Entrevista de Nodal al economista brasileño Marcio Pochmann: el gobierno actual hace de Brasil “un campo abierto para la destrucción de lo que queda de las empresas nacionales”
Por Nadia Luna – Nodal
Reformas laborales que perjudican los derechos de los trabajadores. Congelamiento de la inversión en políticas de educación, salud, ciencia y asistencia social para los próximos 20 años. Reformas jubilatorias que ponen en jaque la calidad de vida de los que menos tienen y más necesitan del Estado. En estos últimos días, el pueblo brasileño ha salido a las calles numerosas veces a manifestarse por esas y otras razones en contra de las políticas neoliberales del gobierno de Michel Temer.
En entrevista con Nodal, el economista y político brasileño Marcio Pochmann, director del Centro de Estudos Sindicais e de Economia do Trabalho (Cesit), habló sobre la situación actual de Brasil y los desafíos que enfrenta el país para evitar la pérdida de los derechos conquistados en los últimos años.
¿En qué posición se encuentra Brasil ante el nuevo cuadro político, económico y financiero que comenzó a configurarse con la llegada de Temer al gobierno?
En esta segunda mitad de la década de 2010, Brasil ha alterado radicalmente tanto su situación interna como su posicionamiento exterior. Al interior del país, la sociedad profundiza la convivencia con un aumento de la pobreza y de la desigualdad que derivan de la más profunda recesión económica experimentada desde la Gran Depresión de 1929, así como también del retorno de las políticas neoliberales generadoras de más desempleo y precarización de la clase trabajadora.
Al mismo tiempo, el gobierno actual abandonó la política exterior activa adoptada anteriormente, lo que hace a Brasil cada vez más parecido a una especie de protectorado de los Estados Unidos y un campo abierto para la destrucción de lo que queda de las empresas nacionales en favor de una mayor presencia de las grandes corporaciones transnacionales. Es el caso de las empresas nacionales de ingeniería, contratistas de la construcción civil, agroindustria, petróleo y gas.
¿Existe una agenda neoliberal de desarticulación de la integración regional? De ser así, ¿cuál es y quiénes la impulsan?
La reversión de los principios generales que permitieron establecer en un nivel superior la coexistencia de la soberanía nacional y la integración de la infraestructura, la producción, el sistema de defensa y las políticas sociales constituidas en el marco de los gobiernos pos-neoliberales en la década de 2000 en el continente sudamericano, han dado como resultado la reorganización de una nueva corriente política neoliberal. Todo eso ha sido posible gracias al innegable apoyo de fuerzas externas, sobre todo de los Estados Unidos, que buscan recuperar el tiempo perdido anteriormente.
¿Cuáles fueron los logros respecto a la integración regional durante los gobiernos del PT?
Desde el 2003, con el ascenso del frente político liderado por el Partido de los Trabajadores, Brasil cambió su política exterior pues, sin pretensiones hegemónicas, basó la cooperación internacional en nuevas bases. Para esto, fueron fundamentales tres acciones.
La primera está asociada al realineamiento del país en dirección de las relaciones Sur-Sur, lo que permitió ampliar el comercio exterior y cambiar su composición, hasta entonces dependiente de las exportaciones a los países ricos del Norte. Al mismo tiempo, Brasil se destacó por perdonar deudas externas que tenían con él países de menor ingreso per cápita, así como poner a disposición de éstos tecnologías en las áreas de salud (Fiocruz), agroindustria (Embrapa), vivienda (CEF), financiamiento para la infraestructura (BNDES), planeamiento estratégico (IPEA) y otras.
La segunda acción se centró inicialmente en esfuerzos para la reformulación interna de instituciones multilaterales (como el FMI, Organización Mundial del Comercio, OIT, Consejo de Seguridad de la ONU) para luego integrar un nuevo grupo de países, el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), orientado a crear nuevas instituciones globales, como el Banco de los BRICS, una canasta de monedas alternativas al dólar, un sistema de defensa en asociación, etc.
Finalmente, la tercera acción se focalizó en el continente sudamericano como un apoyo a la creación de nuevas instituciones en el campo de la economía, defensa, comercio y otros, para reforzar la presencia de la región en esta segunda ola de globalización capitalista. Todo eso que estaba en marcha, posibilitando el reposicionamiento de Brasil en el mundo, terminó desencadenando la insatisfacción de los intereses dominantes nacionales e internacionales. El golpe de Estado perpetrado en 2016 buscó fundamentalmente vaciar el protagonismo local y exterior de Brasil.
¿Qué elementos considera que son indispensables para reconstruir una agenda progresista para la integración regional?
La base material sobre la cual fue construida la política exterior implementada a partir de 2003 se encuentra modificada. Desde la gran crisis de 2008, ha crecido un movimiento de des-globalización, ya sea por el desarrollo del comercio internacional por debajo de la expansión del PBI mundial, por la restricción del proceso de financiación de las economías, o por la ruptura de bloques de países, como sucedió con el Brexit. Al mismo tiempo, reaparecen cada vez más en los países expresiones como el nacionalismo y proteccionismo, acompañados por un significativo aumento de los gastos militares, lo que apunta a posibles conflictos más fuertes y prolongados. En este marco, el conflicto nuevamente vuelve a aparecer en la primera plana internacional. La agenda progresista necesita tener en cuenta todo eso y debe presentarse con otro abordaje para la integración y desarrollo, puesto que el capitalismo de este comienzo del siglo XXI trae nuevamente incorporadas las fuerzas de un estancamiento y desigualdad crecientes.
Un tema que suele generar tensiones en el Mercosur es el de las asimetrías entre países más grandes y más pequeños. ¿Qué rol considera que debería tener Brasil, por ser la mayor economía de la región, para mitigar esas diferencias?
El modelo del Mercosur fue importante para establecer la relación entre los países menos polarizados y más cooperativos, pero insuficiente para consolidar una integración “desconcentradora”. El modelo asiático de integración, cuya economía principal se ha vuelto deficiente comercialmente para permitir la integración positiva de los países, debería ser considerado en esta nueva coyuntura que atraviesa el Mercosur.
El pueblo brasileño ha realizado varias movilizaciones en protesta por las medidas de Temer. ¿Cuáles son los reclamos más urgentes que el Gobierno debería resolver?
El gobierno golpista no tiene proyectos a mediano y largo plazo para el país. Su objetivo ha sido el de interrumpir de manera autoritaria el proyecto de país instalado democráticamente desde las victorias electorales sucesivas del PT a partir del año 2002. Dos fuerzas lo mantienen activo: el bloque parlamentario contaminado por la corrupción que cree tener en el gobierno de Temer las fuerzas para detener la operación Lava Jato instalada en el gobierno de Dilma y los intereses neoliberales que desean las reformas institucionales de desregulación de las políticas sociales de inclusión y privatización del sector público. En este sentido, Brasil difícilmente encontrará salida por las vías tradicionales.