¿Qué puede pasar en Venezuela? – Por Marco Teruggi

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

1. Lo que mata de las balas es la velocidad. Como las dos que atravesaron el cuerpo de Bryan Principal el martes por la noche. Tenía catorce años, vivía en la Ciudad Socialista Simón Bolívar, en Barquisimeto, su madre lo había enviado a comprar empanadas. Quedó en el eje de los disparos que habían comenzado a las 8h30 de la noche, cuando desde un carro abrieron fuego contra un puesto de la Guardia Nacional Bolivariana. Quince horas después murió.

-Culpo a los opositores, culpo a la derecha que manifestaron y le quitaron la vida a mi hijo. Dijo la madre, Marbelys Jiménez. Pidió justicia.

La derecha acusó a los “colectivos”, esa palabra que pasó a condensar todos los miedos y enemigos del imaginario escuálido. La hipótesis es insostenible: se trataría de grupos chavistas que habrían aprovechado una acción de calle de la derecha en un urbanismo hecho por el Gobierno para asesinar a un chico. Un sin sentido que para muchos es verdad. No importa la lógica cuando todo es parte de una “maquinaria dictatorial”. Desde esa perspectiva cualquier acción es concebida como engranaje del plan totalitario. No creerán nunca que sus dirigentes hayan diseñado esa y otras muertes. Incluso que podrían programar la de su propia base social, es decir, ellos mismos que acusan de todo al gobierno. Pasó en el 2002 con los francotiradores. Cuando se necesita río revuelto se lo revuelve hasta lo más hondo.

Lo que mata de las balas es la velocidad. Y en el caso de la derecha su cobardía.

2. Esa derecha decidió acelerar el tiempo, empujarlo hasta quebrar la realidad. Si para eso son necesarios más Bryan los habrá. Si hace falta inventar muertes políticas también las inventará. Como la de Ricarda Lourdes González, que habría fallecido -según se quiso hacer creer- por la inhalación de los gases lacrimógenos lanzados por la policía. Su hija aclaró que no fue por eso, sino porque quiso trasladar a su madre al hospital por problemas de salud, y no pudo llegar debido a las barricadas. ¿La mató entonces la misma derecha?

Buscar el quiebre se tradujo en seis movilizaciones en dos semanas. Algunas con mayor concurrencia -unas ocho mil personas- como el 6 de abril, otras con apenas pocos miles de personas, o menos. El carácter de las mismas mutó: desde la pequeña concentración en Chacaíto el 1 de abril, pasando por las movilizaciones en la autopista, hasta los focos de violencia del jueves 13 de abril con más vacíos que gente. La derecha intenta combinar las formas de luchas: algunas centralizadas con mayor convocatoria, otras descentralizadas y simultáneas, de tipo mediáticas públicas o en las sombras y el rumor. Busca por dónde encontrar la grieta, el desgaste, el ataque que duela. Hoy son su peor imagen: células con lógica de vandalismo, destrucción de sus territorios, de licorerías y bodegas, quemas de instituciones -la Magistratura, el Instituto Nacional de Nutrición- uso de barricadas, guayas y armas.

Su objetivo anunciado es desembocar en instancias masivas, como la planteada para el próximo 19. Lograr esa masividad demandaría un manejo de fuerza propia, y de capacidad alta de interpretación de la sociedad venezolana, algo en lo cual no ha dado grandes aciertos en estos años. El primer elemento es el que parecen controlar: ahí están los grupos formados por ejemplo por Voluntad Popular, pagos, verticales, que responden a una orden. Lo segundo en cambio depende de la capacidad de hacer política, de convocar, dotar de objetivos a la movilización, atraer masividad. Para eso debería romper los límites de su propia base social y conectar con las demandas/quejas que tiene una gran parte de la sociedad. ¿Podrán hacerlo desde su lógica golpista y confrontativa? El 19 será una prueba.

