¿Hay propuestas, candidatos?
Entrevista al poeta Elicura Chihuailaf: “El Estado protege saqueo del territorio mapuche”
Alejandro Lavquén
LOM Ediciones reeditó el libro Recado confidencial a los chilenos, del poeta mapuche Elicura Chihuailaf. La vigencia de la obra resulta permanente dada la conflictiva relación entre el Estado de Chile y el pueblo mapuche. Sobre el mensaje que transmite el libro y la situación que se vive en La Araucanía, el poeta Chihuailaf conversó con Punto Final.
-¿Qué te motivó a escribir este mensaje a los chilenos?
-El deseo de conversar –en voz personal y colectiva- con los chilenos y chilenas comunes y corrientes respecto de mi visión de la chilenidad y de la inconmovible ideología invasora del Estado chileno. Era el año 1999. Como ahora en Temucuicui, en la zona de Ercilla, y Yeupeco Vilcún, y en otras comunidades nuestras; y en los bosques, ríos, lagos y mar de nuestro país Mapuche…, entonces el emblema de la violencia estatal y patronal estaba instalado con más fuerza en las comunidades de Temulemu y Didaico, en la zona de Traiguén, y en comunidades de Lonquimay, y en el río Bío Bío, con la instalación de las represas Pangue y Ralco y la consiguiente “relocalización” de los habitantes mapuche del lugar. La constante continuidad de la invasión a nuestro territorio por parte del Estado chileno y las empresas nacionales e internacionales.
La constatación cotidiana de que por tal motivo los mapuche vivimos bajo una violencia tremenda y que al igual que el pueblo chileno nunca hemos tenido un espacio en la pretendida democracia de este lugar hoy llamado Chile, me llevó a escribir primero una Carta confidencial a los chilenos y chilenas, que fue publicada por la ya desaparecida revista Rocinante, en Santiago. Carta antecedida de varios artículos en los que daba cuenta de mi pensamiento acerca de la muralla de blanquidad que erigieron unas pocas familias –cada día más excluyentes, más acaudaladas y más feroces- para que no nos vieran en nuestra hermosa morenidad, para que no se reconocieran en ese espejo, para que no se vieran reflejados en el agua de su propio espíritu, para que no ejercieran el arte de la Conversación cuya primera exigencia –la más difícil de aprender- es Escuchar, nos dicen nuestras Ancianas, nuestros Ancianos.
Mi Recado confidencial es un recorrido por la memoria y la geografía de la denominada –tendenciosa y sesgadamente- “zona del conflicto mapuche”. Una invitación a conocer la visión de mundo nuestra, a visibilizarnos y a dialogar desde y con ese conocimiento. A valorar el maravilloso jardín del mundo, sus flores que son sus culturas en la diversidad de colores e igualdad en su importancia: la hermosa morenidad, la hermosa blanquidad, la hermosa negritud, la hermosa amarillentud.
Origen de la poesía
-Muchos creen que la poesía llegó al continente en las carabelas de Colón ¿Qué opinión te merece eso?
-Te respondo recordando párrafos del Recado: “Cuidémonos de decir que la poesía nació en Chile con la llegada de los que trajeron la palabra castellana, porque las palabras y las melodías existían antes”, nos dijo Volodia Teitelboim. Nuestro mapuzugun es un idioma muy poético. Y en el continente estaban –y, a pesar de todo, siguen estando- también los idiomas aymara, maya, náhuatl, quechua, guaraní, etcétera.
Ahora, frente a la concreción de la escritura hay quienes la consideran un proceso de aculturación. Mas, se dice que la escritura la inventaron los fenicios, por lo tanto ¿las posteriores adopciones escriturales, aún en el uso de grafemas semejantes o muy diferentes, serían sólo evidencias de procesos de aculturación generalizados? Entonces ¿de qué modo se dio la tradición oral en todas las culturas del mundo? ¿Cuáles fueron, cuáles han sido, las etapas de sus lenguajes desde la oralidad a la escritura (su oralitura)?
Debemos recordar que textos tan conocidos y apreciados como Ilíada y Odisea, o El Cid Campeador se «escribieron» primero en la oralidad. No olvidemos además que, por ejemplo, la escritura indígena zapoteca data más o menos de 600 años a.C. y floreció hasta 250 d.C. Así las cosas, me parece que la realidad es que simplemente no se ha querido asumir la Conversación respecto de las categorías desde o a través de las cuales se sistematiza y, por ende, se analiza el quehacer del “otro”, el distinto: ¿nosotros?, ¿ustedes?.
Hay que recordar, me dicen, que la palabra poética pone en movimiento al universo, porque surge de él, lo representa pues recoge su dualidad. Algunas culturas (algunas civilizaciones) han olvidado la poesía de sus palabras, pero ella los espera yaciendo en la paciente Naturaleza, me están diciendo.
La difícil relación chileno-mapuche
-¿Cómo definirías, en general, la relación de los chilenos con el pueblo mapuche?
-Compleja, difícil. Aunque me parece que esta respuesta no la podría asumir de manera general, pues tiene importantes matices en las dos chilenidades que veo. La chilenidad huérfana -sin padres ni madres de la “patria”- y profunda, mezclada con nuestros pueblos, y desde cuya legitimidad han surgido adelantadas y adelantados como Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Pablo de Rokha, Violeta Parra, Víctor Jara, etcétera.
