Con Oscar, mi isla respira libertad – Por Ricky Martin
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La conmutación de sentencia a nuestro compatriota Oscar López Rivera por parte del saliente presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, es motivo de felicidad para quienes creemos en los derechos humanos.
Mi primer contacto con la historia de Oscar fue hace varios años a través del movimiento que se levantó a su favor. Los 35 años de confinamiento, una gran cantidad en solitario, su historia, el drama de su familia, en especial de su hija Clarisa, su nieta Karina, sus hermanos y demás familiares, pero sobre todo, la hermandad que provocó en nuestro pueblo, me inspiraron un profundo compromiso con el objetivo de su excarcelación.
Así me uní al llamado por la liberación de Oscar, iniciado desde distintos sectores, ciudadanos, políticos, literarios, artísticos y humanitarios. Todos convencidos de que la liberación de Oscar se trataba de hacer justicia, de atraer la atención del mundo a una historia de interés humano, de derechos, de solidaridad y de esperanza.
El regreso de Oscar a casa es de cierta forma un acto de liberación para cada uno de nosotros y una magnífica historia para contar a las futuras generaciones. Su caso es uno histórico por su carácter político, pero también por su valor humano.
Unidos pudimos, unidos el mundo nos escuchó y nos extendió la mano para facilitar lo que de otra forma no hubiera sido posible. Fue un abrazo múltiple a la causa.
Oscar, cuyo nombre será recordado como el prisionero político puertorriqueño que más años habrá cumplido en la cárcel, es una leyenda viviente que nos conmovió a todos. Como puertorriqueño, como defensor de los derechos humanos, haber contribuido a su regreso a casa, de la manera que estuvo a mi alcance, hoy me deja una gran satisfacción. Su próxima liberación nos da una sensación de alivio, de paz, de reafirmación de que vale la pena ir tras lo que creemos.
Defender los valores democráticos, enfrentarse a la discriminación, a la intolerancia y luchar por la riqueza del pensamiento libre y de la justicia, como ha sido esta defensa, es ejemplo de lo poderosa que es la verdad y la unión de voluntades.
Tener a Oscar de nuevo en su patria nos motiva a seguir soñando por un mundo más justo, más solidario, más inclusivo y también más combativo ante lo que merece ser defendido.
Nos invita también a reflexionar sobre los valores que nos mueven como individuos y como país. Puerto Rico, esto es un gran ejemplo de lo que unidos podemos lograr.
A ti, Oscar, feliz regreso a casa.
(*) Cantante, compositor, actor y escritor puertorriqueño.