Discurso histórico de Fidel Castro en la Universidad de La Habana el 17-11-2005

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Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005.

(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

(Revisado y perfilado por su propio autor, con absoluto respeto a la integridad de las ideas expresadas en su discurso)

Queridos estudiantes y profesores de las universidades de toda Cuba;
Queridos compañeros dirigentes y demás invitados que han compartido con nosotros tantos años de lucha:
Ahora viene el momento más difícil, que es el de decir unas palabras en esta Aula Magna, donde se han pronunciado tantas palabras. Un mundo de ideas le viene a uno a la mente, y es lógico, ha pasado algún tiempo.

Ustedes han sido muy amables al recordar hoy un día muy especial: el 60 aniversario de mi tímido ingreso a esta universidad.
Por ahí anda una foto, yo la miraba: un jacketcito; cara así, no sé si de bravo, de malo, o de bueno, o indignado, porque esa foto no la sacaron el primer día, yo creo que ya tenía unos cuantos meses, y yo empezaba a reaccionar contra tantas cosas como las que estábamos viendo. No era un pensamiento formado ni mucho menos; era un pensamiento ávido de ideas, pero también de deseos de conocer; un espíritu tal vez rebelde, lleno de ilusiones, de ilusiones no puedo decir revolucionarias, habría que decir lleno de ilusiones y de energía, también posiblemente de ansias de lucha.

Bueno, había sido deportista, había sido escalador de montañas. Hasta me habían convertido primero —ni sé bien por qué— en una especie de teniente de exploradores y después, más tarde, me hicieron general de exploradores. Así que cuando yo era estudiante preuniversitario me habían dado más grados que los que tengo hoy (Risas), porque fui después Comandante, pero nada más que Comandante, y eso de Comandante en Jefe no quería decir más que era Comandante jefe de aquella pequeña tropa de alrededor de 82 hombres, con los que desembarcamos del Granma.

Ese nombre nace después del desembarco, el 2 de diciembre de 1956. Entre los 82 alguno tenía que ser jefe, después le pusieron “en”. Así, poco a poco, de Comandante jefe pasé a Comandante en Jefe cuando ya había más Comandantes, porque era el grado más alto durante mucho tiempo. Recordaba esas cosas. Uno tiene que pensar qué era, en qué pensaba, qué sentimientos albergaba.

Tal vez circunstancias especiales de mi vida me hicieron reaccionar. Pasé algún trabajo desde muy temprano y fui desarrollando, quizás por ello, el oficio de rebelde.

Por ahí se habla de los rebeldes sin causa; pero a mí me parece, cuando recuerdo, que era un rebelde por muchas causas, y agradezco a la vida haber seguido, a lo largo de todo el tiempo, siendo rebelde, aun hoy, y tal vez con más razón, porque tenga más ideas, porque tenga más experiencia, porque haya aprendido mucho de mi propia lucha, porque comprenda mucho mejor esta tierra en que nacimos y este mundo en que vivimos, hoy globalizado y en minutos decisivos de su destino. No me atrevería a decir en minutos decisivos de su historia, porque su historia es mucho más breve, es realmente ínfima comparada con la vida de una especie que en años muy recientes, tal vez desde hace 3 000, 4 000 ó 5 000 años, comenzó a dar los primeros pasos después de su larga y breve evolución; digo larga y breve, porque evolucionó hasta convertirse en ser pensante tal vez en algunos cientos de miles de años, y al cabo de la existencia de la vida en este planeta, que afirman los conocedores, si no me equivoco, surgió, me parece recordar, hace 1 000 ó 1 500 millones de años, primero surgió la vida y después surgieron millones de especies, y nosotros no somos más que eso, una de las muchas especies que surgieron en este planeta, y por eso digo que, tras una breve y a la vez larga vida, hemos llegado a este minuto, en este milenio, que dicen que es el tercer milenio desde el inicio de la era cristiana.

¿Y por qué tantas vueltas en torno a esta idea? Porque me atrevo a afirmar que hoy esta especie está en un real y verdadero peligro de extinción, y nadie podría asegurar, escuchen bien, nadie podría asegurar que sobreviva a ese peligro.
Bueno, que la especie no sobreviviría es algo de lo cual se habló hace 2 000 años, porque recuerdo que cuando era estudiante oí hablar del Apocalipsis, profetizado en la Biblia, es como si hace 2 000 años algunos se dieran cuenta de que esta débil especie podría un día desaparecer.

Desde luego, también los marxistas. Recuerdo muy bien un libro de Engels, Dialéctica de la Naturaleza, donde hablaba de que algún día el Sol se apagaría, que el combustible que alimenta el fuego de esa estrella que nos ilumina se agotaría y dejaría de existir la luz del Sol. Y entonces me queda una pregunta, que tal vez ustedes, o los profesores de ustedes, o miles y cientos de miles de ustedes se la hayan hecho alguna vez, y es la pregunta acerca de si existe o no la posibilidad de que esta especie pueda emigrar a otro sistema solar.

¿Nunca se lo han preguntado? Pues en algún momento se lo van a preguntar, porque uno se pregunta muchas cosas a lo largo de la vida, pero se las pregunta sobre todo cuando hay una razón para preguntárselas. Y creo que el hombre nunca tuvo más razón para hacerse esta pregunta, porque si aquel que era marxista se planteó el problema de la desaparición del calor y la luz solar, y como científico planteó que un día no existiría el sistema solar, nosotros también, como revolucionarios, y echando a volar la imaginación, tenemos que preguntarnos qué pasará y si hay alguna esperanza de que esta especie escape y se vaya a otro sistema solar donde haya o pueda haber vida. Lo único que sabemos hasta ahora es que hay un sol a cuatro años luz, entre los cientos de miles de millones de soles que existen en ese enorme espacio, del que no sabemos todavía bien si es finito o infinito.

Por lo poco que sabemos de física, de matemática, de la luz y la velocidad de la luz, y los que viajan a los planetas más cercanos, donde no encuentran nada, y los que viajaran a Venus —creo que Venus fue en tiempo de los romanos la diosa del amor—, los que allí tengan el privilegio de llegar, van a encontrar unos ciclones que son no sé cuántos cientos de veces peores que el Katrina, el Rita, o el Michelle, o el Mitch, y todos los demás similares que cada vez con más fuerza nos azotan, porque se afirma que la temperatura en Venus es de 400 grados, y son masas de aire o de atmósfera pesada en constante soplo.

Los que han ido a Marte, que decían que era un lugarcito donde podría haber existido la vida —Chávez habla de que posiblemente existió allí la vida, él bromea con eso—, y se fue, desapareció todo, andan buscando si hay una partícula de oxígeno o alguna huella de vida. Bien, todo puede haber ocurrido, pero lo más probable es que no hubiese existido vida desarrollada en alguno de esos planetas. El conjunto de factores que hicieron posible la vida se dieron al cabo de miles de millones de años en el planeta Tierra, esa frágil vida que puede transcurrir entre limitados grados de temperatura, entre unos pocos grados por debajo de cero y unos pocos grados por encima de cero, ya que nadie sobrevive a una temperatura en el agua de 60 grados; bastarían 20 segundos sin protección alguna y ya ningún ser humano vive, bastarían unas decenas de grados bajo cero, sin calor artificial y no podría sobrevivir. En ese limitado margen de temperatura se dio la vida.

Estamos hablando de la vida, porque cuando hablamos de universidades hablamos de la vida.

¿Qué son ustedes? Si me hicieran una pregunta ahora mismo, yo diría que ustedes son vida, ustedes son símbolos de la vida.
Aquí hemos estado hablando de acontecimientos de nuestras vidas, de nuestra universidad, de nuestra Alma Máter, de los que llegamos hace algunas decenas de años y los que están hoy aquí, que ingresaron en el primer año o que están a punto de graduarse, o algunos se han graduado ya y están desempeñando funciones que otros, con menos experiencia, no podrían realizar.
Yo trataba de recordar cómo eran aquellas universidades, a qué nos dedicábamos, de qué nos preocupábamos. Nos estábamos preocupando de esta isla, de esta pequeñita isla. No se hablaba todavía de globalización, no existía la televisión, no existía Internet, no existían las comunicaciones instantáneas de un extremo a otro del planeta, apenas existía el teléfono, y, si acaso, algunos aviones de hélice. Al menos en mis tiempos, allá en 1945, nuestros aviones de pasajeros apenas llegaban a Miami y con mucho trabajo, aunque cuando era escolar de primaria escuchaba hablar del viaje de Barberán y Collar, allá en Birán se afirmaba: “Por aquí pasaron Barberán y Collar”, dos pilotos españoles que cruzaron el Atlántico y siguieron hacia México; pero después no hubo más noticias de Barberán y Collar, todavía se discute en qué lugar cayeron, si en el mar entre Pinar del Río y México, o en Yucatán o en algún otro lugar. Pero nunca más se supo de Barberán y Collar, que habían cometido la osadía de cruzar el Atlántico en un avioncito de hélice que se había casi recién inventado. Fue a principios del siglo que acaba de pasar cuando se inició la aviación.

Sí, acababa de ocurrir una terrible guerra, que costó alrededor de 50 millones de vidas, y estoy hablando del momento aquel, en 1945, cuando yo ingresé en la universidad, el día 4 de septiembre; bueno, ingresé en esa época, y ustedes, desde luego, se han tomado la libertad de celebrar aquel aniversario cualquier día, puede ser el 4, puede ser el 17, puede ser en noviembre, puede ser hoy, en que ustedes escogieron esta fecha, porque son tantas conmemoraciones que ustedes no podían dar tantos actos ni yo tampoco asistir a tantos actos, y el dolor más grande de mi vida habría sido no asistir, especialmente en este momento, a un acto en el Aula Magna, invitado por ustedes.

Yo todos los días tengo muchos actos, todos los días converso horas y horas con masas, especialmente de jóvenes, con masas de estudiantes, o con brigadas médicas que marchan a cumplir gloriosas misiones que casi nadie más es capaz de cumplir en este mundo al que me estoy refiriendo, ahora, porque ningún otro país podría enviar a un hermano pueblo de Centroamérica 1 000 médicos, como los que en este momento se enfrentan allí al dolor y a la muerte, frente a la más grande tragedia natural ocurrida en ese país desde que se recuerda.

Una por una, a cada una de esas brigadas, les he hablado, las he despedido; o a las que marchan hacia el otro lado de la Tierra, a 18 horas de vuelo, donde ha ocurrido, casi simultáneamente, una de las más grandes tragedias humanas que ha conocido nuestro mundo en mucho tiempo, no recuerdo otra, por el lugar en que se produce, por el pueblo humilde que golpea, pueblo de pastores que viven en altísimas montañas, y vísperas de un invierno, allí donde el frío es muy elevado, donde la pobreza es grande y donde el mundo insensible que derrocha un millón de millones de dólares cada año en publicidad para tomarle el pelo a la inmensa mayoría de la humanidad —que, además, paga las mentiras que se dicen—, convirtiendo al ser humano en persona que, al parecer, no tuviera ni siquiera capacidad de pensar, porque las hacen consumir jabón, que es el mismo jabón con 10 marcas diferentes, y tienen que engañarla, porque ellos pagan ese millón de millones, no lo pagan las empresas, lo pagan aquellos que adquieren los productos en virtud de la publicidad; este mundo insensible que gasta un millón de millones de dólares cada año en objetivos de carácter militar —ya son dos millones de millones—; este mundo insensible que extrae de las masas empobrecidas, de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta, varios millones de millones de dólares cada año, y permanece indiferente cuando le dicen que allí han muerto alrededor de 100 000 personas, entre ellos, tal vez, 25 000 ó 30 000 niños, o donde hay más de 100 000 heridos, y la gran mayoría sufriendo fracturas de hueso en los miembros superiores e inferiores del cuerpo, y de los cuales, si acaso, se habrán operado un 10%, donde hay niños con miembros mutilados, jóvenes, mujeres y hombres, ancianos.

Ese es el mundo en que estamos viviendo, no es un mundo lleno de bondad, es un mundo lleno de egoísmo; no es un mundo lleno de justicia, es un mundo lleno de explotación, de abuso, de saqueo, donde un número de millones de niños mueren cada año —y podrían salvarse—, simplemente porque les faltan unos centavos de medicamentos, un poco de vitaminas y sales minerales y unos pocos dólares de alimentos, suficientes para que puedan vivir. Mueren cada año, a causa de la injusticia, casi tantos como los que murieron en aquella colosal guerra que mencioné hace unos minutos.

¿Qué mundo es ese? ¿Qué mundo es ese donde un imperio bárbaro proclama el derecho de atacar sorpresiva y preventivamente a 70 o más países, que es capaz de llevar la muerte a cualquier rincón del mundo, utilizando las más sofisticadas armas y técnicas de matar? Un mundo donde impera el imperio de la brutalidad y de la fuerza, con cientos de bases militares en todo el planeta, y entre ellas una en nuestra propia tierra, en la que intervino arbitrariamente cuando el poder colonial español no podía sostenerse y cuando cientos de miles de los mejores hijos de este pueblo, que apenas tenía un millón de habitantes, habían perecido en una larga guerra de alrededor de 30 años; una Enmienda Platt repugnante en virtud de una resolución de igual repugnancia que, de forma traidora, otorgaba el derecho a intervenir en nuestra tierra cuando a su criterio no existiese suficiente orden.

Ha pasado más de un siglo y todavía ocupa por la fuerza ese pedazo de territorio, hoy vergüenza y espanto del mundo, cuando se divulga la noticia de que fue convertida en un antro de torturas, donde cientos de personas, recogidas en cualquier lugar del mundo, están allí, no los llevan a su territorio porque en él puedan existir algunas leyes que les creen dificultades para tener ilegalmente por la fuerza secuestrados y durante años, sin ningún trámite, sin ninguna ley, sin ningún procedimiento a aquellos hombres, que, además, para asombro del planeta, han estado siendo sometidos a sádicas y brutales torturas. Y de eso se entera el mundo cuando allá en una cárcel en Iraq estaban torturando a cientos de prisioneros del país invadido con todo el poder de ese colosal imperio, y donde cientos de miles de civiles iraquíes han perdido la vida.

Cada día se descubren cosas nuevas. Hace poco se divulgaron las noticias de que el gobierno de Estados Unidos tenía cárceles secretas en los países satélites del este de Europa, esos que allí votan en Ginebra contra Cuba y la acusan de violación de derechos humanos; al país donde nadie conoció jamás un centro de tortura a lo largo de 46 años de Revolución, porque jamás en nuestro país se violó aquella tradición sin precedentes en la historia de que ni un solo hombre haya sido torturado, o se haya conocido —al menos nosotros— la tortura de un solo hombre; y no seríamos nosotros los únicos en impedirla, sería nuestro pueblo que adquirió hace rato un concepto altísimo de la dignidad humana.

¿Quién de nosotros, quién de ustedes, cuál de nuestros compatriotas admitiría tranquilamente la historia de un solo ciudadano torturado, a pesar de los miles de actos de barbarie y de terrorismo cometido contra nuestro pueblo, a pesar de los miles de víctimas ocasionadas por la agresión de ese imperio que durante más de 45 años nos ha bloqueado y ha tratado de asfixiarnos por todos los medios? Y ahora dicen los muy descarados —como decía recientemente uno allí frente a la votación aplastante de 182 miembros de las Naciones Unidas, con una abstención— que las dificultades son resultado de nuestro fracaso, y un gran cómplice de ese bandido, que es el Estado pro nazi de Israel, apoya el bloqueo. Hay que decirlo así, porque aquellos que tales crímenes cometen lo hicieron en nombre de un pueblo que durante más de 1 500 años sufrió persecución en el mundo y fue víctima de los más atroces crímenes en la Segunda Guerra Mundial, el pueblo de Israel, que no tiene ninguna culpa de las salvajadas genocidas, al servicio del imperio, que conducen al holocausto de otro pueblo, el pueblo palestino, y proclaman también el derecho repugnante de atacar sorpresiva y preventivamente a otros países.

Ahora mismo el imperio amenaza con atacar a Irán si produce combustible nuclear. Combustible nuclear no son armas nucleares, no son bombas nucleares; prohibirle a un país producir el combustible del futuro, es como prohibirle a alguien que explore en busca de petróleo, que es combustible del presente y llamado a agotarse físicamente en poco tiempo. ¿A qué país en el mundo se le prohíbe buscar combustible, carbón, gas, petróleo?

A aquel país lo conocemos bien, es un país de 70 millones de habitantes, que se propone el desarrollo industrial y piensa con toda razón que es un gran crimen comprometer sus reservas de gas o de petróleo para alimentar el potencial de miles de millones de kilowatts/hora que requiere con urgencia de país del Tercer Mundo su desarrollo industrial. Y ahí está el imperio queriendo prohibirlo y amenazando con bombardear. Hoy ya se debate en la esfera internacional qué día y qué hora, o si será el imperio, o utilizará —como utilizó en Iraq— al satélite israelí para el bombardeo preventivo y sorpresivo sobre centros de investigación que busquen obtener la tecnología de producción del combustible nuclear.

En 30 años más, el petróleo, un 80% del cual está actualmente en manos de países del Tercer Mundo, ya que los otros agotaron el suyo, entre ellos Estados Unidos, que tuvo una inmensa reserva de petróleo y gas, le alcanza apenas para algunos años, por lo cual trata de garantizar la posesión del petróleo en cualquier parte del planeta y de cualquier forma, esa fuente energética, sin embargo, se agota y a la vuelta de 25 ó 30 años solo quedará una fundamental, aparte de la solar, la eólica, etcétera, para la producción masiva de electricidad, la energía nuclear.

Está lejano todavía el día en que el hidrógeno, mediante procesos tecnológicos muy incipientes, pudiera ser fuente más idónea de combustible, sin el cual no podría vivir la humanidad, una humanidad que ha adquirido determinado nivel de desarrollo técnico. Este es un problema presente.

Nuestro Ministro de Relaciones Exteriores acaba de cumplimentar la invitación de visitar a Irán, ya que Cuba será sede de la próxima reunión de Países No Alineados, dentro de un año, y aquella nación reclama su derecho a producir combustible nuclear como cualquier nación entre las industrializadas y no ser obligada a destruir la reserva de una materia prima, que sirve no solo como fuente energética, sino como fuente de numerosos productos, fuente de fertilizantes, fuente de textiles, fuente de infinidad de materiales que hoy tienen un uso universal.

Así anda este mundo. Y veremos qué ocurriría si se les ocurre bombardear a Irán para destruir cualquier instalación que le permita la producción de combustible nuclear.

Irán ha firmado el Tratado de no Proliferación, como Cuba lo ha firmado. Nosotros nunca nos hemos planteado la cuestión de la fabricación de armas nucleares, porque no las necesitamos, y si fueran accesibles, cuánto costaría producirlas y qué hacemos con producir un arma nuclear frente a un enemigo que tiene miles de armas nucleares. Sería entrar en el juego de los enfrentamientos nucleares.

Nosotros poseemos otro tipo de armas nucleares, son nuestras ideas; nosotros poseemos armas del poder de las nucleares, es la magnitud de la justicia por la cual luchamos; nosotros poseemos armas nucleares en virtud del poder invencible de las armas morales. Por eso nunca se nos ha ocurrido fabricarlas, ni se nos ha ocurrido buscar armas biológicas, ¿para qué? Armas para combatir la muerte, para combatir el SIDA, para combatir las enfermedades, para combatir el cáncer, a eso dedicamos nuestros recursos, a pesar de que el bandido aquel —ya no me acuerdo cómo se llama el tipejo que han nombrado, no sé si Bolton, Bordon, qué sé yo—, nada menos que representante de Estados Unidos en Naciones Unidas, un supermentiroso, descarado, inventor de que Cuba estaba investigando en el Centro de Ingeniería Genética para producir armas biológicas.

También nos acusaron de que estábamos colaborando con Irán, transfiriendo tecnología con aquel objetivo, y lo que estamos es construyendo, en sociedad con Irán, una fábrica de productos anticancerígenos, eso es lo que estamos haciendo. Y si también lo quieren prohibir, ¡váyanse para el demonio o para donde quieran irse, idiotas, que aquí no van a asustar a nadie! (Aplausos.)

¡Mentirosos, descarados!, todo el mundo sabe que hasta la propia CIA descubrió que era mentira lo que estaba diciendo el actual representante del gobierno de Estados Unidos en la ONU, y habían obligado a renunciar a un hombre porque dijo que eso era mentira, y otros en el Departamento de Estado también se dieron cuenta de que era mentira y el sujeto estaba furioso, hecho un basilisco contra todos aquellos que decían la verdad. Ese es el representante del “Bushecito” ante la comunidad de naciones, donde acaban de sacar 182 votos en contra de su infame bloqueo. Ese es el mundo donde pretenden campear por la fuerza y campear en virtud de las mentiras y en virtud del monopolio casi total de los medios masivos. Vean qué batalla se libra en este momento. Y nombraron al sujeto por encima del Congreso, y por un tiempo, cuando el mundo entero sabe que es un descarado y un mentiroso repugnante.

Todos los días le descubren al caballero que gobierna Estados Unidos un truco nuevo, un delito nuevo, una canallada nueva por parte de sus miembros, y van cayendo, van goteando uno por uno como penca de coco, como diría un campesino oriental; sí, así van cayendo, con un poco de ruido. Ya no les va quedando nada que inventar, pero siguen haciendo barbaridades.
Les hablaba de las cárceles en varios países, cárceles secretas donde envían secuestrados con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, y ya no solo en Abu Ghraib, no solo en Guantánamo, ya en cualquier parte del mundo se encuentra una cárcel secreta donde realizan torturas los defensores de los derechos humanos; son los mismos que allí en Ginebra ordenan a sus corderitos votar uno tras otro contra Cuba, el país que no conoce la tortura, ¡para honor y gloria de esta generación, para honor y gloria de esta Revolución, para honor y gloria de una lucha por la justicia, por la independencia, por el decoro humano que debe mantener incólume su pureza y su dignidad! (Aplausos.)

