Ecuador 2017, punto de quiebre para América Latina – Por Gabriela Rivadeneira
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El próximo 2 de abril toda América Latina estará pendiente de los resultados de la segunda vuelta de la elección presidencial en Ecuador. Los proyectos enfrentados no podrían ser más antagónicos: uno, expresado por Lenín Moreno, representa el sostenimiento de la voluntad transformadora en sentido popular y progresista que inició en nuestro país con la Revolución Ciudadana bajo el liderazgo de Rafael Correa; el otro, expresado por Guillermo Lasso, el más conspicuo representante de los intereses del poder económico y financiero, constituye la apuesta de las élites más concentradas por retomar el control del Estado, aupadas por un entramado mediático corporativo dominante.
Es mucho lo que está en juego, porque la derecha continental, restauradora de los privilegios viene por todo. Con Lasso, esa derecha busca arrasar con todas las conquistas sociales de esta década, con una virulencia como la que hemos visto en países hermanos, donde su intención es no dejar piedra sobre piedra de lo que hemos levantado estos años en materia de derechos sociales. Su programa es la subordinación plena del Estado. la sociedad y la política al capital.
Está en juego también el destino mismo de la disputa regional. Del resultado del domingo 2 de abril, dependerán, en buena medida, las condiciones para las disputas electorales que vienen en los próximosaños en América Latina: Honduras, Argentina, Brasil, México, etc. Del mismo modo, una eventual victoria de la derecha ecuatoriana, debilitaría enormemente a los proyectos de transformación y a los gobiernos democráticos y soberanos de Bolivia y Venezuela, al perder un aliado en los espacios multilaterales y de integración.
Efectivamente, nuestros diferentes procesos políticos están profundamente imbricados. En esta última década, como no ocurría desde tiempos de la Independencia, los pueblos de América Latina hemos cultivado un horizonte común y nos hemos sentido parte de algo “más grande” que la suma de la geografía y la historia contenidas en cada uno de nuestros países, porque recuperamos la profundidad histórica de nuestros lazos y el sentido de nuestro destino compartido.
El renacimiento soberano de nuestro continente en esta década, para asumir la presencia que nos corresponde en el panorama mundial, a partir de la afirmación de ese conjunto “más grande” y contrahegemónico, ha representado una amenaza para los intereses de las clases dominantes en la región y para la potencia hemisférica del Norte, desafío que no se han tomado a la ligera. Y en estos diez años han hecho hasta lo imposible por detener y revertir esta potente corriente popular y soberana del Sur de América.
Fue en Venezuela, bajo el liderazgo de Hugo Chávez, que se produjo un punto de quiebre a finales del siglo pasado, a partir del cual movimientos sociales y fuerzas políticas progresistas y de izquierda de toda la región comenzamos a revertir décadas de hegemonía neoliberal, alcanzando los gobiernos de nuestros países para llevar adelante políticas de reparación social, recuperación de la soberanía y redistribución de la riqueza.
Cada victoria del campo popular y progresista que se daba en uno de nuestros países abría nuevas posibilidades en los otros.
Así, en Ecuador, la primera victoria de Rafael Correa estuvo casi inmediatamente precedida por el triunfo de Evo Morales en Bolivia y, poco antes, por la célebre Cumbre de Mar del Plata de 2005, en la que una correlación de fuerzas favorable permitió ponerle freno a la avanzada neocolonialista del ALCA. Y antes, habíamos presenciado el ascenso de Néstor Kirchner y el giro de 180 grados que con él comenzaba en la política argentina. Así, nuestros procesos, unidos por la naturaleza de sus propuestas, han confirmado ante el mundo que hay otro camino que el que señala el pensamiento único de matriz neoliberal, que los recursos pueden ser de los pueblos y estar al servicio de la equidad y la justicia social.
El pasado 19 de febrero, luego de 10 años de gobierno, nuestro movimiento, Alianza País, obtuvo una victoria parcial en la primera vuelta electoral y en las elecciones parlamentarias logramos una nueva mayoría legislativa del campo popular y progresista para sostener, mantener y profundizar el camino del cambio. Esto constituye, indudablemente, un gran logro de nuestro proyecto político, porque si la ciudadanía consagra a nuestro candidato Lenín Moreno como el próximo presidente, su gobierno va a requerir de esa mayoría legislativa para garantizar gobernabilidad, pero sobre todo, va a necesitar un Parlamento que siga siendo parte de las transformaciones históricas que lleva adelante la Revolución Ciudadana.
Por eso, nos ha llenado de alegría y orgullo que el pueblo ecuatoriano haya ratificado en las urnas este giro histórico que hemos liderado en la Asamblea Nacional estos últimos años. Basta recordar el triste papel jugado por el viejo Congreso en la historia reciente, desde su elaboración del andamiaje legal que facilitó el “feriado bancario” de 1999, en complicidad con la banca, hasta su papel en el chantaje y remoción de gobiernos.
La derecha latinoamericana, aliada como siempre con los poderes mundiales enemigos del fortalecimiento geopolítico de nuestra región, ha intentado de todo para retomar el poder: asedio mediático contra los gobernantes de izquierda, como hemos visto de parte de la prensa concentrada contra Cristina y Lula, golpes parlamentarios como el sucedido contra Dilma Rousseff, guerras sostenidas como la que mantienen contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, sometido a una continua conspiración antidemocrática.
Somos conscientes de la dimensión continental que tiene la segunda vuelta electoral del próximo 2 de abril en nuestro país. Un cambio de timón en la tierra de la Mitad del Mundo podría marcar el desmembramiento de este enorme proyecto continental. La victoria de Lenín Moreno será, en cambio, un nuevo punto de quiebre, una inflexión esperanzadora para la región que nos permita poner freno al ascenso de la restauración conservadora y neoliberal y revertir la tendencia, para volver a dar impulso al proyecto inconcluso y siempre vigente de la Patria Grande, porque si en materia social el contraste entre los postulantes a la Presidencia es manifiesto, no lo es menos en términos del proyecto integracionista y posición política ante la coyuntura global.
El 2 de abril será, entonces, una jornada crucial, no solo para el Ecuador, sino para toda América Latina. Los últimos sondeos nos dan una ventaja de por lo menos 10 puntos. Sin embargo, seguimos trabajando arduamente y confiamos en que la ciudadanía va a ratificar la victoria obtenida en la primera vuelta del proyecto político que levantó un país de las ruinas y que se hizo cargo de la enorme deuda social que nos dejaron décadas de abandono y entrega.
La bancocracia no puede volver. Ecuador no puede caer en manos de esas viejas élites que se creían predestinadas al mando. Ecuador y América Latina necesitan más años de Revolución Ciudadana, para seguir caminando hacia la justicia social y la unidad latinoamericana.
Gabriela Rivadeneira. Parte de la nueva generación de la política ecuatoriana; en la actualidad se desempeña como Presidenta de la Asamblea Nacional, siendo la primera mujer en llegar a dicha magistratura y la persona más joven de América Latina en presidir un Parlamento. En 2016 ocupó la Presidencia del Parlamento Latinoamericano y Caribeño (Parlatino) y actualmente ostenta la Presidencia Alterna del organismo.