Ser maya: del genocidio al souvenir – Por Leonel Alfonso Juracán Lemus (Guatemala)

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

En Guatemala los indios se están suicidando. Según estudios dados por la liga pro higiene mental, muchos jóvenes indígenas de Chimaltenango, Quiché y Sololá se han quitado la vida, ahorcándose o ingiriendo veneno. Si hemos de dar fe a los testimonios dados por la gente civilizada que aún se preocupa por ellos, todo conduce a pensar que pobres de espíritu y débiles de mente, son incapaces de hallar su felicidad y sustento en el trabajo agrario, que se victimizan a sí mismos al no encontrar oportunidades, pues la educación que ofrece el Gobierno ya no les interesa, que es la obstinación por recordar los vejámenes sufridos por sus padres y abuelos la principal causa de que vivan deprimidos y alcoholizados.

Así, al no poder afrontar las condiciones de vida que se les presentan, ante un pasado amargo, y un presente igual, optan por suicidarse. De hecho, si hemos de dar fe a los registros históricos vertidos por “Los amigos del país”, la historia de los indios en Guatemala es la historia de un suicidio masivo y sistemático, pues cuando no tienen el valor de tomar la decisión por su propia mano, son capaces de educar a los verdugos que habrán de darles muerte. Según la liga contra el terrorismo, la Historia Oficial de Guatemala demuestra claramente que el llamado hoy “genocidio” fue un asesinato programado entre distintas etnias. La casi totalidad del ejército estuvo conformado por indígenas, así como también los frentes guerrilleros. La quema de la Embajada de España, que tanto ha dado que hablar, no fue más que una inmolación colectiva al estilo David Koresh, provocada por los mismos líderes campesinos. La explicación racional a todo esto, es que debido a sus prácticas ancestrales, donde se realizaban guerras rituales y sacrificios humanos, donde inclusive se adoraba a la diosa Ixchel (la del suicidio), se han conducido a lo largo de la historia por éste tortuoso camino más por necedad y ánimo de auto sacrificio, que por la violencia ejercida desde el Estado en contra de ellos.

Pero obviamente, mientras la cristiandad blanca reza para que así sea, que se ahorquen, se auto inmolen, que Dios en su infinito poder arroje a éstos seres abominables de sus tierras, éstos se empeñan en quedarse ahí, bloqueando caminos, saboteando empresas que podrían beneficiarlos, haciendo alardes de su cultura ante la prensa internacional. ¿Cuántas mentiras de éste tipo tendremos que soportar?

Tres milenios de cultura maya

Quizá el principal obstáculo encontrado por los arqueólogos de diferentes épocas, son los miles de años que separan a las etnias que hoy habitan mesoamérica de los mayas que construyeron las pirámides y ciudadelas en Petén y Yucatán. Algunas, como El Mirador hasta con tres mil años de antigüedad.

De acuerdo a los estudios arqueológicos más recientes, las etnias y lenguas mayas contemporáneas son el resultado de migraciones, rebeliones, saqueos e invasiones que ocurrieron en estas tierras mucho antes de la llegada de los españoles, Una invasión Olmeca, en el año 400 a. C, que ya asimilada, fue la semilla de la civilización maya. Otra, efectuada desde Teotihuacán en el 194 d.C., que introdujo cambios políticos importantes, cuya consecuencia principal fue el esplendor del período clásico. Luego, la invasión tolteca del siglo X d.C., que marca la diversificación étnica que había en el momento de la conquista. Pese a todo, la cultura en común que existió en las ciudades mayas pudo conservarse hasta bien entrado el siglo XVII. Relatos vertidos por los mismos colonizadores, testimonian una diversidad de rituales hoy desaparecidos, debido a la persecución de la que fueron objeto por la iglesia católica.

Limitaciones en el método; enfoques erróneos; poca difusión de los resultados obtenidos por numerosos investigadores y falta de voluntad política; son algunos de los factores que han impedido establecer con claridad un puente entre la cultura maya ancestral y las 22 etnias que actualmente habitan Guatemala. Muchos guatemaltecos aún se conforman con afirmar la desaparición misteriosa de los mayas, la crisis ecológica provocada por el agotamiento del suelo, cuando no otras hipótesis aún más cuestionables como el secuestro por extraterrestres. Hechos tales como la esclavitud practicada durante la colonia y posterior marginación social, siglos de falta de acceso a la educación y la evangelización cristiana, hacen que hoy en día la mayor parte de los descendientes de esta cultura ignoren completamente el significado de estelas y glifos.