Sino seguirán como decía Bertold Brecht: como burgueses asustados, que es lo más parecido a los fascistas.

3. Lo que borra la frontera de lo real y lo irreal también es la velocidad. La de los twitt, grupos de watsap, audios, fotos, rumores que se superponen hasta inundar la subjetividad. Pasa de día y de noche, como un tiempo que se acelera y parece siempre a punto de un estallido. Sin eso lo anterior no tendría el impacto que tiene. El plan no se sostiene sin el andamiaje comunicacional que sobredimensiona los mismos hechos, o que incluso los inventa. La derecha acertó ahí: pica adelante, lanza matrices, pone al chavismo a desarmar. Y, se sabe, el que posiciona la idea está a la ofensiva, y el que tiene que desmontarla, está a la defensiva.

Lo que más se necesita es información. Menos propaganda de dirigentes, y más datos, números, noticia de los hechos que suceden en tiempo real. La arquitectura de comunicación oficial no logra hacer frente a la dinámica de múltiples ataques que se viralizan por redes. La respuesta parece la de un gigante lento que suele pegar más en el vacío que en el blanco. Hacer en VTV como si la realidad de la cual todos hablan no existiera, simplemente hace que se busque en otra parte. ¿Cuál es esa otra parte, dónde se consigue hoy la información? Se trata de un problema que viene de antes, de demasiado lejos para una revolución que juega en estos tiempos modernos, 2.0.

¿Cuál es hoy la situación del chavismo, de su base social? Algunos hechos indican movimientos necesarios dentro de un escenario de desgaste, como lo son algunas asambleas populares -en el urbanismo de la Gran Misión Vivienda Venezuela de Montalbán, por ejemplo. Esta situación, tanto la avanzada violenta interna como la externa, genera mayor unidad y fortaleza propia, el regreso de la épica. El chavismo se encuentra en su laberinto: la calle y el territorio deberán ser su bastión principal, necesita información certera y no rumores, y su desafío es no caer en provocaciones. Porque la derecha busca, mata, se acerca a territorios populares, quiere la confrontación civil. Lograrlo será un argumento de peso para alimentar el frente externo, el principal.

El titiritero, siempre hay que recordar, no es venezolano.

4. Llegarán los momentos de balances, de recordar que esta escalada golpista tuvo como elemento catalizador la decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Se podrá decir que cualquier otro argumento hubiera sido válido, y el debate quedaría anulado. Es cierto, en parte: la sentencia del TSJ no es responsable del escenario actual. Sin embargo, también lo es que fue darles un argumento del cual agarrarse para lanzarse con toda la furia. En particular en plena ofensiva que ya venía desde la Organización de Estados Americanos. No sería la única decisión desacertada que le habría dado aire a la derecha golpista.

Y será necesario debatirlo porque si bien desde hace varios días todo se ha traslado al escenario de resistencia, y como tal la retórica y el llamado son otros, no hay que olvidar que el inicio del conflicto -el supuesto auto-Golpe denunciado por la derecha- no convocó a la mayoría de la sociedad a las calles ni al involucramiento directo. ¿Por qué?

Hoy el país está nuevamente en sus días más complejos. Cualquier crítica, polémica que pueda darse, nunca deberá olvidar a quien se enfrenta: al imperialismo norteamericano y a sus ejecutores nacionales que tejen planes donde mueren chicos llamados Bryan, se incendian instituciones, se busca la confrontación civil, se intenta un quiebre democrático. ¿Es un azar que una de las etiquetas posicionadas por la derecha en estos días haya sido #EleccionesNoLibertadSi? Venezuela debe ser defendida. Las dudas, incertidumbres, deberán ser resueltas dentro del chavismo. No existe nada por fuera. Perder no es una opción.

De lo contrario habrá un gobierno de burgueses asustados que dispararán con velocidad.

Marco Teruggi. Licenciado en Sociología. Cronista y periodista.

TeleSur

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