El fantasma del golpe, acostumbrado a recorrer Venezuela – Luis Wainer (Especial para Nodal)

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Desde las elecciones de octubre de 2012, la oposición venezolana ha encarnado la combinación de «todos los modos posibles de lucha», en aras de terminar con la revolución bolivariana. Entre institucionales y golpistas estas pueden inscribirse en un amplio abanico de intentos más o menos fallidos, con la excepción de las elecciones parlamentarias de diciembre pasado.

Desde desabastecimiento y acaparamiento de insumos de primera necesidad, hasta asesinatos, violentas guarimbas, referendum revocatorio (transformado en campo de batalla por los tiempos del mismo) y, este último domingo, tomar por asalto la Asamblea Nacional, para, desde allí, llamar a dar un golpe parlamentario. En esta etapa la disputa en Venezuela es también interinstitucional. Unas desconocen a las otras.

Durante esta semana los días irán dándonos más pistas sobre el devenir de sus resultados. Mientras tanto algo se deja ver: en Venezuela las luchas más caras se dirimen en las calles sin excepción. Este domingo el chavismo rodeo la Asamblea y se dispuso a proponerle su cuerpo al parlamento. De la Asamblea a las calles, los días venideros.

Si la Asamblea quiere llamar al golpe, deberá hacerlo con una parte sustancial de su pueblo dentro, decidido a pelear legitimidades más allá de las propias instituciones. La memoria de abril de 2002 perdura. Y como aquello no fue televisado hasta que irrumpió un pueblo hasta entonces invisible, este tiempo será con segmentos de la sociedad haciendo de las instituciones «trincheras de guerra» en defensa de la revolución.

Nuestra América no se cansa de mostrarnos que cuando las instituciones no las toma el pueblo, estas naturalmente son del poder económico. Poder económico que, desde allí, encuentra los recovecos institucionales para fraguarlas a su favor. Cuando este domingo el chavismo ingresa a la Asamblea Nacional y aborta el llamado al golpe, no es un acto de forzada defensa, sino la naturaleza «protagónica y participativa» de una revolución y su programa constituyente de origen.

Irrumpe allí la memoria de 2002, pero también otras más recientes: las de una sociedad desmovilizada frente a los golpes de Brasil o Paraguay como contraparte de unas instituciones que en tanto desafectadas del pulso político de las grandes mayorías, fueron escenarios naturales de esos golpes.

Así, no es poco significativo que, en Venezuela, chavismo y oposición llamen a defender la Constitución de 1999. La misma consagra la coexistencia -transitoria- de superestructuras tensas, resabios representativos liberales y la emergencia de nuevas instituciones del pueblo, con la condición de que este sea motor y productor de aquellas. Participativa, autogestiva y protagónica.

Instituciones que desde 2006 devinieron en transición al socialismo, cuando Chávez alcanzó a interpretar que siete años después, la Constitución había quedado vieja. Hoy se la reclama de un lado y el otro, otro dato de esta América Latina que se disputa todo el tiempo.

*Sociólogo UBA. Coordinador del Área de Estudios Nuestroamericanos del Centro Cultural de la Cooperación (AEN-CCC).

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