Colombia: Raza, apellido, universidad (María A. García De La Torre)

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Por María A. García De La Torre. Escritora, editorialista y columnista nacida en Bogotá. Estudió literatura en la Universidad de los Andes. Reside en España.

La segregación en Colombia es particularmente grave en el ámbito educativo y laboral.

Para nadie es un secreto la correlación que existe entre la universidad, la raza y los apellidos en Colombia, como criterio para segregar a mestizos, mulatos e indígenas y así perpetuar la estructura racista heredada de la Colonia. La estratificación social es tan inherente a la cultura que se usa incluso para diferenciar el costo de los servicios públicos y del alquiler. Esto ha separado las razas desde el arribo de los españoles y aún hoy ofrece un triste panorama, no solo en las aulas de clase sino en los barrios y en los lugares de esparcimiento.

La segregación es particularmente grave en el ámbito laboral, donde los cargos directivos están reservados para individuos egresados de universidades privadas como Los Andes, La Javeriana y el Externado, y los cargos de sus subalternos son ocupados por estudiantes de la Universidad Distrital, Nacional y Pedagógica.

Esta separación se asume con naturalidad, no solo por la casta dominante sino por aquellos que se ven desfavorecidos por ella. En lugar de intentar romper los muros divisorios, se los fortalece de lado y lado. De allí que haya una rivalidad histórica entre universidades públicas y privadas por razones de clase y no por cuestiones académicas. La camaradería entre estudiantes de Los Andes y La Nacional es nula y los congresos, seminarios y grupos de investigación interuniversitarios son prácticamente inexistentes en Colombia.

Esta separación no es sino el reflejo de una sociedad que se cuida de separar las razas y los apellidos en los espacios de mayor interacción social: los planteles educativos. De allí la resistencia –de lado y lado del espectro social– a programas gubernamentales como Ser Pilo Paga, el cual promueve la circulación de estudiantes con base en sus cualificaciones académicas y no en su cuenta bancaria. El programa en cuestión reproduce lo que ha implementado el mundo desarrollado como medida elemental para darles un empujón a aquellos que se ven cortos de presupuesto pero que quieren recibir una educación universitaria.

Esta iniciativa permite diversificar las instituciones educativas incorporando otras clases sociales y otros colores de piel en aulas de clase históricamente destinadas a la educación de estudiantes blancos. Ojalá que el programa Ser Pilo Paga sea la punta de lanza de un plan gubernamental más ambicioso que no solo apoye a estudiantes brillantes. Esto debe complementarse exigiendo a las universidades cupos mínimos reservados para estudiantes pertenecientes a razas históricamente oprimidas como ocurre en las universidades en Estados Unidos. Estas cuotas mínimas garantizan y promueven la diversificación del estudiantado y apuntan a una sociedad más igualitaria regida por ideales meritocráticos, no monetarios ni raciales.

La segregación racial es un tema presente en Colombia que debe desarticularse si queremos dar un paso adelante y no quedarnos enterrados en una sociedad retardataria. Así también se rompe el círculo vicioso de la pobreza y la desigualdad: con acceso a la educación de calidad para estudiantes destacados. Solo así se romperá también la segregación racial que vive la inmensa mayoría de los colombianos, sometidos a ser empleados y no empleadores, a ser gobernados y no gobernadores.

El gran beneficio de la paz que estamos estrenando es la posibilidad de redistribuir el presupuesto de la Nación y destinar un mayor porcentaje a la educación de los jóvenes. Es hora de que seamos una tierra de escritores, arquitectos e ingenieros y repensemos una sociedad racista y clasista que debe quedar atrás. Solo así habrá paz en nuestro país.

El Tiempo 

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