La integración de Nuestra América: elementos para un análisis provisorio – Por Atilio Boron y Paula Klachko
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
«Los hombres [y mujeres] hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos” Karl Marx, El 18 brumario de Luis Bonaparte,1852.
Siempre es bueno recordar que en los análisis histórico/político/sociales no podemos tomar como modelo de comparación lo que imaginamos y deseamos como una sociedad ideal sino que debemos partir de las realidades sociales que heredamos y pudimos construir atravesadas por duras contradicciones sociales, complejos mecanismos de dominación y, sobre todo, por la lucha de clases, tal como establecía Marx en el citado pasaje, en el que agregaba además que en épocas de revoluciones o grandes transformaciones los fantasmas del pasado reviven con inusitada violencia utilizando tanto viejos ropajes como disfrazándose con otros con la apariencia de nuevos. En Nuestra América hemos abierto el milenio con grandes transformaciones y los fantasmas del pasado nos acechan. Pues bien aportar elementos de análisis y diagnóstico para reorientar las brújulas de nuestras luchas se hacen más necesarios que nunca.
Así para poner sobre la mesa algunas cuestiones que nos sirvan para un balance provisorio de los procesos de integración nuestroamericana, los cuales solo pueden ir de la mano de procesos emancipatorios, en su versión nacionales y populares o mas de izquierda, tomamos como punto de partida el período histórico en el cual se insertan. Nos referimos al período contrarrevolucionario que comienza con las dictaduras cívico-militares de los años setentas y que el ciclo progresista del siglo XXI habría cerrado para pasar a otro de transición cuyo desenlace se dirime en el momento actual de empate catastrófico, para utilizar palabras de ese notable referente teórico y político que es Álvaro García Linera.
De la integración al imperialismo a la integración para la emancipación
Partimos de mediados de la década del 70 en la que las fuerzas populares y revolucionarias fueron derrotadas por las alianzas entre las oligarquías locales y su brazo militar con el apoyo absoluto y explícito del imperialismo. El mapa geopolítico de Nuestra América hasta mediados de los 80 estuvo teñido de manera predominante por el comando político estatal de dicha alianza. Es la “integración” de los estados mayores conjuntos del capital y sus brazos armados, cuya expresión más sórdida y criminal fue el Plan Cóndor. Por supuesto que aquel término no refleja su verdadero significado, sino el de una coordinación por arriba para generar las condiciones y preparar el terreno social para el relanzamiento de la ofensiva del gran capital en medio de su crisis. Y tal como es su ley, ni siquiera entre estas cúpulas puede haber mayores acuerdos pues la competencia a muerte es su lógica esencial. Más allá de las primaveras democráticas de los 80, en los 90 el gran capital encuentra las condiciones para desplegar y realizar cabalmente su hegemonía redefiniendo los mecanismos de disciplinamiento social que ya no necesitan del terror que ha quedado calado en los cuerpos, sino que hacen uso de dispositivos que lo reactualizan mediante el miedo al desempleo y al hambre, los cuales funcionan a la hora de afianzar un repliegue de masas imprescindible para su estrategia de intensificar la centralización y concentración del capital. Es así que en los 90, se fueron tejiendo sumisiones verticales al imperio, es decir, la integración, pero al imperio, como su patio trasero ¡por supuesto! denominada como Tratados de Libre Comercio (TLC) o “relaciones carnales” (como describía sin prurito alguno el presidente neoliberal que puso la Argentina de remate, Carlos Menem) que iban supuestamente a coronarse a escala regional con el ALCA. Desde los pueblos se iba tratando con gran esfuerzo tratando de recomponer nuestra propia organización desde abajo y tendiendo lazos con lxs hermanxs de lucha en las diversas naciones. Campañas contra la deuda externa, luego contra el ALCA, y ya bordeando el milenio el Foro Social Mundial, dieron verdadero impulso al encuentro de las diversas organizaciones populares de la región y se tornaron efectivos mecanismos de integración y coordinación de los pueblos. El FSM estuvo surcado por la crisis de representación política que inundaba el sentido común epocal timoneado por el supuesto fin de las ideologías, de la historia y de la lucha de clases, crisis acicateada por la traición o el abandono de sus antiguos proyectos por parte de varias formaciones político-sindicales-sociales de origen popular pero ya insertas en el sistema y sometidas a él. Ello se reflejaba en cierto quiebre entre la lucha social y la lucha política. Conocemos donde desemboca esta historia de la mano del gran suturador de este falso quiebre que fue el comandante Hugo Chávez al comenzar a gestar, de la mano de su padre y maestro Fidel Castro, la necesaria representación (en su más cabal y filosófico significado) de la nueva fuerza social y política que se iba forjando y fraguando en los diversos procesos de resistencia a las políticas neoliberales en Nuestra América. Luego de esas luchas irán surgiendo otras expresiones políticas que lograrán acceder a varios gobiernos nacionales, desde donde hemos logrado dar pasos más profundos en la genuina integración de nuestra América que en toda la breve historia de emancipación de los imperios portugués y español.
