Ecuador: lo que está en juego – Por Walter Spurrier Baquerizo
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Luego de una década del régimen Correa, las elecciones del próximo domingo son un referéndum respecto de su gestión. Elegiremos si queremos más de lo mismo o un cambio de 180 grados.
Lenin Moreno tiene una trayectoria de vida pública, una gran gestión respecto de los discapacitados, un estilo conciliador. Por estrategia, ya que los expertos casi unánimemente lo ubican como el candidato más votado, Moreno opta por el silencio acerca de lo que sería su gestión. Lo poco que dice insinúa que considera que la actual línea económica es viable y se la puede mantener el próximo cuatrienio, con ajustes menores.
Rafael Correa deja en claro que el gobierno de Moreno será continuación del suyo. Moreno gobernará con el aliento de Correa en el cuello y Glas en permanente conferencia telefónica con Bélgica, transmitiendo órdenes al gabinete.
Continuismo habrá, lo cual es inquietante.
Ante la caída del precio del petróleo, el Gobierno sustituye la renta fiscal perdida y la contracción de las exportaciones con deuda externa: unos USD 5 mil millones netos al año. Es como si nos bajaran el sueldo, no reduzcamos el gasto y compensemos incrementando el saldo impago en la tarjeta de crédito.
El Gobierno lleva dos años haciéndolo, pero no puede sostenérselo indefinidamente. Más temprano que tarde hay que reducir el déficit, sea incrementando aún más los impuestos o recortando el desmesurado gasto público. Ante la imposibilidad de mantener la inversión pública, hay que crear condiciones para que los privados vuelvan a invertir en montos importantes. Al respecto de ello, poco o nada nos dice Moreno Garcés.
Los principales candidatos de la oposición, Lasso, Viteri y Moncayo, coinciden en que la actual línea no es sustentable. Lasso y Viteri en particular proponen cambios radicales en la conducción económica, y Lasso incluso plantea que la disyuntiva es entre continuismo y cambio.
Hay diversos modos de votar por el continuismo. La una, votar por Moreno. La otra, votar nulo, blanco o ausentarse. Moreno goza del apoyo de un voto duro correísta, pero no le basta para ganar las elecciones, a no ser que una parte importante del electorado que no le es afecto, se abstenga de votar por uno de los opositores.
Votar en blanco es acercar a Moreno al 40% de los votos válidos en la primera vuelta y catapultarlo a la Presidencia en febrero 19.
La manera de votar por el cambio es sufragar por uno de los otros siete candidatos, en particular si es uno de los más opcionados, y votar por su lista. Porque el nuevo presidente, si está por el cambio, necesita mayoría legislativa para modificar el marco legal que amordaza a la prensa, desestimula la inversión privada e incauta el rendimiento sobre el patrimonio familiar.
¿Adónde iría el país, con el cambio? Una vez superada la dura transición, sería comparable a lo que viene haciendo Perú, y antes Chile. ¿Y si mantenemos el rumbo? No habría una compleja etapa de transición, pero sí un estancamiento secular, y distorsiones que recuerdan a Venezuela.
Rara vez en una elección, las opciones son tan contrastantes. No hay justificativo para abstenerse. Escoja, elector, entre continuismo o cambio.