María Ángela Holguín, canciller colombiana: «Nadie afuera entiende que haya personas que le digan no a la paz»

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Por Yamid Amat

“Es el momento de creer en el país, en nosotros mismos y en que, como decía Gabriel García Márquez, tengamos por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Con estas palabras, la ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, abre y cierra esta entrevista hecha horas antes de la entrega formal del acuerdo de paz con las Farc ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

“El Acuerdo de Paz de La Habana contempla que se debe entregar tanto al Consejo de Seguridad de la ONU como al Secretario General copia de dicho acuerdo. Eso es lo que hará el presidente Santos el miércoles 21. Ese mismo día, en la mañana, hará su intervención ante la Asamblea General.

¿Qué significado tiene realizar esa entrega?

Es que el acuerdo contiene decisiones de las cuales, de una manera u otra, la ONU ha sido y será partícipe. El Consejo de Seguridad nos apoyó con la creación de la Misión Política de Observadores para verificar y monitorear el cese del fuego y de hostilidades, y será a este componente internacional al que las Farc le entreguen las armas. Además, tiene un significado muy especial para la ONU porque se enviará un mensaje esperanzador al mundo, de que, en medio de los conflictos y las guerras, cuando una solución parece inalcanzable, surge este Acuerdo Final que demuestra que la paz sí es posible y que con el diálogo se encuentran soluciones.

¿Pero todo eso no es más simbólico que efectivo?

La entrega es muy simbólica por lo que representa el acuerdo como tal, pero este evento en el ámbito internacional transmite un mensaje de manera efectiva.

¿Por qué escogió a la Asamblea General de la ONU como el organismo al cual se entregará el acuerdo?

El acuerdo se les entregará al Consejo de Seguridad y al Secretario General. También se lo enviaremos al presidente de la Asamblea, pero esta entrega no se realizará en el momento de la intervención del presidente Santos. Una cosa es el discurso del Presidente en la Asamblea y otra, el acto formal del acuerdo.

¿La entrega supone que la ONU debe hacer algo?

La ONU ha venido haciendo mucho. La implementación de la resolución aprobada en enero, que crea la Misión de Verificación, se ha venido dando. Para el 26 de septiembre habrá por lo menos unos 200 observadores desplegados en las zonas veredales transitorias donde empezarán a moverse las Farc.

Usted anunció hace unos días que solicitará un nuevo mandato a la ONU para la reincorporación civil de las Farc. ¿En qué consiste?

En el punto 6 del acuerdo, sobre implementación y verificación, acordamos que le pediríamos a la ONU –ya no al Consejo de Seguridad sino a la Asamblea– otra misión política de observadores para verificar la reincorporación de las Farc, así como las garantías de seguridad personal y colectiva acordadas en el punto sobre el tema.

¿Y por cuánto tiempo operará esa misión?

Se inicia con un periodo de un año y se solicita su continuidad según como se vaya desarrollando.

Por otra parte, esta tarde en la ONU habrá un acto sobre minas antipersonas…

Sí. Estados Unidos y Noruega lanzaron en febrero pasado la Iniciativa Global de Desminado Humanitario para Colombia, con el fin de complementar los esfuerzos del país para desminar el territorio antes del 2021 como parte de los compromisos de la Convención de Ottawa sobre desminado. Estados Unidos aportó 33 millones de dólares y Noruega, 21 millones.

La idea del evento en el que estaremos hoy, y el cual es promovido por estos dos países, es oficializar y concretar las partes y los países que se han sumado a esta iniciativa. El desminado es uno de los retos más grandes del posconflicto, y esos recursos serán muy necesarios para lograr cumplir la meta.

La ONU fue creada como un organismo para evitar conflictos bélicos. ¿De qué manera puede contribuir la ONU en la estabilización y solidificación del proceso de paz en Colombia?

La presencia de la ONU con una misión de observación no armada ayuda enormemente al proceso de paz y a los retos que tenemos por delante. Que haya ese componente internacional les da tranquilidad a los colombianos de que lo acordado se cumpla como se pactó; después, en los primeros años igualmente estarán verificando la reintegración. Su presencia es muy importante para generar confianza sobre el cumplimiento de los acuerdos.

¿Qué encuentros bilaterales tendrá el presidente Santos en Nueva York con jefes de Estado?

Con el Primer Ministro de Japón, la Primera Ministra de Noruega, el Primer Ministro de Nueva Zelanda, el Presidente de Francia, el Presidente de Estados Unidos, el Presidente de Panamá, el rey Felipe VI de España, el Secretario General de Naciones Unidas y con la Alta Representante de la Unión Europea.

¿Y en la entrevista con el presidente Obama, qué temas abordarán?

Seguramente estará centrada en el proceso de paz y en los retos del posconflicto. Recordemos que Estados Unidos nos ofreció su apoyo en varios aspectos del posconflicto durante la visita oficial del presidente Santos a Washington.

¿Se conocen los temas que abordará con el secretario Ban Ki-moon?

También girarán en torno a la paz, a la actual misión de Naciones Unidas y al papel de la ONU en el acompañamiento.

Un tema muy sensible en el acuerdo es el del narcotráfico. El mundo espera que el retiro de las Farc de los narcocultivos y la producción de cocaína favorezca la reducción de la siembra y el consumo. ¿Usted espera lo mismo?

Colombia tiene una oportunidad única de acabar con los cultivos ilícitos. La idea es que en la implementación de los acuerdos se trabaje de la mano con los campesinos que han cultivado por años. Es importante que ellos mismos erradiquen y sean parte del esfuerzo de sustitución de cultivos. No será como lo que ya hemos vivido: que la Fuerza Pública tenía que entrar a la fuerza a erradicar y a las semanas volvían a sembrar. Esta vez se involucrará a los campesinos y con ellos se hará la restitución.

