La polarización, el amargo legado del plebiscito – Por Rogelio Núñez

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El plebiscito sobre el fin de la guerra con las Farc es una derrota para quién hizo del acuerdo su gran apuesta personal y política, Juan Manuel Santos. Pero sobre todo deja una fuerte polarización entre los partidarios del “Sí y los favorables al “No”, postura defendida por el expresidente Álvaro Uribe.

Se trata de una polarización que se ha profundizado con motivo del plebiscito pero que ha venido creciendo y siendo alimentada por los dos principales protagonistas de la misma (Santos y Uribe) desde 2010. El expresidente no perdonó que su sucesor llamara al gabinete a destacados antiuribistas ya en 2010 y que llevará a cabo un acercamiento con Hugo Chávez. Eso alejó a Uribe de su heredero y las negociaciones de paz con las Farc (2012-2016) fueron el terreno perfecto para que esas desavenencias tomaran aún mayor cuerpo.

Uribe ha explicado así este alejamiento entre quienes fueron colaboradores en un mismo gabinete: “¿Qué ha motivado al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, a abandonar la plataforma que lo eligió? No lo sé. Es una sorpresa. Lo elegimos pensando que nos iba a cumplir. Y ha hecho todo lo contrario de lo que ofreció en campaña. Él participó en nuestro gobierno, y aceptó que los grupos violentos de Colombia eran grupos terroristas. Al llegar al gobierno, los legitimó como actores del conflicto. Él aceptó la tesis de nuestro gobierno de que la paz no se puede construir sobre la impunidad”.

En esta campaña por el plebiscito la tensión ha crecido y se ha radicalizado y todo apunta a que va a ir en aumento. Sobre todo porque en menos de dos años, en 2018, hay elecciones presidenciales en las que el uribismo aspira a volver a ser el principal partido de la oposición como ya lo fuera en 2014. Hace dos años el candidato de Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, fue el más votado en primera vuelta, superando a Santos y perdió por solo cinco punto en el balotaje.

Así describía la revista Semana esa polarización hace menos de un mes: “El país vive una polarización que casi no tiene antecedentes. Algunos consideran que se parece, si acaso, a la que produjo el Proceso 8.000 durante el gobierno de Ernesto Samper en los años noventa. Pero lo que se inició como un pulso belicoso pero personal entre el presidente Juan Manuel Santos y su antecesor, Álvaro Uribe, ya se ha expandido a miles –o millones– de hogares. La tradición colombiana según la cual ‘familia que vota unida permanece unida’ es cosa del pasado. Y lo contrario está a la orden del día: peleas intrafamiliares, discusiones de alto tono, insultos. En más de un edificio del norte de Bogotá las ventanas hacia la calle se han convertido en escenario para poner afiches por el Sí o por el No, con la intención de invisibilizar el del vecino. En el ámbito de la vida cotidiana los debates de altura sobre el plebiscito son prácticamente inexistentes”.

Una polarización que ha llegado para quedarse

El ex presidente Álvaro Uribe ha sido quien ha liderado la campaña por el “No” en el plebiscito por la paz convocado por el Gobierno. Y lo ha hecho apelando a los sentimientos de la población y atacando muy duramente al ejecutivo santista.

Su arsenal ha sido amplio pero siempre ha sabido atacar en el punto débil del acuerdo de paz: la población se resiste a ver a los guerrilleros con sus fortunas intactas, sin pagar penas de cárcel y sentados en el Congreso. “Nosotros aceptamos que los guerrilleros rasos no vayan a la cárcel, que sean objeto de una reinsercción solidaria y generosa. Pero la falta de cárcel, aunque sea por un tiempo reducido, para los máximos responsables, será el hervidero de nuevas violencias y creará un riesgo jurídico a la estabilidad de los acuerdos, sin que exista período de prescripción que pueda subsanarlo”, ha reiterado Uribe.

Ha apelado a los sentimientos y también al voto del miedo cuando ha acusado a Santos de conducir, o al menos a abrir las puertas de Colombia al “castrochavismo”.

Los puentes se han roto tanto que Santos, quien llegó a proponer la celebración de un debate, acabó luego desechando la idea cuando la propuso Uribe: “Yo regreso hasta el jueves a Colombia y tengo un itinerario todos los días porque estamos es en campaña … ¿a qué hora voy a aceptar un debate? no tengo tiempo, llevo cuatro años queriendo discutir con mis opositores sobre este proceso de paz”.

El duelo entre Uribe y Santos ha calado en un país y en una sociedad que se ha polarizado y enfrentado en torno al “Sí” y al “No”.

La analista Yolanda Ruiz lo expresaba muy claramente en el diario El Espectador: “Lo mejor sería no pensar a la hora de votar ni en Juan Manuel Santos ni en Álvaro Uribe. Los políticos, políticos son. Aunque suene a redundancia eso lo define todo. Detrás de uno o de otro, las voces de esta Colombia se han polarizado al punto de considerar terroristas a los partidarios del Sí y promotores de la guerra a los partidarios del No”.

Esa polarización además se va a prolongar durante la puesta en marcha de las normas que marcarán el periodo del posconflcito y enlazará con la campaña para las elecciones presidenciales de 2018. Va a ser un bienio de gran complejidad en el que surgirán tensiones y problemas a la hora de llevar a cabo la inserción de los guerrilleros y aplicar la justicia tradicional.

Humberto de la Calle, el jefe negociador del gobierno en La Habana, lo reconocía en una entrevista con el diario El País: “El plebiscito será el punto de partida para que empiece el cronograma de dejación de armas y la incorporación de los acuerdos al escenario jurídico, pero vamos a tener que seguir haciendo esfuerzos para unificar a la sociedad colombiana. No va a ser una cosa tan arrasadora que resuelva el problema político y la polarización. Todavía falta camino por recorrer”.

El próximo presidente y la próxima administración tendrán ante sí numerosos retos. “La polarización tiene un efecto dañino para Colombia. La diferencia entre una sociedad polarizada y una polaridad constructiva es que en esta última la gente se habla, se pacta; en la polarizada se dejan de hablar, las familias se dividen y rechazan al otro, se convierte al odio. Eso cierra la posibilidad de consensos, que es en la forma en la que caminan los países. Calentar a Colombia entorno a una idea de irreconciabilidad, manipulando un pequeño grupo que de lo que se trata es de insertarlo en la sociedad para que pase de las armas a hacer política marginalmente, es fallarle al país”, aseguraba Joaquín Villalobos en una entrevista en la revista Semana.

Rogelio Núñez Castellano. Asesor de contenidos y analista de Infolatam, investigador del IELAT. Licenciado en periodismo por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Historia de América Latina Contemporánea por el Instituto Universitario Ortega y Gasset.

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