La paz incluyente y sostenible – Diario El Mundo, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La carta que 382 empresarios dirigieron al presidente Santos ofreciendo su concurso para un Gran pacto nacional alrededor de un acuerdo de paz con las Farc (accesible en https://goo.gl/rmUj8w) es importante aporte de quienes toman con máxima seriedad los retos del presente y las perspectivas de país, tras el mayoritario rechazo en las urnas al Acuerdo final negociado entre el Gobierno Nacional y ese grupo ilegal. En tanto mensaje concertado entre empresarios con presencia en los distintos sectores de la economía y las diversas regiones del país, en él reluce la visión pragmática que se sobrepone a banderas partisanas, a las que no son ajenos muchos firmantes, y rigores limitantes propios del análisis académico. La carta alienta los encuentros de voceros del NO y el SÍ para construir acuerdos sobre los contenidos a negociar, y espera que así unidos, puedan también obtener las manifestaciones de buena voluntad en las Farc.
Producto del pluralismo que reconoce el bien común como el fruto de la concertación entre visiones particulares, la carta se ha escrito con gran sentido de realidad frente a los hechos cumplidos. Los firmantes se ubican en un lugar neutral en el que consiguen reconocer por igual a todas las partes responsables de definir los medios y contenidos para construir un proceso de negociación que se sustente en la confianza, rompa barreras y contribuya a tejer alternativas para reconstruir un acuerdo posible. Si fuere viable la negociación que reclama su misiva, los empresarios confirman que están listos a “facilitar, promover y concretar estos necesarios acuerdos, que hoy son un clamor nacional”.
Por el pragmatismo con que consiguen observar los acontecimientos que transcurren en el país, los firmantes han reconocido “la voluntad expresada por las partes de adelantar un trabajo conjunto en la búsqueda de una paz incluyente, estable y duradera” (subraya nuestra). Vincular la calidad de “incluyente” al objetivo de la paz manifiesta la exigencia de que se reconozca la voz de la mitad de los ciudadanos que votaron por corregir el acuerdo firmado, a fin de construir uno que sí ponga a las víctimas en el centro, ofrezca verdadera (así sea mínima) justicia, garantice equidad para la participación política y tenga racionalidad en los beneficios y las cargas que genera. El camino a esa inclusión se vislumbra en los diálogos del Gobierno con los líderes políticos que han asumido la representación del No y los de víctimas que han recordado las exigencias que la Mesa de conversaciones no escuchó; ellos constituyen más de dos terceras partes de los colombianos que pueden forjar el Gran pacto nacional que hoy se requiere. Respetar la voluntad de la mayoría es paso de reconocimiento de la democracia que, insistimos, las Farc aún no dan.
El mensaje se construyó con profunda dimensión temporal. En él se reconoce la negociación en curso como hito en “un doloroso y dilatado conflicto armado”. La duración e intensidad del dolor tienen como principal responsable a las Farc. Fueron ellas quienes burlaron las negociaciones que intentaron los presidentes Betancur, Gaviria y Pastrana. Fueron ellas quienes rechazaron la mano que les tendieron los presidentes Turbay, Barco, Samper y Uribe. En tanto protagonistas de la historia del conflicto, las Farc también reciben el llamado que recuerda que “es responsabilidad de esta generación hacer todos los esfuerzos en este sentido” (subraya nuestra). Si en esta ocasión, otra vez, optan por rechazar la mano que les tiende la democracia, los líderes de esta generación están obligados a poner su capacidad y los recursos del Estado al servicio del fin del conflicto armado en que insiste un grupo cuya voluntad de reconciliación fue puesta, otra vez, a prueba, con la esperanza de que su retroceso militar y político le diera razones suficientes para hacer una negociación de buena fe.
La dimensión de responsabilidad que recalca el plural grupo de firmantes tiene exigencia muy precisa, y necesaria, en el reclamo porque se busque “un acuerdo definitivo, incluyente y sostenible dentro del marco de un Gran Pacto Nacional que conduzca a la unidad” (subraya nuestra). Con la mesura con que reconocen la personería de las partes para ser vinculadas a la negociación, los empresarios reclaman acuerdos con racionalidad económica, evidentemente hecha a un lado en el documento suscrito por el Gobierno y las Farc, y rechazado por el pueblo colombiano.