Pero la cosa no se acaba ahí, esta mañana llegaban noticias informando sobre el uso de fósforo vivo en Fallujah, allí donde el imperio descubrió que un pueblo, prácticamente desarmado, no podía ser vencido y se vieron los invasores en tal situación que no podían irse ni quedarse: si se iban, volvían los combatientes; si se quedaban, necesitaban esas tropas en otros puntos. Ya han muerto más de 2 000 jóvenes soldados norteamericanos, y algunos se preguntan, ¿hasta cuándo seguirán muriendo en una guerra injusta, justificada con groseras mentiras?

Pero no vayan a creer que disponen de abundantes reservas de soldados norteamericanos, ya cada vez menos norteamericanos se inscriben, han convertido el enrolamiento para el ejército en una fuente de empleo, contratan desempleados, y muchas veces trataban de contratar el mayor número de negros norteamericanos para sus guerras injustas, y han llegado noticias de que cada vez menos afronorteamericanos están en disposición de inscribirse en el ejército, a pesar del desempleo y la marginación a que son sometidos, porque tienen conciencia de que los están usando como carne de cañón. En los guetos de Luisiana, cuando el gobierno gritó sálvese quien pueda, abandonaron a miles de ciudadanos que perdieron la vida ahogados o perdieron la vida en los asilos de ancianos o en los hospitales y a algunos se les aplicó la eutanasia por temor del personal facultativo de verlos morir ahogados. Son historias reales que se conocen y sobre las cuales debiera meditarse.

Buscan latinos, inmigrantes que, tratando de escapar del hambre, cruzaron la frontera, esa frontera donde están muriendo más de 500 inmigrantes cada año, muchos más en 12 meses que los que murieron durante los 28 años que duró el muro de Berlín.

Del muro de Berlín el imperio hablaba todos los días; del que se levanta entre México y Estados Unidos, donde mueren ya más de 500 personas por año, pensando escapar de la pobreza y el subdesarrollo, no hablan una sola palabra. Ese es el mundo en que estamos viviendo.

¡Fósforo vivo en Fallujah! Eso significa el imperio, y secretamente. Cuando se denunció, el gobierno de Estados Unidos dijo que el fósforo vivo era un arma normal. Si era normal, ¿por qué no lo publicaron? ¿Por qué nadie sabía que estaban usando esa arma prohibida por las convenciones internacionales? Si el napalm está prohibido, el fósforo vivo está todavía mucho más prohibido.

Todos los días llega una noticia de ese tipo, y todas esas cosas tienen que ver con la vida, todas esas cosas tienen que ver con este mundo. Vean qué enorme diferencia de aquellos tiempos en que nosotros llegábamos a la universidad todos llenos de ideales, llenos de sueños, llenos de buena voluntad aunque no estuviera nutrida de la experiencia, de la ideología profunda y de las ideas que se iban adquiriendo a lo largo de los años. Así entraban los jóvenes en esta universidad, que no era, por cierto, la universidad de los humildes; era la universidad de las capas medias de la población, era la universidad de los ricos del país, aunque los muchachos jóvenes solían estar por encima de las ideas de su clase y muchos de ellos eran capaces de luchar, y así lucharon a lo largo de la historia de Cuba.

Ocho estudiantes fueron fusilados en 1871 y fueron cimientos de los más nobles sentimientos y del espíritu de rebeldía de nuestro pueblo, a quien tanto indignó aquella colosal injusticia; como los nueve estudiantes, cuya muerte conmemoramos hoy, asesinados por los nazis, en Praga, aquel 17 de noviembre de 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.
En la historia de nuestra juventud estuvo siempre presente el recuerdo de aquellos estudiantes de medicina, y los estudiantes lucharon siempre contra los gobiernos tiránicos y corrompidos. Mella era uno de ellos, también procedente de la capa media; porque los de las capas más pobres, los hijos de los campesinos, no sabían leer ni escribir, cómo podían ingresar en una universidad, cómo podían ingresar en un bachillerato.

Yo, hijo de terrateniente, pude terminar el sexto grado y después, con séptimo grado aprobado pude ingresar en un instituto preuniversitario.

¿Quién que no hubiera podido estudiar bachillerato podía ir a la universidad? Quien fuera hijo de un campesino, de un obrero, que viviera en un central azucarero o en cualquiera de los muchos municipios que no fueran como el de Santiago de Cuba, o el de Holguín, tal vez Manzanillo y dos o tres más, no podía ser bachiller, ¡ni siquiera bachiller! Mucho menos graduado de la universidad, porque, entonces, después de ser bachiller, tenía que venir a La Habana.

Yo pude venir a La Habana porque mi padre disponía de recursos, y así me hice bachiller, y así el azar me trajo a una universidad. ¿Es que acaso soy mejor que cualquiera de aquellos cientos de muchachos, casi ninguno de los cuales llegó a sexto grado y ninguno de los cuales fue bachiller, ninguno de los cuales ingresó en una universidad?

Mi propio caso, como el de muchos otros, mencioné a Mella, podría mencionar a Guiteras, podría mencionar a Trejo, que murió en una de esas manifestaciones, un 30 de septiembre, en la lucha contra Machado; podría mencionar nombres como los que ustedes aquí señalaron al iniciarse el acto.

Antes de la Revolución, contra la tiranía batistiana siempre hubo muchos estudiantes nobles, dispuestos a sacrificarse, dispuestos a dar la vida. Y así, cuando volvió con todo el rigor la tiranía batistiana, muchos estudiantes lucharon y muchos estudiantes murieron, y aquel jovencito de Cárdenas, Manzanita, como le llamaban, siempre risueño, siempre jovial, siempre cariñoso con todos los demás, se iba distinguiendo por su valentía, su entereza, cuando bajaba las escalinatas, cuando se enfrentaba a los carros de bomberos, cuando se enfrentaba a la policía. Así fueron surgiendo todos ellos.

Si usted va, incluso, a la casa donde vivió Echeverría —José Antonio, vamos a llamarlo así—, es una casa buena, una excelente casa. Vean cómo los estudiantes muchas veces pasaban por encima de su origen social y de su clase, en esa edad de tantas esperanzas, de tantos sueños.

En aquella universidad, para estudiar medicina había una sola facultad y un solo hospital docente, y muchos obtenían premios, primer premio en medicina, y algunos, incluso, de cirugía sin haber operado nunca a nadie.

Algunos lo lograban, eran activos y hacían alguna relación con algún profesor que los ayudaba, los llevaba a alguna práctica, los llevaba a algún hospital. Así surgieron buenos médicos, no una masa de buenos médicos —sí había una masa de médicos deseosa de viajar a Estados Unidos—, que estaban sin empleo, y cuando la Revolución triunfa se marchan precisamente a Estados Unidos, y quedaron la mitad, 3 000, y el 25% de los profesores. De ahí partimos hacia el país de hoy, que se yergue ya casi como capital de la medicina mundial.

Hoy nuestro pueblo tiene a su disposición, por lo menos, 15 médicos, y mucho mejor distribuidos, por cada uno de los que quedaron aquí en el país; tiene decenas de miles en el exterior prestando servicios solidarios, y crecen. Hay en este momento —pedí la cifra exacta— 25 000 estudiantes de medicina; en primer año alrededor de 7 000, e ingresarán no menos de 7 000 cada año, y tiene ya más de 70 000 médicos. No hablo de las decenas de miles de estudiantes de otras ciencias médicas, tenemos la idea de que estén estudiando en el área de la medicina alrededor de 90 000, si usted incluye las enfermeras, las que están estudiando licenciatura en enfermería y todos los que estudian carreras relacionadas con la salud, dentro del caudal enorme de estudiantes que hoy tiene nuestra universidad.

Yo quería señalar la diferencia de ese año en que entré en la universidad, ¿qué era nuestro país? Hay que preguntarse eso y meditar qué es hoy nuestro país, en todos los terrenos. Y podríamos hacernos la misma pregunta con relación a ocho, diez, quince, veinte cosas. No hay comparación posible.
Hablaba de que Barberán y Collar perecieron en un avioncito lleno de tanques de gasolina, porque era lo único que podían hacer en ese tiempo, despegaron, salieron casi como nosotros de allá de México, en 1956: “si salimos, llegamos; si llegamos, entramos; si entramos, triunfamos”. Parece que antes otros hombres hicieron una acción tan audaz como esa, la de cruzar el Atlántico. Salieron y llegaron a Cuba, volvieron a salir; llegaron a México, pero llegaron sin vida a México.

Hablaba de una nave que despegaba; esta era una nave que despegaba en los primeros tiempos, un pequeño avioncito, que parecía movido por la fuerza de una liga. ¿Ustedes no han visto nunca esos avioncitos que les enredan una liga, los sueltan, despegan y llegan? Cuando nuestra Revolución triunfó en este hemisferio, al lado del imperio y rodeado de satélites del imperio, con alguna excepción, iniciábamos un camino muy difícil. Ya es otra época, fueron unos cuantos años después de nuestra entrada en la universidad.

Nosotros entramos en la universidad a finales del año 1945, e iniciamos nuestra lucha armada en el Moncada el 26 de Julio de 1953, realmente, casi ocho años después, y la Revolución triunfa cinco años, cinco meses y cinco días después del Moncada, tras un largo recorrido por las prisiones, el exilio y la lucha en las montañas. Fue un tiempo, si se mira históricamente, si se compara con las luchas anteriores, tan duras y tan difíciles de nuestro pueblo, un tiempo relativamente breve, y fueron dos etapas: la entrada en la universidad, la salida y el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

Esa etapa cuando iniciábamos la lucha es el punto de donde hay que partir ahora; despegábamos, intentábamos despegar, no conocíamos ni siquiera muy bien las leyes de la gravedad, íbamos cuesta arriba luchando contra el imperio, que era ya el más poderoso, pero cuando todavía existía otra superpotencia, como la llamábamos; fue cuesta arriba, marchando cuesta arriba fuimos ganando experiencia, marchando cuesta arriba fue fortaleciéndose nuestro pueblo y nuestra Revolución, hasta llegar a hoy.

Ojalá yo tuviera más tiempo para hablar, pero este ahora de ahora es un ahora sin precedente, es una hora muy distinta de todas las demás, en nada se parece a la de 1945, en nada se parece a la de 1950 cuando nos graduamos, pero poseedores ya de todas aquellas ideas de las que hablé un día, cuando afirmé con amor, con respeto, con entrañable cariño, que en esta universidad, donde llegué simplemente con un espíritu rebelde y algunas ideas elementales de la justicia, me hice revolucionario, me hice marxista-leninista y adquirí los sentimientos que a lo largo de los años he tenido el privilegio de no haberme sentido nunca tentado, ni en lo más mínimo, a abandonarlos alguna vez. Por eso me atrevo a afirmar que no los abandonaré jamás.
Y si de confesiones se trata, cuando terminé en esta universidad yo me creía muy revolucionario y, simplemente, estaba iniciando otro camino mucho más largo. Si yo me sentía revolucionario, si me sentía socialista, si había adquirido todas las ideas que hicieron de mí, y no podía haber ninguna otra, un revolucionario, les aseguro con modestia que hoy me siento diez veces, veinte veces, tal vez, cien veces más revolucionario de lo que era entonces (Aplausos). Si entonces estaba dispuesto a dar la vida, hoy estoy mil veces más dispuesto a entregar la vida que entonces (Aplausos).

Uno, incluso, entrega la vida por una noble idea, por un principio ético, por un sentido de la dignidad y el honor, aun antes de ser revolucionario, y también decenas de millones de hombres murieron en los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial y en otras guerras, enamorados casi de un símbolo, de una bandera que la encontraron bella, un himno que escucharon emocionante, como lo fue La Marsellesa en su época revolucionaria, y después himno del imperio colonial francés. En nombre de ese imperio colonial y de los repartos del mundo murieron en masa en las trincheras, en la Primera Guerra Mundial, millones de franceses. Si el hombre es capaz de morir, el único ser que es consciente de entregar la vida voluntariamente, no lucha por instintos, como hay tantos animales que luchan por instinto, prácticamente las leyes de la naturaleza lo condujeron hacia esa estirpe; el hombre es una criatura llena…, el hombre y la mujer…, y cada vez hay que decir más las mujeres; sí, tengo razones, no sé si tendré tiempo de decirlas. Pero el ser humano es el único capaz, conscientemente, de pasar por encima de todos los instintos. El hombre es un ser lleno de instintos, de egoísmos, nace egoísta, la naturaleza le impone eso; la naturaleza le impone los instintos, la educación impone las virtudes; la naturaleza le impone cosas a través de los instintos, el instinto de supervivencia es uno de ellos, que lo pueden conducir a la infamia, mientras por otro lado la conciencia lo puede conducir a los más grandes actos de heroísmo. No importa cómo seamos cada uno de nosotros, cuán diferentes seamos cada uno de nosotros, pero entre todos nosotros hacemos uno.

Resulta asombroso que, a pesar de la diferencia entre los seres humanos, puedan ser uno en un momento o puedan ser millones, y solo pueden ser millones a través de las ideas. Nadie siguió la Revolución por culto a nadie o por simpatías personales de nadie. Cuando un pueblo llega a la misma disposición de sacrificio que cualquiera de aquellos que con lealtad y sinceridad traten de dirigirlos y traten de conducirlos hacia un destino, eso solo es posible a través de principios, a través de ideas.
Ustedes constantemente están leyendo hombres de pensamiento, constantemente leen la historia, y en la historia de nuestra patria leen a Martí, leen a otros muchos destacados patriotas, y en la historia del mundo, en la historia del movimiento revolucionario leen a los teóricos, a los grandes teóricos que nunca claudicaron de los principios revolucionarios. Son las ideas las que nos unen, son las ideas las que nos hacen pueblo combatiente, son las ideas las que nos hacen, ya no solo individualmente, sino colectivamente, revolucionarios, y es entonces cuando se une la fuerza de todos, cuando un pueblo no puede ser jamás vencido y cuando el número de ideas es mucho mayor; cuando el número de ideas y de valores que se defienden se multiplican, mucho menos puede un pueblo ser vencido.

Y así, cuando uno recuerda a los compañeros, y mira uno a los jóvenes que tienen importantes tareas; los otros, muchos de ellos fueron dirigentes de esta universidad y tienen largos años de lucha, unos más; unos pueden tener más de 50, otros pueden tener más de 40 y hoy cada uno de ellos en su cargo, muchos de ellos estudiantes, otros de origen humilde, como los que observo aquí, desde personas que estuvieron en el Moncada y personas que vinieron en el Granma, lucharon en la Sierra Maestra y participaron en todos los combates; aquí los veo, a cada uno de ellos, defendiendo una causa, una bandera.

Veo, por ejemplo, a nuestro querido compañero Alarcón. Lo recuerdo porque aquí se ha hablado de la batalla por los cinco héroes presos, y él ha sido incansable batallador por la justicia con relación a esos compañeros. Fue la tarea que recibió de la Revolución, y la recibió por sus cualidades, por su talento, por su carácter de Presidente de la Asamblea Nacional.
Veo al compañero Machadito, viejo médico, pero no médico viejo, que nos acompañó allá por las montañas. Veo a Lazo, veo a Lage, veo a Balaguer, veo a muchos por aquí para allá —todavía veo algo (Risas)—, creo que veo a Sáez, creo que vemos al Ministro de la enseñanza superior, creo que veo a Gómez —es Gómez, un poquito más gordito tal vez—, y un poco más allá veo a Abel, nombre bíblico, que acaba de destacarse mucho allá en Mar del Plata, donde se libró una gloriosísima batalla.

Vean qué mundo, vean cuántos cambios, vean cuáles objetivos hoy vamos persiguiendo. Vean qué estrategias se van diseñando, que nos introducen a nosotros en la estrategia del mundo, siendo un minúsculo país, aquí a 90 millas del colosal imperio, del más poderoso que existió jamás a lo largo de la historia, y han pasado 46 años y ahí está más distante que nunca de lograr poner de rodillas a la nación cubana, aquella que humillaron y ofendieron durante algún tiempo (Aplausos); aquella de la que fueron dueños, dueños de todo: minas, tierras, cientos de miles de las mejores hectáreas; de sus puertos, de sus instalaciones, de su sistema eléctrico, de transporte, bancario, comercial, etcétera, etcétera, y creen los muy idiotas que van a volver aquí y los vamos a llamar de rodillas: “Vengan a salvarnos una vez más, salvadores del mundo; vengan, que les vamos a entregar todo otra vez, y esta universidad, para que pongan en ella 5 000 y no medio millón, porque medio millón es mucho para la mentalidad de ustedes, que querían ver desempleados y hambrientos para que la porquería de capitalismo ese funcione, porque es solo a base de un ejército de la reserva para que funcione; vengan y reproduzcan otra vez los desempleados analfabetos que hacían colas en las proximidades de los cañaverales, sin que nadie les llevara una gota de agua, ni desayuno, ni almuerzo, ni albergue, ni transporte. Búsquenlos a ver dónde los encuentran, porque aquí están sus hijos estudiando en las universidades por cientos de miles” (Aplausos).

Lo vi, no me lo contó nadie; lo vi, hace apenas 48 horas; lo vi allá en el Palacio de las Convenciones, primero en un grupo de varios cientos, con sus pulóveres azules; lo vi a través de aquellos jóvenes que se graduaron como trabajadores sociales y hoy son todos, ¡todos, sin excepción!, estudiantes universitarios, de primero a quinto año de la carrera, después de un año de estudios intensos para hacerse trabajadores sociales, después de varios años cursando esa carrera, y eran primero 500 y ahora son 28 000.

Creo que fue Agramonte, otros dicen que Céspedes, quien respondiendo a los pesimistas, cuando tenía 12 hombres, exclamó: No importa aquellos que no tienen confianza, que con 12 hombres se hace un pueblo. Si con 12 hombres se hace un pueblo, cuántas veces somos hoy 12 hombres. Y 12 hombres, multiplicado por quién sabe cuántas veces, armados de ideas, de conocimientos, de cultura, que saben de este mundo cómo es, saben de historia, saben de geografía, saben de luchas, porque tienen eso, eso que se llama una conciencia revolucionaria, que es la suma de muchas conciencias, es la suma de la conciencia humanista, la suma de una conciencia del honor, de la dignidad, de los mejores valores que puede cosechar un ser humano. Es hija del amor a la patria y el amor al mundo, que no olvida aquello de que patria es humanidad, pronunciado hace más de 100 años. Patria es humanidad, es lo que hay que repetir todos los días, cuando viene alguien y se olvida de aquellos que viven en Haití, o están allá en Guatemala, golpeada, entre otras causas, por el desastre natural, sufriendo inenarrables dolores, inenarrable pobreza, como ocurre habitualmente en la mayor parte del mundo.

Eso es lo único que puede exhibir el infame imperio y su repugnante sistema, resultado de la historia en la larga marcha de la especie por una sociedad de justicia nunca alcanzada a lo largo de miles de años, que es la brevísima historia relativamente conocida de la especie buscando una sociedad justa. Y siempre estuvieron tan lejos como tan cerca nos sentimos hoy de esa sociedad justa, y para demostrar que es posible, se trata precisamente de la sociedad que queremos construir; pero me atrevo a añadir, por encima del montón de defectos que tenemos todavía, de errores, de faltas, es la sociedad en la historia humana que está más cerca de poder calificarse como sociedad justa.

¿Dónde está la justicia que no la veo? No la veo porque aquel gana veinte veces, treinta veces más que yo como médico, o más que yo como ingeniero, o más que yo como catedrático de la universidad, ¿dónde está? Y, ¿por qué? ¿Qué produce aquel? ¿A cuántos educa? ¿A cuántos cura? ¿A cuántos hace felices con sus conocimientos, con sus libros, con su arte? ¿A cuántos hace felices construyéndoles una vivienda? ¿A cuántos hace felices cultivando algo para que puedan alimentarse? ¿A cuántos hace felices trabajando en fábricas, en industrias, en sistemas eléctricos, en sistemas de agua potable, en las calles, o en los tendidos eléctricos, o atendiendo las comunicaciones, o imprimiendo libros? ¿A cuántos?

Hay, y debemos decirlo, unas cuantas decenas de miles de parásitos que no producen nada y reciben tanto como aquel que lleva en un cacharro viejo, comprando y robando combustible por todo el camino de La Habana a Guantánamo, a uno de esos jóvenes estudiantes que tuvo que viajar cuando las circunstancias del transporte son muy difíciles, y le cobra 1 000 pesos, 1 200, a lo largo de esas carreteras, tan llenas de baches en muchos lugares y faltas de señales que no pudimos terminar de hacer por diversas razones, por recursos que no teníamos, por incapacidades que no habíamos superado, por descontrol de los que administran o dirigen.

