Evo 2019, las batallas pendientes del proceso de cambio boliviano – Por Katu Arkonada

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La decisión está tomada. Evo Morales será el candidato del MAS y de los sectores populares en las elecciones presidenciales que tendrán lugar el último trimestre de 2019.
Para ello, el proceso de cambio tendrá que librar importantes batallas durante los dos años que faltan hasta que comience una campaña electoral que se adivina la más dura y despiadada de cuantas han acontecido en Bolivia, incluida la que tuvo lugar para el referéndum del 21 de febrero de 2016.

La batalla del liderazgo

La repostulación de Evo (sea vía recolección de firmas para un nuevo referéndum o vía habilitación por renuncia como recientemente ha teorizado- Héctor Arce, Procurador General del Estado) traerá un costo político necesario de asumir, pero costo al fin y al cabo, entre los sectores de clase media urbana que no apoyan a la oposición, pero sí manifiestan una posición muy crítica del gobierno nacional (que se ha manifestado en el apoyo al No en el referéndum, en el señalamiento al gobierno como responsable de la crisis del agua, o en su posicionamiento en contra de eventos como el Dakar). Esta oposición podría canalizarse mediante la postulación presidencial de Carlos Mesa, ex Vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Losada y ex Presidente entre octubre de 2003 y junio de 2005, de quien la frágil memoria de esas clases medias parece haber olvidado lo nefasto político que fue.

La batalla de la juventud

Junto a las clases medias, otra batalla a librar por el proceso de cambio boliviano es la de la juventud. Una amplia masa de votantes que en 2019 no habrá conocido el neoliberalismo. El MAS y el proceso en general tiene el deber de construir un proyecto que no interpele solo la mística posneoliberal, si no que atraiga a los sectores más jóvenes de este país, y un arma fundamental para disputar esta batalla es la cultura. No hay proceso, ni mucho menos revolución, que no venga acompañada de una política cultural. Construir revolución en el cine, teatro, música, es una tarea pendiente del proceso de cambio.

La batalla del sentido común

Y si hablamos de mística y cultura, el proceso necesita construir un nuevo sentido común de época, una nueva hegemonía que necesariamente tiene que ser posneoliberal y partir de interpelar al núcleo duro del proceso de cambio, yendo más allá, volviendo a incorporar sectores que se han ido alejando. Esta afirmación no pasa necesariamente por volver la mirada hacia las clases medias. Todo lo contrario, el núcleo y principal destinatario de las políticas públicas del proceso debe ser la mayoría social del país, el movimiento indígena originario campesino. La lección del referéndum del 21 de febrero, donde se bajaron algunas banderas (literalmente, se sustituyó el azul y negro del MAS por un naranja y verde) para no “asustar” a la clase media, debe servir para tener un horizonte claro. Solo a partir de ese núcleo duro es que se puede irradiar hacia otros sectores; empresariales, estudiantiles, etc.

La batalla de la gestión

Otra de las lecciones del referéndum por la repostulación de Evo Morales es que ya no es suficiente con hacer una buena gestión para contar con un amplio apoyo electoral. La buena gestión, que no es fruto de casualidades si no la causalidad de una serie de decisiones políticas, se da ya entre la población como un hecho y el listón está tan alto que cuando no se alcanza, se sufre el castigo electoral. Es por ello que en la fase que viene del proceso de cambio, la profundización y a ser posible radicalización del proceso se tiene que dar manteniendo desde las instituciones del Estado una gestión impecable.

La batalla económica

De manera complementaria a la gestión, es necesario continuar con el proceso de redistribución de la riqueza iniciado en 2006, pero con un salto hacia adelante que es el de la industrialización. La crisis económica que ha contraído una buena parte de las economías latinoamericanas no ha repercutido tanto en Bolivia gracias a las buenas decisiones tomadas, pero el crecimiento cercano al 5% (el más alto de Sudamérica) que se prevé para 2017 debe ser también la base sobre la que lanzar una ofensiva en favor de los sectores populares. Entre los pendientes, una reforma fiscal que impulse la progresividad.

La batalla mediática

Una de las batallas más importantes a enfrentar en los próximos 3 años es la mediática. La agresión mediática perpetrada en el referéndum del 21 de febrero apuntaba a erosionar el pilar sobre el que gravita el proceso de cambio, la figura y el liderazgo de Evo Morales. Es más que previsible que la confrontación mediática, amparada en mentiras y difamaciones en muchos casos por parte de los medios privados bolivianos, se intensifique en la medida en que nos vayamos acercando a 2019. Es en este terreno donde la derecha, nacional e internacional, con la ayuda del imperialismo estadounidense, lleva años de ventaja a las fuerzas populares. Es urgente construir trincheras mediáticas de la verdad frente a la ofensiva de la mentira, tanto desde los medios estatales como desde los medios comunitarios.

La batalla ética

La ofensiva mediática que vive no solo el proceso boliviano si no todos los procesos de cambio latinoamericanos y caribeños, pasa por la construcción de matrices mediáticas contra los principales liderazgos y logros de estos procesos. La principal matriz, probada en Argentina y Brasil especialmente, es la acusación de corrupción contra unos gobiernos mucho más transparentes que los del neoliberalismo. No hay más que ver cómo viven las y los ex ministros de Evo, y como viven los del neoliberalismo. Una forma de pasar a la contraofensiva es estableciendo una línea de defensa infranqueable de intolerancia absoluta contra cualquier forma de corrupción, dejando al enemigo sin un solo argumento que justifique la construcción de estas matrices.

La batalla territorial

Si bien serán importantes las batallas anteriores, la batalla final se dará sobre el territorio. Y en ese campo solo nos queda volver a Lenin. La tarea principal del proceso de cambio será el trabajo territorial con la gente, la formación política de una sociedad que se va despolitizando y a la que van despolitizando. Y para esta batalla se necesita reforzar el instrumento político, el MAS-IPSP que debe dar una vuelta de tuerca y pasar de ser una maquinaria electoral a una máquina de guerra electoral asentada sobre dos pilares fundamentales, el territorio y la gente, el pueblo.

Alba Tv

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