Es enorme, y la historia se encargará de destacar, el rol de los comandantes Fidel y Chávez como grandes arquitectos de la integración nuestroamericana, a la que irán aportando las grandes figuras políticas de lxs jefes de estado de varios países que intentan promover revoluciones por la vía de una sucesión de reformas pacíficas (suena oxímoron pero no lo es1), sobre todo de aquellos que integrarán el ALBA a partir de 2004, pero también de lxs que comandarán gobiernos de países con un desarrollo capitalista dependiente pero importante como Brasil y Argentina, los tristemente mas efímeros de Honduras y Paraguay, y luego los gobiernos del FSLN en Nicaragua y del FMLN en El Salvador. Va de suyo que el carácter pacífico e institucional de esos procesos de transformaciones revolucionarias tropezaron con la respuesta violenta, nada pacífica, de la derecha y el imperialismo. De todos modos, a lo largo del camino se darán grandes pasos en la firme construcción de instancias supranacionales que sabiamente incorporan inclusive a países comandados por fuerzas de centro o derecha llevándolos hacia políticas progresistas en el plano de las contradicciones principales a nivel regional y continental. Ejemplo de ello son las posturas surgidas en estos ámbitos respecto del bloqueo a Cuba, y su integración a la OEA, la intervención exitosa de la UNASUR para frenar los golpes de estado contra el gobierno del MAS en Bolivia y contra el gobierno de Alianza País en Ecuador, y los infructuosos intentos por hacer lo mismo con los golpes en Honduras y Paraguay, la declaración en la CELAC de Nuestra América como zona de paz de boca del comandante Raúl Castro, mientras el imperio afilaba sus garras con sus ruinosas aventuras de guerra de exterminio de pueblos para viabilizar sus inversiones armamentísticas y garantizarse el acceso monopólico a las fuentes de energía hidrocarburífera.
Golpes culturales y políticos y el estancamiento de la integración. El ALBA como esperanza del amanecer de los pueblos
Desde que el gobierno progresista de nuestro hermano mayor, Brasil, fuera desplazado por un golpe de estado, facilitado por errores propios pero más por la actuación del formidable mecanismo por excelencia de disciplinamiento de los pueblos: los medios de manipulación de conciencias (y subconscientes), las instancias supranacionales de integración han entrado en una fase de estancamiento, a excepción del ALBA, motor de la lucha y la esperanza.
Estos mismos métodos de manipulación amplificados por las corporaciones mediáticas que resuenan y nos evangelizan con el dios mercado día y noche en cada hogar latinoamericano, y en cada bolsillo desde nuestros celulares, desde los más humildes vecindarios hacia toda la geografía social, han convencido a vastos sectores de la sociedad argentina, incluyendo los sectores populares, de votar por un supuesto exitoso empresario con el argumento de que si sabe conducir una empresa puede conducir a un país. Sus empresas insignes del capitalismo offshore y de la sobre-explotación marcan ahora el rumbo del país, que se ha convertido en la fuerza de choque contra la integración latinoamericana y los procesos revolucionarios y progresistas, como el lamentable papel de lamebotas de Mauricio Macri repitiendo las frases de Trump (como antes hacía lo propio con las de Obama) contra la revolución bolivariana.
