La pesadilla americana – El Tiempo, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La peor de las pesadillas se está haciendo realidad. El recién posesionado Donald Trump está cumpliendo al pie de la letra sus promesas de campaña, lo que significa que, contra lo que se esperaba, no adoptó el tono moderado y reflexivo del estadista al asumir el poder, sino que siguió en carrera por medio de un gran número de órdenes ejecutivas (decretos) que han lesionado el legado de Barack Obama y han puesto en riesgo los “valores estadounidenses”, como el mismo expresidente hizo notar este lunes.
Porque la nueva orden ejecutiva que veta por un lapso de 90 días la concesión de visados a ciudadanos de siete países –Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Yemen e Irán– con historial terrorista, y suspende el ingreso a EE. UU. de todos los refugiados por 120 días, atenta, en opinión de comentaristas de varias tendencias, contra la primera enmienda de la Constitución, que prohíbe al Gobierno promulgar leyes con respecto al “establecimiento de la religión”.
Es una soterrada discriminación religiosa porque en esos países el credo musulmán es mayoritario. De hecho, las medidas exceptúan a los refugiados cristianos. Más aún, y según los mismos juristas, hay varios estatutos que prohíben a la administración de turno establecer políticas o acciones basadas en la nacionalidad.
El argumento de Trump es que para él la mayor prioridad es la seguridad de los estadounidenses, lo que implica “prevenir potenciales amenazas y ataques”. Pero curiosamente olvida que los atacantes del 11-S, el peor atentado terrorista en la historia, provenían de Arabia Saudí y Egipto, países que no entraron en el decreto presidencial. Y también parece olvidar que la mayor cantidad de ataques en suelo estadounidense no los han perpetrado terroristas yihadistas, sino estadounidenses desadaptados que, con fácil acceso a las armas, juegan a ser vengadores.
Ante este panorama, que llena de angustia al mundo libre, porque no se esperaba una actitud semejante de la pretendida nación que es paladín de las libertades y la democracia, lo único que queda es aspirar a que el sistema de contrapeso de poderes que mueve el modelo estadounidense funcione. Ya algunos jueces lograron atenuar parcialmente los efectos de los nocivos decretos, y pululan las demandas de los fiscales y de la sociedad civil.
Palabras aparte merece la orden de levantar un muro en la frontera sur, otra de sus controvertidas promesas de campaña. En medio de humillaciones, y de gestos de gran torpeza diplomática, Trump pretende que los mexicanos paguen la colosal obra a través de un impuesto a sus exportaciones, que en principio se dijo sería del 20 por ciento, pero, luego, que aún no lo tenían definido, con lo que quedó claro el espíritu improvisado de la medida. El continente unido debe responder a ese desafío, pues ese muro no solo es la frontera con México, sino la frontera con Latinoamérica toda.
En apenas diez días de mandato, Trump ha trastornado el sistema de valores de su país y lo ha metido en crisis diplomáticas de consecuencias impredecibles. El antiamericanismo que se viene puede ser más inquietante que la supuesta amenaza terrorista. Acá, como siempre, el fin jamás justificará los medios.