Las deudas de la Iglesia con las víctimas de abusos – El Espectador, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Falta disposición para darle seriedad a un asunto que suele silenciarse cuando involucra a miembros de la Iglesia.
Los representantes de la Iglesia católica no pueden seguir cometiendo irresponsabilidades cuando tienen que responder frente a casos de abusos sexuales donde estén involucrados. En el escándalo más reciente, que compromete a la Arquidiócesis de Cali, la Iglesia decidió culpar a los padres de las víctimas por los hechos ocurridos. Además de ser una posición inaceptable, evidencia falta de disposición para darle seriedad a un asunto que suele silenciarse cuando involucra a alguno de sus miembros.
Hace ocho años el sacerdote William Mazo abusó sexualmente de cuatro niños que tenían entre 9 y 12 años en Cali. Por eso, el Juzgado 22 Penal de Conocimiento de la capital del Valle lo condenó a 33 años de cárcel. Dentro del proceso, la Fiscalía pudo comprobar que Mazo convencía a los niños de estar con él a cambio de regalos, dinero e invitaciones a comer. A veces se los llevaba de paseo con toda la banda marcial, para evitar sospechas. Según la madre de una de las víctimas, “el cura empezó con que él ayudaba a los niños para que fueran monaguillos y se los llevaba para que lo ayudaran en la eucaristía, formó una banda marcial para que no estuvieran en la calle, porque por acá se ve mucho niño en la calle mientras los padres trabajan”. Queda claro, entonces, que fue su posición como sacerdote, autorizado por una institución respetada como la Arquidiócesis de Cali, la que le permitió acercarse a los menores, abusar de la confianza de los padres y cometer las violaciones.
Hace un mes, sin embargo, en el marco del proceso mediante el cual los padres están pidiendo reparación por parte de la Arquidiócesis por los daños que sufrieron por lo ocurrido, la Iglesia contestó con un argumento ridículamente ofensivo: los familiares no son víctimas, pues fue su culpa que ocurriera la violación. “Hoy su despacho —escribió el abogado de la Arquidiócesis— debe mirar si la participación de las hoy llamadas víctimas indirectas (padres, abuelas y tío) fue la más coherente al sentido común”. Y más adelante se pregunta: “¿se fue laxo, permisivo, omisivo, abandonado y desinteresado, y hoy concurren ante un juez para aprovechar un hecho dañino de un tercero y fungir como víctimas indirectas?”. Insinúa, entonces, sin atisbo de vergüenza, que los familiares quieren lucrarse con la tragedia.
Si bien la Conferencia Episcopal y el propio arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, ante el escándalo generado por la publicación de este diario, salieron el mismo viernes a pedir perdón, la posición jurídica asumida en este caso se basa en que como el sacerdote no estaba cumpliendo con su función dentro de la Iglesia, esta no tiene por qué hacerse responsable. Por supuesto, violar no es labor de los prelados, pero el punto es que la facilidad que tuvo Mazo en este caso, y tantos otros curas en tantos otros casos, para cometer los abusos se debe al manto que los recubre al presentarse como representantes de la Iglesia. Las personas, más aún si son creyentes, confían en los sacerdotes, pues creen que la Iglesia católica toma todas las medidas necesarias para que sus voceros sean personas idóneas. Por eso es tan importante que la Arquidiócesis no sólo muestre arrepentimiento, sino que cambie la forma de reaccionar a los casos. Mientras la Iglesia siga negando que se necesitan reformas internas seguirán ocurriendo tragedias.
Son preocupantes, también, las denuncias del abogado de las víctimas, Élmer Montaña, sobre lo que ha ocurrido a lo largo de este proceso. Según él, monseñor Monsalve le ofreció dinero para abandonar el caso, y en varias ocasiones la Iglesia intentó de distintas maneras que la familia no prosiguiera en la acción penal. En respuesta a las acusaciones, monseñor Monsalve dijo que el abogado quiere crear “un escenario mediático” e insistió en que la respuesta dada al juzgado va encaminada a que no se le pongan sanciones impagables a la Arquidiócesis. Es decir, persiste la confrontación y la incomodidad de un caso que no es aislado en Colombia y el mundo.
La Iglesia católica debería liderar la lucha contra el abuso sexual no sólo desde el discurso, sino a través del ejemplo. Para empezar, ayudaría que no revictimizara a quienes han denunciado sus perversiones.