Los medios y redes sociales son controlados por las mismas corporaciones monopólicas a nivel planetario. Si bien permiten reproducir algunas voces discordantes y potenciar la organización en algunas luchas populares, dada la dispersión democrática que afecta a los pueblos nuestras palabras se diluyen en la iniciativa empresarial que, con disciplina militar, monopoliza los mensajes y los mensajeros. Se podría establecer un paralelismo entre la cuestión de la propiedad de la tierra y las propuestas de reforma agraria ya que una reforma que distribuya la tierra en múltiples pequeñas propiedades que no puedan generar producción cooperativa de gran escala no sirve mas que para la alimentación de pocos, a nivel de los medios de comunicación sucede lo mismo. Ya lo anunciaba Lenin respecto de los medios de producción en general cuya creciente monopolización iba a la larga a favorecer al socialismo ya que la producción se hacía cada vez mas social y cooperativa aunque la dirección y el usufructo de los productos del trabajo y de la plusproducción estuvieran en manos de pocos dueños, el camino al socialismo necesitaba de esa potenciación social de la producción en la que habría que virar hacia la dirección colectiva y el usufructo social sacando a los apropiadores privados del medio. Algunas de estas ideas de potenciación de la democratización de los medios hacia una comunicación popular revolucionaria expone el filósofo Fernando Buen Abad en varios de sus recientes escritos.
Los brazos mediáticos de las oligarquías financieras y el imperialismo, han dado certeros golpes a los procesos progresistas en Brasil y Argentina -también en Bolivia con el culebrón Zapata- y han contribuido a generar un estancamiento en los procesos de unidad e integración de nuestra América. Ya hemos visto que con la Argentina rotada hacia la derecha la UNASUR no pudo hacer mucho contra el golpe en Brasil, salvo las declaraciones de su Secretaría General. La voz de la integración emancipatoria de Nuestra América solo fue levantada contra el golpismo en Brasil por el ALBA, y el retiro de los embajadores de sus países miembros.
Es en este contexto que a los países del ALBA, verdadero núcleo duro del cambio de época progresista en Nuestra América, les cupo el papel que han cumplido impecablemente de oponerse a esta fuerte ofensiva restauradora del gran capital, que mas que restauración es, como lo señala Stella Calloni, un intento de recolonización imperialista.
Nuestros sumisos gobiernos han congelado las principales iniciativas de tan importantes instancias supranacionales (UNASUR, MERCOSUR y CELAC) que habían logrado avanzar en estratégicos aspectos de la verdadera integración de América Latina como zona de paz, en el aspecto militar, cultural, político, y menos en la integración económica, financiera y energética. Han detenido estos avances en la unidad latinoamericana para vendernos al imperio casi sin condicionamientos, pero quedaron pedaleando en el aire pues el nuevo jefe de la Roma contemporánea cerró las vías de un nuevo ALCA y anatemizó los tratados de libre comercio.
Ha sido el ALBA quien tomó la delantera mucho antes en la integración concreta en todos esos aspectos, pero mas aun su rol se vuelve estratégico frente a este congelamiento o estancamiento de la integración por las otras vías. Así su claro posicionamiento contra el golpe de Temer, contra las agachadas del latinoamericano que avergüenza al Uruguay pretendiendo ser la cara cipaya de la OEA y disfrazarse de sepulturero de lo mejor de nuestra historia reciente: la revolución bolivariana, mediante la utilización de la carta democrática contra una verdadera revolución, que por ser justamente verdadera revolución pasa por enormes sacrificios y embates que el señor Luis Almagro pretende potenciar institucionalmente. Sabe el imperio y sus empleados que salir de la OEA no asusta a los pueblos, al contrario: si a Cuba la echaron por revolucionaria y anticapitalista, entonces venezolanos sepan que van en el camino correcto: “ladran Sancho, señal que cabalgamos”.
Saldos positivos
Errores, deficiencias, necesidad de profundas autocríticas, malas mediciones de las relaciones de fuerzas, deben ser objeto de reflexión y aprendizaje. Pero sin duda, como ha dicho Rafael Correa: ya no somos la izquierda del 3%, hemos tenido y tenemos experiencias de gobierno y de integración popular y latinoamericana muy significativas.