Sí, hay que tomar estas cosas muy en cuenta y no olvidarlas, porque estamos frente a una gran batalla que debemos librar, que empezamos a librar, que vamos a librar y vamos a ganar. Es lo más importante.
Sí, estamos muy conscientes de eso, y más conscientes de eso, y en eso pensamos más que en ninguna otra cosa, de nuestros defectos, de nuestros errores, de nuestras desigualdades, de nuestras injusticias.
Y no me atrevería a mencionar el tema aquí si no tuviera la más absoluta convicción y la más absoluta seguridad, que salvo catástrofes mundiales, colosales guerras, estamos acercándonos aceleradamente a reducirlas y a vencerlas para que se cumpla algo, escúchese bien, que los ciudadanos de este país, que en un tiempo estaban desempleados en un 10%, un 15%, un 20% o más, los ciudadanos de este país que en un tiempo eran analfabetos en número de un millón, o eran analfabetos o semianalfabetos hasta un 90%, en este pueblo de hoy, y sobre todo de un mañana muy próximo, cada ciudadano vivirá fundamentalmente de su trabajo y de sus jubilaciones y pensiones.
No olvidar jamás a aquellos que durante tantos años fueron nuestra clase obrera y trabajadora, que vivieron décadas de sacrificio, las bandas mercenarias en las montañas, las invasiones como la de Girón, los miles de actos de sabotaje que costaron tantas vidas a nuestros trabajadores cañeros, azucareros, industriales, o en el comercio, o en la marina mercante, o en la pesca, los que de repente eran atacados a cañonazos y a bazucazos, nada más porque éramos cubanos, nada más porque queríamos la independencia, nada más porque queríamos mejorar la suerte de nuestro pueblo; y allá los bandidos haciendo de las suyas, allá los bandidos reclutados y entrenados por la CIA, allá los criminales, allá los terroristas que volaban los aviones en pleno vuelo o trataban de hacerlos volar, no importaba los que murieran, allá los que organizaban atentados de todo tipo y los actos de terrorismo contra nuestro país. ¿Cambió acaso el imperio? ¿Y dónde está, “Bushecito”, el señor Posadita Carriles, qué hizo con él, amable caballero que, a pesar de cosas conocidas y vergonzosas, cabalga y trata de llevar la rienda de ese imperio? ¿Cuándo va a responder aquella sana pregunta, bien sencilla, que le hicimos muchas veces? ¿Por dónde entró Posada Carriles a Estados Unidos? ¿En qué barco, por qué puerto? ¿Cuál de los príncipes herederos de la corona lo autorizó, sería el hermanito gordito de Florida? —y que me perdone lo de gordito, no es una crítica, sino la sugerencia de que haga ejercicios y guarde dieta, ¿no? (Risas), es algo que hago por la salud del caballero.
¿Quién lo recibió? ¿Quién le dio permiso? ¿Por qué se pasea por las calles de la Florida y de Miami quien tan desvergonzadamente lo llevó? ¿Qué se hizo aquella academia? ¿De qué era, de navegación o de cría de peces? ¿Qué era el bárbaro aquel?, aquel que por un telefonito habló con otro terrorista que tenía unas latas con dinamita y al preguntarle, y era su voz, lo reconoció el tipo, lo reconoció todo el mundo, no se podía negar, cuando le preguntó qué hacía con esas laticas y le dice: “Vete a Tropicana, tíralas por una ventana y acaba con aquello.” Miren qué gente tan noble, tan respetuosa de las leyes, de las normas internacionales, de los derechos humanos. Y el muy desvergonzadito de “Bushecito” no ha querido responder todavía, está ahí calladito, nadie más ha respondido.
Las autoridades de nuestro hermano país, México, tampoco han tenido tiempo —parece que es así, mucho trabajo— para responder a la pregunta, que no cuesta nada, señor, decir que Posadita Carriles, ese ingenuo “niño”, ingenuo e inocente, entró en el barco aquel, por el puerto aquel y de la forma que Cuba denunció.
Pero vean si son descarados, dicen todas las mentiras del mundo, pero les hacen una ingenua preguntica, una sencilla preguntica, pasan meses y no responden una palabra. Así pasaron meses y no sabían dónde estaba Posadita.
Esta muchacha tan inteligente, ¿cómo se llama?, la que es Secretaria de Estado (Risas), ¿Condoleezza o Condoliza?, bueno, Condesa Rice (Risas), no sabe tampoco, ignora, y los voceros lo ignoran; no han dicho ninguna mentira, no han cometido ni el menor pecado venial, son puros, merecen el aplauso y la confianza del mundo.
Es mentira, nunca torturaron a nadie; es mentira, nunca fueron cómplices del terrorismo; es mentira, nunca inventaron el terrorismo; es mentira, nunca torturaron en ninguna parte; es mentira, nunca utilizaron fósforo vivo en Fallujah. Bueno, dicen que es verdad, pero que es muy legal, muy legítimo y muy decente usar el fósforo vivo. ¿Van a meterle miedo a quién?
Fuimos testigos, y me acordaba cuando veía a los compañeros allá y veía a Abel, de la colosal batalla librada allá en Mar del Plata, en el estadio y en el recinto donde se reunieron los presidentes; no voy a comentar este punto, pero nuestro pueblo tuvo oportunidad de ver, de observar —yo conozco los estados de opinión— aquella grandiosa batalla, una en la calle y otra allí, donde estaban reunidos los jefes de Estado.
Y hablando de historia, nunca en la historia de este hemisferio se dio algo parecido a una batalla como aquella, en que aquel caballero de la triste figura, pero no por sus ideales cervantinos, de la triste figura porque hace muecas, cosas raras, mira, se aburre, lo acuestan a dormir a las 12:00 de la noche, el mundo se acaba; cualquier día, de los portaaviones despegan los aviones y bombardean aquel territorio de bandidos por culpa de los cuales, por estar un poco ocupados, le entorpecieron el sueño al jinete que lleva las riendas del imperio, porque mientras él duerme, el caballo puede seguir por donde le da la gana; al fin y al cabo, es posible que el caballo conduzca mejor los destinos del imperio que el propio jinete que debe acostarse temprano (Aplausos).
Realmente es una lástima que la madrugada no dure más tiempo, porque por lo menos el mundo podía estar mejor.
Así es todo. Hemos visto muchas cosas que no deben olvidarse.
Algunos andan preguntando si Cuba habló o no habló, si Cuba tomó partido o no tomó partido. Se lo advierto, porque andan algunos intrigando ridículamente sobre esas cosas. Cuba habla cuando tenga que hablar y Cuba tiene muchas cosas que decir, pero no está ni apurada ni impaciente. Sabe muy bien cuándo, dónde y cómo debe golpear al imperio, su sistema y sus lacayos.
Al parecer, algunos creen o fingen creer que no había un solo cubano allá en Mar del Plata, que no había toda una fuerza revolucionaria cubana de primerísima clase en aquella marcha gloriosa de decenas de miles de ciudadanos del mundo y fundamentalmente argentinos, a los que el emperador ofendió parqueando los portaaviones, llevando un ejército, alquilando todos los hoteles y empleando miles de agentes de policía. Nadie se iba a meter físicamente con él, si lo que deseaba era que le tiraran un huevo podrido; no, él no merece tan altos honores (Risas), de ninguna forma.
Y los bien civilizados ciudadanos argentinos y los cada vez más conscientes y expertos ciudadanos de este hemisferio, donde el orden implantado es ya insostenible e insalvable, saben lo que hacen. Dijeron que una manifestación pacífica, ni un hollejo lanzarían, y al movilizar bajo aquella fría llovizna tanta gente, marchar durante horas hacia el estadio y constituir allí una enorme masa en ese estadio, le dieron una lección inolvidable al imperio, porque le demostraron que son personas, son pueblos que saben lo que hacen y quien sabe lo que hace marcha hacia la victoria, es absolutamente seguro. Y los que no saben lo que hacen son aplastados por los pueblos.
No queremos darle pretextos al imperio de armar un showcito. En este ajedrez de 50 fichas, veremos al final quién da el jaque mate.
Cuando digo imperio no digo pueblo norteamericano, entiéndase bien. El pueblo norteamericano salvará muchos de los valores éticos, salvará muchos principios que han sido olvidados, se adaptará al mundo en que vivimos, si este mundo puede salvarse y este mundo debe salvarse. Y todos, nosotros entre todos y en primera fila, debemos luchar para que este mundo pueda salvarse y nuestras mejores e invencibles armas son las ideas.
Alguien habla de la batalla de ideas, sí, aquella batalla de ideas que estuvimos librando durante algunos años se está convirtiendo en una batalla de ideas a nivel mundial. Y triunfarán las ideas, deben triunfar las ideas. Trasmitamos ese mensaje, abrámosle los ojos a esta humanidad condenada a la extinción. Si no va a ser eterna, si es probabilísimo que un día hasta la luz del Sol se apague, si es casi seguro que no habrá forma de trasladar la materia viva y sólida a una distancia que quede a años luz de este planeta, y las leyes físicas son mucho más rigurosas, mucho más exactas que las leyes históricas o sociales.
De todas formas pienso que esta humanidad y las grandes cosas que es capaz de crear, deben preservarse mientras puedan preservarse. Una humanidad que no se preocupe por la preservación de la especie sería como el joven estudiante o el cuadro dirigente que sabe que su vida está muy limitada a un número reducido de años y, sin embargo, estuviera preocupado solo por su propia vida.
Mencioné unos cuantos nombres de compañeros aquí presentes, a unos les quedan más años, a otros les quedan menos, y ninguno sabe cuántos, yo no pienso jamás que alguno de ellos esté pensando preservarse sin importarle cuál sea el destino de este admirable y maravilloso pueblo, ayer semilla y hoy árbol crecido y con raíces profundas; ayer lleno de nobleza en potencia y hoy lleno de nobleza real; ayer lleno de conocimientos en sus sueños y hoy lleno de conocimientos reales, cuando apenas está comenzando en esta gigantesca universidad que es hoy Cuba.
Y vean cómo van surgiendo nuevos cuadros, y cuadros jóvenes. Ahí está Enrique, que dirige ese ejército de los 28 000 trabajadores sociales, más los 7 000 que están estudiando y perfeccionando esa noble profesión.
Como ustedes saben, estamos envueltos en una batalla contra vicios, contra desvíos de recursos, contra robos, y ahí está esa fuerza, con la que no contábamos antes de la batalla de ideas, diseñada para librar esa batalla.
Les voy a decir algo, para ver si los trabajadores de la construcción se llenan de amor propio; cuando quieren ser heroicos lo son. Pero no piensen que el robo de materiales y de recursos es de hoy, o del período especial; el período especial lo agudizó, porque el período especial creó mucha desigualdad y el período especial hizo posible que determinada gente tuviera mucho dinero. Recuerdo, estábamos construyendo en Bejucal un centro de biotecnología importantísimo. Cerca de allí había un pequeño cementerio. Yo daba vueltas, un día fui por el cementerio, allí había un colosal mercado donde aquella fuerza constructiva, sus jefes, y con la participación de un gran número de constructores, tenía un mercado de venta de productos: cemento, cabilla, madera, pintura, todo cuanto se usa para construir.
Ustedes saben que siempre, y aún hoy, el problema de la construcción es muy serio. Tenemos recursos, a veces han faltado materiales, o vamos teniendo y surge la posibilidad de tener cada vez más recursos para construir; pero qué tragedia con los constructores, qué debilidades las de los jefes de brigadas, de los que deben dirigir.
Pero ello no es nuevo. En el tiempo de que les hablo, para producir una tonelada de hormigón se consumían 800 kilogramos de cemento, y una tonelada de un buen hormigón, de ese con que fundimos pisos, o columnas, antes de la época en que se fabricara El Morro y La Cabaña, que duran más que muchas de las cosas que hoy el mundo moderno construye; pero bien, el gasto debe ser de alrededor de 200 kilogramos. Vean cómo se despilfarraba, cómo se desviaban recursos, cómo se robaba.
En esta batalla contra vicios no habrá tregua con nadie, cada cosa se llamará por su nombre, y nosotros apelaremos al honor de cada sector. De algo estamos seguros: de que en cada ser humano hay una alta dosis de vergüenza. Cuando él se queda consigo mismo, no es un juez severo, a pesar de que, a mi juicio, el primer deber de un revolucionario es ser sumamente severo consigo mismo.
Se habla de crítica y autocrítica, sí, pero nuestras críticas suelen ser casi de un grupito, nunca acudimos a la crítica más amplia, nunca acudimos a la crítica en un teatro.
Si un funcionario de Salud Pública, por ejemplo, falseó un dato acerca de la existencia del mosquito Aedes Aegypti, lo llaman, lo critican. Yo conozco algunos que dicen: “Sí, me autocritico”, y se quedan tan tranquilos, ¡muertos de risa! Son felices. ¡Ah!, ¿te autocriticas? ¿Y todo el daño que hiciste y todos los millones que se perdieron como consecuencia de este descuido o de esta forma de actuar?
Crítica y autocrítica, es muy correcto, eso no existía; pero si vamos a dar la batalla hay que usar proyectiles de más calibre, hay que ir a la crítica y autocrítica en el aula, en el núcleo y después fuera del núcleo, después en el municipio y después en el país.
Utilicemos esa vergüenza que, sin duda, tienen los hombres, porque conozco a muchos hombres a los que llamamos sin vergüenza, y son justamente calificados de sin vergüenza, que cuando en un periódico local aparece la noticia de lo que hicieron, se llenan de vergüenza.
El ladrón engaña, o el que merece una crítica por su falta, engaña, es también mentiroso.
La Revolución tiene que usar esas armas, ¡y las va a usar si fuera necesario!; no debiera ser necesario. La Revolución va a establecer los controles que sean necesarios.
Había muchos que estaban encantados de la vida, como dice una canción: “¿Y tú cómo estás?” Eso se le podía preguntar a muchos de los que andaban con la manguerita echando gasolina en los almendrones, o recibiendo un dinerito del nuevo rico, que ni siquiera quería pagar la gasolina que consumía.
Vean ustedes si lo que digo es más o menos real y había un desorden general, no solo en eso, pero en eso, entre otras cosas, con pérdida de decenas de millones de dólares, pueden ser 80 —¡oiga, mire que 80 es un montón de montones de millones!—, pueden ser 160, pueden ser 200 millones. ¿Ustedes acaso saben lo que son 200 millones? Ustedes estudiaron aritmética. Pero ustedes han oído hablar de las universidades en el país, ¿verdad? ¿Sí o no? Ustedes son dirigentes de las universidades, y ya todos los estudiantes tienen sus derechos, de una forma o de otra, todas las categorías: estudiantes regulares diurnos, estudiantes nocturnos, estudiantes por esto y lo otro. ¿Y ustedes saben cuánto es el total hoy de estudiantes universitarios, de nivel superior? Si no lo saben lo podemos analizar, yo hasta aquí mismo llegué preguntando datos: a ver, díganme el exacto, 360 000. Sí, 360 000 como consecuencia de la universalización de la enseñanza superior.
Seguro que Vecino sabe. No se pone bravo Vecino si le pregunto estos números, si no los conoces bien no tengas pena por eso.
¿Cuántos estudiantes regulares diurnos tienen todos los centros de enseñanza superior del país, incluyendo los militares?
Si él no lo sabe alguien lo debe saber.
(Le dicen 230 000)
Enrique, ¿coincide con tus datos?
(Enrique le explica la composición de la cifra de estudiantes.)
Sí, 500 000, pero hay que seguir sumando.
Los de la universalización son esos, los regulares diurnos juntos, esas dos cifras, es lo que yo venía discutiendo, son 500 000.
Pero hay otras categorías ahí, yo lo tengo.
(Enrique aclara que se incluyen los profesores adjuntos, con lo que suman 75 000, unido a 25 000 profesores universitarios, que se acerca a la cifra de 100 000.)
Aquí dice que está subdividido: “141 000 estudiantes en el curso regular diurno”.
¿Estamos de acuerdo en eso?
“Ciento cuarenta y un mil estudiando en el curso para trabajadores.”
¿Son los mismos o no?, ¿o están incluidos en la de 360 000? Está incluido en los 360 000 del programa de universalización. ¿Es o no correcto?
(Enrique explica que es independiente, que está el curso regular diurno, el curso para trabajadores y la universalización).
¿Regular diurno, dices? (Le aclara que esa es la cifra que se estaba dando.)
Hay cursos para trabajadores que ya están en la universidad, cuando pasan a la universidad imagino que estén en el concepto de 360 000; 32 000 estudiando en la educación a distancia, ¿esos en qué categoría están? ¿En la de 360 000? No están en el regular diurno, no están en el curso para trabajadores, y son estudiantes. Viene existiendo esa enseñanza.
Bien, vamos a buscar la cifra más conservadora, que para los fines que yo necesito alcanza.
En la actualidad hay más de 500 000 estudiantes universitarios.
Ustedes saben, además, que existen ya 958 sedes universitarias. Por algo ustedes, la FEU, están ya en los municipios, donde se estudian en conjunto 45 carreras universitarias, y crece por año. Hay 169 sedes universitarias municipales, del Ministerio de Educación Superior; 130 sedes universitarias para el área “Alvaro Reinoso”, de ellas 84 en bateyes azucareros, muchos de estos están en la cifra anterior; hay 18 sedes en prisiones, sedes de estudio superior que tienen 594 matriculados en licenciatura de estudios socioculturales, no son muchos todavía; 240 sedes universitarias del INDER, 19 sedes en prisiones donde están estudiando también, 579 matriculados, 200 que concluyeron el primer año de la carrera. Eso es nuevo también: sedes universitarias en las prisiones. Existen, por otro lado, 169 sedes universitarias municipales de salud pública, 1 352 sedes en policlínicos, unidades de salud y bancos de sangre, en los que se estudian distintas licenciaturas asociadas a la salud pública.
Hay casi 100 000 profesores entre titulares y adjuntos. Muchos que estaban en el aparato burocrático de los centrales azucareros y en otros lugares hoy están dando clases, son profesores adjuntos; ha crecido, por tanto, la masa de profesores del nivel superior. Entre los dos —y no hablo de otros trabajadores de las universidades—, estudiantes y profesores, suman alrededor de 600 000. Entre los estudiantes más de 90 000 eran jóvenes que no poseían matrícula ni empleo, muchos de ellos de extracción humilde, que hoy están teniendo excelentes resultados en los estudios universitarios.
¿Hago preguntas o digo, más o menos, los datos que tengo?
He estado preguntando hasta última hora cuál es el gasto, el presupuesto de los centros de enseñanza superior. Carlitos me dio un dato, creo que dijo 830. Vecino debe saberlo, porque él conoce estos datos. ¿Recuerdas ese dato, Vecino?
(Vecino plantea que el curso pasado fueron 230 millones de pesos.)
No, ojalá. Ahí hay un dato que alguien pudiera conocer.
Vean, este es del Ministerio de Finanzas. Ese es el año 2004, este del 2005 es el que yo estoy preguntando, en este ha crecido enormemente. El del año pasado no me sirve, Vecino.
Bueno, lo que le pasa a Vecino nos pasa a todos, y es un tema de vida o muerte. Hace unos días estaba delante de 200 profesionales universitarios, bien preparados, y les hice una pregunta: “¿Cuál de ustedes conoce lo que paga en su casa por el consumo eléctrico?” Escuchen bien, compañeras y compañeros. ¿Cuántos creen ustedes que me respondieron? Hagan un cálculo, según la lógica.
¿Qué tú piensas, tú que hablaste aquí? Y es listo el compañero, todos son listos, pero unos tienen más facilidades de palabra. ¿Cuántos tú crees que respondieron a la pregunta que les hice a 200 profesionales universitarios? (Le dice que 100.)
¿Qué tú piensas? ¿Tú sabes cuánto gastas tú? (Expresa que tiene una idea.) ¿Cuánto es la idea, dime en dinero y en kilowatt? (Risas.) No, espérate, yo te lo digo, incluso, si tú me dices cuántos bombillos incandescentes tienes, de qué marca es el refrigerador, qué televisor blanco y negro o en colores usas y de qué año, qué ventilador tienes, cuánta agua hierves al día, en qué la hierves, si con gas de la calle, si con luz brillante o gas líquido. No, es que yo no les quiero hacer la pregunta a ustedes, cuidándolos a ustedes, lo único que yo les he preguntado es que me hagan un cálculo de cuántos respondieron de los 200 a mi pregunta de cuánto pagaban por el recibo eléctrico.
Tú, que te estás riendo, a ver, un cálculo, un estimado, 50, 70, 120 (Uno le dice que la tercera parte). ¿Y tú? (Le dice que no menos de 100.) Tú debes estar recordando la que estás gastando por miedo a que te pregunte, pero no te voy a hacer la pregunta (Risas).
¿Saben cuántos respondieron la pregunta de 200? ¿Saben cuántos? El 0,0000 hasta el infinito. Alguna aritmética ustedes estudiaron, pueden comprenderlo: ninguno; ninguno en absoluto.
Yo pienso que todos los ciudadanos en este país deben meditar en eso.
¿Les puedo hacer una pregunta a ustedes? ¿Por qué ocurrió eso? A ver, hay que meditar. Hemos dicho que hay que cambiar el mundo, que hay que salvarlo, que estamos en un mundo en su hora crítica y casi próxima a un trágico final, no estoy exagerando aquí para impresionarlos a ustedes. Puede ser que ustedes tengan menos años que yo y ese fenómeno ocurra. Hablo por ustedes, y por los hijos de ustedes, y los hermanos de ustedes, menores o mayores. Jamás se pudo afirmar eso, a lo largo de la historia breve del hombre, no de la historia salvaje, cuando ya era hombre y ya había desarrollado una capacidad mental, aunque no vivía en sociedad, ni había desarrollado la lengua escrita, ni siquiera una rudimentaria tecnología.
¿Por qué? Ustedes están obligados a pensar. ¿Qué líderes universitarios son ustedes? Carlitos, ¿de dónde salió esta tropa que no es capaz de dar una idea de las razones por las cuales 200 profesionales universitarios no respondieron la pregunta sobre el gasto de energía? ¿Qué tiempo quieren para meditar? ¿Les basta un minuto? (Un compañero explica que es porque la familia cubana tiene la facilidad de pagarla, no es como en otros lugares que tienen que estar pendientes de esa situación.)
¿Tú qué piensas? (Plantea que es porque ningún universitario tiene que ir a la calle a buscar para poder pagar la corriente eléctrica.)
¿Tú qué piensas? (Dice que esto ocurre porque es insignificante lo que se paga.)
¿Tú qué piensas? (Considera que la Revolución subsidia la mayor parte de los gastos de nuestra población y ahorrar no es una preocupación.)
Bien, yo les voy a hacer otra pregunta. Ustedes se están acercando a la razón exacta, al menos tal como yo la veo, y no la veo solo en eso. Hay algunas preguntas que pueden enredarse más, pero hay que hacer a la gente pensar y hay que llamar a todos nuestros compatriotas honestos, y hasta a los deshonestos incluso, puede haber algún deshonesto que diga, bueno, la verdad: “Por esto.” Hay muchas. Sencillamente porque prácticamente la electricidad se regala, está regalada la electricidad. Bueno, yo se lo puedo demostrar.
Después pueden venir otras preguntas: ¿Cuánto ganamos? Y si viene la pregunta de cuánto ganamos, se comenzaría a comprender el sueño de que cada cual viva de su salario o de su justísima jubilación.
Añádanle un poquitico: cuando usted piensa en dos hermanas, una de ellas era maestra, ahora están juntas, tienen problemas, dificultades, estaban ganando 80 pesos de jubilación, porque antes los salarios eran más bajos, y después vinieron períodos: “Te pago a ti por horario anormal, te pago a ti porque es de tarde, te pago más porque es de noche, te pago más porque tuviste que venir un domingo a la semana”, nada de eso influía en el salario básico, influye en el ingreso individual del maestro, pero no en el salario del maestro, y las jubilaciones, según las leyes, y muchas eran viejas y ya teníamos que empezar a barrerlas, y les puedo asegurar que hemos ido tomando conciencia y que toda la vida es un aprendizaje, hasta el último segundo, y muchas cosas las empiezas a ver en un momento, y entre el millón de temas en que estás pensando andas distraído, no te das cuenta de un fenómeno, que los incrementos de ingresos personales cuando vino el período especial, casi todos se hicieron a través de esas normas y no de un salario básico, y por eso no hubo ninguna vacilación, en fecha reciente, cuando se elevó a 150 la pensión mínima del trabajador, y la señora ganaba 80 pesos, la mínima 50 en una categoría, en otra 190 y en otra 230. Ahora, imagínate el maestro aquel, o la maestra que se pasó 40 años, antes de que surgiera el mercado libre campesino y los intermediarios asaltaran la república. Sí, porque el campesino allí todo el mundo sabe que no va a ir a vender tres libras de arroz en ningún lugar. El campesino no es comerciante; el campesino es productor. Uno tiene un camioncito porque se lo robó, o porque lo compró, o porque es con dinero robado, porque le puso un motor, muchas cosas.
No, esto no es hablar mal de la Revolución, esto es hablar muy bien de la Revolución, porque estamos hablando de una revolución que puede hablar de esto y puede agarrar al torito por los cuernos, más que un torero de Madrid. Aquel le pone un trapo rojo, y después viene, el hombre cierra los ojos, a veces da un cabezazo y le mete un puntillazo, una varilla, lo enfurece; pero hay que agarrar al torito por los cuernos para obtener un premio.
Yo no he sido aficionado a los toros, aunque he leído a Hemingway, pero de vez en cuando en México iba a una corrida de toros, yo no sé cómo se llama. Y luego, premio: buen torero, rabo, oreja. Al que lo hacía perfecto le daban las dos orejas, un rabo, un nombre glorioso y la fiesta romana del toreo. No me meto con eso.
Recuerdo que al principio de la Revolución no sé a quién de nosotros, o a uno cualquiera de nosotros se nos ocurrió hablar del toreo. Eramos tan ignorantes que hablábamos del toreo, porque lo habíamos visto allá por México y porque podía atraer el turismo. Vean cuánto sabíamos nosotros, y éramos ya, o creíamos que éramos, muy revolucionarios.
Ustedes se están riendo, me alegro, porque me anima a contarles algunas cosas más.
Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo. Parecía ciencia sabida, tan sabida como el sistema eléctrico concebido por algunos que se consideraban expertos en sistemas eléctricos. Cuando decían: “Esta es la fórmula”, este es el que sabe. Como si alguien es médico. Tú no vas a discutir con el médico acerca de anemia, de problemas intestinales, de cualquier especialidad, al médico nadie lo discute. Puede creer que es bueno o malo, qué sé yo, puede hacerle caso o no; pero a nadie se le discute. ¿Quién de nosotros va a discutir con un médico, o con un matemático, o con un experto en historia, en literatura o cualquier materia? Pero somos idiotas si creemos, por ejemplo, que la economía —y que me perdonen las decenas de miles de economistas que hay en el país— es una ciencia exacta y eterna, y que existió desde la época de Adán y Eva.
Se pierde todo el sentido dialéctico cuando alguien cree que esa misma economía de hoy es igual a la de hace 50 años, o hace 100 años, o hace 150 años, o es igual a la época de Lenin, o a la época de Carlos Marx. A mil leguas de mi pensamiento el revisionismo, rindo verdadero culto a Marx, a Engels y a Lenin.
Un día dije: “En esta universidad me hice revolucionario”; pero fue porque hice contacto con esos libros, y antes de empatarme, por mi propia cuenta y sin haber leído ninguno de esos libros, estaba cuestionando la economía política capitalista, porque me parecía irracional ya en aquella época, y estudiaba economía política en el primer año por Portela, 900 páginas en mimeógrafo, durísima, casi a todo el mundo lo suspendía. Era el terror aquel profesor.