A pesar de todo lo anterior, la tradición oral, como organismo vivo, mantenida por todas las etnias indígenas, ha conservado buena parte de los contenidos que la arqueología sigue descifrando en murales y dinteles de las antiguas ciudades mayas. Este es el nexo que aún falta reconstruir.

Mayan new age

Recordemos que la sociedad maya antigua era una sociedad de castas, de manera que la escritura y lectura estaba reservada solamente a una élite constituida por sacerdotes y familias nobles. Los diferentes significados que hoy en día podemos encontrar para un mismo glifo, o incluso para el mismo vocablo en lenguas mayas contemporáneas se deben a la rivalidad que existía entre las diferentes ciudades-estados que constituían la civilización maya, las invasiones antes mencionadas, además de los procesos de resistencia y asimilación.

La arqueología y epigrafía maya ha errado muchas veces, debido a la visión hegemónica desde la cual se aborda. Desde el alfabeto de Diego de Landa en 1553, a las interpretaciones de Erick Thompson en 1962, las explicaciones dadas por la “academia” oscilan entre la negación de cualquier sistema simbólico en la escritura maya a la asignación de significados místicos ajenos a la intención de sus autores.

Tan dañino es uno como el otro de éstos extremos. El primero, porque entraña la negación de una cultura y la perpetuación del dominio sobre una población de la cual se ha servido la patriotería guatemalteca desde sus mismos orígenes. En el otro extremo, la folklorización, la mistificación de los contenidos no son de manera alguna un reconocimiento, sino que implican una neutralización de la otredad, como alguna vez dijera Luis Eduardo Rivera: ¿Ventriloquía sociológica, o sociología ventrílocua? Así, la cultura dominante se lava la conciencia, ofreciendo a la dominada una “inclusión” ilusoria, que sirve más como decorado o promoción del turismo que como estrategia de desarrollo.

Lo más grave de ésta mistificación, es que consiguen ganar adeptos dentro de la misma población indígena, que ante la falta de acceso a las investigaciones arqueológicas, no tiene otro referente que lsus propias tradiciones, convirtiéndose estas en una forma de sobrevivencia, muy útil si se tiene en cuenta la desinformación que hay por ambas partes.

Afortunadamente, trabajos más recientes como los de Yury Knorosóv, Christophe Helmke, Harri Kettunen, Ruud Van Akkeren, y Nora England, nos permiten ligar las lenguas, relatos y costumbres de los mayas actuales con los mensajes que aparecen en los códices y estelas. Resta aún el problema del “relato”, su difusión y sistematización. Si ninguno de los nombres mencionados es guatemalteco, esto se debe a que el crédito y autoría de dichos estudios se asignan a los investigadores cuya universidad haya proporcionado el dinero. Y las nuestras, no cuentan con ésos recursos.

Los beneficiarios de ésta situación, además obviamente de los terratenientes guatemaltecos y las empresas extranjeras, son los indígenas que adoptan el papel de “sacerdotes mayas”, “guías espirituales” y utilizan la imagen mistificada del pueblo maya para ganar posiciones políticas. Y muchas veces, olvidándose de aquéllos a quienes dicen representar.

Basta con hacer una lectura crítica del Rabinal Achí para entender que la relación entre entre K’ ichés, Kaqchikeles y Keqchíes, es una rivalidad que data de la invasión tolteca. Que los principales perjudicados a lo largo de toda ésta historia han sido precisamente éstos últimos, descendientes en línea directa del período maya clásico, cuya tradición fue usurpada por Kichés y Kaqchikeles durante la colonia, despojados de sus tierras por los frailes dominicos, masacrados por el ejército durante el conflicto armado, y actualmente perseguidos por los mercenarios de las empresas petroleras y las constructoras de la hidroeléctrica en el Polochic.

No estoy tratando aquí de reavivar una rivalidad que tiene ya 800 años de antigüedad. Sino recordando que en el relato oficial de nuestra historia, se ha negado a los pueblos mayas su papel como actores en el desarrollo de Guatemala. Más allá de ése nacionalismo absurdo, o etnocentrismos propiciados desde afuera, nos encontramos todavía ante un discurso fragmentario, lleno de contradicciones e incoherencias. El temor que se esconde detrás del nuevo repunte del racismo es la conciencia de que un estado maya aún es posible.

* Escritor, laboratorista clínico y artista.

La Hora

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