Campesinos pelean por conservar la agrobiodiversidad andina ecuatoriana

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Los guardianes de semillas están en el páramo

Sobre los 3 500 metros de altitud, y a pesar de las condiciones adversas que deben afrontar, los campesinos son los mayores conservadores de agrobiodiversidad andina ecuatoriana.

En una chacra familiar campesina en los páramos se puede encontrar hasta 15 veces más especies de cultivos para la alimentación que en una finca dedicada a monocultivos. Así lo afirmó Xavier León, que trabajó con la Fundación Heifer Ecuador para destacar la importancia de los pequeños productores en la conservación de la agrobiodiversidad.

Fernanda Vallejo, gerenta de proyectos de la Fundación, cuenta que el estudio nació con la preocupación de que se está perdiendo la biodiversidad agrícola. Este es el caso de variedades tales como las de canguil y el maíz negro o morado. Vallejo considera que esta problemática se debe a una tendencia al monocultivo, que implica cultivar productos que aparentemente tienen demanda en el mercado.

Durante la investigación, apoyado por Heifer, Magap, Iniap y FAO, León entrevistó a 120 familias indígenas y agrícolas de Colta y Guamote, en Chimborazo. Carmen Lema fue una de las entrevistadas. Ella cuenta que en su chacra ha sembrado variedades nativas como la papa puña, mashua, oca blanca y roja, melloco pintón, amarillo y rojo; maíz negro y blanco, quinua rosada y blanca, y habas.

Cada especie se beneficia de la presencia de otra, lo que reduce la necesidad de utilizar productos químicos. Por ejemplo, las habas fijan el nitrógeno del aire para que las otras plantas se nutran de este. Asimismo, la variedad de especies ayuda a que no se propaguen las plagas y mantienen la fertilidad del suelo.

Para conservar las semillas, Lema separa una porción de estas. El resto las utiliza para la alimentación. En el caso de las papas, aquellas que no va a consumir las envuelve en paja de páramos, las baña en ceniza, las cubre con ramas de ruda y las guarda en una esquina de su sala hasta que llegue el momento de la siembra -entre octubre y noviembre-. Este sistema ancestral se llama putza y lo utiliza el 4,4% de las familias entrevistadas.

Existen otros métodos adquiridos por los campesinos para conservar las semillas. Según el estudio, un 63,5% de los entrevistados las guarda en un lugar seco dentro de un saco. Un 21,9% solo las tapa con paja y un 4,4% las seca y cubre con un cajón o bandeja. El intercambio de semilla es otra manera de conservar la biodiversidad, pues permite que los campesinos mejoren la calidad de las mismas.

“Nosotros podemos guardar y luego sembrar las semillas nativas, no como las semillas compradas o transgénicas que sirven para una sola siembra”, afirma Lema. Ella considera que preservar la agrobiodiversidad es importante para que la alimentación sea más nutritiva.

El Comercio

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