El Salvador: la Corte Suprema reconoce la identidad de género de una persona trans

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Desde que tenía cinco años, Lea se empezó a sentir incómoda con su cuerpo. Miraba a las otras niñas y se sentía identificada con ellas, se sentía como ellas. Se miraba al espejo y no se sentía conforme, así que durante todo un lustro, de tanto mirarse y no reconocerse decidió cambiar. A los 10 años comenzó a tomar estrógeno, y durante muchos años más tomó hormonas, hasta que una cirugía de reasignación de sexo la convirtió en la mujer coqueta y bonita que es ahora. A sus 27 años, a Lea ya no solo la reconoce como mujer el espejo. Una corte del Estado de Virginia dijo en 2011 que ella es una mujer con plenos derechos y seis años más tarde, el 16 de febrero de 2017, la Corte Suprema de Justicia salvadoreña avaló esa sentencia, y ha ordenado que en El Salvador se le reconozca también con su nombre de mujer.

Con 11 votos a favor de los magistrados en Corte Plena, a Lea se le permitirá marginar su partida de nacimiento con el nombre que escogió como parte de su transición. Si bien el fallo de la Corte es parcial y omite pronunciarse respecto al cambio de género, supone un parteaguas para el reconocimiento al derecho de la identidad por el que lucha la comunidad LGBTI en el país.

Con su resolución, los magistrados dejan claro que la identidad es aquello que distingue al individuo y lo singulariza. Bajo esa premisa, han suscrito un fallo que le permitirá a un hombre por nacimiento llevar añadido el nombre de mujer en sus documentos, aunque el de Lea no es el nombre que ella ha escogido para que aparezca en sus papeles. Desde Estados Unidos Lea pide ser llamada Lea por temor a represalias contra su familia, que habita en una comunidad con presencia de pandillas.

El fallo de la Corte, aunque fue votado en febrero de 2017, no fue resuelto sino hasta la primera semana de mayo, con la incorporación de los votos concurrentes y disidentes de cuatro magistrados. En definitiva, la mayoría en la Corte Plena (11 votos) optó por consagrar el derecho humano a la identidad como razonamiento principal para resolver en favor de la peticionaria, una garantía que prohíbe «al Estado y a los particulares intervenir o irrespetar la biografía de un individuo”.

Este precedente, además de suponer un avance en los derechos de la comunidad LGBTI, sirve a los magistrados para marcar distancia de la Corte plena que los precedió, y que en 2015 le negó este derecho a otra mujer trans a la que también una corte estadounidense había otorgado el cambio de nombre y género. «En esa ocasión esta Corte, con variaciones respecto de su actual conformación subjetiva, sostuvo que la sentencia citada era incompatible con el ordenamiento jurídico interno y, por ello, no era procedente autorizar su homologación como título habilitante para su posterior ejecución e inscripción en los registros públicos respectivos. El argumento central en el mencionado precedente fue que los arts. 11 y 23 inc. 2° de la Ley del Nombre de la Persona Natural (LNPN) prohibían el cambio del nombre propio cuando este es equívoco respecto del sexo».

Lea es hija única por parte de su mamá, y tiene dos hermanos más por parte de papá. Contrario a la historia de muchas mujeres trans que son desterradas de sus casas al declarar abiertamente su identidad de género, siempre tuvo el apoyo de su familia. Fue su papá quien a los diez años la llevó a conocer a la mujer transgénero que le recomendó empezar a tomar estrógeno; y su mamá fue la primera en apoyarla en su transición. Tampoco era la primera mujer trans de su núcleo familiar: además del hermano de su abuela y un primo hermano, creció con dos primos más que también completaron su transición.

Lea, cuando niña, trabajaba junto a su tía vendiendo verduras en un mercado, y a los 15 años entró a formar parte de un elenco coreográfico que hacía presentaciones en eventos privados bailando ritmos tropicales, como salsa y merengue. Desde su llegada a Estados Unidos en 2009, se incorporó también a un elenco coreográfico con el que ahora baila Hip-Hop.

“Fue una espera muy larga, pero valió la pena. Yo nunca he sido un hombre, solo nací con algo de más. Siempre he sido una mujer”, dijo Lea a El Faro. El último tramo de su transformación comenzó en 2009, cuando migró a Estados Unidos para perseguir su versión del sueño americano: una cirugía de reasignación de género. Su papá vivía desde hace algún tiempo en ese país y fue quien le ayudó a tramitar la residencia. En la apariencia física de Lea ya no hay rasgos masculinos. Según dice, el estrógeno que tomó desde los 10 años fortaleció su proceso de hormonización, lo que permitió que su cuerpo se desarrollara de manera similar al de una niña: se le formaron curvas, le crecieron pechos, se ausentó el vello facial. “Mi rostro siempre fue muy femenino”, asegura y agrega que por haber empezado tan temprano su transición muy pocos recuerdan su pasado masculino.