Una economía que explicaba las leyes del capitalismo, mencionaba las distintas teorías sobre el origen del valor, y mencionaba también a los marxistas, los utopistas, los comunistas, en fin, las más variadas teorías sobre economía. Pero estudiando la economía política del capitalismo comencé a sentir grandes dudas, a cuestionar aquello, porque yo, además, había vivido en un latifundio y recordaba cosas, tenía ideas espontáneas, como tantos utopistas hubo en el mundo.
Después, cuando supe lo que era el comunismo utópico, descubrí que yo era un comunista utópico, porque todas mis ideas partían de: “Esto no es bueno, esto es malo, esto es un disparate. Cómo van a venir las crisis de superproducción y el hambre cuando hay más carbón, más frío, más desempleados, porque hay precisamente más capacidad de crear riquezas. ¿No sería más sencillo producirlas y repartirlas?”
Por ese tiempo parecía, como le parecía también a Carlos Marx en la época del Programa de Gotha, que el límite a la abundancia estaba en el sistema social; parecía que a medida que se desarrollaban las fuerzas productivas podían producir, casi sin límites, lo que el ser humano necesitaba para satisfacer sus necesidades esenciales de tipo material, cultural, etcétera.
Todos se han leído aquel Programa, y es, por cierto, muy respetable. Establecía con claridad cuál era la diferencia en su concepto entre distribución socialista y distribución comunista, y a Marx no le gustaba profetizar o pintar futuro, era sumamente serio, jamás hizo eso.
Cuando escribió libros políticos, como El 18 Brumario, Las luchas civiles en Francia, era un genio escribiendo, tenía una interpretación clarísima. Su Manifiesto Comunista es una obra clásica. Usted la puede analizar, puede estar más o menos satisfecho con unas cosas o con otras. Yo pasé del comunismo utópico a un comunismo que se basaba en teorías serias del desarrollo social como el materialismo histórico. En el aspecto filosófico, se apoyaba en el materialismo dialéctico. Había mucha filosofía, muchas pugnas y disputas. Siempre, desde luego, hay que prestar la debida atención a las diversas corrientes filosóficas.
En este mundo real, que debe ser cambiado, todo estratega y táctico revolucionario tiene el deber de concebir una estrategia y una táctica que conduzcan al objetivo fundamental de cambiar ese mundo real. Ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena.
Tuve el privilegio de conocer a los de la Teología de la Liberación una vez en Chile, cuando visité a Allende, en el año 1971, y me encontré allí con muchos sacerdotes, o representantes de distintas denominaciones religiosas, y planteaban la idea de unir fuerzas y luchar, con independencia de sus creencias religiosas.
El mundo está desesperadamente necesitado de una unidad, y si no conseguimos conciliar el mínimo de esa unidad, no llegaremos a ninguna parte.
Decía ayer en una reunión con el representante de la Santa Sede en nuestro país, al conmemorarse el 70 aniversario de las relaciones ininterrumpidas entre Cuba y el Vaticano, que una de las cosas que aprecié mucho de Juan Pablo II fue el espíritu ecuménico. Porque estudié en escuelas de maestros y profesores religiosos desde el primer grado hasta el último, en escuelas de Hermanos de La Salle y de jesuitas, eran religiosas, y tenía que ir a misa todos los días. No critico al que quiera ir, pero sí me opongo a que te obliguen a ir todos los días, que era lo que me ocurría a mí.
Bueno, muchas cosas. Conversé ayer incluso con los obispos muchos de estos temas con respeto y en buen espíritu; recordaba lo que decía sobre el ecumenismo, y recordaba que en mi época observaba una guerra a muerte, todas las religiones unas contra otras: la católica contra la judaica, la protestante, la musulmana, y así cada una de ellas; hablar de una a otra, era hablar del diablo.
Años después, con sorpresa iba viendo, creo que fue después del Concilio que tuvo lugar en Roma, el Vaticano II. Influyó mucho en la creación de un espíritu ecuménico, de respeto a las creencias de cada uno de los demás.
Imagínense numerosas y poderosas iglesias, la Iglesia Católica, el conjunto de las demás iglesias cristianas, la Iglesia Musulmana. Nosotros mismos estamos observando cosas sumamente interesantes, que no conocíamos, de las fortísimas culturas, creencias y costumbres religiosas de los musulmanes, porque están allá los médicos en un país musulmán salvando vidas. Nos tratan con gran afecto y respeto. No voy a entrar en los detalles, pero son cosas de gran impacto. Hay varias religiones muy fuertes y algunas tienen miles de años, 2 500, 3 000, otras un poco menos de 2 000 años, otras cientos de años.
Es un buen ejemplo, porque si el sentimiento religioso no se une, cualesquiera que sean las ideas éticas o los valores morales, los objetivos que cualquier religión persiga no se alcanzarán jamás, si se trata de la lucha de numerosas iglesias, siete, ocho, diez, o más —hay muchas más—, luchando todas unas contra otras y repeliéndose todas entre sí.
A mí me ha hecho pensar en estos temas la idea, para mí clara, de que los valores éticos son esenciales, sin valores éticos no hay valores revolucionarios.
No sé por qué los comunistas fueron imputados de la filosofía de que el fin justifica los medios, y a veces, incluso, uno se pregunta por qué no se defendieron más los comunistas de aquella acusación de que el fin justificaba los medios; me lo explico, incluso, por razones históricas, por la enorme influencia ejercida por el primer Estado socialista, y por la primera y verdadera revolución socialista, la primera en la historia, que surge en un país feudal, con hábitos y costumbres feudales en gran parte todavía, analfabeta la mayoría de la población; pero era la primera revolución proletaria a partir de las ideas de Marx y Engels, desarrollada por otro gran genio que fue Lenin.
Lenin sobre todo estudió las cuestiones del Estado; Marx no hablaba de la alianza obrero-campesina, vivía en un país con gran auge industrial; Lenin vio el mundo subdesarrollado, vio aquel país donde el 80% o el 90% era campesino, y aunque tenía una fuerza obrera poderosa en los ferrocarriles y en algunas industrias, Lenin vio con absoluta claridad la necesidad de la alianza obrero-campesina, de la cual no había hablado nadie, todo el mundo había filosofado, pero no había hablado sobre eso. Y en un enorme país semifeudal, semisubdesarrollado, es donde se produce la primera revolución socialista, el primer intento verdadero de una sociedad igualitaria y justa; ninguna de las anteriores que eran esclavistas, feudales, medievales, o antifeudales, burguesas, capitalistas, aunque hablaran mucho de libertad, igualdad y fraternidad, ninguna se propuso jamás una sociedad justa.
A lo largo de la historia, el primer esfuerzo humano serio por crear la primera sociedad justa, comenzó hace menos de 200 años; en 1850 creo que se escribió el Manifiesto Comunista, y faltan 45 años, sí, faltan 45 años para cumplir 200 años, y puede apreciarse después la evolución del pensamiento revolucionario.
Con dogmatismo no se hubiera jamás llegado a una estrategia. Lenin nos enseñó mucho, porque Marx nos enseñó a comprender la sociedad; Lenin nos enseñó a comprender el Estado y el papel del Estado.
Todos esos factores históricos influyeron tremendamente en el pensamiento revolucionario, y hubo desde luego prácticas abusivas y en ocasiones repugnantes. Eso impulsó la calumniosa imputación de que para el comunista “el fin justifica los medios.”
Yo he pensado mucho en el papel de la ética. ¿Cuál es la ética de un revolucionario? Todo pensamiento revolucionario comienza por un poco de ética, por un poco de valores que le inculcaron los padres, le inculcaron los maestros, él no nació con esas ideas; igual que no nació hablando, alguien lo enseñó a hablar. La influencia de la familia es también muy grande.
Cuando nosotros hemos estudiado los casos de los jóvenes que están en prisión entre 20 y 30 años, vemos procedencia, niveles culturales de los padres, y tienen influencia decisiva, al extremo de que durante la batalla de ideas, nosotros, haciendo todo tipo de investigaciones sociales de esa índole, arribamos a la conclusión de que el delito en Cuba estaba estrechamente asociado al nivel cultural y al status social de los padres; era increíble el bajísimo porcentaje de hijos de profesionales universitarios e intelectuales que delinquían, como era igualmente increíble el número de aquellos que procedían de familias humildes donde no existía esa base cultural. Otro problema influía mucho: la disgregación del núcleo en una familia humilde de bajo nivel cultural. Algunos hijos no se quedaban ni con el padre ni con la madre, sino con una tía, una abuela con dificultades de salud u otros problemas, esto ejercía notable influencia en el destino del niño.
Fue cuando utilizábamos aquellas brigadas universitarias que visitaban los barrios más pobres, o cuando un día decidimos movilizar 7 000 estudiantes a los que después entregué a cada uno un diploma, los firmé en el avión, venía de Africa; por el camino, no se sabe las horas interminables en que firmé miles de diplomas, por el valor que le daba a aquel trabajo. Los visitaba en su tarea, y cómo aprendimos. Había que ver qué pasaba allí en la sociedad. Queríamos saber muchas cosas y no las sabíamos: cómo vivía la gente.
Fue en esa ocasión cuando descubrimos que, por ejemplo, una madre podía estar trabajando, recibir un sueldo, tener a la vez un hijo con retraso mental severo, encamado y necesitado de atención todo el tiempo, había que hacérselo todo. Algún familiar se lo cuidaba mientras ella trabajaba. Un día el familiar se marchaba, o moría, y aquella mujer tenía que escoger entre el trabajo, del cual recibía su sustento, o atender al hijo.
Quiero que sepan que aquella vez decidimos que toda mujer en esas condiciones debía optar, según su oficio, según las necesidades e importancia de su trabajo para la sociedad, por recibir el salario por cuidar al niño, o el Estado sufragar el salario de alguien que atendiera a ese niño, mientras ella trabajaba. Es un ejemplo de muchos.
También ayudaron las brigadas de estudiantes a salvar vidas de personas, por ejemplo, que se iban a suicidar por enfermedad mental o depresión por otra causa. ¡Cómo descubrimos cosas! Había no sé si 20 000 ó 30 000 personas de más de 60 años que vivían solas y no tenían muchos ni un timbrecito donde avisarle a alguien si sufrían un fuerte dolor en el pecho o cualquier otro problema de esa índole. Esa era la sociedad.
Vimos los ingresos que recibía cualquier ciudadano por pensión o asistencia social. Muchos datos no aparecían en ninguna estadística, no aparecían en ningún censo. Ibamos descubriendo, descubriendo y descubriendo cosas, y haciendo cosas, fraguando ideas. Llegamos a fraguar más de 100 programas sociales, muchos de ellos se están cumpliendo ya hace rato. No hemos estado divulgando lo que se hizo. Qué días gloriosos aquellos en los que, partiendo fundamentalmente de los cuadros de la juventud y con el apoyo del Partido y de todas las instituciones, se desarrolló aquella batalla de ideas en torno al regreso del niño secuestrado en Estados Unidos.
Toda la vida tendremos que estar agradecidos de las circunstancias que aceleraron de tal forma nuestro conocimiento de la sociedad y nuestro aprendizaje. Pienso que tal vez hoy no estaríamos haciendo lo que estamos haciendo si no hubiéramos vivido aquella experiencia.
Creamos el primer curso de trabajadores sociales. Hubo que saber cuáles eran los salarios mínimos. Quiero que sepan que el aumento de este se hizo después de que se había recorrido todo el país, y la asistencia social era un tercio de la que se estableció este año, llevándola a 129 pesos promedio. Fue más fuerte lo que se hizo cuando se elevaron las jubilaciones y pensiones, cuando la mínima se elevó hasta 150, a 190 la siguiente categoría y a 230 la subsiguiente. También el salario mínimo se elevó fuertemente.
Hablábamos de la importancia del factor ético. Habría que investigar las razones de la confusión. Pienso que ocurrieron acontecimientos históricos que influyeron en la idea de que para un comunista el fin justificaba los medios, acontecimientos internacionales difíciles de comprender —los he mencionado en más de una ocasión—, a pesar de todo el antecedente que constaba del intento franco-británico, las dos grandes potencias coloniales, las mayores del mundo, de lanzar a Hitler contra la URSS. Pienso que los planes imperialistas de lanzar a Hitler contra la URSS jamás habrían justificado el pacto de Hitler con Stalin, fue muy duro. Los partidos comunistas, que se caracterizaban por la disciplina, se vieron todos obligados a defender el Pacto Molotov-Ribbentrop y a desangrarse políticamente.
Antes de ese pacto, la necesidad de unirse en la lucha antifascista condujo en Cuba a la alianza de los comunistas cubanos con Batista, y ya Batista había reprimido la famosa huelga de abril de 1934, que vino después del golpe de Batista contra el gobierno provisional de 1933, de incuestionable carácter revolucionario y fruto, en gran parte, de la lucha heroica del movimiento obrero y los comunistas cubanos. Antes de aquella alianza antifascista, Batista había asesinado no se sabe a cuánta gente, había robado no se sabe cuánto dinero, era un peón del imperialismo yanki; pero vino de Moscú la orden: organizar los frentes antifascistas. A pactar con el demonio. Aquí pactaron con el ABC fascista y con Batista, un fascista de otro tipo, un criminal y un saqueador del tesoro público.
Son acontecimientos muy difíciles, pero venían unos tras otros, y los comunistas más disciplinados del mundo, lo digo con sincero respeto, eran los partidos comunistas de América Latina y entre ellos el de Cuba, del cual tuve siempre y conservo un altísimo concepto.
Hoy podemos hablar del tema porque hoy vamos marchando hacia nuevas y nuevas etapas.
Los militantes del Partido Comunista de Cuba eran los ciudadanos más disciplinados, más honrados y más sacrificados de este país, contribuían al Partido; los legisladores del Partido entregaban una proporción de su ingreso, eran la gente más honrada de este país, independientemente de la línea equivocada impuesta por Stalin al movimiento internacional. Cómo culparlos. Póngalos en el dilema de aceptar o no algo, a mi juicio, absolutamente correcto: la unión de todos los comunistas. “Proletarios de todos los países, ¡uníos!”, o romper abiertamente, en aquellas circunstancias, la disciplina.
Y no soy de los que se ponen a criticar a los personajes históricos satanizados por la reacción mundial para hacerles gracia a los burgueses y a los imperialistas; tampoco voy a cometer la tontería de no atreverme a decir algo que tengo el deber de decir un día como hoy. Nosotros debemos tener el valor de reconocer nuestros propios errores precisamente por eso, porque únicamente así se alcanza el objetivo que se pretende alcanzar. Pues sí, se creó tremendo vicio de abuso de poder, de crueldad, y en especial el hábito de imponer la autoridad de un país, de un partido hegemónico, a los demás países y partidos.
Nosotros hemos estado más de 40 años manteniendo relaciones con el movimiento revolucionario en América Latina, y relaciones sumamente estrechas. Jamás se nos ocurrió decirle a ninguno lo que debía hacer. Ibamos descubriendo, además, el celo con que cada movimiento revolucionario defiende sus derechos y sus prerrogativas.
Recuerdo momentos cruciales, lo digo aquí y nada más que una partecita: cuando la URSS se derrumbó y se quedó sola mucha gente, entre ellas nosotros, los revolucionarios cubanos. Pero nosotros sabíamos lo que debíamos hacer y lo que teníamos que hacer, cuáles eran nuestras opciones. Estaban los demás movimientos revolucionarios en muchas partes librando su lucha. No voy a decir cuáles, no voy a decir quiénes; pero se trataba de movimientos revolucionarios muy serios, nos preguntaron si negociaban o no ante aquella situación desesperada, si continuaban luchando o no, o si negociaban con las fuerzas opuestas buscando una paz, cuando uno sabía a qué conducía aquella paz.
Yo les decía: “Ustedes no nos pueden pedir opinión a nosotros, son ustedes los que irían a luchar, son ustedes los que irían a morir, no somos nosotros. Nosotros sabemos qué haremos y qué estamos dispuestos a hacer; pero eso solo lo pueden decidir ustedes.” Ahí estaba la más extrema manifestación de respeto a los demás movimientos y no el intento de imponer sobre la base de nuestros conocimientos y experiencias y el enorme respeto que sentían por nuestra Revolución para saber el peso de nuestros puntos de vista. En ese momento no podíamos pensar en las ventajas o desventajas para Cuba de las decisiones que tomaran: “Decidan ustedes”, y así cada uno de ellos, en momentos decisivos, decidió su línea.
Nosotros somos un pequeño país aquí en el Caribe, a 90 millas del imperio y a unas pulgadas de su base ilegal, mil veces más débil que lo que era la URSS en la época de su pacto con Hitler, o cuando estaba dando órdenes a los líderes de los partidos comunistas. En la época de la República de Weimar, que surgió en Alemania después de la Primera Guerra Mundial, la increíble crisis económica desatada como consecuencia del Pacto de Versalles impuesto a aquel país por Inglaterra, Francia y Estados Unidos, por un lado fortalecía al movimiento revolucionario y por otro a las fuerzas nacionalistas más reaccionarias.
Hitler triunfa electoralmente frente a los partidos burgueses liberales y frente a las fuerzas comunistas combativas y revolucionarias; pero pudo más en esa situación el resentimiento terrible del pueblo alemán por las condiciones leoninas establecidas por los vencedores. Y así es como llega Hitler al poder. Este, en un libro que escribió, había declarado desenfadadamente su propósito de buscar espacio vital en el territorio de la URSS para la raza alemana, a costa de los rusos, a su juicio raza inferior. Todo eso estaba escrito, y el movimiento comunista se educó en ideas y conceptos muy claros contra el nazifascismo.
En nuestro país, después de tantos revolucionarios caídos, siendo los comunistas los más conscientes, los mejores militantes, la gente más honrada, el partido marxista-leninista fue conducido, sin embargo, a aquella alianza con Batista, que tanto reprimió a los estudiantes y al pueblo en general. Los jóvenes eran muy reacios a su poder; los obreros, que veían sus intereses defendidos continuamente por los dirigentes comunistas, eran firmes y leales al Partido; pero en la juventud y en amplios sectores populares había mucho rechazo justificado a Batista.
Pienso que la experiencia del primer Estado socialista, Estado que debió arreglarse y nunca destruirse, ha sido muy amarga. No crean que no hemos pensado muchas veces en ese fenómeno increíble mediante el cual una de las más poderosas potencias del mundo, que había logrado equiparar su fuerza con la otra superpotencia, un país que pagó con la vida de más de 20 millones de ciudadanos la lucha contra el fascismo, un país que aplastó al fascismo, se derrumbara como se derrumbó.
¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Podía añadirles una pregunta de inmediato. ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? (Exclamaciones de: “¡No!”) ¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en profundidad?
¿Conocían todas estas desigualdades de las que estoy hablando? ¿Conocían ciertos hábitos generalizados? ¿Conocían que algunos ganaban en el mes cuarenta o cincuenta veces lo que gana uno de esos médicos que está allá en las montañas de Guatemala, miembro del contingente “Henry Reeve”? Puede estar en otros lugares distantes de Africa, o estar a miles de metros de altura, en las cordilleras del Himalaya salvando vidas y gana el 5%, el 10%, de lo que gana un ladronzuelo de estos que vende gasolina a los nuevos ricos, que desvía recursos de los puertos en camiones y por toneladas, que roba en las tiendas en divisa, que roba en un hotel cinco estrellas, a lo mejor cambiando la botellita de ron por una que se buscó, la pone en lugar de la otra y recauda todas las divisas con las que vendió los tragos que pueden salir de una botella de un ron, más o menos bueno.
¿Cuántas formas de robo hay en este país? ¿Por qué en los estados de opinión leo todos los días que muchos preguntan cuándo van los muchachos para las tiendas en divisa, cuándo van para las farmacias, cuándo van para aquí y para allá? Se han llenado de admiración y simpatía esos jóvenes trabajadores sociales de origen muy humilde, y muy bien preparados.
Miré aquellos rostros, como puedo mirar estos, y los rostros dicen más que cualquier artículo, dicen más que cualquier libro, dicen más que cualquier cliché. Ustedes conocen muy bien que desde que esta civilización existe, desde que la propiedad privada existe, surgió también la diferencia de clases y que el mundo ha conocido solo la sociedad de clases, lo demás es prehistórico.
¿Y cómo puedo saber que ustedes proceden de sectores humildes? Ninguno de ustedes llegó a la universidad porque fuera hijo de un propietario de importantes extensiones de tierra.
Aquí estamos nosotros, me han hecho el honor de situarme aquí. ¿Quién de ustedes tiene por padre a alguien que posea 1 000 hectáreas, o que domine sobre 10 000 hectáreas? No le voy a preguntar a cada uno de ustedes, a mí me basta verlos, si acaso es hijo de algún profesional, algunos de capas medias. Ustedes aplaudieron muy bien porque yo sé de dónde ustedes vienen, y ustedes saben que hoy no hay quién corte caña. ¿Y quiénes la cortaban?
También se puede explicar por qué no cortamos caña hoy, no hay quien la corte y las pesadas máquinas destruyen los cañaverales. Los abusos del mundo desarrollado y los subsidios condujeron a precios del azúcar que eran, en ese mercado mundial, el precio del basurero del azúcar, mientras que en Europa pagaban dos o tres veces más a sus agricultores.
Cuando la URSS nos pagaba nuestro azúcar a 27 ó 28 centavos y la pagaba con petróleo, le costaba menos el azúcar pagada con petróleo que el azúcar de remolacha producida casi artesanalmente en los campos de la URSS, un país en el que la economía crecía extensivamente, no intensivamente y, por tanto, nunca alcanzaba la fuerza de trabajo, la remolacha azucarera ocupaba a mucha gente.
Pero vamos llegando —yo he llegado, y hace mucho tiempo— a plantearnos esta pregunta, frente a ese superpoderoso imperio que nos acecha, nos amenaza, tiene planes de transición y planes militares de acción, en determinado momento histórico.
Ellos están esperando un fenómeno natural y absolutamente lógico, que es el fallecimiento de alguien. En este caso me han hecho el considerable honor de pensar en mí. Será una confesión de lo que no han podido hacer durante mucho tiempo. Si yo fuera un vanidoso, podía estar orgulloso de que aquellos tipejos digan que tienen que esperar a que yo muera, y ese es el momento. Esperar que muera, y todos los días inventan algo, que si Castro tiene esto, que si tiene lo otro, si tal o más cual enfermedad. Lo último que inventaron es que tiene Parkinson.
Sí, yo me di una fortísima caída, y todavía estoy rehabilitándome de este brazo (Señala), y va mejorando. Agradezco muchísimo las circunstancias en que me rompí el brazo, porque me obligó a más disciplina todavía, a más trabajo, a dedicar más tiempo, a dedicar casi las 24 horas del día a mi trabajo, si las venía dedicando durante todo el tiempo del período especial, ahora dedico cada segundo y lucho más que nunca, además, me siento, por suerte, mejor que nunca, porque estoy más disciplinado y hago más ejercicios (Aplausos).
Han dicho Parkinson, y recuerdo que al otro día de la caída, me habían dicho fisuras, plural, en la parte superior del húmero, y cuando lo fui a escribir para informar lo ocurrido, me dicen: “No, porque fisura en plural es fractura.” A esa hora no tenía ya más remedio que decir: “Pongan fisura, que yo le voy a explicar al pueblo que no había fisura, que había fisuras.” Incluso lo hubiera dicho, porque así, en cualquier circunstancia, no temo al enemigo; creía que estaba en plenas facultades, que el problema era un accidente, no me había dado en la cabeza, si me doy en la cabeza seguramente no estaría aquí; monté en una ambulancia y vine para acá, donde, primero, me hicieron una rótula nueva con los ocho fragmentos de la anterior y todas las demás cosas. Aquellos que me han matado tantas veces estarían casi felices; pero han sufrido desilusiones tras desilusiones, y me han obligado a un trabajo duro en la cuestión de la rehabilitación, y todos los días, para que funcione mejor esa rótula. Y vaya usted a saber: dos litros de sangre se derramaron en el interior del hombro y la parte superior del brazo, que no aparecían en la imagen radiográfica.
He hecho esfuerzos, o sigo haciéndolos. Lo que he aprendido es que hasta el último segundo voy a estar haciendo ejercicios, no descuido nada, y tengo más voluntad que nunca para comer lo que debo y no comer un gramo más de lo que debo.
Ahora dicen que la CIA descubrió que yo tenía Parkinson. Eso es como aquel tipejo que descubrió que yo era el hombre más rico del mundo. ¡Qué metedura de pata! Es una cuentecita que tengo pendiente. A ustedes les cuento que no he hablado de eso porque en los últimos tiempos no he tenido un espacio televisivo libre: Posada Carriles por acá, el bandidismo por allá, millones de cosas. Pero esa cuentecita se la tengo guardadita, tienen perdida la pelea, y el tipejo y todos los que lo apoyaron van a pasar un mal rato por haber metido el delicadísimo pie, andan ahora que no hallan qué hacer, tal vez el único recurso que les queda es rectificar.
Dijeron que tenía Parkinson. Cuando usted está haciendo el ejercicio, claro, el brazo lo tiene que ir fortaleciendo músculo a músculo. ¿Cuántas personas yo no he tenido que saludar? Miles, y algunos llegan y arrancan el brazo, usted no se puede desquitar. Tiene que hacer como algunos, que cuando usted los toca por ahí ponen el hombro duro para que crean que está fortísimo y que es de hierro. Cada vez que me dan la mano hago eso. Ya este tiene más fuerza que este (Señala el brazo derecho). ¿Qué les parece?
Pero la CIA había descubierto que tenía Parkinson. Bueno, no importa si me da Parkinson. El Papa tenía Parkinson y el Papa estuvo un montón de años recorriendo el mundo, tenía gran voluntad, le hicieron atentados, y yo hice así: “Deja ver cómo está el Parkinson mío, déjame apuntar (Apunta con el dedo índice fijamente) (Aplausos y exclamaciones), y entonces digo: Esa es la derecha.
Siempre he tenido buena puntería, fue una suerte, y la he conservado, sin mirilla telescópica, ¿no?, desde luego.
Al otro día del accidente, a usted que lo enviaron a un hospital, lo sacan de allí, lo llevan a otro punto, usted no protesta, pero sabe todo lo que están haciendo con usted, porque conmigo hubo que discutir la operación, y qué hacían en la rodilla y cómo lo hacían; qué hacían con el brazo, y dije: “Me ponen anestesia local”, porque si realmente no me siento en condiciones de hacer algo, llamo al Partido y digo: “Miren, no me siento en condiciones de hacer algo.” Por eso les he hecho críticas a los médicos, porque la gravedad de algunas cosas la redujeron un poquito. Este, cirugía, bien; este, rehabilitación, expresé: “Bueno, al fin y al cabo no voy a pitchear en el próximo campeonato de pelota ni voy a participar en las olimpiadas”, dije: Era mucho más peligroso someterse a una operación, clavos y veinte cosas. A una persona de 20 o 25 años tienen que hacerle eso; pero en fin, había que hacer lo correcto, y si usted piensa que no está en condiciones de cumplir el deber, decir: “Me está ocurriendo esto, por favor, alguien que asuma el mando, yo no puedo en estas circunstancias.” Si voy a morir muero, si no muero y recobro las facultades, de todas formas uno tiene alguna experiencia, uno tiene cierta autoridad y no ganada con la mentira y el deshonor. Tenía que preocuparme de esas cosas en aquel momento.
