Artículo especial para Nodal sobre EEUU y América Latina – Por M. Varela y J. Perez Ibañez
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
»Donald Trump retira a Estados Unidos del TPP y obliga a redefinir estrategias comerciales a América Latina»
En su primer día frente a la oficina oval Donald Trump generó un importante cambio en la estrategia comercial de los Estados Unidos al retirarse del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP por su sigla en inglés). A partir de esta medida se comienzan a redefinir las reglas de juego del comercio internacional generando un nuevo escenario a nivel mundial. ¿Qué impactos pueden tener estos cambios en América Latina y en particular en Argentina?
El TPP es un acuerdo comercial que se inscribe en los llamados mega acuerdos regionales, tales como la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) o el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TISA). Estos acuerdos surgen como un intento por reemplazar a la Organización Mundial del Comercio (OMC), luego de la incorporación de China y Rusia, como eje principal de la gobernanza global de los asuntos comerciales y se constituyen como una novedad en el escenario internacional. No sólo representan vastas magnitudes territoriales, sino que también abarcan diversas temáticas y actores, bajo el argumento de la inserción a un mundo cada vez más globalizado e integrado a través de las cadenas globales de valor. Podríamos decir que es un acuerdo de libre comercio multilateral, de alcance regional, cuyo objetivo es liberalizar el comercio entre estos países a partir de unificar criterios legales y bajar aranceles. Para visualizar la importancia del TPP, basta con resaltar que los 12 países adherentes (Perú, Australia, Brunei, Canadá, Chile, EE.UU., Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam) conforman casi el 12% de la población global, un 25% de las exportaciones mundiales y un 29% de las importaciones.
Este tipo de acuerdos estuvieron en el centro de la campaña electoral estadounidense y se convirtieron en el uno de los ejes de la plataforma de Trump. Sobre el TPP se focalizó, con justa razón, la culpa por la disminución del empleo en Estados Unidos argumentando que la deslocalización en la generación de bienes y servicios en países más competitivos en cuantos a salarios había generado una sangría de puestos de trabajos en Estados Unidos.
Esta salida del TPP abre la posibilidad de que Estados Unidos se reoriente hacia una estrategia comercial basada en los acuerdos bilaterales a partir de la cual tanto se beneficiaron y que trajeron grandes perjuicios para sus socios comerciales.
EL TPP y América Latina
En América Latina existieron dos posturas frente a las negociaciones del TPP. Por un lado, los países de la Alianza del Pacifico (AP) optaron por suscribir rápidamente al tratado e integraron las negociaciones desde un primer momento. Los países de Alianza de Pacifico (Chile, Perú, México y Colombia) poseen economías más abiertas y orientadas al mercado externo. En el año 2013, según la CEPAL, tuvieron exportaciones por 558.2 millones de dólares, mientas que el Mercosur en su conjunto solo exporto por 426.3 mil millones. Este elevado nivel de exportaciones responde a un modelo de inserción comercial basados en Tratados de Libre Comercio con socios más grandes, por ejemplo Chile y México poseen TLCs vigentes con Estados Unidos y otros países. Pero a su vez, en el mismo periodo tuvieron importaciones por 563.6 mil millones de dólares, lo cual arrojo un saldo negativo en sus balanzas comerciales, y, a su vez, sus exportaciones estuvieron altamente concentradas en los países del TPP. En el caso de Chile y Perú los países del acuerdo absorbieron un tercio de sus exportaciones y, en el caso de México un 85% (de las cuales EEUU recibió el 94%).
Por otro lado, los países del MERCOSUR estuvieron al margen de este mega acuerdo regional y optaron por una visión de desarrollo orientada hacia el mercado interno y la integración. Estos dos bloques opuestos en su relación al TPP, representan dos modelos desarrollo contrapuestos en América Latina. El Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay Uruguay con la posterior incorporación de Venezuela y Bolivia) posee en su conjunto un PBI y un mercado interno mucho más grande y sus economías están más integradas entre sí. Para el año 2013, las exportaciones de estos países que tuvieron como destino otro país del Mercosur representaron un 14%, mientas que el comercio al interior del bloque de solo represento un 4% de las exportaciones en la Alianza del Pacifico. A su vez, el intercambio intra-alianza del Mercosur posee un mayor componente industrial que el de AP, aportando a la diversificación de productos exportados. Es decir, representa un modelo de bloque regional menos expuesto a los impactos internacionales y más centrados en desarrollo de los mercados internos.
De esta manera, y si bien todavía las consecuencias del abrupto final del TPP están evaluándose, es esperable que el nuevo proteccionismo planteado desde la administración Trump genere importantes efectos negativos en los países de la Alianza del Pacifico que habían apostado al libre comercio.