En cuanto al consumo soy menos optimista. En América Latina se ha elevado el consumo y para acabar con eso debemos hacer un gran esfuerzo desde el seno familiar y que el Estado trate el consumo como un problema de salud pública.

¿Y, para ese plan y el posconflicto, qué papel jugará la ONU?

Jugará un papel clave. La FAO, que es la agencia de la ONU para la agricultura, estará presente en el punto del desarrollo rural integral; en el tema de drogas estará UNODC, la agencia contra la droga y el delito. La Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos acompañará los puntos del acuerdo que tienen que ver con derechos humanos. El Pnud, que es la agencia para el desarrollo, estará igualmente presente en el acompañamiento en el punto de reincorporación. Como verá, el papel de Naciones Unidas es grande.

Usted, además de canciller, es mujer y madre. ¿Qué significa para las mujeres y madres de Colombia el acuerdo de paz?

Desde que inicié mi trabajo en este gobierno, siempre he pensado es que todo lo que se pueda hacer para que nuestros hijos, el mío en particular, tengan un país distinto, un país normal, un país con oportunidades para todos, debe ser bienvenido; que puedan disfrutar del país espectacular que tenemos. Somos muchas las generaciones que no pudimos hacerlo.

Estoy convencida, además, de que este acuerdo le va a dar un gran empujón a la igualdad de derechos y de oportunidades para las mujeres. Las mujeres son las que más han sufrido el conflicto y por el conflicto. En miles de casos les tocó asumir solas la responsabilidad de sus hijos y sacar adelante sus hogares porque sus maridos o compañeros no estaban temporal o definitivamente. Ojalá este sea el momento para que el país les compense tanto sufrimiento.

¿Y a usted qué le parece que mientras todas las naciones y organizaciones del mundo, sin excepción, apoyan el proceso de paz de Colombia, en el país no haya unanimidad en torno al apoyo al acuerdo?

Eso ha sido difícil. Nadie afuera entiende que haya personas que le puedan decir ‘No’ a la paz, y ‘No’ a que Colombia cambie para bien. La comunidad internacional no ve en la justicia transicional impunidad; impunidad quiere decir que no hay penas, y la Justicia Especial para la Paz sí contempla penas. Habrá sanciones que hagan posible hacer la paz. Hay privación de la libertad hasta por 8 años, pero con algo que contempla esta justicia que es el componente restaurativo: todos tienen que restaurar de una manera u otra a las víctimas.

La Fiscal de la Corte Penal Internacional ha dicho que el acuerdo, en justicia, está dentro de los estándares de la Corte, que es el máximo órgano de justicia del mundo. Otra cosa que sorprende en el exterior es la crítica a la participación en política de los miembros de las Farc.

¿Qué han comentado otros gobiernos?

Ahí sí que entienden menos. Cualquier acuerdo de paz con un grupo insurgente que se alzó en armas por falta de oportunidades dentro de una democracia implica una entrada a esa vida política, pero ya sin armas; dejó de ser un grupo armado para convertirse en movimiento político. En todos los procesos de paz negociados en el mundo se les han otorgado asientos en los congresos, aproximadamente en un 25 por ciento, a quienes dejaron las armas. En el caso colombiano estamos hablando del 3 por ciento y del 5 por ciento; está dentro de lo previsible para la comunidad internacional. En fin, no es fácil explicar por qué hay colombianos que no quieren darle la oportunidad al país de vivir sin guerra.

Usted que estuvo en la mesa negociando con las Farc, dígame por qué el país debe creer en lo que se negoció.

Déjeme decirle que se negoció responsablemente. Lo hizo gente seria que ha demostrado a lo largo de su vida el compromiso con el país. Porque, desde el primer día, nos pusimos líneas rojas que nunca se traspasaron; porque no se negoció nada que el país ahora o en el futuro pudiera lamentar; porque nunca se pensó que se negociaba a cualquier precio, se negoció lo que se podía cumplir.

Culmina un proceso de más de cuatro años. ¿Cuál fue el momento más difícil que vivieron las negociaciones y cómo se solucionó?

Creo que el secuestro del general Alzate. Esa fue la única vez que se suspendieron las negociaciones y hubo mucha tensión e incertidumbre.

¿El acuerdo en general supone una transformación de la sociedad en Colombia?

Debería ser así porque un país que sale de una guerra tiene que tener la capacidad de ver que algo se hizo mal, de entender que se tiene que cambiar. Eso se puede ver en los casos de Alemania o de España, donde primó la visión de construir juntos un país, cohesionados en un territorio que dé oportunidades. Y Colombia sí que tiene oportunidades. Tenemos que transformar lo tangible, pero también lo intangible; desarmar almas y corazones, dejar la dureza que nos dejó la violencia, tenemos que dejar los odios y las venganzas, y eso será lo más difícil.

¿Por qué deben confiar los colombianos en los juicios y fallos del tribunal de paz?

En esto hay que darle una oportunidad a la paz. Se creó un tribunal con todas las garantías para que se investigue, se juzgue y se sancione. Para los magistrados que dictarán esos fallos se ha buscado la mayor idoneidad posible; no solo en cuanto a las condiciones profesionales que deben tener esos jueces, sino también en cuanto a quién los nominará.

Para tener un país en paz se necesita una cuota de confianza de los colombianos; que valoren lo que implica tener un país normal, un país que va a poder desarrollarse más equitativa y homogéneamente, y no solamente ciertas partes del país; que se desarrolle lo rural y no solamente las ciudades; un país que generará unas oportunidades gigantes.

Es el momento de creer en el país, en nosotros mismos y en que, como decía Gabriel García Márquez, tengamos por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

El Tiempo

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