Una vez dije que el día que muera de verdad nadie lo iba a creer, podía andar como el Cid Campeador, que ya muerto lo llevaban a caballo ganando batallas.
No hay que confiar nunca en el imperialismo, es traidor y capaz de cualquier cosa: torturas en Guantánamo, torturas en las prisiones de Iraq, cárceles de torturas en países exsocialistas, usa fósforo vivo, y después afirma: “Es la más inocente y legítima de las armas.” En cualquier circunstancia es de suponer que usted en mi caso disponga de un arma y esté en condiciones de usarla. Cumplo ese principio. Dispongo de una Browning, de 15 tiros. He disparado mucho en mi vida.
Lo primero que quise ver fue si mi brazo tenía fuerza para manejar esa arma que yo siempre usé. Esa está al lado de uno, usted la tiene. Moví el peine, la cargué, le puse el seguro, se lo quité, le saqué el peine, le saqué la bala, y dije: Tranquilo. Eso fue al día siguiente. Me sentía con fuerza para disparar.
Tenemos medidas tomadas y medidas previstas para que no haya sorpresa, y nuestro pueblo debe saber con exactitud qué hacer en cada caso. Fíjense bien, hay que saber qué hacer en cada caso.
No vamos a describir, no le vamos a contar a “Bushecito” qué medidas tenemos previstas. Si le puedo decir: “Mire, caballerito, se va a reventar, si es que no le han lanzado antes una patada y lo sacan de ahí por violar las leyes de Estados Unidos.” Se le está rebelando todo el mundo, no encuentran más que delitos, delitos, delitos y delitos.
Yo no quiero hoy —y ojalá no tenga que hacerlo— sugerirle a la CIA, que está investigando mi salud y el supuesto Parkinson, unas cuantas investigaciones en torno al emperador. No creo que haya necesidad de hacerlo.
Mi propósito no son ofensas personales. Les digo lo que les digo porque reflejan conceptos, reflejan desprecio, reflejan la idea clara que tenemos de la mediocridad, de la estupidez y de muchas cosas más; pero no deseo abordar ciertos temas, tenemos abundantísimo material, y le podemos sugerir a la CIA —que está muy brava, por cierto, porque la han desconocido, la han humillado— algunas investigaciones sobre la salud del emperador. Desde luego, tampoco la CIA ha dicho una palabra de cómo entró Posada Carriles en Estados Unidos. ¡Nadie, nadie, nadie!
Les hice una pregunta, compañeros estudiantes, que no he olvidado, ni mucho menos, y pretendo que ustedes no la olviden nunca, pero es la pregunta que dejo ahí ante las experiencias históricas que se han conocido, y les pido a todos, sin excepción, que reflexionen: ¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos.
Es tremendo el poder que tiene un dirigente cuando goza de la confianza de las masas, cuando confían en su capacidad. Son terribles las consecuencias de un error de los que más autoridad tienen, y eso ha pasado más de una vez en los procesos revolucionarios.
Son cosas que uno medita. Estudia la historia, qué pasó aquí, qué pasó allí, qué pasó allá, medita lo que ocurrió hoy y lo que ocurrirá mañana, hacia dónde conducen los procesos de cada país, por dónde marchará el nuestro, cómo marchará, qué papel jugará Cuba en ese proceso.
El país ha tenido limitaciones de recursos, muchísimas; pero este país no ha hecho más que despilfarrar recursos, tranquilamente, y así, mientras a ustedes les daban un jaboncito que no tenía olor, y pasta de dientes para que se lavaran la boca, disciplinadamente, cada mes, no sé cuánto, aunque descuidaron la atención en algunas escuelas a determinadas actividades que dieron lugar, por ejemplo, a la excelentísima dentadura de nuestros jóvenes, y hasta descuidos de ese tipo existieron. Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos. No quiero hablar de eso, no quiero teorizar; pero tengo infinidad de ejemplos de que no se dio pie con bola en muchas cosas que se hicieron, quienes se suponían teóricos, que se habían empanfletado hasta el tuétano de los huesos en los libros de Marx, Engels, Lenin y todos los demás.
Fue por eso que dije aquella palabra de que uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.
Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras, de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas dirigidas a ustedes, que son los responsables, acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo.
¿Qué sociedad sería esta, o qué digna de alegría cuando nos reunimos en un lugar como este, un día como este, si no supiéramos un mínimo de lo que debe saberse, para que en esta isla heroica, este pueblo heroico, este pueblo que ha escrito páginas no escritas por ningún otro en la historia de la humanidad preserve la Revolución? No piensen ustedes que quien les habla es un vanidoso, un charlatán, alguien que le gusta el bluff.
Han pasado 46 años y la historia de este país se conoce, los habitantes de este país la conocen; la de aquel imperio vecino también, su tamaño, su poder, su fuerza, su riqueza, su tecnología, su dominio sobre el Banco Mundial, su dominio sobre el Fondo Monetario, su dominio sobre las finanzas mundiales, ese país que nos ha impuesto el más férreo e increíble bloqueo, del cual se habló allá en las Naciones Unidas y Cuba recibió el apoyo de 182 países que pasaron y votaron libremente por encima de los riesgos de votar abiertamente contra ese imperio. Eso lo logra la isla, y no cuando tenía el apoyo del campo socialista de Europa, cuando ese campo socialista desapareció, y cuando la URSS también se derrumbó. No solo hicimos esta Revolución con nuestro propio riesgo durante un montón de años, en determinado momento, habíamos llegado a la convicción de que jamás si éramos atacados directamente por Estados Unidos lucharían por nosotros, ni podíamos pedirlo.
Con el desarrollo de las tecnologías modernas era ingenuo pensar o pedir o esperar que aquella potencia luchara contra la otra, si intervenía en la islita que estaba aquí a 90 millas, y llegamos a la convicción total de que ese apoyo jamás ocurriría. Algo más: se lo preguntamos un día directamente varios años antes de su desaparición: “Dígannoslo francamente.” “No.” Respondieron lo que sabíamos que iban a responder y entonces, más que nunca, aceleramos el desarrollo de nuestra concepción y perfeccionamos las ideas tácticas y estratégicas con las cuales triunfó esta Revolución y venció, con una fuerza que inicia su lucha con siete hombres armados, contra un enemigo que disponía de 80 000 hombres, entre marinos, soldados, policías, etcétera, tanques, aviones, cuanta arma moderna para aquella época podía poseerse, era infinita la diferencia entre nuestras armas y las armas que tenía aquella fuerza armada, entrenada por Estados Unidos, apoyada por Estados Unidos y suministrada por Estados Unidos. Más que nunca, después de la respuesta, nos arraigamos en nuestras concepciones, las profundizamos y nos fortalecimos al nivel tal que nos permite afirmar hoy que este país militarmente es invulnerable y no en virtud de armas de destrucción masiva.
Les sobran a ellos todos los tanques, y a nosotros no nos sobra ninguno, ¡ninguno! Toda su tecnología se derrumba, es hielo al mediodía en medio de un parque caluroso. Y otra vez, como cuando teníamos siete fusilitos y pocas balas. Hoy tenemos mucho más que siete fusiles, tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas; todo un pueblo que, a pesar de nuestros errores, posee tal nivel de cultura, conocimiento y conciencia que jamás permitiría que este país vuelva a ser una colonia de ellos.
Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.
He tenido el privilegio de vivir muchos años, eso no es un mérito, pero es una excepcional oportunidad para decirles a ustedes lo que les estoy diciendo, a ustedes, a todos los líderes de la juventud, a todos los líderes de las organizaciones de masa, a todos los líderes del movimiento obrero, de los Comités de Defensa de la Revolución, de las mujeres, de los campesinos, de los combatientes de la Revolución, organizados en todas partes, luchadores durante años que en número de cientos de miles han cumplido gloriosas misiones internacionalistas, estudiantes como ustedes, inteligentes, preparados, saludables, organizados, que están en todas partes, en cada una de esas novecientas y tantas sedes, y en las mil y tantas y dos mil y tantas que iremos teniendo aceleradamente, y seguirá creciendo, hasta más de 500 000, 600 000, y no será mucho mayor porque irán graduándose cada año. Y los que vayan graduándose, como nuestros médicos allá en Venezuela, todos estarán estudiando con las computadoras, los videos y los casetes, los medios audiovisuales necesarios, en busca de un título científico, una maestría o un doctorado en ciencias médicas, todos, el ciento por ciento.
Hoy se puede hablar de tantas decenas de miles de especialistas en medicina general integral y mañana habrá que hablar, aunque no se quiera, de decenas de miles de títulos o de maestrías y doctorados en ciencias médicas, por hablar de una rama. No olvidarse que un día teníamos 3 000 y no teníamos profesores universitarios, y de esta misma universidad se fueron unos cuantos, y hoy se habla de que en pocos años serán 100 000 médicos, y cuando hagan falta 150 000 los habrá, y los habrá que serán profesores universitarios, como tendremos decenas de miles de programadores y diseñadores de programas e investigadores, en muchos y variados campos, porque tenemos que saber muchas cosas a la vez, muchas más que títulos diferentes obtengamos.
Ahora mismo les hablaba de una batalla, pregunté cuánto costaba. No crean que estos muchachos van a estar sudando y empleando el tiempo en balde, los 28 000 trabajadores sociales, ya les expresé cómo me percaté de que pertenecían al sector más humilde de este país, lo veía en sus caras, involuntariamente se ha ido desarrollando el hábito de adivinar hasta la provincia de dónde proceden los compatriotas. He dicho en broma y se lo digo a los médicos que salen a cumplir misión, a los trabajadores sociales, que cada uno de ellos pertenece a una microtribu. Conozco a los que son de Manzanillo, por ejemplo, los de La Habana, los de Guantánamo, los de Santiago; es impresionante ver los más humildes sectores sociales de este país convertidos en 28 000 trabajadores sociales y cientos de miles de estudiantes universitarios, ¡universitarios! ¡Vean qué fuerza! Y pronto veremos también en acción a aquellos que graduamos hace poco en el coliseo deportivo.
El coliseo nos enseña sobre marxismo-leninismo; el coliseo nos enseña sobre clases sociales; el coliseo reunió no hace mucho alrededor de 15 000 médicos y estudiantes de medicina y algunos de la ELAM, y otros que vinieron hasta de Timor Oriental para estudiar medicina, jamás podrá olvidarse. No creo que se trate de un sentimiento personal de cualquiera de nosotros.
Jamás esta sociedad olvidará esas imágenes de las 15 000 batas blancas que allí se reunieron el día en que se graduaron los estudiantes de medicina, el día en que se creó el contingente “Henry Reeve”, que ya en una cifra considerable ha enviado sus fuerzas a lugares donde ocurrieron cosas excepcionales, en un tiempo mucho más breve de lo que habíamos podido imaginar.
Poco después graduamos aquellos jóvenes instructores de arte, más de 3 000, era la segunda vez, después de aquella primera graduación en Santa Clara. Ya son 3 000 nuevos, ya están actuando; también están actuando los otros 3 000 que cursan el último año. Así se irán multiplicando y un día reuniremos, por lo menos, la mitad de los trabajadores sociales que hoy están desarrollando una de las más trascendentales tareas que haya realizado nunca un grupo de jóvenes, un grupo de especialistas en el trabajo social, unido a una fuerza de jóvenes estudiantes universitarios, porque son, a la vez, la misma cosa.
¿Y qué podrá derivarse del trabajo de esos jóvenes? Que vamos a poner fin a muchos vicios de ese tipo: mucho robo, muchos desvíos y muchas fuentes de suministro de dinero de los nuevos ricos.
¿Pensará alguien que vamos a confiscar el dinero? No, el dinero es sagrado; todo el que tiene su dinero en un banco, es intocable.
Vean algo nuevo, se va a batir una abundante serie de vicios, robos, desvíos, uno por uno, a todos ellos, en un orden que nadie sabe. ¿Lo sospechan?, ¡es muy bueno!
Pero qué nivel de arraigo tienen determinados vicios. Comenzamos por Pinar del Río para ver qué pasaba con los servicentros que venden combustible en divisas. Pronto se descubrió que lo que se robaba era tanto como lo que se ingresaba. Robaban casi la mitad y en algunos otros lugares más de la mitad.
Bien, ¿qué pasa en La Habana? ¿Se enmendarán? Pues no, tranquilos y felices. A lo mejor pensaron que esos trabajadores sociales eran unos bobitos, niñas y niños. Porque lo curioso es que el 72% de los trabajadores sociales son mujeres —no sé si ocurrió alguna vez algo parecido—, como también los médicos que están llenando de gloria este país, concediéndole un enorme prestigio y abriendo vías para que el país despliegue su capital humano, que vale mucho más que el petróleo. Repito, vale mucho más que el petróleo o el oro. Cualquier país que tenga petróleo, dice: “¡Oiga, qué suerte, poseo este recurso natural que se agota!” Nosotros también, y vamos a incrementar la producción de petróleo, desde luego. Suerte no haberlo encontrado antes, para no haberlo malbaratado.
El capital humano no es producto no renovable; es renovable, pero, además, multiplicable. Cada año el capital humano crece y crece, recibe lo que llamaban en mi tiempo interés compuesto: suma lo que vale y recibe intereses por lo que valía, y lo que ganó por lo que valía, a los cinco años es mucho más capital, y a los 100 no puede siquiera imaginarse.
Permítanme decirles que hoy prácticamente el capital humano es, o avanza aceleradamente para ser el más importante recurso del país, muy por encima de casi todos los demás juntos. No estoy exagerando.
Yo preguntaba cuánto costaba, cuál era el costo económico de todas nuestras universidades.
Solamente con los nuevos ingresos que recaudan los servicentros —y, desde luego, no van a estar ahí todo el tiempo, no se imaginen— en tres meses, desde ahora; y si el año que viene ustedes fueran un 50% más, recaudan lo necesario en cuatro meses. Esto ya, solo con que obliguen a los nuevos ricos a que paguen el combustible que consumen, podrían al año pagar no menos de cuatro veces lo que cuestan los 600 000 estudiantes universitarios y sus profesores. Algo es algo, ¿verdad?
¿Ustedes saben lo que es ñapa?, los santiagueros lo saben. Cuando alguien compraba algo en la bodega, le daban como premio un turroncito de coco o algo de eso. Era la ñapita. Los trabajadores sociales pagan eso con una ñapita de lo que recauden.
Llegaron a La Habana, y de repente en La Habana comienzan a recaudar el doble. ¿Y los que estaban no recaudaban más? No, tuvieron que llegar los trabajadores sociales allí. Dije: “¿Será posible que no escarmienten y se autocorrijan?”
Al final se van a autocorregir los que no quieran entender, pero de otra forma; sí, se van a embarrar con su propia basura. No quieren comprender.
¿Qué pasaba mientras tanto en Matanzas y en la provincia de La Habana? Aumentó solo un poquito, 12%, 15%, 20% la recaudación; pero estaban igualito que en Pinar del Río y la capital antes de que fueran controlados.
En provincia La Habana muchos aprendieron a robar como locos.
Hoy los trabajadores sociales están en las refinerías, hoy los trabajadores sociales se montan en un carro-pipa de 20 000 ó 30 000 litros, y ya van viendo, más o menos, por dónde va el carro-pipa, cuál se desvía.
Por ahí se han ido descubriendo servicentros privados, alimentados con el combustible de los piperos.
Algo que se conoce es que muchos de los camiones del Estado van por un lado y por otro, y el que más y el que menos ve a un pariente, un amigo, una familia, o la novia.
Recuerdo aquella vez, varios años antes del período especial, que vi, rápido, por la Quinta Avenida, un flamante cargador frontal Volvo, casi acabado de comprar, que en aquella época valían 50 000 ó 60 000 dólares. Sentí curiosidad de saber para dónde iba a aquella velocidad, le pedí al escolta: “Aguanta, pregúntale qué iba a ver, que te diga con franqueza.” Y confesó que iba a visitar a la novia con aquel Volvo, que corría a toda velocidad por la Quinta Avenida.
Cosas veredes, Mío Cid —dicen que dijo allá alguien, sería Cervantes—, que harán hablar las piedras.
Pues cosas como esas han estado ocurriendo. Y, en general, lo sabemos todo, y muchos han dicho: “La Revolución no puede; no, esto es imposible; no, esto no hay quien lo arregle.” Pues sí, esto lo va a arreglar el pueblo, esto lo va a arreglar la Revolución, y de qué manera. ¿Es solo una cuestión ética? Sí, es primero que todo una cuestión ética; pero, además, es una cuestión económica vital.
Este es uno de los pueblos más derrochadores de energía combustible del mundo. Aquí quedó demostrado, y ustedes con toda honradez lo dijeron, y es muy importante. Nadie sabe lo que cuesta la electricidad, nadie sabe lo que cuesta la gasolina, nadie sabe el valor que tiene en el mercado. Iba a decirles que es muy triste cuando una tonelada de petróleo puede valer 400 y de gasolina 500, 600, 700, en ocasiones llegó a 1 000, y es un producto que no va a bajar de precio, algunos solo circunstancialmente, y no mucho tiempo, porque se agota el producto físico; sencillamente se agota, como un día se van a agotar muchos minerales.
Nosotros vemos nuestras minas de níquel, que van dejando el hueco donde hubo mucho níquel. Eso le está pasando al petróleo, los grandes yacimientos ya aparecieron, cada vez son menos. Ese es un tema sobre el cual hemos tenido que pensar mucho.
Saben, por ejemplo, un Zil-130, ¿cuántos kilómetros camina por un litro?, 1,6 kilómetros; tira caña o reparte la merienda de los muchachos de secundaria. Cuando le dijeron al Ministerio del Azúcar: A ver, ¿cuántos camiones te sobran para ayudar al Ministerio de la Industria Alimenticia a repartir la merienda de la enseñanza secundaria, que ya alcanza a unos 400 000 niños, gratuita, el yogur que hay que darle, el pan, lo que reciben? Claro que de los que sobraban les dieron los de gasolina, los que más gastaban.
Si usted cambia ese Zil de 1,6 por litro por un camión que tenga, en primer lugar, el tamaño que debe tener, a veces está sustituyendo una camioneta de dos toneladas, y él es de cinco, a veces hasta una camioneta de 1,2 toneladas. Esto comenzamos a verlo en una discusión con la empresa de la industria eléctrica, plantearon el problema de sus camiones para reparar el tendido eléctrico y dijeron: “Tenemos que cambiar 400 equipos soviéticos gastadores de gasolina, gastamos tanto y más cuanto.” A ver, a estudiar uno por uno, cuánto gastaban, con qué debían ser sustituidos. Hubo que discutir bastante, no vayan a creer que los directores de nuestras empresas tienen hábito de disciplina. Y no todos pueden ser muy felices, les advierto, y los advierto a ellos también, porque esta va a ser una lucha dura. Nadie ha protestado hasta hoy, pero había, si mal no recuerdo, alrededor de 3 000 entidades que manejaban divisas convertibles y decidían con bastante amplitud gastos en divisas convertibles de sus ganancias, si compro esto o lo otro, si pinto, si adquiero un mejor carrito y no el cacharrito viejo que tenemos. Nos dimos cuenta de que en las condiciones de este país aquello había que superarlo, y hubo una reunión con las principales empresas y aquello comenzó a cambiarse.
Si usted está en una guerra y tiene muchas balas no le importa si los fusiles disparan más o menos; si tiene pocas balas, que era lo que nos pasaba a nosotros siempre en la guerra, teníamos que conocer las balas de cada fusil y hasta las marcas de las balas, aunque fueran del mismo calibre, porque unas funcionaban mejor con determinados fusiles, otras los encasquillaban, y a veces para ahorrar teníamos que prohibir que dispararan, dispare solo si le vienen a tomar la trinchera. No hay, por ejemplo, nada más terrible que un arma automática disparando. Así estábamos nosotros.
Los bancos, tenemos excelentes instituciones bancarias. Hoy se asignan los recursos para todos los gastos del país, los administran los bancos, lo entregan de acuerdo con el programa establecido, y ningún director de banco va a almorzar con el representante de una poderosa empresa, y nunca lo invitan a un restaurante, ni lo invitan a ir a Europa para alojarlos en la casa del dueño o en un hotel de lujo; porque, al fin y al cabo, algunos funcionarios nuestros eran compradores de millones, y compradores de millones por un lado, y el arte de corromper que suelen tener muchos capitalistas, más sutiles que una serpiente y a veces peores que los ratones, anestesian a medida que van mordiendo y son capaces de arrancarle a una persona un trozo de carne en plena noche, así a la Revolución la iban adormeciendo y arrancándole carne. No pocos hacían evidente su corrupción, y muchos lo sabían o lo sospechaban, porque veían el nivel de vida y a veces por tonterías este cambió el carrito, lo pintó, le puso esto, o le puso unas banditas bonitas porque se volvió vanidoso; veinte veces lo hemos oído por aquí, por allá, y hay que tomar medidas por aquí o por allá; pero eso no se resolvía fácilmente.
Así que desvío de recursos en los servicentros. Aquí hay determinadas facultades para suministrar combustible porque aquel caballero, que puede ser muy amigo mío, está empleando su carro de una forma muy útil, y, por lo tanto, le entrego una cantidad de combustible. Esa es una de las mil formas, hay decenas de formas de malgastar o desviar recursos, y si los controles establecidos no se ejercen, o si no hemos descubierto la verdadera forma de ponerle fin a eso, continúa y se repite.
Ahora, en este país se puede ahorrar más energía, incluso, que en otros, porque este país tiene 2 400 000 refrigeradores anticuados en el área de los núcleos familiares, que gastan de cuatro a cinco veces más electricidad por hora, y ese gasto lo hacen durante 24 horas.
Un pequeño dato, para que no lo olviden. Pinar del Río tiene 143 000 refrigeradores, de ellos unos 136 000 son INPUD, Minsk y otras antiguas marcas soviéticas, Frigidaire y otras marcas capitalistas, consumen, calculo, por lo menos, alrededor del 20% —yo uso otra cifra, ante ustedes voy a usar esta más conservadora todavía— de la electricidad que las plantas eléctricas generan para Pinar del Río en las horas pico.
Antes les hablé de un Zil, de esos hay miles, muchos miles. Hay peores cosas, muchos organismos tienen sus camiones montados en burro, no les han dado de baja, y la administración central por otro lado se acostumbró, de cierta forma, a negociar con los ministerios. La administración central del Estado no tiene que negociar con ningún ministro, tiene que darles órdenes a los ministros: “¿Cuántos camiones tienes?” “Tengo tantos y más cuantos.” Analizar a fondo los problemas y tomar decisiones.
Cuando la industria azucarera, que antes producía 8 millones de toneladas y hoy apenas llega a uno y medio, porque hubo que suspender radicalmente la roturación de tierra y la siembra cuando el combustible ya estaba a 40 dólares el barril y era la ruina del país, sobre todo, cuando se unía a ciclones cada vez más frecuentes, o sequías más prolongadas, y porque el campo de caña apenas duraba cuatro o cinco años, antes eran 15 ó más, y cuando el precio del mercado mundial era de siete centavos, recuerdo incluso el día que hice una pregunta sobre el precio del azúcar y otra sobre la producción a fines de marzo a una empresa comercializadora del azúcar y no sabían ni siquiera el azúcar que estaban produciendo por meses, y al preguntar el costo en divisas de una tonelada de azúcar nadie lo sabía, se supo solo alrededor de un mes y medio después.
Hubo, sencillamente, que cerrar centrales o íbamos hacia la fosa de Bartlett. El país tenía muchos economistas, muchos muchos, y no intento criticarlos, pero con la misma franqueza que hablo de los errores de la Revolución les puedo preguntar por qué no descubrimos que el mantenimiento de aquella producción, cuando hacía rato se había hundido la URSS, el petróleo valía 40 dólares el barril y el precio del azúcar estaba por el suelo, por qué no se racionalizaba aquella industria y por qué había que sembrar 20 000 caballerías ese año, es decir, casi 270 000 hectáreas, para lo cual hay que roturar la tierra con tractores y arados pesados, sembrar una caña que después hay que limpiar con máquinas, fertilizar con costosos herbicidas, etcétera, etcétera, etcétera. Ningún economista de los que el país tiene, al parecer se percató de eso, y hubo sencillamente que dar una instrucción, casi una orden, de parar aquellas roturaciones. Es como si le dicen: “El país está siendo invadido”, usted no puede decir: “Espérese, que me voy a reunir treinta veces con cientos de personas.” Es como si cuando Girón hubiésemos dicho: “Vamos a hacer una reunión y discutir tres días las medidas que vamos a tomar contra los invasores.” Les aseguro que la Revolución ha sido a lo largo de su historia una verdadera guerra y constantemente el enemigo acechando, el enemigo dispuesto a golpear y golpeando cuantas veces le demos una oportunidad.
Realmente, yo llamé al ministro y le dije: “Mira, por favor, ¿cuántas hectáreas tienes roturadas?” Responde: “Ochenta mil.” Le digo: “No rotures una hectárea más.” No era mi papel, pero no me quedó más remedio, usted no puede dejar que al país lo hundan, y en abril el país estaba roturando 20 000 caballerías de tierra.
Hemos hecho cosas de esas, cosas que harían hablar a las piedras. Ustedes no tienen ninguna culpa; pero, ¿qué nos pasaba? ¿Por qué no lo veíamos? ¿Qué cosas malas estábamos haciendo? ¿Qué debíamos rectificar? Hacía rato se había hundido la URSS, nos quedamos sin combustible de un día para otro, sin materias primas, sin alimentos, sin aseo, sin nada. Tal vez fue necesario que ocurriera lo que ocurrió, tal vez fue necesario que sufriéramos lo que sufrimos, dispuestos, como estábamos, a dar la vida cien veces antes que entregar la patria o entregar la Revolución, la Revolución en la que creíamos.
Quizás fue necesario porque hemos cometido muchos errores, y son los errores que estamos tratando de rectificar, si quieren, que estamos rectificando.
Una de las grandes rectificaciones que hicieron el Partido y el Gobierno fue esa de poner fin a la prerrogativa de 3 000 ciudadanos de administrar divisas del país, si contraían deudas —podían contraer una deuda de tal y más cual volumen—, nadie aseguraba si podían pagarla o no; cuando llegaba la hora de pagarla, porque podía ser una inversión innecesaria o disparatada, o subjetiva, el Estado tenía que pagarla, y si el Estado no la pagaba su crédito se afectaba considerablemente.
Hoy no es así, deseo expresarles que el país está pagando hasta el último centavo, sin retrasarse un segundo, y su crédito crece, crece y crece. El dinero ya no se bota; se bota, pero no en colosales disparates como el de esa industria azucarera.
Les llamaría más la atención si les cuento que, según inventarios, ese ministerio tiene de 2 000 a 3 000 camiones más que los que tenía cuando producía 8 millones de toneladas de azúcar. Es duro, pero lo digo, lo digo y no se sabe las veces que tenga que decirlo y las críticas que haga públicamente, porque no tengo miedo de asumir las responsabilidades que haya que asumir, no podemos andar con blandenguerías. Que me ataquen, que me critiquen, yo sé cómo son las cosas, sé muy bien. Tiene que haber muchos un poco doliditos: reyes, zares, emperadores.
