Miss Venezuela: la cosificación del cuerpo femenino – Por La Araña Feminista
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
En nuestro país los colectivos feministas han luchado contra la tiranía de la belleza, y han realizado dos boicot al Miss Venezuela.
En 1972 un grupo de estudiantes de diversas Escuelas de la UCV, especialmente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, de Humanidades y Educación que sabotearon el emblemático “concurso de belleza”, fueron reprimidas y sacadas por la fuerza del local donde se estaba celebrando. Aquellas feministas levantaban un discurso radical contra los estereotipos de “belleza” con los que se pretendía cosificar a la mujer, es decir, tratarla como un objeto, como una cosa, encerrando su conciencia en un conjunto de patrones de conducta que definían “lo que era ser bella”, para así convertirla en instrumento de consumo de productos de “belleza” y, simultáneamente, para que el cuerpo de la mujer sirviera para promover la venta de estos productos, transformando los senos, las piernas, la cabellera, los glúteos, el cuerpo femenino en una herramienta de promoción y venta de mercancías.
En 2013 los colectivos feministas socialistas convocaron un boicot contra la 61º entrega del certamen “Miss Venezuela”, por considerar que enarbola antivalores del capitalismo-patriarcal como la competencia, el arribismo, el consumismo y, sobretodo, un estereotipo de belleza que en nada nos representa. Se buscó evidenciar que la belleza femenina es mucho más amplia, diversa, saludable y feliz que aquella promovida por estos certámenes propios de una cultura impuesta. También en este caso, actúo la represión a favor de los organizadores, en esta ocasión ni siquiera se logró entrar al recinto del concurso, la manifestación fue bloqueada antes de llegar al lugar.
En un concurso de belleza lo fundamental es el cuerpo humano, concretamente el cuerpo de la mujer, al que se le pone un precio y se le comercializa, que es lo que siempre han hecho los hombres. Los concursos son una negación del ejercicio del derecho a pensar. El hombre vale en la sociedad por la actividad que realiza, y la mujer, en cambio, tiene que adquirir valor por las medidas que tiene. Las mujeres desfilan en traje de baño, la ligereza de ropa es una forma más de humillación y violencia, o con trajes que valen millones. La ganadora termina hablando sobre pobreza, justicia, paz; que no solamente es una concesión que procura lavar la imagen de banalidad y superficialidad, sino que pone a la belleza como determinante para la sensibilidad social. Sin embargo, una reina de belleza no es mucho más que un objeto que vende y se deja vender, un simple adorno que posa sonriente al lado de gobernadores, presidentes y cuya voz y opinión, junto con su ferviente deseo de paz, mundial no son más que eco en el vacío.
La conclusión es evidente, en cuarenta años transcurridos no hemos logrado avanzar en un cuerpo femenino libre de patriarcado, la tiranía y el negocio de la belleza siguen predominantes, y hay por delante una lucha larga por un mundo posible, por un mundo más justo que para serlo debe ser feminista.