Perú, Fujimori, autogolpe y 25 años después, la continuidad neoliberal
Por Carlos Noriega
Un cuarto de siglo después del autogolpe de Alberto Fujimori en Perú, el fujimorismo mantiene vigencia política, tanto así que desde hace un año se ha convertido en la mayoría absoluta en el Congreso unicameral. Antes, había sobrevivido la estrepitosa caída de su gobierno, ocho años después del autogolpe, que terminó con la fuga del dictador, quien luego sería capturado, extraditado al Perú, juzgado y condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad y varios cargos de corrupción. No sólo mantiene vigencia política sino que el fujimorismo aparece como una suerte de padre o custodio del régimen vigente más a allá del paso de distintos gobiernos.
“El de Fujimori fue un golpe para imponer un tipo de Estado, un modelo económico neoliberal. En ese sentido, el fujimorismo ha tenido éxito en la medida que ese tipo de Estado y de modelo neoliberal se mantienen. También se mantiene una forma de hacer política clientelar que imita mucho a lo que hacía Fujimori”, declaró el sociólogo Alberto Adrianzén.
Fue la crisis de los partidos políticos permitió el surgimiento de Fujimori y su golpe, pero después éste profundizó la crisis para su beneficio con un discurso anti partidos. Fujimori, aliado con los militares, dio el golpe desde el sillón presidencial, al que había llegado dos años antes, ganándole sorpresivamente las elecciones al escritor Mario Vargas Llosa. Cerró el Congreso, de mayoría opositora, el que luego reemplazaría por uno bajo su control, e intervino el Poder Judicial y todas las instituciones públicas. El día del golpe también intervino los medios de comunicación, a cuyos propietarios luego sobornaría para asegurar su respaldo. En alianza con los empresarios impuso una dura política neoliberal, que se mantiene hasta hoy, la que acompañó con la represión contra sindicatos y movimientos sociales, y con un extendido clientelismo que le dio respaldo en sectores populares. Cambió la Constitución para afianzar y perpetuar su poder, y para darle protección constitucional al modelo neoliberal. Constitución que se mantiene como una pesada herencia. Una corrupción institucionalizada y una extendida práctica de violaciones a los derechos humanos también marcaron el paso de Fujimori por el poder.
El golpe cívico-militar fujimorista perpetrado desde la presidencia para liquidar a la oposición, concentrar todo el poder e intentar perpetuarse en el gobierno, ingresó en la política latinoamericana como un nuevo tipo de golpe, conocido desde entonces como “fujimorazo”.
“El golpe de Fujimori y su gobierno, que han tenido consecuencias nefastas en las relaciones entre las instituciones y en mantener y recrear una cultura no democrática, jugó un papel especial en América latina en lo que fueron las medidas de ajuste estructural muy severas, y en términos institucionales en reformar las Constituciones para beneficio propio, imponiendo la reelección presidencial, que hasta entonces no existía en la región”, le señaló a este diario Fernando Tuesta, profesor de ciencias políticas de la Universidad Católica del Perú.
Adrianzén, quien fue asesor principal del ex presidente Valentín Paniagua (2000-2001) cuando éste asumió el poder luego de la caída y fuga de Fujimori y condujo una transición democrática por ocho meses hasta que se llamó a nuevas elecciones, asegura que “la transición democrática post Fujimori fracasó” y que eso se refleja en la popularidad del fujimorismo actual. “Debía darse –precisa Adrianzén– un gran pacto antiautoritario para cambiar la Constitución fujimorista, la política económica neoliberal, pero eso no se hizo. En los escasos ocho meses en los que estuvo al frente del gobierno, Paniagua avanzó en la tarea para derrotar políticamente al fujimorismo, desmantelarlo y terminar con su herencia, pero le faltó tiempo y los que vinieron después no continuaron esa tarea”.
Tuesta explica las razones de la popularidad del fujimorismo, a pesar de las evidencias de corrupción y violaciones a los derechos humanos: “Sendero Luminoso (grupo armado maoísta) desapareció en el gobierno de Fujimori y mucha gente tiene la idea que fue gracias a él, y eso le ha dado un rédito que se mantiene hasta hoy. Dar en su momento estabilidad y seguridad, al terminar con la hiperinflación y con el terrorismo, son pilares para el apoyo que tiene el fujimorismo”.
Ese recuerdo de Alberto Fujimori, y la base popular que construyó con sus políticas clientelistas –que el fujimorismo de hoy continúa–, sostienen el respaldo que tiene el partido del ex dictador, pero, a la vez, el recuerdo de ese régimen autoritario, cuya impronta se mantiene en los herederos del dictador, y de la corrupción, que acompaña al fujimorismo hasta hoy, son una barrera que le impide al fujimorismo crecer lo suficiente para ganar la presidencia. Hace un año, Keiko, hija y heredera política de Alberto Fujimori, ganó en primera vuelta, pero luego perdió en el ballottage ante Pedro Pablo Kuczynski.
Sobre la relación actual del fujimorismo con la democracia, Adrianzén opina que “el fujimorismo, que es una forma clientelar y autoritaria de hacer política, participa en elecciones, pero sigue siendo una amenaza autoritaria”.
Albero Fujimori recordó su golpe de Estado en su amplia prisión VIP en un cuartel policial, donde cumple su condena de 25 años. Desde ahí, desafiando la memoria y el sentido común, defendió, vía Twitter, el golpe de 1992 diciendo que éste había “salvado la democracia”, y, retando a la realidad, se autocalificó como “el arquitecto de la democracia moderna”.