Venezuela: Sobre la Constituyente: claves para refundarnos – José Roberto Duque (Misión Verdad)
No todo me ha gustado de esta invocación al poder constituyente originario. Ni tiene por qué gustarme. Y esa es precisamente la idea: sospecha de todo el que se cuadra automáticamente con una propuesta de participación, y del que automáticamente la ataca. Lo fundamental y sabroso de invocar los poderes creadores del pueblo es que todo el mundo, convocante y convocados, tienen que montarse en la faena grandiosa de discutir un modelo de país, de armar por consenso un modelo venezolanista adaptado a los tiempos que corren, y de echarlo a andar.
Porque de eso se trata, por si no lo sabían; a partir de ahora estamos invitados y activados para discutir colectivamente si profundizamos lo revolucionario de la Constitución de 1999 o si permitimos que vengan otros a hacer retrogradar al país.
Eso que los fascistas locales y sus patrones norteamericanos quieren imponernos a coñazos y porque sí (la devolución a estadios ya superados de la historia de este país) ahora Nicolás Maduro les está dando la oportunidad de imponerlo con la fuerza de las ideas, del verbo y la inteligencia. ¿Me quieres convencer de que tu modelo es el mejor para Venezuela? Pues vamos a debatirlo y a demostrarlo a grito pelao en las formidables guarimbas del pensamiento, en una Asamblea Nacional Constituyente, máxima expresión de la democracia en el mundo.
Visto así, este desafío luce más luminoso, estimulante, creador, peligroso, enigmático y emocionante que el trámite gafo de ponerse a quemar vergas en la autopista, con la rara pero incomprensible esperanza de que un día se va a aparecer una tropa extranjera a apoyarte desde un portaaviones. Hazme tú el favor.
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Decir que la Constituyente y sus resultados son prodigiosos o despreciables, sin haber sostenido tan siquiera el primer debate a favor o en contra de alguna de sus ideas rectoras, es como ponerse frente a un recién nacido y decirle «Mijo, tu vida es un asco», o «Chamo, qué brillante y buen ciudadano eres». Si ni siquiera has movido un dedo para moldear la personalidad de ese muchacho cómo vas a saber, ilustre carecuca, si la vida de ese ser humano va a ser virtuosa o si por el contrario ese loco va a ser escuálido. Ponte a trabajar en la formación de ese garrancho que ni siquiera te puede oír, y después sacas tus conclusiones.
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Los primeros analistas a quienes oí comentar lo básico de la Constituyente y su contexto, ambos por Telesur, fueron la abogada María Alejandra Díaz y un señor abogado constitucionalista del que me ocuparé más abajo.
María Alejandra, mesurada y calculadora, dijo al pasar que esa convocatoria tenía la virtud de hacer que a la oposición «se le cayera el discurso», en caso de no aceptar la convocatoria a debatir el país posible. Con el debido respeto, debo señalarle a María Alejandra lo siguiente: si el antichavista raso ha sido capaz de echarse en los brazos de cualquier asesino, sádico, traidor, embustero o lambusio que le ha prometido acabar con los chavistas, qué máscara se le va a caer ahora, cuando le digamos: «Epa, ¿sabes qué? Tus dirigentes no creen en la democracia».
El monstruo de mil cabezas del antichavismo es capaz de revolcarse un rato en sus contradicciones y al final unirse y producir engendros como la MUD, cosa o criatura en la que han convivido entre zancadillas y besos judaicos Acción Democrática, Bandera Roja, el fantasma de La Causa R y los partidos de Capriles y Leopoldo.
Vuelta al primer párrafo allá arriba y conclusión: no, estimada, ningún asco les va a dar escupir a las 4 el plato que solicitaron a las 3 y media, y nadie va a reclamarles incoherencia alguna.
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Dije arriba que no todo me ha gustado de la convocatoria a Constituyente, y no pienso sacarle el cuerpo a ese titular. Cuando al señor abogado constitucionalista, fue abordado por Telesur para que explicara más o menos de qué va y para dónde debería ir la Constituyente, y el hombre empezó a soltar lo que sus adentros le fueron dictando. En el éxtasis de su discurso inicial señaló que la nueva constitución DEBÍA aumentar la definición de democracia participativa y protagónica. Dijo que ahora tenía que llamarse «democracia participativa, protagónica, solidaria, MISERICORDIOSA y otros valores».
Imagínate tú a un socialista o revolucionario defendiendo algo como la democracia misericordiosa. Cuando escuché esto las alarmas se me dispararon, pero minutos más tarde me relajé y lo entendí todo: interpelado por la periodista acerca de las perversiones del consumismo, neurosis central del capitalismo, el buen hombre cogió aire y empezó a decir que eso era un acto demoníaco. Nunca le perdonaré a la periodista el que lo haya interrumpido con esa cara de espanto, dando fin al programa sin darle chance a citar ningún canto gregoriano o versículo de la Biblia. El consumo de agua bendita en exceso es nocivo para la salud.
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Ya que hemos tocado la clave religiosa, quiero hacer una confesión: más o menos la misma sensación tuve en 2007, cuando el Comandante Chávez lanzó la propuesta de reforma constitucional. Recuerdo que, en mitad de aquella construcción, en general brillante y revolucionaria, al Comandante «se le escaparon» algunas joyas, como aquella de querer cambiarle el nombre a Caracas: «Cuna de Bolívar y Reina del Waraira Repano». Pero una cosa es un ataque de cursilería y otro muy distinto tener entre ceja y ceja la idea de retorcer el espíritu de nuestra Constitución y acercarlo a algo parecido a una democracia pontificia o arzobispal.
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Me tranquiliza y me anima, honestamente, este convencimiento: la Asamblea Nacional Constituyente servirá para que se expresen y manifiesten este tipo de regorgallas medievales, y también para que los revolucionarios, en ejercicio de nuestro derecho a perfeccionar el ordenamiento jurídico que tenemos, enfrentemos ese tipo de posiciones, y otras más graves o extrañas que seguramente emergerán incluso de las filas chavistas. Ese debate gigantesco y creador ya se inició. Prohibido espantarse por lo que allí ha de decirse o proponerse; la idea es salir en defensa de lo bueno, lo justo y lo de avanzada que podamos inventar como clase.