Segunda edición de la Bienal de Performance Argentina
Con discursos centrados en los efectos de la colonización, la guerra o el hambre que se filtran en puestas donde campea la audacia y el riesgo, a partir del sábado tendrá lugar en Buenos Aires la segunda edición de la Bienal de Performance (BP.17), una iniciativa que a través de 55 proyectos y cien artistas buscará dar cuenta de las exploraciones y hallazgos de este lenguaje contemporáneo.
Los focos excluyentes de esta edición serán el artista sudafricano, William Kentridge, un dibujante e ilustrador que el 7 de junio presentará en el teatro Coliseo su obra «Refuse the Hour», un trabajo multimedia que vincula el lenguaje visual con el sonoro; y el español Santiago Sierra, que suele contratar prostitutas y obreros para poner en escena cuestiones como la precarización laboral y la explotación económica.
También se esperan con expectativa las presentaciones del francés Yann Marussich, que en su espectáculo «Blue Remix» propone al espectador un viaje por las excreciones de su cuerpo a través de un circuito de lágimas, sudor y saliva de tonalidad azul que van describiendo un recorrido por su anatomía, mientras que el crédito nativo recae en el grupo «Etcétera», que presentará la performance «Por el fin del Infierno», una campaña para pedir al papa Francisco la abolición de ese ícono bíblico.
La dimensión artística y la perspectiva académica convivirán durante 25 días en una programación pantagruélica desdoblada en obras en vivo, seminarios, conferencias y encuentros que tomarán las sedes de los principales museos nacionales, centros culturales, galerías de arte y universidades.
«Esa articulación común está conformada por dos instancias de distinto calibre, por una parte, por el trabajo sobre aquello que define a la performance: potenciar el cuerpo y alejarse de la producción mimética y, por otra parte, por promover una apertura de la educación a través de la experiencia del arte», sostiene a Télam la docente e investigadora Susana Tambutti, encargada del programa académico.
¿Cuáles son los alcances de lo que hoy entendemos por performance? «Son cada vez mayores. Su naturaleza híbrida y excéntrica le permite alcanzar territorios atravesando fronteras cada vez menos precisas. Sigue siendo, como desde sus inicios, una práctica que propone una revalorización del cuerpo poniendo especial énfasis en la comunicación directa con el espectador en un espacio y tiempo específico», destaca la docente, directora y actriz Maricel Alvarez, que tiene a su cargo la oferta artística de la BP.17.
«Con la incorporación de las nuevas tecnologías su campo de acción e influencia se ha ampliado enormemente y se ha potenciado su proyección de manera sorprendente. Hoy, hasta los escenarios menos pensados pueden estar habitados por lo performativo o pueden convertirse en espacios performáticos», acota la actriz que se hizo conocida en «Biutiful», el film del mexicano Alejandro González Iñárritu que protagonizó junto al español Javier Bardem.
Para Tambutti, «es un buen momento para repensar el gesto inicial e inédito del performance art como vehículo de expresión de la contracultura en su enfrentamiento con sociedades conservadoras y con los formalismos del arte académico e institucionalizado».
«Me pregunto si todavía conserva ese gesto inicial a partir de las transformaciones visibles en su nivel formal y discursivo, y si su creciente expansión y paulatina consolidación dentro del ‘mundo del arte’ no ponen en riesgo su inical potencial subversivo», explica la docente de la Universidad Nacional de las Artes (UNA).
Provocadoras y hasta por momentos revulsivas, las puestas inscriptas bajo esa polifacética cartografía denominada performance apuestan, antes que nada, a disolver las fronteras entre vida y arte, al tiempo que desdibujan los límites entre lo real y lo ficticio. Todo eso en un formato que implica una intensa implicación del artista, que muchas veces convierte a su cuerpo en la base de operaciones de su indagación.
Así, la práctica perfomática asimila y reinterpreta una agenda común con el arte, aunque desde una visión alternativa que a veces no tiene lugar en el circuito canónico: «Es una práctica liminal. Y, efectivamente, se mueve cómodamente entre las fronteras, intersticios o plieges que existen entre las diferentes disciplinas artísticas -define Alvarez-. Músicos, poetas, creadores escénicos, artistas visuales y académicos han creado propuestas que se enmarcan en este género tan amplio, proponiendo obras que se dejan contaminar por diversos lenguajes y se resiste a clasificaciones duras».
Uno de los aspectos más novedosos de la creación performática es el modo en que interpela al espectador, generalmente asociado a la sorpresa y la audacia: a través de estos componentes, la disciplina le hace frente a la multiplicación de soportes (internet, redes sociales) que en los últimos años han «democratizado» la producción de contenidos -colocando esa posibilidad de crear y difundir al alcance de cualquier persona- y han restado afluencia a la contemplación del arte.
Frente a esta posible devaluación del rol del espectador, cabe preguntarse qué criterios y expectativas guían al público de la performance. «Me interesa la definición de espectador que da Frazen Ward. El habla del espectador como un ‘testigo no inocente’. Alguien que está involucrado -activa o pasivamente, voluntaria o involuntariamente- en aquello que se está desarrollando frente a su mirada», destaca Alvarez.
«La experiencia en vivo es la que cuenta. Por el grado de conmoción que atraviesa a los cuerpos cuando se encuentran frente a una experiencia estética fuerte, como comúnmente suelen ser las performances», señala la curadora.
Ese sesgo asomará seguramente en las puestas que se presentarán en la segunda edición de la BP.17, cuyo mayor reto es igualar el impacto que generó en su debut de hace dos años la presencia de la artista serbia Marina Abramovic -ícono de la disciplina-, la multafécita Laurie Anderson o la francesa Sophie Calle.
El ciclo apunta a un público con suficientes márgenes de desprejuicio y flexibilidad para aceptar los inasibles formatos que propone la performance: «El espectador de este tipo de puestas está interesado en ‘poner el cuerpo’, en hacer acto de presencia, en participar de una obra que se está desarrollando en vivo, delante de tu mirada. Un espectador que desea ser interpelado y que se considera un factor esencial y constitutivo de la obra que está presenciando», se entusiasma Alvarez.
El colonialismo, la guerra, la tecnología y el espacio público son algunos de los núcleos que se desplegarán durante más de tres semanas en espacios como la Colección Fortabat, la Fundación Proa, el Malba, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Parque de la Memoria, la Facultad de Derecho y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, la UNA, el Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella, las galerías Ruth Benzacar y Barro, el Centro Cultural Recoleta y el Cultural San Martín, entre otros.
«El temario académico fue pensado a partir de los múltiples cruzamientos que hoy se dan entre la esfera artística y educativa, con el objetivo de capitalizar el valor performativo de las prácticas artísticas en su interacción con el sistema educativo.
Pensamos que el fundamento del tramado conceptual y operacional de una sección académica no debería reducirse a ser solo un área de reflexión sino más bien su función es la de crear un espacio en el que se ponga en acto el potencial del arte contemporáneo para movilizar las propuestas educativas», indica Tambutti.
Para Alvarez, la perfomance se enfrenta hoy a un dilema crucial: » no perder su espíritu irreverente y radical al haber ganado un lugar de tanto protagonismo en la agenda actual».
«Todavía me pregunto si la performance tiene la posibilidad de crear una ruptura en esa superficie de diseño en su intento de ver las cosas «como realmente son», de llegar a una realidad detrás de la superficie, y si en ese enfrentamiento a un mundo de diseño total, en su acto de ruptura violenta, en esa mirada que va por debajo o detrás, no nos volvemos a encontrar con ‘la órbita vacía, negra y sin fondo» del visitante divino y ausente'», concluye Tambutti.