En noviembre 2010, Lea se sometió a una vaginoplastia, es decir, una cirugía que recrea una vagina. Su ciudadanía estadounidense estaba en trámite, es por ello que una vez que salió del hospital, solicitó el cambio de nombre y de sexo en sus documentos. Una corte del condado de Fairfax, en Virginia, a principios de 2011. Lea estaba feliz, había cumplido el sueño de completar físicamente su transición. Su felicidad, sin embargo, se vio opacada en marzo de ese mismo año con la muerte de su tía, también ciudadana estadounidense. Ella pudo velar sus restos en ese país, pero su cuerpo sería sepultado en El Salvador. “Mi mamá estaba muy mal por la pérdida de su hermana, yo no podía dejar de venir a acompañarla en ese momento”, relata. Su pasaporte estaba vencido en ese momento y acudió al consulado salvadoreño para que le extendiera uno provisional y pudiera renovarlo en la sede de su ciudad.

La cirugía a la que ella se sometió duró tres horas y recuperarse le tomó tres meses. Pero nada de eso le supuso una dificultad. Lo peor, dice, sucedió cuando viajó a El Salvador.

El Salvador es un país homofóbico y transfóbico. Cuando mujeres trans han sido asesinadas, la Fiscalía General de la República las identifica como “un hombre vestido de mujer” en una escena del crimen. Sus asesinatos, de hecho, ni siquiera son investigados. Lea estaba consciente de que su apariencia no era correspondiente al nombre masculino en su pasaporte, y que su país no es “tan open mind” como en el que ella vive. El amor por su mamá y su tía, sin embargo, fue más grande que cualquier acto de discriminación del que pudiera ser víctima. “No me querían dejar pasar por aduana en el aeropuerto. No entendían por qué mi residencia tenía nombre de mujer y mi pasaporte, de hombre”. Después de que sus documentos rotaron entre todos los agentes de aduana que atienden en el aeropuerto y la convirtieran en el centro de sus miradas más escépticas y risas más burlonas, por fin la dejaron salir.

La autoestima que los estrógenos, el bisturí y su familia le habían ayudado a construir por 21 años, la pisotearon en cuestión de cinco días las autoridades salvadoreñas de migración. Poner al día sus documentos no solo le significó perder tiempo innecesario en el trámite, sino una serie de humillaciones a su dignidad. Después del incidente a su llegada a El Salvador, Lea se reunió con su abogada, vecina y amiga de infancia. Le preguntó sobre los problemas que su cambio de sexo podría representar para la renovación de su pasaporte. Su amiga le anticipó que eran inevitables, pero que tenía que hacerlos para viajar con sus documentos en regla.

Dos días antes de regresar a Estados Unidos, se presentó temprano a la oficina de la Dirección de Migración y Extranjería, con la esperanza de aprovechar el resto del día en otras actividades. Un trámite que normalmente toma alrededor de dos horas, a Lea le significó perder todo el día: “En migración me hicieron otro zafarrancho. Me dijeron que cómo se me había ocurrido viajar”, relata. Las risas y las miradas fueron de nuevo protagonistas. Le dijeron que su caso no era “normal” y, previo a entregarle su documento renovado, le hicieron una advertencia: “Me dijeron que me iban a dar el pasaporte, pero que no sabían si en aduana me iban a dejar pasar”.

Llegado el día de su regreso a Estados Unidos, Lea se anticipó a los problemas que, de nuevo, podría generarle su documento. Las aerolíneas recomiendan estar por lo menos dos horas antes en el aeropuerto para que el pasajero se asegure de no perder el vuelo. Lea llegó cuatro horas antes y aun así, casi pierde su vuelo. Cuando llegó a migración, los agentes la hicieron pasar a una oficina para interrogarla. La registraron para asegurarse de que no llevara droga y la hicieron desvestirse. “Me desnudaron por el morbo de saber cómo me veía. Los agentes llegaban uno detrás de otro a verme, y no eran solo hombres, mujeres también”.

Al regresar a Estados Unidos, Lea le pidió a su amiga de infancia que le ayudara a solucionar su problema, también quería que en su país la reconocieran como mujer para no tener que pasar nunca más por las humillaciones de esa ocasión. Su amiga abogada le prometió que la iba a ayudar y se apoyó en José Pedro Guzmán para que presentara el recurso. Él nunca habló con ella, solo se encargó de darle trámite a la sentencia extranjera. Este es el primer caso en el que Guzmán representa a alguien de la comunidad LGBTI y su interés por él era tal que solo le pidió a González que le reconociera los gastos de transporte. El recurso lo interpuso en mayo 2013, y por tratarse de un tema «delicado», agrega, se hizo la idea de que no vería una resolución pronto. Los magistrados resolvieron el 16 de febrero 2017, tres años y nueve meses después de haberla recibido. Para el viernes 5 de mayo, él aún no había sido notificado oficialmente del fallo al que El Faro tuvo acceso.

Si bien la resolución da un paso, sigue estando lejos del ideal. Lea fue reconocida por la Corte del Circuito del Condado de Fairfax, Virginia, Estados Unidos, como mujer hace seis años, meses después de que ella completara su transición. En El Salvador, sin embargo, a partir del fallo de la CSJ, un hombre podrá llevar un nombre de mujer, pero su género seguirá siendo masculino. Guzmán asegura que el fallo de la corte es una “maniobra chueca”, y que en lugar de resolver que se margine la partida, debió de haberse cancelado la actual y emitir una nueva.