¿Todos son así? ¡No! ¿Son así todos nuestros ministros? ¡No! Algunos ministros nuestros han sido deficientes y bastante deficientes. A veces hemos sido débiles con funcionarios que ocupan importantes cargos, pero yo tengo un hábito viejo, de mucho tiempo: suelo trabajar con aquellos compañeros que hayan cometido errores, lo he hecho muchas veces a lo largo de mi vida, mientras vea cualidades; muchas veces hay cualidades y lo que no hay es orientación correcta, o muchas veces lo que hay es ceguera, a pesar de todos los mecanismos e instituciones que tiene el país para defenderse, para luchar, para combatir honradamente, sin abusos de poder. Fíjense bien: ¡sin abuso de poder!, nada justificaría jamás que alguno de nosotros tratara de abusar del poder. Sí debemos atrevernos, debemos tener valor de decir las verdades, y no todas, porque usted no está obligado a decirlas todas de una vez, las batallas políticas tienen su táctica, la información adecuada, siguen también su camino. Yo no les voy diciendo todo, yo les voy diciendo lo que es indispensable. No importa lo que los bandidos digan y los cables que vengan mañana o pasado, los que ríen último, ríen mejor.
Por ahí hay unos cablecitos diciendo cosas: que Castro ha lanzado una ofensiva, que Castro ha lanzado a los trabajadores sociales, que los avances progresistas alcanzados los estamos renunciando. El avance progresista es que vendan una libra de arroz a cuatro pesos, que atraquen al ciudadano. ¿Qué jubilado lo compra? Un jubilado, por un lado, 80 pesos, cinco libritas de arroz en la libreta. La Habana no, era privilegiada, tenía seis, La Habana recibió una adicional, y Santiago también una, el resto de las provincias cinco libras. Hay que medirlas onza a onza, 100 gramos, cómo crece, qué pasa con la libreta, el que tiene azúcar y la cambia por arroz, y el que le sobra una cosa u otra.
Hoy todo el país está recibiendo dos libras más de arroz. Quiero ver el momento en que alcance. Ya no está tan lejos, lejos, lejos, excepto que se la echen a los pollos. Bueno, ya eso es otra cosa. Nos estamos acercando al momento en que el arroz alcance. También vamos creando las condiciones para que la libreta desaparezca. Vamos creando las condiciones para que algo que resultó indispensable en unas condiciones, y que ahora estorba, se cambie. Y si usted quiere comprar más arroz, compra más arroz y menos azúcar, o más de una cosa o de la otra, y no solo frijoles negros este y frijol colorado el otro. No, para comprar si quiere colorado, negro, chícharo, lenteja, haba, alubias blancas y las sepa cocinar. Les advierto, van a tener que prestarles mucha atención a la cocina, seguro, y pronto.
Así también algunos hablaban del chocolatín: “Yo lo creeré cuando lo vea.” Así pasó con la olla de presión, pues ahora hay millones de creyentes. Otros decían del chocolatín: “¿Cómo es?” “¿Cuánto vale?” “Ocho pesos.” “¡Para ser normado está caro!” Moraleja: Todo lo normado tiene que ser tan regalado como la electricidad. “Para ser normado, ¿cuánto vale?” “¡Ah!, ocho pesos.” ¿Cuántos centavos en dólares, al cambio, después que se revalorizó? Treinta y dos centavos. ¿Y qué tiene? Ah, tiene 200 gramos; cada 11 gramos, siete son de leche entera en polvo, la tiene, los descreídos que lo averigüen, que lo lleven a un laboratorio y lo examinen; cuatro gramos de cocoa, la que es muy fuerte, es tan fuerte como saludable, y ya Cuba es hoy, posiblemente, el país del mundo con más alto consumo de cocoa per cápita, el niño consume el suyo, pero el del papá también, del mismo modo que el papá consume el café del niño. Porque como el niño nació y está inscrito, entonces hay que darle un sobrecito de café, con café de verdad, a cinco pesos. “¡Para ser normado, está caro!” Lo más que puede decirse es: Está menos regalado.
El camino para alcanzar lo que decía: que el trabajador reciba más, y que todo el que trabaja reciba más, y que todo el jubilado reciba más, no es ese; es que nosotros hablamos de más ingresos y más productos.
Ahí hay dos, no son malos, y algunos están descubriendo el chocolatín. Sé que los médicos allá en la cordillera de Cachemira todas las noches toman el chocolatín, ese sobrecito, ese que para ser normado está caro, y le pueden añadir leche. Al del propio niño, si quieren, le añaden más, le ponen agua, le ponen leche, y tiene proteína.
Les aseguro que vamos midiendo todas las proteínas que tienen cada uno de esos granos de frijol y cada huevo. Una gran parte del país estaba recibiendo cinco, La Habana ocho. Hoy hay más de 100 municipios que están recibiendo 10, y cada uno de los nuevos recibió un aumento. Sí, si los suman: 5 por 9 igual a 45. Son 4,50, más 5 por 15 centavos, 75, significa que con 5,25 centavos se compran 10 huevos, y el que menos recibió, de los que recibieron asistencia social, recibió 50 pesos; el que menos recibió puede sacar 5 nuevos huevos por 4,50. Correcto.
Ah, pero después vino el chocolatín y hay que sacar 8, o el cafetín y hay que sacar 5, y 8 más, 13; más 5,25, 18,25.
Bueno, es que hay dos libras más de arroz, y esas dos cuestan 90 centavos de peso cada una, digamos, un poco menos de cuatro centavos de dólar. Sí, es nueva, 40 millones de dólares tiene que gastarse el país por esas dos libras más de arroz, y no vaciló en gastarlos. Y al que le incrementaste 50 pesos, bueno, ya empieza a quedarle un poquito menos; pero estás pensando cuánto le vas a incrementar de inmediato al jubilado para que compre eso y otras cosas, y que el dinero esté garantizado antes de repartirlo. No es cuestión de imprimir billetes y repartirlos sin que tengan una contrapartida en mercancías o servicios, porque entonces aquellos ilustres intermediarios van a cobrar cinco pesos por el arroz u otra cosa en vez de tres. No se olviden de que tienen patente de corso, pueden cobrar lo que quieran. Si les da la gana, bueno: “Págueme la libra de frijol a ocho pesos.”
Quiero decirles que todos los que en el país —eran 5 millones— recibían 10 onzas, están recibiendo 20 ya, y todos los que recibían 20, ahora están recibiendo 30, y también aquellos que recibían 10 y luego 20, ahora van a recibir 30, triplicada la cantidad de frijoles, o granos, como le llamen, sin incluir arroz o maíz. Cinco millones, tres veces más, y el resto, un 50% más.
Eso también costó algunas decenas de millones de dólares. No les he querido preguntar a ustedes de dónde salen, o cómo pueden salir, porque lo discuten los grandes teóricos: “Esto es poco aumento de salario.” ¡Ah!, claro, lo ideal sería el triple. ¿Y de dónde? Caballerito, ¿usted me quiere decir de dónde se saca, a quién hay que asaltar, o les vamos a tomar a ustedes el pelo dándoles mucho más que eso para que resulte engañado?
Hay pregunticas que hacerles a los tontos, porque no todo el que opina es tonto, pero hay muchas tonterías debidas a la ignorancia: esto es caro, esto es caro, todo es caro.
Las casas terminamos regalándolas, algunos las compraban, eran dueños, habían pagado 50 pesos mensuales, 80 pesos, bueno, al cambio, si se lo mandaban de Miami, eran como tres dólares; algunos la vendían, 15 000, 20 000 dólares, al final de los años la habían pagado con menos de 500.
¿Puede el país resolver su problema de vivienda regalando casas? ¿Y quién las recibía, el proletario, el humilde? Había muchos humildes que recibieron la casa regalada y la vendieron después al nuevo rico. ¿Cuánto podía pagar el nuevo rico por una casa? ¿Es eso socialismo?
Puede ser una necesidad en un momento dado, también puede ser un error, ya que el país sufrió un golpe anonadante, cuando de un día para otro se derrumbó la gran potencia y nos dejó solos, solitos, y perdimos todos los mercados para el azúcar y dejamos de recibir víveres, combustible, hasta la madera con que darles cristiana sepultura a nuestros muertos. Y todos creían: “Eso se derrumba”, y siguen creyendo los muy idiotas que esto se derrumba y si no se derrumba ahora, se derrumba después. Y mientras más ilusiones se hagan ellos y más piensen ellos, más debemos pensar nosotros, y más debemos sacar las conclusiones nosotros, para que jamás la derrota pueda enseñorearse sobre este glorioso pueblo que tanto ha confiado en todos nosotros (Aplausos).
¡Que no haya URSS jamás aquí, ni campos socialistas disueltos, dispersos! ¡Que no venga el imperio aquí a tener cárceles secretas para torturar a los hombres y mujeres progresistas del resto de este continente que hoy se levanta decidido a la segunda y definitiva independencia!
Más vale que no quede ni la sombra del recuerdo de ninguno de nosotros y de ninguno de nuestros descendientes antes de que tengamos que volver a vivir tan repugnante y miserable vida.
Yo decía que éramos cada vez más revolucionarios y es por algo, porque cada vez conocemos mejor al imperio, cada vez conocemos mejor de lo que son capaces y antes éramos escépticos incluso frente a algunas cosas, nos parecían imposible.
Habían engañado al mundo. Cuando surgieron los medios masivos se apoderaron de las mentes y gobernaban no solo a base de mentiras, sino de reflejos condicionados. No es lo mismo una mentira que un reflejo condicionado: la mentira afecta el conocimiento; el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar. Y no es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar, porque ya te crearon reflejos: “Esto es malo, esto es malo; el socialismo es malo, el socialismo es malo”, y todos los ignorantes y todos los pobres y todos los explotados diciendo: “El socialismo es malo.” “El comunismo es malo”, y todos los pobres, todos los explotados y todos los analfabetos repitiendo: “El comunismo es malo.”
“Cuba es mala, Cuba es mala”, lo dijo el imperio, lo dijo en Ginebra, lo dijo en veinte lugares, y vienen todos los explotados de este mundo, todos los analfabetos y todos los que no reciben atención médica, ni educación, ni tienen garantizado empleo, no tienen garantizado nada: “La Revolución Cubana es mala, la Revolución Cubana es mala.” “Oiga, que la Revolución Cubana hizo esto y esto.” “Oiga, que no hay un analfabeto.” “Oiga, que la mortalidad infantil es esta.” “Oiga, que todo el mundo sabe leer y escribir.” “Oiga, que no puede haber libertad si no hay cultura.” “Oiga, no puede haber elección.”
¿De qué hablan? ¿Qué hace el analfabeto? ¿Cómo puede saber que el Fondo Monetario Internacional es bueno o malo, y que los intereses son más altos, y que el mundo está siendo sometido y saqueado incesantemente por mil métodos de ese sistema? No lo sabe.
No enseñan a leer y escribir a las masas, gastan un millón en publicidad cada año; pero no es que gasten, lo gastan en crear reflejos condicionados, porque aquel compró Palmolive, el otro Colgate, el otro jabón Candado, sencillamente porque se lo dijeron cien veces, se lo asociaron a una imagen bonita y le fueron sembrando, tallando el cerebro. Ellos que hablan tanto de lavado de cerebro, ellos lo tallan, le dan una forma, le quitan al ser humano la capacidad de pensar; y si todavía le fueran a quitar la capacidad de pensar a alguien que se gradúa en una universidad y puede leer un libro sería menos grave.
¿Qué puede leer el analfabeto? ¿Cómo se entera de que lo están engatusando? ¿Cómo se entera de que la mentira más grande del mundo es decir que eso es democracia, el sistema podrido que impera ahí y en la mayor parte, por no decir casi todos los países que copiaron ese sistema? Es terrible el daño que hacen. Y cada cual va tomando conciencia, y va tomando conciencia un día tras otro, un día tras otro; un día tras otro, más desprecio, más repugnancia, más odio, más condena, más deseos de combatir. Eso es lo que hace que cualquiera pueda ser, al cabo del tiempo, muchas veces más revolucionario de lo que era cuando ignoraba muchas de esas cosas y solo conocía los elementos de la injusticia y de la desigualdad.
En el momento en que les digo esto no estoy teorizando, aunque hay que teorizar; estamos actuando, estamos marchando hacia un cambio total de nuestra sociedad. Hay que volver a cambiar, porque tuvimos tiempos muy difíciles, se crearon esas desigualdades, injusticias, y lo vamos a cambiar sin cometer el más mínimo abuso, sin quitarle un peso a nadie. No, no le vamos a quitar un peso a nadie; pero para nosotros, la fe que la población tenga en un banco, vale más que cualquier otra cosa. Y porque la Revolución está creando riquezas, y porque la Revolución va a crear importantes cantidades de riquezas que no vendrán de la caña ni de otra cosa, vendrán, fundamentalmente, de ese capital, de la experiencia también, porque saber lo que hay que hacer es muy importante.
Si les hacen la historia de todos los servicentros de la capital, ustedes se asombran; hay más del doble de lo que debe haber, es un caos. Cada ministerio le dio la gana de poner y puso el suyo, y reparte por aquí y por allá. En los Poderes Populares el desastre es universal, el caos, y, además, todos los camiones más viejos, los que más gasolina gastan, etcétera, se los dieron al Poder Popular. Cuando parecía que se estaba racionalizando el uso de los camiones, se estaba hipotecando al país para todos los tiempos.
¿Podía ser la misma conducta cuando el combustible valía dos dólares, que cuando valía 10 ó 20, o valía 40, o valía 60? Una de las peores cosas que nos pasó precisamente fue esa, creer en los estrategas de los sistemas eléctricos. Uno se hacía una pregunta, otra y otra, y realmente descubría que el problema fundamental es que se estaba aplicando una concepción que se correspondía con la época en que el combustible valía dos dólares, y también la política con la caña se correspondía con la época en que aquel valía dos dólares.
El precio del petróleo hoy no obedece a ninguna ley de oferta y demanda; obedece su precio a otros factores, a la escasez, al despilfarro colosal de los países ricos, y no es precio que tenga que ver con ley económica alguna. Es su escasez frente a una creciente y extraordinaria demanda.
Hoy mismo por la mañana supe de una noticia: para el próximo año se demandan 2 millones más de barriles diarios, el próximo año se necesitan más de ochenta y cuatro millones de barriles diarios, y Estados Unidos, el principal territorio del imperio, gasta todos los días 8,6 millones de barriles de combustible diarios. Ese es uno de los puntos clave.
Nosotros estamos invitando a todo el pueblo a que coopere con una gran batalla, que no es solo la batalla del combustible, de la electricidad, es la batalla contra todos los robos, de cualquier tipo, en cualquier lugar. Repito: contra todos los robos, de cualquier tipo, en cualquier lugar.
¿Cuánto vale la energía total que el país consume, a los precios de ese petróleo? Alrededor de 3 000 millones de dólares.
Claro que el ahorro no va a ser la única fuente de incremento del ingreso, no será la única, habrá varias, voy a decir que unas cuantas y de gran peso. Estoy casi seguro —y el resultado final podrá estar un poco por encima o por debajo, no me gusta decir la última palabra, siempre soy conservador en el cálculo— de que el país, a la luz de todos los datos que hoy conocemos, puede ahorrar, en breve tiempo, las dos terceras partes de la energía que consume, sumándolas todas: electricidad, gasolina, diesel, fuel oil y otros; con un precio como el de ahora puede bajar un poco y después subir bastante más. Eso sería más de 1 500 millones de dólares. Y ustedes pueden preguntar: ¿Y qué hace hoy el país con esos 1 500 millones? Yo les respondería: una parte se roba, otra parte se despilfarra y la otra se bota.
Como estamos en plena marcha, en plena ofensiva y en plena actividad, no puedo dar todos los datos; pero pienso que la labor de estos jóvenes trabajadores sociales debe aportarle al país, en 10 años, tal vez 20 000 millones de dólares con el ahorro de energía. ¿Ustedes escucharon? Ustedes saben lo que es un millón, ¿verdad?, y 100 millones, y 1 000 millones en divisas convertibles.
Carlitos, tú me diste un papel:
“Gasto de educación, total: 4 117 millones de pesos; gasto de educación superior, 886 millones.
“Información ofrecida por el Ministerio de Economía y Planificación, conciliada por ellos con el Ministerio de Finanzas y Precios, el 17 de noviembre del 2005.”
Bien, 886 millones. Unos 700 millones serían 35,4 millones de dólares. Y vuelvo a repetir: una pequeña parte de lo que se roba o desvía de combustible, menos del 20%. Es lo que cuestan las universidades, según este dato.
Si hablo de 1 000 millones de dólares de ahorro estaría hablando de 25 000 millones de pesos. Todos los salarios que se pagan en el país, al cambio internacional, que con relación a Cuba es sumamente arbitrario, vienen a ser alrededor de 14 000 millones de pesos, que en nuestro país valen de verdad, tienen poder real de compra muy superior. Ha sido además revaluado y puede volver a ser revaluado.
Cada palabra que se pronuncie hay que pensarla. No es que yo esté improvisando, he meditado mucho sobre todos estos datos y los tengo en la cabeza, y mido por aquí, por acá: esto sí lo digo, esto no, porque hay un enemigo intentando frustrarlo todo y confundirlo todo, como esos que dicen que estamos maltratando la sagrada libertad de comercio. Y no dicen otras cosas, una de ellas: ¿Qué consiguen con un dolarcito que envíe aquí alguno de aquellos que a lo mejor se hizo profesional? No pagó un centavito, ustedes lo saben. De aquí no fueron analfabetos para Estados Unidos después del triunfo de la Revolución.
De aquí ya cada año, los que quedaban de sexto, de séptimo, los que sabían, que eran aquellos sectores que estudiaron en la universidad, los primeros que se fueron, procedían de los sectores más ricos, y a lo largo de más de 40 años el imperio robó decenas de miles de profesionales universitarios y cientos de miles de personas calificadas, a las cuales trata de impedirles a toda costa que hagan remisiones a Cuba.
Qué amargura el día aquel en que se crearon las tiendas en divisas, para recoger un poquitico de aquel dinero que remitieran y lo fueran a gastar en esas tiendas, que tenían un precio alto, para recoger parte de ese dinero y poder redistribuirlo a los demás que no recibían nada, y cuando el país estaba en condiciones muy difíciles.
Ahora, ¿qué hacen hoy con un dólar? Lo envían para acá… No sé si a ti te envían algún dólar (Se refiere a alguien). Yo tengo familiares a los que les envían. No tengo nada que ver con eso.
Un día preguntamos y hay provincias donde el 30% o el 40% reciben algo, un poquitico; pero es tan buen negocio enviar un dólar, ¡tan buen negocio!, que pudieran arruinarnos perfectamente enviando dólares por el enorme poder de compra que tenían en un país bloqueado, productos racionados sumamente subsidiados y servicios gratuitos o extraordinariamente baratos.
Ejemplo, hablando de la electricidad. ¿Saben cuánto le cuesta hoy al país en divisas convertibles producir un kilowatt, con ese sistema que tiene tantos problemas, donde está la “Guiteras”, la de Felton y otras, causantes de apagones y muchas otras dificultades? ¿Saben cuánto le cuesta al país en divisas convertibles? Alrededor de 15 centavos de dólar un kilowatt, pero si tú —este compañero, que es listo, no hay duda, que habló muy bien— recibieras, por ejemplo, un dólar, ¿qué puedes hacer con él? Ya tú reconociste que es muy barata la electricidad, está regalada; si se la regalamos al pensionado, al trabajador, está regalada, pero se la regalamos; pero se la estamos regalando también al merolico, a aquel que cobró 1 000 pesos de aquí a Guantánamo, o cobró dos veces el salario mensual de un médico para llevarlo de La Habana a Las Tunas, con combustible robado sobornando al pistero.
No tengo nada contra alguien, pero tampoco tengo algo contra la verdad. No estoy casado con mentira alguna, el que quiera ponerse bravo, lo lamento, pero le advierto de antemano que va a perder la batalla, y no va a ser un acto de injusticia ni de abuso de poder. Le estamos regalando la electricidad al que vendió la libra de frijoles en ocho pesos. Y, por favor, no dejen de venderla, no vengan a hacer ahora la basura de no venderla y echarme a mí la culpa. Véndanla, si no lo vamos a prohibir, lo que deseo es saber qué van a hacer cuando haya más frijoles. Ahora mismo no sé si bajarán el precio o no, pero la mitad de la población ha visto que se ha triplicado su cuota, y la otra mitad ha visto que se ha incrementado un 50%. Imagino que tendrán que rebajar algo. A lo mejor, en cualquier momento, de algún dinerito, de la energía que se comience a ahorrar, le asignemos otras 10 onzas y llegue el momento, cuando esté garantizada la honradez de todos los que distribuyen y ni un grano de frijol se pierda y el que no se compre se devuelva, ya que no existiría modo de birlarlo, ni razón para birlarlo, ni condiciones para birlarlo, en que el especulador terminará no vendiendo nada o tendrá que comérselo todo.
El campesino productor consume lo suyo y vende el excedente. El especulador roba y no produce nada. Un cablecito de la Reuter pintaba al gobierno golpeando los “avances progresistas” de los tiempos que vinieron con el período especial. Lo progresista es todo esto de lo que hablo.
Ellos no dicen que el bandidito, o aquel, quien sea, a lo mejor no es un bandido, el afortunado aquel te envía un dólar a ti y tú gastas muy poco en electricidad, consumidor de menos de 100, te has gastado 9 pesos cubanos por 100 kilowatts de electricidad, ¿verdad? Divide 24 entre 9 (Saca cuentas).
Lo tuyo son 2 400 centavos, y tú por 100 kilowatts pagaste 900 centavos, no ha llegado ni a la mitad de un dólar, te sobran 1 500 centavos, pero gastaste nada más que 100; tú eres un muchacho muy ahorrativo, tú apagas la luz, tú apagas lo otro, tú no tienes bombillos incandescentes, tú todos los que tienes son de luz fría, tu refrigerador gasta menos de 40 watts por hora, tú no tienes un Frigidaire viejo heredado de la abuela, tú eres buenísimo (Risas).
Ahora, tú a lo mejor gastas 150 kilowatts, ya te va a costar un poquito más caro porque los otros 50 valen 20 centavos en vez de 9, son 10 pesos; entonces tú, que pagaste un poquito más caro esos 50, te has gastado 19 pesos. Pero, fíjate bien, tú todavía no has gastado un dólar, tú no vives en la Florida, tú vives en Cuba. El de la Florida es un tacaño, sinvergüenza, paga la electricidad allí a 15 centavos de dólar, pero te envía un dólar a ti para que tú por menos de un dólar pagues 150 kilowatts; pero, al fin y al cabo, tú, a pesar de eso, eres moderado, tienes muchos cacharros allí, además de los cacharros viejos, a lo mejor un airecito acondicionado y otras cosas, y estás gastando 300 kilowatts. Sacas la cuenta y dices, los primeros 100, igual a 9 pesos; los segundos 200 serían 40 pesos, sumo los dos y son 49 pesos. Tú gastas en total 1,9 dólares por 300 kilowatts de electricidad; es decir, un precio de 0,63 centavos de dólar por un kilowatt cubano de electricidad. ¡Qué maravillosamente bello!
¿Cuánto gasta el pueblo de Cuba, por culpa de ese dólar que te enviaron de allá? Porque este no fue un dólar que tú te ganaste, o un peso, trabajando, o aquel intermediario se lo ganó vendiendo a ocho pesos la libra de frijoles; te lo envían de allá, alguien que fue saludable, todo lo que estudió fue gratuito desde que nació, no está enfermo, son los ciudadanos más saludables que llegan a Estados Unidos, tienen una Ley de Ajuste, y tienen, además, prohibido enviar remesas.
Bien, por menos de dos dólares el país se gastó, en cambio, 44 dólares para subsidiar ese dólar que enviaron de Estados Unidos. Este es un noble país, subsidia los dólares aquellos que están allá, que en vez de ayudarte a ti noblemente, te van a decir: “Mira, te voy a enviar dos dólares para electricidad, pero no gastes tanta electricidad, por favor, ahorra, apaga luces. Mira, te voy a enviar además un refrigerador, o te voy a dar el dinero para que lo compres en la shopping.” Después prosigue el generoso remisor de dólares: “No te ocupes, que yo te voy a enviar lo que necesitas, yo soy bueno, yo soy noble, yo voy al cielo, yo te garantizo los 300 kilowatts que tú le estás gastando a ese idiota Estado socialista que dice que es revolucionario y que va a luchar hasta la muerte defendiendo la Revolución.” Puede haber un ciudadano que sepa que nosotros somos buenos, pero pueda pensar, con toda razón, que somos bobos; e, incluso, tiene una parte de la razón, ¡cuidado!
Ahora, para recoger 45 dólares yo tengo que recoger 4 500 centavos. A ustedes tengo que recogérselos. ¿Cuántos caben aquí? (Le dicen que 405.) ¿Cuatrocientos cinco? Pues antes de irse todos, fíjense, por favor, dejen 11 centavos, que eso lo pagan ustedes, ese dinero con que el Estado paga es el dinero de ustedes, es decir, el pueblo de Cuba. Dejen todos 11 centavos para subsidiar el gasto de electricidad de él en un mes. ¡No se olviden! Vamos a poner a alguien ahí a que los vigile a ustedes y los registre además (Risas). ¿Es o no verdad?
Pero si a él le dan una cuota de arroz, y ese arrocito, las primeras cinco libras esas, ¿cuánto le costaron? Bueno, pues con un dólar, ¿cuánto puede costarle, cuántas puede comprar con un dólar, aun con su descuento, aun con la revaluación que le hicimos al peso? Compra 100 libras de arroz, no en un día como creen algunos bobos, si lo guardé para este mes, para el otro, y demás meses.
Claro que no gastaste ni un centavo de lo que te enviaron en medicina, la medicina está subsidiada, si la compraste en una farmacia, la que no se llevaron y no vendieron por ahí, tú gastaste el 10% de lo que cuestan en divisas. Si fuiste al hospital y a lo mejor te operaron hasta del corazón, el tobillo, tu operación puede costar 1 000, 2 000, 10 000; allá en Estados Unidos si a ti te da un infarto y te ponen una válvula, puede ser lo que le costó a un empleado nuestro allá en la Oficina de Intereses, 80 000 dólares. A ti nunca te dejaron de atender; puede haber un maltrato en un hospital, pero, ¿tú has ido alguna vez a algún hospital donde no te hayan atendido? Claro, nuestro sistema no tenía la organización que va comenzando a tener y tendrá, y los equipos que está comenzando a tener y en su gran mayoría tiene ya, de gran calidad y estandarizados, y, por lo tanto, con posibilidad de ser mantenidos, o un tomógrafo computarizado multicorte, de 64 cortes, los mejores del mundo, que ya empiezan a llegar, que ya están comprados, que ya están pagados. Vean. ¿Con qué? Con los ahorros y con los ingresos del país que comienzan a crecer. No te cuesta nada.
Tú te gradúas desde que ingresas en prescolar hasta que recibes el honroso título de doctor en ciencias agrícolas, ciencias físicas, ciencias médicas, no te costó un centavo. Recibes un apartamento, si tienes suerte, aunque lo más probable es que no tengas ninguna suerte de ese tipo —bueno, ojalá tu padre lo haya recibido porque fuera microbrigadista—, pero tú no pagas por la vivienda, tú no pagas impuestos. A lo mejor tú eres un poquito más vivo y dices: “Voy a alquilarla a unos visitantes, y en divisas convertibles. Bueno, me cobran 30 centavos de impuesto por dólar de ingreso; bueno, a mí me regalaron esta casa, me costó 500 dólares, yo cobro 800 en un mes, le doy 240 al Estado, unos dolarcitos ahí, y gano 500 dólares; 5 por dos 10, 12 500 pesos.” Tú puedes ir, en virtud de esos sacrosantos derechos de la libertad de comercio, a pagar a tres pesos la libra de arroz en el mercado libre, tú puedes ir a un pistero y decirle: “Mira, yo tengo un almendrón, porque se lo compré a aquel y al otro, se lo pagué en divisas o en pesos convertibles, y yo tengo quien me garantice la gasolina, yo voy a viajar 300 kilómetros, tengo tres novias”, y ese cacharrón es atractivo con los problemas que hay en el transporte. ¿A quién no conquisto yo con el almendrón? (Risas.)