Entre estos, es factible que México sufra las peores consecuencias producto de 30 años ininterrumpidos de políticas desregulatorias y de apertura hacia Estados Unidos. A modo de ejemplo, el peso mexicano se devaluó un 13% en el momento de las elecciones norteamericanas, llegando a cotizar cerca de 20 pesos por cada dólar, para luego volver a caer al momento de la asunción arribando al tipo de cambio de 22 a 1. A su vez, Trump con sus declaraciones logró desincentivar inversiones de la industria automotriz que aprovechaba los deprimidos salarios mexicanos para producir en suelo azteca y enviar autos tras la frontera. De esta manera, Ford anuncio la cancelación de la instalación de una planta nueva y las japonesas Toyota y Honda están a la espera de más definiciones para informar sobre posibles recortes. Por último, también fue promesa de campaña evaluar cambios para el sistema de remesas a través del cual los inmigrantes mexicanos envían dinero desde Estados Unidos a sus hogares. Estos montos enviados son tan grandes, que superaron en 2016 a las exportaciones de petróleo del país latino.
Mauricio Macri, Argentina y el TPP
Ahora bien, la economía argentina y la estadounidense no se encuentran tan imbricadas como en el caso mexicano. Los productos argentinos que tuvieron como destino a Estados Unidos representaron solamente del 5% del total de las exportaciones en 2010, y las importaciones desde este origen vienen perdiendo peso desde principios de siglo. Desde la perspectiva estadounidense la importancia de Argentina como socio comercial es aún menor; representa solamente el 0.5% de sus exportaciones según su valor e importa el 0.2% desde este origen. Este nivel de aislamiento del gigante del norte podría representar una importante ventaja en momentos como el actual, en el cual se están registrando cambios tan profundos.
A pesar de lo antes descripto, la nueva gestión de Maurico Macri hizo reiterados intentos de revertir esta situación manifestado su voluntad política de “abrirse al mundo”. Primero, el secretario de Comercio Miguel Braun declaró en el “Consejo del Atlántico” en Marzo de 2016 que “… buscamos ser parte del acuerdo transpacífico eventualmente…”. Luego, el ex ministro de hacienda y finanzas, Alfonso Prat Gay, argumentó en Mayo del año pasado, en el marco de las nuevas negociaciones por un pacto MERCOSUR-UE, que esta nueva aproximación hacia Europa es la razón perfecta para también acercar la Argentina al TPP. Por último, en Junio se formaliza el ingreso de Argentina como país observador a la Alianza del Pacifico y Mauricio Macri declaró que busca hacer converger el MERCOSUR con dicho bloque de países en su III cumbre empresarial.
Pero bien, como antes describimos, una posible adhesión al TPP y la Alianza del Pacifico hubiese traído fuertes consecuencias para la estructura productiva argentina. Estas declaraciones del equipo económico expresaban la firme voluntad del gobierno de cambiemos de desandar el camino recorrido por la economía argentina en la última década para implementar un modelo de apertura comercial y financiera, de desregulaciones y bajos salarios, con un mercado interno deprimido y una inserción internacional fuertemente primarizada en la cual se tenga como principales socios comerciales a la Unión Europea y a los Estados Unidos.
Abrirse a un mundo que se cierra.
Este abrupto final de las negociaciones por el TPP abre nuevos desafíos a los países latinoamericanos en el marco de un mundo que comienza despedirse de la época dorada de la globalización y los fluidos intercambios comerciales.
Las economías ligadas a la Alianza del Pacifico, tendrán que optar por nuevas estrategias de desarrollo en las cuales los Estados Unidos no tengan un lugar protagónico. Las respuesta que cada país encuentre dependerá de la correlación interna de fuerzas de sus distintos sectores productivos (entre los cuales la fuerza de trabajo tendrá un lugar importante al igual que lo tuvieron en las últimas elecciones norteamericanas), pero la perspectiva de crecer a partir de insertarse en algún proceso de una cadena global de valor con bajos salarios comienza a desaparecer. La respuesta tendrán que encontrarla hacia adentro revitalizando sus muy deprimidos mercados internos, o hacia afuera profundizando los niveles de integraciones con sus aliados latinoamericanos.
Por su parte el MERCOSUR, se encuentra más resguardado comercialmente de los impactos que pueda generar esta virtual finalización del TPP. Ahora bien, el bloque afronta tensiones más políticas que económicas frente a lo que pueda ocurrir en los Estados Unidos. La medida cautelar que impide la exportaciones de limones argentinos debe entenderse como una derrota en el plano político más que como un problema económico. La perdida de colocar 50 millones de dólares en limones representa una impacto del 0.09% en total de las exportaciones argentinas, mientras que la negativa de acercar las economía generó dudas sobre el rumbo a seguir en el equipo económico de Cambiemos.
Para el gobierno de Macri, proseguir por el camino de apertura comercial y financiera trazado antes de la victoria de Trump sería simplemente un salto hacia el vacio en el cual se continuarían perdiendo industrias y empleos sin posibilidad de lograr insertar productos argentinos en ningún otro mercado. Desde la casa Rosada se tiene que leer este cambio político como una señal de que se deben guardar las viejas recetas ortodoxas para comenzar a implementar un plan económico que implique mejorar los niveles de competitividad de los productos argentinos sobre la base de la innovación tecnológica y no sobre la flexibilización laboral. Prepararse para un mundo en cual se agudizará la competencia comercial requerirá mucho más de lo que dejo el errático primer año de Macri.
(*) Miguela Varela (Lic. en Relaciones Internacionales) y Javier Perez Ibañez (Lic. en Sociología,) del Centro de Economía Política de Argentina (CEPA)