El mensaje presidencial y los síntomas de cambio – La Nación, Argentina
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La palabra «cambio» ha sido demasiadas veces bastardeada por la dirigencia política, tanto en época de campañas electorales como durante distintas gestiones presidenciales. Pero hay que reconocerle algo al presidente Mauricio Macri: en sus mensajes más importantes, como el que pronunció ayer al inaugurar un nuevo período de sesiones del Congreso, no elude hablar de los más graves problemas que afronta el país. Luego de ocho años en que su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner, pretendió ignorar olímpicamente en su discurso público cuestiones como la inseguridad, el narcotráfico, la inflación y la corrupción, al menos hoy tenemos un primer mandatario que no busca esconder semejante suciedad debajo de una alfombra.
Fuera de este encomiable esfuerzo por hablar de los temas que verdaderamente preocupan a los argentinos, podemos lamentar que, especialmente en materia económica, si bien hubo en el mensaje de Macri objetivos claros, no se desprenda de sus palabras una hoja de ruta más específica que nos muestre cómo se llegará a las metas señaladas.
Se advirtió, ciertamente, una acertada crítica presidencial al populismo que caracterizó a la última década. Especialmente, cuando el jefe del Estado pidió poner fin a los regalos del presente que terminan robándonos el futuro. O cuando definió la inflación como algo tóxico, que destruye el salario de los trabajadores, dificulta ahorrar, paraliza la inversión y nos impide mirar a largo plazo.
Sin embargo, hubiese sido deseable que brindara más precisiones sobre la manera en que se alcanzará la meta de un aumento del costo de vida de entre el 12 y el 17 por ciento para este año. Es necesario dejar atrás el voluntarismo, reflejado también en el anuncio presidencial de que «la Argentina ya está creciendo», y enfocarse, en cambio, en dar muchas más señales concretas para estimular la inversión productiva en el sector privado.
Debe reconocerse el esfuerzo por empezar a normalizar el sector energético que ha seguido -como bien señaló el Presidente- a «una década de despilfarro y corrupción», aunque hubiese sido deseable una autocrítica por los errores y la consecuente demora en la instrumentación del nuevo sistema de tarifas.
También debe alentarse el empeño por mejorar la infraestructura del país para reducir los costos logísticos, en especial a partir del plan ferroviario que incluye la reparación de 1600 kilómetros de vías del Belgrano Cargas.
Entre los pasajes más relevantes de la exposición de Macri ante la Asamblea Legislativa, debe sub-rayarse su idea de «revolucionar la educación». Tras destacar que actualmente la mitad de los chicos no termina el secundario en la Argentina, enfatizó que en pocos días se lanzará el programa Asistiré para detener la deserción e ir a buscar a aquellos alumnos que abandonaron la escuela. No menos importante fue el reconocimiento presidencial de que necesitamos «docentes formados, motivados y reconocidos» y su pedido a los legisladores de que se sancione una ley que agrave las penas para aquellos que agreden a nuestros maestros, un llamativo y nefasto fenómeno de los actuales tiempos. También merecen ser apoyados el proyecto oficial para la creación del Instituto de Evaluación de la Calidad Educativa y la continuidad del programa para conectar a cada vez más localidades del país a Internet.
Respecto de la inseguridad, destacó la reconstrucción de la estadística criminal, ausente desde 2008, y el traslado de parte de las fuerzas federales a lugares con graves problemas de violencia para reducir los niveles de homicidios y robos calificados. Pero quizá lo más importante radique en la confirmación presidencial de que el combate al narcotráfico requiere el trabajo de todos, para «recuperar el control del territorio que el Estado fue perdiendo». El primer mandatario señaló que, hacia adelante, la dirigencia política debería concentrarse en proyectos como la ley del paco, la reforma del Código Procesal Penal, la ley de extinción de dominio de los bienes de narcocriminales y la reforma del sistema nacional penitenciario.
Es cierto que el estado general en que se encontraba la Nación en diciembre de 2015, cuando asumió el actual Presidente, no ha permitido avanzar mucho más. También tiene bastante razón el titular del Poder Ejecutivo cuando advierte que son muchos los que no quieren que las cosas cambien y ponen palos en la rueda. No parece, sin embargo, aceptable que las trabas al progreso se hayan debido a la acción de sus más férreos opositores. Pese a lo que muchos vislumbraban, el Poder Legislativo aportó, a la hora de considerar la mayoría de los temas, una actitud responsable y colaborativa. Será fundamental, en adelante, que por encima de las mezquindades que se derivan de todo proceso electoral, oficialismo y oposición sigan trabajando juntos detrás de objetivos conjuntos sobre los cuales ningún argentino puede disentir, y que el Gobierno no escatime autocríticas en pos de una más eficiente coordinación ministerial que lleve a buen puerto los objetivos enunciados ayer por el Presidente.