Si quieren, queridos estudiantes, les puedo añadir que los que consumen 300 kilowatts, consumen el 40% de la electricidad residencial que produce el país; el 40% de esa electricidad puede significar —cautelosa y conservadoramente— unos 400 millones de dólares que el Estado generoso y dadivoso les entrega a todos los que más gastan. ¿Y quiénes son los que más gastan? Visita a un nuevo rico y averigua cuántos utensilios eléctricos tiene.

Recuerdo cuando analizando el asunto aquel del gasto eléctrico y el precio descubrimos que un paladar consumía 11 000 kilowatts y este Estado idiota subsidiaba al dueño, al que tanto gustaba a los burgueses llevar visitantes para que vieran cómo sabían la langosta y el camarón, como milagro de la empresa privada, todo eso robado por alguien que se lo llevó de Batabanó; cuatro o cinco sillitas. ¡No!, y, desde luego, este Estado totalitario, abusador, es enemigo del progreso, porque es enemigo del saqueo. Entonces, el Estado estaba subsidiando al paladar con más de 1 000 dólares cada mes, y esto lo supe porque pregunté cuánto gastaba, cuánto valía, y él pagaba la electricidad a ese precio, 11 000 kilowatts; creo que después de rebasar la cifra de 300, pagaba 30 centavos de peso por el kilowatt. ¿Tú no lo sabes? No, ninguno de ustedes sabe nada (Le dicen algo). No, no inventes, que yo he averiguado mucho eso y me han desinformado muchas veces. Es 30 centavos, 11 000 kilowatts, pagaba 3 000 pesos. Mira que pagaba, se hacía rico el Estado, porque él pagaba 3 000 pesos cubanos, unos 120 dólares; pero al Estado le costaba, aquella vez hice el cálculo a 10 centavos de dólar el kilowatt, hoy los 11 000, a un costo para el Estado de 15 centavos, obliga a una colecta adicional aquí, no sé cómo andarán ustedes de fondo, pero a este paladar hay que subsidiarlo, y como son cada mes 1 250 dólares y ustedes son 400, cuando salgan no dejen solo los 20 centavos, por favor, dejen más o menos tres dólares, para el pago de un mes, así que lleven bien la cuenta, porque alguien tiene que subsidiar este paladar. Eso es libertad de comercio, eso es progreso, eso es desarrollo, eso es avance.
Nosotros les vamos a enseñar lo que es progreso, lo que es desarrollo, lo que es justicia, lo que es ponerle fin al robo. Y les advierto: con el apoyo más decidido del pueblo. Nosotros sabemos lo que estamos haciendo, está en las matemáticas y en los números. Nosotros sabemos cuánto vale cada una de las cosas que vamos a ahorrar. No quiero hablar de lo que estamos comprando ahora ni quiero decir muchas más cosas, los miles de millones, independientemente de que se van a acabar los apagones, créanme que se van a acabar, pueden estar seguros.
Ya tenemos en el país alrededor de dos millones y medio de ollas de presión eléctricas que se gradúan, no solo las ollas arroceras; están ahí, pero vamos a tener también unos equipitos que ahorran más del 80% de la energía que ustedes gastan para hervir un litro de agua.