Si durante una década y media lo sustancial de la lucha de clases transcurrió por dentro de las instituciones, es hora de sacarla a la calle. Sin desmedro de continuar con esa lucha parlamentaria e institucional dado que los procesos de cambios políticos revolucionarios o reformistas que hemos vivido o vivimos se desarrollaron o desarrollan por la vía pacifica e institucional dentro de los marcos de la democracia burguesa y, en varios casos, se han hecho mucho más democráticos con las refundaciones constitucionales. En aquellos países en los que las fuerzas progresistas han pasado a la oposición gubernamental se hace necesaria esa lucha institucional para frenar las embestidas contra lxs trabajadores y el pueblo y contra los derechos conquistados, pero sin duda se necesita mucho mas construir la lucha desde abajo, en la calle y por otros caminos. No hay posibilidades de salir de este laberinto sin ello. Si no veamos lo que ocurre en Brasil cómo las oligarquías y sus cuadros políticos destruyen sus propias instituciones cuando las relaciones de fuerza en ese terreno no les favorecen. No nos atemos de pies y manos esperando el juego electoral. Sería suicida caer en ese error.
A los saldos positivos en la integración y unidad nuestroamericana y en la construcción de fuerzas políticas-sociales populares se suma sin lugar a dudas la mejoría objetiva en la calidad de vida de las mayorías populares, que no es la suficiente ni la necesaria pero es mucho mejor que la que padecíamos bajo los gobiernos neoliberales, aunque los hijos bobos de estos procesos ya sea desde la propia izquierda o desde algunos movimientos sociales institucionalizados de la clase obrera y el campesinado o de lxs intelectuales no pueden ver ni apreciar. Como aquellos dirigentes de movimientos indígenas que en Ecuador dicen preferir ser gobernados por un banquero antes que por un supuesto dictador. A veces los pueblos necesitamos ver los procesos a la distancia para darnos cuenta de su significado histórico. Por ahora lo que media entre nuestros ojos y la realidad no es tanto la violencia de la armas sobre nuestros cuerpos (aunque no falta la represión) sino la violencia del velo que nos impone la manipulación mediática.
Alvaro García Linera ha afirmado en variadas ocasiones que nunca antes coincidieron en el mismo momento histórico tantos procesos progresistas en los gobiernos de los estados latinoamericanos. Esa bella excepcionalidad histórica ha comenzado a sufrir los terribles embates del gigante imperialista en su fase de decadencia con los arañazos de violencia que va dejando una bestia herida. Esto redobla la responsabilidad regional de los gobiernos populares en pie en relanzar la integración, que ya no puede ser solo desde arriba. Debemos aprender del ALBA que supo constituir diversas instancias que potencian la articulación desde abajo, de los pueblos, sin perder de vista las contradicciones principales en la región que pasan por frenar la restauración neoliberal o directamente la recolonización. Si para ejemplo basta un botón, miremos la entrega de soberanía que no pierde tiempo en hacer el empleado golpista de las corporaciones en la presidencia del Brasil con la privatización del agua. La memoria boliviana no permitiría este avasallamiento.
Pero tenemos nuestros procesos populares y sus referentes en pie que siguen estructurando un canal de liberación entre las rejas del capitalismo global. Escuchar en los foros internacionales a una canciller como Delcy Rodríguez apuntando a la verdad como sólo en otras épocas lo hicieran el Che en Punta del Este y Fidel tantas veces en soledad, mostrando al capitalismo tal como es: como principal problema de la humanidad, nos habla de otros tiempos, de tiempos cargados de futuro. La oscuridad podrá rearmarse con sus rostros más sanguinarios y venenosos como lo muestra Trump y sus vómitos contra la humanidad, pero esa inmundicia reaccionaria nos indica que reaccionan ante tanta organización popular en su patio trasero, misma que sabrá sobreponerse a derrotas electorales o golpistas coyunturales para reemprender una y otra vez la lucha en todos los planos teniendo la conquista del poder como su objetivo excluyente.
(*) Atilio A. Boron, politólogo y sociólogo argentino. Profesor Titular Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de esa misma facultad. Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y Profesor del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Avellaneda.
(*) Paula Klachko es doctora en Historia por la Universidad Nacional de La Plata. Profesora en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de José C. Paz y del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Avellaneda.