Macri y Trump: una foto que puede traer problemas – Por Leandro Morgenfeld
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Macri y Trump, que se frecuentaron como socios en negocios inmobiliarios hace tres décadas, tendrán hoy su primera reunión como presidentes. El argentino había imaginado una previsible continuidad del alineamiento con Washington, si ganaba Hillary, y no termina de entender el cambio de contexto mundial que provocó el magnate republicano. La Casa Rosada multiplica los esfuerzos por mostrar al presidente argentino como el interlocutor regional ideal del magnate, pero hasta ahora no tuvo buenas noticias ni en materia comercial (limones, biodiesel), ni de visas (reversión de facilidades dispuestas por Obama). La Casa Blanca destacó tres temas a debatir en el almuerzo de trabajo: seguridad e inteligencia, influencia de China y situación de Venezuela. No está claro qué va a proponer Macri, quien llega a Washington sin embajador, tras la conflictiva renuncia de Lousteau.
Desde que asumió, Macri y su canciller Susana Malcorra señalaron que desplegarían una política exterior «desideologizada», cuyo objetivo es la atracción de capitales, el financiamiento a menores tasas y la apertura de nuevos mercados para los exportadores. En su primer año como presidente, Macri no ahorró señales hacia el gran capital financiero, pero sobre todo hacia Estados Unidos. Desde su concepción liberal, la vía para dar seguridad jurídica a los inversores externos es firmar Tratados de Libre Comercio (TLC). Viajó a Davos, se reunió con líderes europeos y recibió a Obama. En julio visitó Chile para participar por primera vez de la cumbre presidencial de la Alianza del Pacífico, donde insistió en que el Mercosur estaba congelado y debía sellar un tratado comercial con ese bloque; luego voló a Francia, Bélgica y Alemania, para relanzar las negociaciones de un «acuerdo de asociación» con la Unión Europea; y culminó su periplo en Estados Unidos, para reunirse con los CEOs de empresas de telecomunicaciones y servicios. «Argentina volvió al mundo», declaró en Berlín, eufórico.
Los gobiernos neoliberales que apostaban a la continuidad con Clinton y a la firma y extensión de acuerdos como el NAFTA y el TPP, ahora están obligados a recalcular. El Brexit y la asunción de Trump modificaron el escenario internacional. Se les dificultará seguir con la política de promoción del libre comercio, endeudamiento externo masivo y concesiones para atraer inversiones estadounidenses. El contexto internacional va a ser mucho más adverso. Cantan loas a la globalización neoliberal, cuando en Estados Unidos y Europa está siendo impugnada.
El encarecimiento del crédito, a partir de la suba de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal, obliga a los países latinoamericanos a abandonar las políticas de endeudamiento externo y desplegar estrategias que reviertan la desigualdad y dependencia que se profundizaron a partir de la aplicación acrítica de la globalización neoliberal que impusieron desde los centros del capital trasnacional. Como ya no vendrá la «lluvia de inversiones» que añoran los gobiernos neoliberales, es contraproducente otorgar concesiones para «seducir» a los mercados. Macri no parece tomar nota del cambio de escenario. En su primera conferencia de prensa del año, el 17 de enero, declaró: «No creo que las políticas proteccionistas de Donald Trump nos perjudiquen. Espero que le dé importancia a la relación con Argentina, creo que hay un enorme camino para recorrer juntos. Tenemos mucho por mejorar en esta ruta que trazamos con Barack Obama y que esperamos continuar».
Los hechos chocan con sus expectativas e ilusiones: la nueva administración estadounidense revirtió en enero algunas de las poquísimas concesiones que había otorgado Obama a la Argentina: suspendió la entrada de limones argentinos a Estados Unidos en diciembre de 2016 se había anunciado el fin de la restricción fitosanitaria que bloqueaba esas exportaciones hacía 15 años- y la flexibilización en el otorgamiento de visas a argentinos. Además, hace algunas semanas los productores estadounidenses de biodiesel amenazaron con trabar las importaciones provenientes de la Argentina. Esto reforzaría el déficit comercial bilateral, que históricamente padece nuestro país. Para Trump, entonces, la subordinación casi gratuita de Macri es ganancia pura. Para Nuestra América, un problema. En vez de solidarizarse con México e impulsar una coordinación y cooperación política con los países de la región, para enfrentar las amenazas que plantea el nuevo gobierno de Estados Unidos, Macri pretende ser el interlocutor predilecto de Trump, reemplazando a Peña Nieto, Temer o Santos. Ese alineamiento, ya transitado en los años noventa con Menem, en funcional a la lógica de fragmentación que Estados Unidos impulsa hace dos siglos en América Latina y que sólo trajo dependencia y falta de autonomía para los países de la región.
Posiciones como las de Macri van en el sentido contrario a una perspectiva de integración regional más autónoma. Macri va en busca de la foto en la Casa Blanca, para mostrarse nuevamente como un líder arropado por los gobiernos de las potencias occidentales. Pero alinearse con alguien como Trump tiene un enorme costo para las derechas gobernantes. Trump es un impopular -el que llega con mayor índice de rechazo tras sus primeros 100 días-, que está siendo enfrentado por mujeres, inmigrantes, afroamericanos, latinos, musulmanes, estudiantes, ecologistas, sindicatos, organismos de derechos humanos y la izquierda en Estados Unidos. Además, su prédica hispanofóbica y su propuesta de ampliar el muro en la frontera con México sólo va a generar más rechazo en la región. ¿Entrará ese cálculo en la lógico político-electoral de Cambiemos? ¿Qué va a pasar cuando Trump visite la Argentina en 2018, para la cumbre presidencial del G20? Las primeras respuestas las tendremos hoy, cuando se escenifique el primer encuentro en la Casa Blanca entre dos magnates como una vieja amistad.
(*) Profesor UBA. Investigador Adjunto del Conicet. Co-Coordinador del Grupo CLACSO “Estudios sobre EEUU”.