Cuatro años – Diario La Verdad, México
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Los primeros 4 años de gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto han sido exactamente lo que los analistas serios de México pronosticaron; un caos terrible, una inmersión total en la secularización de la corrupción y la devastación provocada por sus reformas estructurales.
El México de hoy enfrenta una terrible realidad; las famosas reformas y el ejercicio del poder federal son un apuntalamiento extraordinario para beneficiar a ese minúsculo grupo de empresarios que se han adueñado del país, que no pagan impuestos y además disponen del poder económico para sembrar en la opinión pública las virtudes del modelo económico que les conviene. Una realidad que se asoma tras la empuñadura de una pistola, en el trasiego de estupefacientes, en la migración de obreros y campesinos y una tremenda falta de oportunidades. La cobija económica que representa la productividad de 100 millones de mexicanos cada día cubre a menos ciudadanos, ni siquiera sirve para capitalizar el mercado que ha sido regalado a las grandes trasnacionales.
El gobierno de Peña Nieto nada tiene diferente al de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, es la misma estrategia estranguladora sostenida bajo el romanticismo nefasto de la globalización. Por eso el día de hoy el Presidente encuentra su popularidad por debajo del 23% de aprobación. La más baja de la historia desde que se mide.
Cuando Salinas la culpa se la echaban a la crisis de los 80s y a un mundo de empresas paraestatales que debían ser privatizadas, incluyendo bancos, ferrocarriles, petroquímicas, acereras, etcétera. Se privatizaron, sin embargo con Zedillo se le echó la culpa a los bonos de deuda a corto plazo, luego hubo una apertura total a la globalización, bajo el argumento que ésta llevaría a México por el camino del progreso para convertirse en una economía vigorosa y entrar de lleno al primer mundo. Nada ocurrió, porque ahora el pretexto era la falta de democracia. Así se eligió a Fox, quien siguió con el mismo modelo económico que no funcionaba, ahí se comenzaron a fraguar las reformas estructurales, al mismo tiempo se le cerraba el paso al descontento popular que pedía un cambio al modelo económico.
Las cúpulas económicas dispusieron de un gerentito de medio pelo para proseguir con las reformas que les permitiera agenciarse lo más valioso que le quedaba al país; la educación y sobre todo los energéticos. De tal manera Calderón llegó al poder, pero su estupidez echó por la borda otros seis años el proyecto privatizador gracias a su testarudez y el combate a la delincuencia a través de un enfrentamiento frontal y falto de inteligencia que bañó de sangre las ciudades y carreteras de todo el territorio nacional. Así volvieron a echar la culpa, ahora, a la delincuencia organizada.
Entonces vino el gobierno de Peña Nieto, precisamente a modo de sacar adelante el anhelado premio de las riquezas que permitirán a esa oligarquía extender su poder sobre el mismo gobierno, que lejos de ser republicano y demócrata se volvió un apéndice de negocios de la oligarquía.
Estos 4 años no solo han sido terribles, cualquier cosa buena hecha por el gobierno queda fuera de percepción por el extremo empobrecimiento de la clase media y el desplazamiento de la clase obrera y campesina nuevamente hacia la clase pobre, donde estaba a principios del siglo XX. El pueblo está hundiéndose en la pobreza de manera acelerada, es lógico el dinero que debiera servir para apuntalar a los pequeños y medianos empresarios cada vez está en menos manos, mientras los oligarcas siguen imponiendo en el gobierno a políticos corruptos porque son más fáciles de manejar y forzar a cumplir sus exigencias.
Estos fueron otros 4 años de globalización, de oprimir a la clase obrera, de acosar con terrorismo fiscal a los pequeños y medianos empresarios, de asociaciones delictivas con el crimen organizado para mantener aterrorizados a los ciudadanos. Hoy ya no se le puede echar la culpa, ni a la crisis económica de los 80s, ni a la carga de la industria paraestatal, ni a la falta de apertura comercial, menos a la falta de reformas estructurales. Hoy todo aquello que los brillantes economistas del ITAM pregonaban como frenos al desarrollo lo han llevado a cabo con mano de hierro. ¿Ahora a qué o a quién le van echar la culpa de la debacle económica? ¿A Trump? O ¿AMLO?