Uruguay: Prohibido criticar la sociedad de la simulación – Por Eduardo Camín

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Pero… ¿por qué dudamos del mejor de los mundos posibles?, algunos intelectuales, comunicadores y académicos nos enseñan con su dialéctica de la autoayuda, de que hay países que están peor, lo que sin lugar a dudas es cierto. El progreso económico fomentado por el “primer ministro” Danilo Astori y su equipo económico se hizo carne y el orden nacido del mismo, nos dio como resultado más tangible, la evidencia del “éxito”.

Profundizando un poco más en el tema, diremos que este avance conservador no puede explicarse por conspiraciones particulares, pues emana de la dinámica propia de la reproducción capitalista, como necesidad sistémica y no como políticas coyunturales que puedan cambiar sin modificar la naturaleza del capitalismo en su fase histórica actual.

Pero es obvio que el comentario a la «realidad», comporta desde tiempos inmemoriales diferentes nombres, como por ejemplo, opinión, información, comunicación, encuesta, diálogo, entre tantos otros. En general, el comentario ha lo que sucede es considerado como un suplemento periférico y la más de las veces ignorado por la «realidad», esto sin duda a causa de la apariencia no menos generalizada por la que el comentario parece situarse fuera de la temporalidad profana de los «hechos».

La separación del pensamiento y la acción humana es la matriz original del discurso contemporáneo, actúa como el arquetipo del conjunto de la sociedad, es el instrumento y el postulado estratégico primero no sólo del poder político sino de la dominación teórica y práctica de la sociedad de la simulación. El pensamiento crítico es permanentemente avasallado por la deformación de la verdad.

Sin embargo, esta apariencia por la que la cosa y la idea, el objeto y el sujeto, la «realidad» y el comentario caen fuera de la unidad temporal, es ella misma un hecho, y no un hecho cualquiera, sino un hecho fundacional de la formación humana en que nos movemos. Un hecho estratégico de esta sociedad que se retroalimenta permanentemente de la unilateralidad de la comunicación social.

La extrema independencia recíproca de estos dos momentos mayores de nuestra temporalidad cotidiana se objetiva en el no menos recíproco desmentido que tanto el curso de los «hechos» inflige silenciosamente a todo «comentario» como en el desmentido que todo comentario, en esta unilateralidad, ejerce bulliciosa y frenéticamente sobre los «hechos», eludiendo interesadamente la inteligibilidad de sus consecuencias

Esta separación interiorizada de la temporalidad total del ser humano, generalizada y materializada socialmente, es un resultado histórico de un tipo específico de sociedad y el furor desesperado de su progresión, que algunos eufemísticamente llaman neoliberalismo, la defensa a ultranza de una separación pretendidamente ontológica.

En fin, quienes se quejan es porque nunca están contentos con nada, que lo que está mal la violencia callejera, cárceles deplorables, salarios sumergidos , corrupción, violencia de género, carencias en la salud, y en la educación de la gente más humilde etc. son factores coyunturales que se están resolviendo, en la dinámica actual.

La corrupción un problema serio o una exageración

Mientras que Uruguay una y otra vez, vende una imagen de inmaculada moral y ética fundamentando su respeto de las leyes, sus compromisos financieros, su democracia con el aval supremo de país serio. No obstante debemos ser consientes que tenemos un panorama que se enmarca en un aérea de turbulencias en toda la política financiera, ello hasta hace muy poco tiempo ha estado encubierto, por importantes flujos de inversión de capitales que están muy lejos de resolver las necesidades del país, pero que por un tiempo dieron la impresión subjetiva que el país andaba bien porque, los índices del consumo así lo maquillaban; se vendía algún autito mas , las inmobiliarias hacían sus negocios y el flujo de crédito interno estimulaba la compra de las pauperizadas capas medias y sectores de trabajadores que solo pudieron endeudarse, a través de la nueva burbuja financiera que se avecina a escala mundial , las tarjetas de crédito.

En un reciente seminario denominado Compliance day: transparencia fiscal y prevención del lavado de dinero, organizado por el estudio jurídico Brum & Costa, surgió la siguiente pregunta: ¿estamos dispuestos en serio a movilizar al país para combatir la corrupción?. En tiempos en que investigaciones como la del Lava Jato en Brasil sacuden la región, esa es la pregunta que se deben hacer los sistemas político y judicial uruguayos, según el presidente de la Junta de Transparencia y Ética Pública (JUTEP), Ricardo Gil Iribarne.

Según Gil, a pesar de que Uruguay es destacado como el país de la región con mejores niveles en el tema, «tiene problemas serios en materia de corrupción».

«Es maravilloso estar mejor que otros países pero la cosa en la región está complicada y parece difícil que estemos bien. Yo no creo que estemos bien, creo que estamos mejor que otros. El punto es el vaso medio vacío: qué tenemos que hacer para que dentro de cinco o diez años no nos pase lo que está pasando en los países de la región»,

Según el presidente de la Jutep, uno de los principales problemas es que en el país no existe un sistema pensado para combatir la corrupción. «Hoy tenemos actores que funcionan por separado pero no hay un sistema claro y definido para combatir la corrupción. Hay actores que actúan –y capaz que muy bien– pero no tenemos una estructura concebida para que esto sea eficaz y tengamos los resultados que tenemos que tener para prevenir la corrupción y castigarla», El resultado de esa falta de sistema, indicó el presidente de la Jutep, es «una percepción de impunidad» por parte de los corruptos, que les permite hacer cosas que no se deberían permitir.”

«Desde la Jutep una de las preocupaciones mayores que tenemos no es qué protagonismo tiene, sino qué deberíamos hacer dentro de un sistema de combate a la corrupción. Qué lugar nos toca, qué deberes debemos cumplir para que nuestra parte sea efectiva. Estoy hablando de un conjunto de actores que deberíamos trabajar articuladamente para que combatir la corrupción», agregó y mencionó al Poder Judicial, la Fiscalía General de la Nación y actores de la sociedad civil, entre otros. Por su parte, el fiscal de Corte, Jorge Díaz, que cerró el seminario, destacó que en Uruguay la falta de un sistema integrado por diferentes organismos con el único objetivo de combatir la corrupción, lleva a pensar que esos casos son menores. «Hay un problema. Es la falta de priorización», señaló.

Es evidente que los grupos ligados al poder –defensores por otra parte de cuanto mega-proyecto anda en la vuelta- (megamineria, plantas de celulosa, puertos de agua profundas etc.) Aun niegan admitir los mecanismos de los paraísos fiscales offshore, la banca de las sombras, el lavado de capitales y el secreto bancario a pesar de las evidencias acumuladas. Aunque generalmente lo hagan de modo sutil o indirecto, al reducir las críticas al aspecto más general como es su incidencia en la opacidad y el descontrol de los negocios financieros.

La corrupción forma parte de nuestro paisaje y solo reconociendo esta realidad se le podrá combatir, refugiarse en la permanente predica de que “hay otros peores” es un flaco favor que le hacemos al país, tal vez, debemos poner fin al país de la simulación.

*Periodista uruguayo. Jefe de Redacción Internacional del Hebdolatino Ginebra

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