La derecha bancaria y su “venezonalización” (Ecuador) – Por Werner Vásquez Von Schoettler

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

En la pasada campaña electoral la derecha bancaria usó el término de “venezonalización” para referirse en su campaña sucia, a que si el Ecuador optaba por la continuidad de la Revolución Ciudadana, estaría siguiendo “el camino de Venezuela”: crisis política, económica, social, etc. Se usó y se sigue usando ese calificativo para denostar todo lo logrado durante esta década pero sobre todo para situar mediáticamente el supuesto de que ellos son el verdadero cambio.

Ese mismo cuento que se ha usado en países como Argentina, Brasil, Bolivia, etc., con el objetivo de descalificar la continuidad de la izquierda progresista. Con ese calificativo, primero se ha querido poner en un solo saca todos los procesos progresistas, desconociendo las particularidades de cada proceso. Sin duda hay premisas generales en el progresismo pero los modos de hacer y ejercer el poder han sido diferentes. La victoria de Lenín Moreno derrota, también, la visión de péndulo, de la teoría del fin de ciclo que propios sectores de la izquierda progresista comenzaron a posicionar frente a la incapacidad de interpretar las particularidades de cada país. Segundo, la derecha bancaria que usó como punta de lanza ese calificativo ha caído en su propia trampa, demostrando que no posee personalidad política propia, es decir, sustancia ideológica, además, de que carece de organización partidista, que solo se compone de grupos clientelares-electorales. Su déficit organizativo ha desvelado su compra de tácticas políticas que la derecha venezolana ha utilizado por más de una década en ese país.

La importación de esas tácticas demuestra la hiperdependencia del hacer política con base en el dinero. Y ahora se encuentran en un callejón sin salida porque si su postulado mayor en campaña fue desmontar la Constitución de Montecristi, ahora recurren a esa Constitución para reclamar lo que sea. De facto desconocen la institucionalidad democrática, ni siquiera les importa lo que digan las instituciones internacionales como la OEA. Estaban tan seguros de posicionar con toda la fuerza su victoria mediática-encuestadora que se olvidaron de los votos reales. Y al desconocer todo el proceso no saben por dónde salir con el menor número de bajas. Tercero, la votación obtenida por ellos en las urnas no les pertenece como tal, porque concentran diversas fuerzas opositoras al régimen. Su electorado propio es menor al 50% del total obtenido y a medida que sigue con su accionar errático, su capital político disminuye. Ahora están atrapados en su propia trampa.

Si siguen desconociendo caprichosamente todo, eso implica desconocer a su propia gente. El discurso de tarima pierde fuerza y no les queda más que refugiarse en sus partidos mediáticos. Cuarto, su peor enemigo no es la Revolución Ciudadana, sino la derecha comercial, exportadora que no le cederá ni un milímetro de espacio de poder, ni a la banca, ni a los importadores. De esta forma la derecha bancaria está aprendiendo su peor lección de que importar modelos políticos opositores como el de Venezuela no calzan de ninguna manera en el Ecuador. Así la peor derrota no está en las urnas –no ganaron nada- sino que están al borde del desquiciamiento político. Su líder y su discurso del “cambio” se han desnudado de cuerpo entero. Representan lo más retardatario del neoconservadurismo moral. Nunca fueron opción ni lo serán.

(*) Sociólogo. Magíster en Relaciones Internacionales(especialidad Economía y finanzas). Magíster en educación Intercultural.

El Telégrafo

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