La otra es la chilenidad del poder: superficial y globalizada (enajenada); sólo con padres de la “patria”, esos que instalaron la blanquizadora “legalidad” del Estado cuya presentación desde su centenario señala que: “Los indígenas de Chile eran pues escasos, salvo en la región sur del valle longitudinal, esto es, en lo que después se llamó Araucanía. Por otra parte, las condiciones del clima muy favorables al desarrollo y prosperidad de la raza blanca, hizo innecesaria la importación de negros durante el período colonia. A estas circunstancias debe Chile su admirable homogeneidad bajo el aspecto de la raza. La blanca o caucásica predomina casi en absoluto, y solo el antropólogo de profesión puede discernir los vestigios de la sangre aborigen, en las más bajas capas del pueblo”.
Aunque está claro que ha avanzado, veo a la chilenidad profunda con una tarea –en varios aspectos- aún pendiente: asumir su identidad, su hermosa morenidad. Amar las vertientes y los ríos que fluyen bajo la muralla que esos otros chilenos instalaron con ladrillos que son los conceptos unívocos respecto de lo que es el desarrollo, la salud, la educación, la legalidad. Me parece que nuestra tarea común y urgente hoy es derribar esa muralla para habitar por fin en un Chile de Regiones Autónomas donde florezca el maravilloso jardín de la diversidad.
-¿Consideras que existe mucha ignorancia sobre la historia de los pueblos originarios?
-Absolutamente. Y no sólo eso, sino también ignorancia de la historia del Chile profundo. Como sabemos, en el sistema educativo está sólo la historia oficial -que representa el “orgullo nacional”- del Chile enajenado que ha excluido a las demás historias que se aluden sólo en lo anecdótico (lo peyorativo incluso), en lo que se refiere al pueblo mapuche particularmente, pero ¿dónde está la historia del Chile campesino, la historia del Chile obrero? ¿Subsumida tal vez en el saco del denominado “roto chileno”?
Quienes promueven el conflicto
-El conflicto de la Araucanía, como lo llaman los medios de comunicación, parece no tener fecha de término ¿Cuál es el camino para llegar a buen puerto?
-Luego de subrayar que es muy claro que el conflicto lo generan muchas de las empresas nacionales y transnacionales con el aval y accionar del Estado, y no nuestra gente que por ternura defiende a nuestra Mapu Ñuke Madre Tierra que nos regala todo lo que necesitamos para vivir bien, me valgo –para responderte- de algunos puntos que son parte de la “Propuesta de solución para una resolución firme y duradera entre el Estado chileno y el Pueblo Mapuche”, firmada en Santiago el 1 de septiembre de 2015: Establecer una “Comisión de Esclarecimiento Histórico Mapuche. La Comisión debe tener por objeto esclarecer todos y cada uno de los hechos sucedidos con el Pueblo Mapuche a raíz de la presencia del Estado Chileno en su territorio ancestral, especialmente alrededor de los actos coercitivos militares denominado ‘Pacificación de la Araucanía’. Todas y cada una de estas medidas deben estar guiadas por los principios generales de los Derechos Humanos.
Derogación del Decreto 701. Las consecuencias nocivas se manifiestan en su implementación y ha significado la destrucción de la Biodiversidad, la alteración de los ecosistemas, modificación irreparable en la aptitud del suelo, han provocado las sequías y sumado al cambio climático.
Retirada de las empresas forestales que operan alrededor del territorio Mapuche. Estas empresas se instalaron durante la vigencia de un régimen irregular de la dictadura militar, pero al mismo tiempo adquirieron bienes patrimoniales que le pertenecen, jurídica y legítimamente, al Pueblo Mapuche.
Derogación del decreto supremo Nº 66 y Nº 40. Son normas que con su aplicación amenazan el patrimonio territorial Mapuche y sus recursos y al mismo tiempo diluyen y transgreden los contenidos esenciales del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo OIT y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas”.
Militarización para resguardar el saqueo territorial
-La prensa centra el conflicto en los enfrentamientos, quema de maquinarias y ataques a fundos, pero calla sobre la represión ¿Podríamos decir que la región se encuentra militarizada y que al gobierno poco le interesa resolver el problema?
-Así es, por eso también es un punto fundamental en la propuesta de nuestros hermanos: “Desmilitarización del territorio Mapuche considerando que la masiva presencia policial constituye una nueva ocupación militar en las comunidades Mapuche, ya que el accionar de las fuerzas policiales en ellas, no ha hecho más que sembrar el terror en niños, mujeres y ancianos”.
Es una militarización desplegada con el fin de resguardar el saqueo territorial liderado hoy por las megaempresas forestales e hidroeléctricas. Son muchos los ejemplos de violencia cometidos en contra de nuestra gente en comunidades de Arauco, Malleco, Cautín, Valdivia (Lanco), Osorno. Incluidos, como se sabe, el asesinato de varios comuneros. “En la Araucanía hay una sensación de impunidad”, dicen los dueños de Chile y piden paz -pistola al cinto- y un “estado de excepción” que siempre han tenido. El ministro del interior del actual gobierno, Jorge Burgos, ha venido –seguramente- a consolidar tal situación de facto y, además, refiriéndose a las demandas de nuestro pueblo ha declarado que “No hay espacio para un Estado dentro de un Estado”.
Reitero lo que ya señalé. En nuestra cultura la Conversación es un arte, un diálogo cuya condición fundamental es la igualdad. Nuestras Ancianas, nuestros Ancianos nos siguen recordando el pensamiento de nuestros Antepasados: “Ponte de pie, parlamenta en tu Tierra / aunque sientas tristeza, parlamenta como lo hacían tus Antepasados / como hablaban ellos”. Es lo que nuestra gente ha elegido. Y sigue –hasta ahora- esperando con paciencia, y con firmeza, que se cumpla ésa condición para un diálogo verdadero. Se trata, ni más ni menos, de la dignidad de un pueblo que posee una profunda sabiduría.