En la resolución, de hecho, aunque la Corte Suprema de Justicia ordena que la partida de nacimiento de Lea sea marginada con la incorporación de dos nombres femeninos, los magistrados se refieren a Lea como un «señor». De hecho, sobre el reconocimiento de la identidad de género la Corte omite pronunciarse, aun cuando el abogado de Lea había pedido ese reconocimiento.

«El abogado José Pedro Guzmán Vigil, además de solicitar el permiso para ejecutar la sentencia emitida por la Corte de Circuito del Condado de Fairfax, referente al cambio de nombre del señor […], pide también el cambio de sexo masculino a femenino de su representado; cabe señalar que en dicha sentencia no se hace referencia al cambio de sexo, por lo que esta Corte no puede pronunciarse respecto de ese punto de la solicitud», dice la resolución. Sin embargo, la resolución de la Corte en Estados Unidos resolvió que en la documentación estadounidense de Lea ella sea reconocida como mujer.

De los cuatro votos restantes, dos fueron concurrentes y dos disidentes. En la argumentación de su voto concurrente, la magistrada Dafne Sánchez explica que no puede acompañar a sus compañeros en ese punto, ya que al autorizar el cambio de nombre “el efecto registral debe ser la cancelación de la respectiva partida de nacimiento y el asentamiento de una nueva”. La magistrada fundamenta su argumento en el artículo 24 de la Ley del Nombre de la Persona Natural.

Los votos disidentes en esta ocasión fueron de María Luz Regalado y Luis Rivera Márquez, que en su razonamiento cuestionan la decisión de sus compañeros por no apegarse al ordenamiento jurídico salvadoreño y homologarla parcialmente mediante el empleo de la “interpretación evolutiva”. Los magistrados concluyen que no se resolvió con “prudencia y mesura” y citan el artículo 36, inciso 3, de la Constitución, que establece que será la ley secundaria quien regulará el derecho a tener un nombre que identifique a las personas.

En su voto razonado, además, los magistrados hacen un esbozo de lo conservadora, homofóbica y retrógrada que son la sociedad y la legislación salvadoreña: “Así las cosas, resulta que el solicitante cuando cambió de nombre y sexo en el extranjero, es de suponer, que sabía que hay diferencias entre nuestra sociedad y la extranjera, que saltan a la vista de cualquier espectador, que en la nuestra imperan cánones tradicionales de comportamiento. Que, entonces, tal situación quizá no se acomodaría a nuestra sociedad completamente. Sin embargo, optó por ejecutar los cambios, aceptando los riesgos que implicaba un posible rechazo de su petición en suelo salvadoreño. Si esto es así, ¿por qué la sociedad entera tendría que acomodarse al riesgo que solo él debería asumir?”

Alegan que es la Asamblea Legislativa la que debe pronunciarse sobre este tema, ya que ante la ausencia de un marco legal y tomando en cuenta que se trata de un tema que podría alterar el paradigma social, jurídico y moral, «debe ser discutido por quien compete, el soberano, el pueblo salvadoreño debidamente organizado».

Para activistas de la comunidad LGBTI, el fallo de la Corte es una buena noticia. Además de abrir la puerta a que otras mujeres trans también se les reconozca su derecho a la identidad, construye una línea jurisprudencial, es decir, que define un patrón de desarrollo decisional, lo que permitirá que los demás tribunales deben resolver en el mismo sentido. «Para nosotros significa una gran oportunidad para finalmente El Salvador pueda legislar para que legalmente la población trans pueda cambiarse el nombre asignado al nacer y ponerse con el que se identifica y les permita tener una plena vida», dice Bessy Ríos, abogada y activista defensora de derechos de la población LGBTI.

Karla Avelar, directora ejecutiva de Comcavis Trans, explica que casos como el de Lea sirven para establecer un precedente de discriminación cuando las mujeres trans que viven en el exterior visitan El Salvador, y sufren vejaciones por el hecho de que el nombre de sus documentos no es congruente con su identidad de género: «¿Qué nos deja como evidencia esto, que es una necesidad la Ley de Identidad de género que va a dar cumplimiento a los derechos de este sector de la población LBGTI y, obviamente, la reducción de la discriminación y del estigma».

Los riesgos a los que los magistrados hacen referencia en su voto razonado y a los que Avelar hace referencia, Lea los afrontó en 2011, mucho antes de que su caso llegara a Corte plena.

El abogado Guzmán Vigil aún es cauto sobre el proceso a seguir después de este fallo de la Corte para que Lea sea reconocida como mujer en el país. Mientras tanto, ella fantasea con la idea viajar a El Salvador lo más pronto posible para modificar sus documentos salvadoreños, e incluso regresar a vivir a este país. «Estados Unidos es un país muy bonito, y fue el lugar donde yo pude cumplir mi sueño, pero extraño mucho a mi mamá, a mi gente».

El Faro

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