Yo estoy seguro de que puedo hacer una pregunta y ustedes la van a responder. Levanten la mano todos aquellos que no usan agua tibia en agosto para bañarse. Sí, pero con toda honradez. Cuidado, no se confundan.
(Una joven levanta la mano)

Bien, ¿tú nunca has usado agua tibia? (Le dice que no.) ¿Y en invierno? (Le dice que no.) Te felicito. Formas parte, aproximadamente, del 10% de la población.

¿Tú sí, en invierno? (Un joven dice que sí.) Mira que tú eres un hombre serio (Risas). Mira que yo les he preguntado a otras personas, no así como aquí, a los estudiantes, a compañeras trabajadoras, y les he pedido que levanten la mano la que no la usaba. ¿Saben qué día? El día de mi cumpleaños, 13 de agosto, a 10 de ellas les pregunté cuál no calentaba el agua para bañarse y de las 10 ninguna pudo levantar la mano. Eso es para bañarse, hay también para que el agua esté limpia, hay también por el niño, en verano. Un día de frío de esos, yo quiero ver cuál de ustedes se baña sin agua tibia (Risas).

¿Y ustedes saben lo que hacen los becados y lo que hacen con las laticas para calentar agua? ¿Ustedes lo saben? (Exclamaciones.) ¡Ah!, ¿y por qué no averiguan cuánta electricidad gastan? Te lo puedo decir, te puedo decir que hay procedimientos para calentar el agua que significan un gasto de hasta cuarenta veces más energía, ¡cuarenta veces!

Díganme, honradamente, ¿ninguno de ustedes ha usado jamás en la casa el fluido eléctrico con una hornilla artesanal cuando se acabó el gas? No hablo de los que tienen el gas de la calle, ese es el más económico, ese no debe tocarse. De los que cocinan con gas líquido o queroseno, ¿ninguno de ustedes jamás usó una hornilla rústica para cocinar algo? Levanten la mano los que nunca la hayan usado.

A ver, ¿quién está aquí? Aquel que la levantó. Miren a ver, investiguen a aquel, caballero, quizás no veo muy bien, deja ver.

De verdad, levanten la mano quién no la ha usado. Una. Levántate, muchachita. Por favor, ven aquí. Sí, tú la que levantó la mano, tú misma, levántate. Ven, por favor. Fíjate, responde mi pregunta, ¿tú no estás diciendo nada que no sea verdad? (Le dice que no.) Tú nunca has usado eso. ¿Dónde tú vives? (Plantea que en un campo, en Santa María.) ¿Hay electricidad? (Le dice que sí.)

Quería ver la ciudadana ideal, la que nunca utilizó una olla eléctrica rústica.

Dime una cosa, ¿alguna vez sentiste calor allí? Dime otra cosa: tú tienes ventilador, porque allí seguramente hay mosquito, ¿verdad? ¿Qué tipo de ventilador tú tienes? ¿Cuál es el motor de tu ventilador, Aurika? (Risas.) (Dice que no, que es un Sanyo de motor eléctrico eficiente).

Tú eres hija de agricultores, ¿verdad? (Expresa que sí.)

Pero tú no vendes nada en el mercado ese (Risas). Es honrada, ella tiene un poquito más de recursos.

¿Tú no tienes ningún bombillo incandescente? (Dice que sí.)

¿Cuántos? ¿De qué tamaño? ¿De cuántos watts? (Manifiesta que tiene dos de 60 watts.)

¿Ves bien con ellos? (Dice que sí.)

¿Cuántas horas los mantienes encendido al día? (Expresa que unas cuantas horas.)

¿Cinco, seis? (Aclara que hay uno que está toda la noche.)

Uno toda la noche, un total de horas. Claro, ¿para que no haya oscuridad, 12, 10? (Dice que 12 horas.)
Doce horas. ¡Qué bien!

¿Y el otro cuántas horas? (Expresa que está encendido de 6:00 de la tarde a diez y tanto de la noche.)
A diez y tanto, vamos a calcular seis horas. Doce y cuatro, 16 horas; por 60 son 960 watts. En vez de gastar 960 watts, vas a recibir 2 bombillos de luz fría que gastarán 7 watts cada uno trabajando 12 y 4 horas; 16 por 7 igual a 112 watts y más luz.

¿Tú quieres hacerle un regalito al país? ¿Tú quieres? Estoy seguro de que sí. ¿Tú vives allí? Yo no le he querido preguntar, pero ya, resuelto el problema. Te voy a decir cuánto tú vas a darle al país muy pronto, desde mañana si quieres.
Enrique, envíales dos bombillos de 7 watts, si quieres de 15 o de 20, van a ver más que lo que ven con el incandescente y menos ladrones se van a acercar allí. El gasto de esos dos bombillitos de 7 watts, ya yo tengo la cuenta aquí sacada, es de 112 watts, que lo resto de los 960 que gastan hoy los incandescentes: 960 menos 112 igual a 858 watts, multiplicado por 365 días al año, si no es bisiesto, son 313 170 watts, dividido entre 1 000 son 313,17 kilowatts, multiplicado por 15 centavos, su costo de producción en divisas arroja 46 dólares 97 centavos.

Muchas gracias de antemano, tú le vas a regalar al país —espérate, no te vayas—, del pago que tiene que hacer ahora, puesto que tú le vas a regalar a Cuba 12,7 centavos cada día, en 100 días tú le vas a regalar 12,7 dólares, y este próximo año tú nos vas a regalar a todos nosotros 46,45 dólares, para comprar un poco más de frijoles o cualquier otra cosa —exacto, te voy a decir, y no es un impuesto, y vas a ver con más claridad—, nos vas a obsequiar a todos, con el simple cambio de dos bombillos, 46,45 dólares; no te vamos a cobrar nada ni a ti ni a otros por los dos bombillos, duran cinco veces más que los incandescentes y son más frescos, tendrás que usar menos el ventilador Sanyo que tú tienes.

Es así, vean el ejemplo. Imagínense que en vez de dos bombillos sean 15 millones, y no solo los que están en las casas de los ciudadanos, que tienen más que los calculados, sino los que están en escuelas, bodegas, timbiriches de toda clase, 15 millones. Claro, ella tiene dos nada más y los usa bastante tiempo, hay otros que los usan mucho menos y algunos los usan muchas veces, no se puede extrapolar así. Pero debemos ahorrar, posiblemente, durante unas cuantas horas, de dos a tres plantas de 100 000 kilowatts, como potencia, más los gastos de combustible y otros para producir la electricidad que se derrocha, potencia que el país necesita para que esos bombillos estén encendidos durante una hora, que lo obligan a ese gasto.

¿De qué están hablando ustedes? ¿De qué se están riendo? (Le muestran el techo del Aula Magna con gran número de pequeños bombillos incandescentes.) ¡Ah! No, yo estoy dispuesto a pagar algo para que lo mantengan ahí, están muy bonitos. Eso no es un derroche, se trata de un decorado tradicional e histórico y, además, aquí no hay actos todos los días a todas horas, y, en cualquier caso, el culpable soy yo, porque ha estado encendida esta instalación todo el tiempo que he permanecido en esta tribuna.

Bien, muchísimas gracias.

(Se dirige a otra joven de Ciego de Avila, que está parada junto a la anterior de La Habana). Una pregunta: ¿Hay refrigerador en tu casa? (Le dice que está roto.)

¿Está roto? ¿No le pusieron la junta ni el termostato? (Aclara que sí.)

¿Y por qué se volvió a romper? (Expresa que la máquina se quemó.)

Se quemó la máquina. ¿Cuándo? (Aclara que hace un tiempo.)

¿Qué marca es? (Dice que es ruso.)

Ruso, Minsk, o fabricado con motores rusos, INPUD, de allá de Santa Clara y rota, el gasto tuyo sí que era mucho más que el de los bombillos esos.

Vamos a suponer que no estuviera rota, ahora tenemos que decir qué hacer contigo, porque hay que cambiar el refrigerador, es demasiado gasto eléctrico.

Estaba despidiendo antes de ayer, decía, a unos trabajadores sociales que iban a comunicarse con los camiones y con los tractores, iban a averiguar dónde estaban, dónde vivían, cómo se llamaban, el número que los identifica, cuánto combustible gastaban, si es diesel por hora o cuántos kilómetros por litro; pero no hay que conocer mucho para saber que el tuyo roto, Minsk, gasta muchísima electricidad. ¿No te acuerdas? Debe haber estado gastando alrededor de 300 watts por hora, tú sí que acababas con la república, porque ese solo refrigerador defectuoso debía gastar unos siete kilowatts diarios. Si en vez de ese tienes uno nuevo, que gasta menos de 40 watts por hora, tú podías estar —te voy a decir lo que estarías ahorrando, voy a tratar, voy a calcularle nada más que 200 watts por hora— gastando 4,8 kilowatts al día. Aprendan a multiplicar, porque ustedes van a tener que hacer eso (Saca cuentas). Ella, a 15 centavos el kilowatt, nos va a regalar 15 y 15, 30 y 30, unos 72 centavos diarios.

Ella va a tener su refrigerador. Vamos a anotarla, Enrique.

¿No tienes ninguno ahora? (Plantea que lo están arreglando.)

¿De dónde vas a sacar la maquinita esa, dime? (Aclara que lo van a enrollar.)

Espérate, vamos a elevarle como el 30%, porque esos motores enrollados son un desastre. Enrique, ¿los enrollados cuánto gastan? Eso es lo que han hecho muchas personas, se les rompió el motor, no tenían otra solución, no se les puede culpar a ellas. El Estado tiene culpa, te puedo asegurar una cosa: antes de seis meses vas a tener un refrigerador que no gastará más de 40 watts por hora. Te estoy hablando de lo que se despilfarra, de lo que botan, contigo debemos ahorrar unos 200 por hora. Ahórrate eso, lástima que los 150 que teníamos de reserva acabamos de repartirlos. Tal vez, Enriquito, nos quedan siete, podemos ir a hacer una prueba allá. Estamos haciendo en este momento 150 pruebas en la ciudad, vamos a tener una reunioncita con los representantes de Arroyo Naranjo, donde hay unos 30 000 que consumen gas líquido. Los van a visitar.
Enrique, ¿cuántos salieron a visitar a los vecinos de Arroyo Naranjo, unos 50 000 núcleos? (Enrique expresa que hoy salieron 1 098 trabajadores sociales que visitarán alrededor de 55 000 núcleos. Aclara que el promedio de visitas de cada uno se acerca a 20 casas por día, por lo que calcula que hoy hayan visitado unas 20 000.)

En dos días ya las habrán visitado todas. Habrán tomado nota de los objetos electrodomésticos que hay en ese municipio. Estamos llevando a cabo experimentos sociales fuertes. Vamos a cambiar el gas, posiblemente me están oyendo, ellos son los más pobres de esta ciudad y les han puesto gas líquido. Precio del gas líquido: más de 700 dólares la tonelada, 30 000 por 10 (Saca cuenta) son 300 000 kilogramos, 300 toneladas de gas líquido, como mínimo, es el gasto mensual de Arroyo Naranjo.

Asciende a 3 millones de dólares cada año el gasto aproximado de ese municipio en gas líquido, si realmente son solo 30 000 los que lo consumen; un equipo que tiene que llevarlo, trasladarlo, la incertidumbre de si se acaba o no.

Vamos a realizar un importante experimento, pero vamos a recoger todos los datos, nos vamos a reunir con todos los representantes directos de las cuadras, de los consejos populares, de los sindicatos, de las organizaciones de masa, alrededor de 1 500 de las personas más próximas a los vecinos, para discutir con ellos el experimento que nos proponemos, y estoy seguro de que va a ser un éxito, si usted ahorra de inmediato el gasto energético.

Vamos a ver el consumo de invierno, vamos a ver lo que ahorran los bombillos que distribuiremos de aquí a fines de diciembre; vamos a ver los ventiladores que sustituirán a los rústicos, que ascienden a un millón, a los que se añadirá otra cifra igual de sencillos, pero muy eficientes calentadores manuales eléctricos, de agua, que reducen considerablemente el gasto energético al hervir agua.

Catorce millones de equipos tendremos en diciembre y los iremos distribuyendo: ollas arroceras, ollas de presión eléctrica, calentadores de agua. No incluyo en esta cifra los bombillos ahorradores que van a sustituir los incandescentes.

Ya veremos lo que les pasa a determinados vehículos después que conversen cada uno de ellos con los trabajadores sociales y aquellos a los que les vamos a dar cristiana sepultura. Cuando a cada ministerio se le dé los camiones que debe tener y cuando se le exija que la disponibilidad de estos no puede ser menor del 90% y que todos esos vehículos estén inscritos, el ahorro de energía por esa vía será sorprendente.

A decir verdad, tenemos ideas que no quiero explicar: el tiempo exacto en que no quedará uno solo de los camiones de gasolina y otros equipos devoradores de energía.

Hemos hablado de ahorrar dos tercios de la misma. Pensamos ahorrar en la esfera eléctrica, a finales del 2006, no menos de un millón de kilowatts/hora, que hoy se genera para malgastar y tendremos capacidad de generar, con nuevo equipamiento, por lo menos, 1,4 millones de kilowatts/hora, sin contar las plantas emergentes. Esto es más seguro que las cosas que se anunciaron y se han cumplido, y aquellas de las cuales ni se ha hablado y se han llevado a cabo.

No hay que hablar mucho, pero hay ideas que ya comenzamos a aplicar en masa. Aprovecharemos que es un 15% menos el gasto eléctrico ahora en invierno, pues cada equipo que pongamos tiene que tener asegurada la electricidad, incluso, que el núcleo pueda cocinar si esta falla; ahora hay muchos problemas, pero todos todos están siendo estudiados minuciosamente, y sobre todos ellos se trabaja concienzudamente, como diría Marx.

No me voy a extender más, en cualquier momento vuelvo y hablamos.

He abordado unos cuantos temas. Debemos estar decididos: o derrotamos todas esas desviaciones y hacemos más fuerte la Revolución destruyendo las ilusiones que puedan quedar al imperio, o podríamos decir: o vencemos radicalmente esos problemas o moriremos. Habría que reiterar en este campo la consigna de: ¡Patria o Muerte! Esto es serio, y se van a emplear todas las fuerzas necesarias, de ser necesario, los 28 000 trabajadores sociales, y puesto que los que andan desviando gasolina más vale que se aconsejen y no tengamos que descubrir, punto por punto, que cada cual está robando combustible, porque están listos ya 10 000 trabajadores sociales, y la Ciudad de La Habana se convirtió en una espectacular escuela donde se aprende lo que hay que hacer, y cada vez saben más, estamos dispuestos a emplear los 28 000 y los 7 000 que están estudiando.

Si no son suficientes 28 000, parte de los cuales ya están trabajando en la creación de células contra la corrupción, alrededor de cada punto a observar, una célula; allí hay miembros de la juventud, miembros de las organizaciones de masa, combatientes de la Revolución —lo mismo que planteamos en el Coliseo.

Los problemas señalados están siendo atendidos seriamente, no se imaginan ustedes el entusiasmo de los jóvenes trabajadores sociales. Yo jamás en mi vida había visto tanto entusiasmo, tanta seriedad, tanta dignidad, tanto orgullo, tanta conciencia del bien que le van a hacer al país.

He hablado del combustible, de la energía en general, va a ser lo más importante, pero no lo único. Cuánto se han robado aquí hasta en fábricas, fábricas que, por ejemplo, producen medicamentos. Conozco una por La Lisa donde tuvieron que sacar al administrador y a mucha gente, casi 100 en total; estaba comprometida en el robo de medicamento la administración de esa fábrica y un montón de gente. Cien tuvieron que sacar: busca a este y al otro para sustituirlos. No es suficiente ni será únicamente la solución.

¿Y después? Hay que usar también todos los medios técnicos a nuestro alcance. Hay ya adquirido un número importante de todas las bombas nuevas para la tercera parte, aproximadamente, de los servicentros que quedarán en el país, y todo medido, así como un número de pipas de combustible nuevas, que no estorben por las calles ni produzcan tranques o accidentes.

Trabajarán de noche, en su mayoría, en horas de menos tráfico. No hemos sacado la cuenta de las muertes que tienen lugar por accidentes.

Y un día —sépase bien— la Revolución, con los instrumentos desarrollados por la técnica, podrá saber dónde se encuentra cada camión, en cualquier lugar, en cualquier calle. Nadie podrá escapar en el camión e ir a ver a la tía, al otro, a la novia. No es que sea malo ver el familiar, el amigo o la novia, pero no en el camión destinado al trabajo, y cuando hay una crisis de combustible en el mundo es peor el crimen de hacer eso; o cuando le están dando a la gente un jaboncito sin olor, que ya se elevó, es un pequeño aumento, pero ya estamos dando pasos para aumentarlo otra vez, el jabón, la pasta de dientes, cada una de las cosas esenciales señaladas, no será olvidada ninguna que esté a nuestro alcance resolver.

Disponemos de 1 000 ómnibus comprados; pero no para aplicar precios históricos. Ahora una parte está yendo de un lugar a otro resolviendo problemas vitales, como los señalados aquí; otros arribarán en los próximos meses.

El transporte puede recibir algún subsidio, pero no el 90% de su costo, que sería ruinoso, más bien debe ser mínimo.

Necesitamos aplicar el máximo de racionalidad en el salario, los precios, las jubilaciones y pensiones. Cero derroche. No estamos obligados. No somos un país capitalista, en que todo se deja al azar.

Subsidios o gratuidades, solo en cosas esenciales y vitales. No se cobrarán servicios médicos, ni educacionales, ni servicios similares. Habrá que cobrar la vivienda. Vean cuánto. Puede haber algún subsidio, puede haberlo, pero lo que se pague en un número de años tiene que acercarse a su costo. Ustedes dirán: ¿Y con qué pagamos los costos? Una parte importante con lo que hoy se está desperdiciando y se está robando, y con los ingresos no desdeñables que el país irá recibiendo cada vez mayores. Todo está a nuestro alcance, todo pertenece al pueblo, lo único no permisible es despilfarrar riquezas egoísta e irresponsablemente.

Realmente yo no tenía el plan de enfrascarme en una conferencia sobre tan sensibles temas, pero habría sido un crimen desaprovechar esta oportunidad para decir algunas de las cosas que tienen que ver con la economía, con la vida material del país, con el destino de la Revolución, con las ideas revolucionarias, con las razones por las cuales iniciamos esta lucha, con la colosal fuerza que tenemos hoy, el país que somos y podemos seguir siendo, y mucho más de lo que somos.
No volvería yo nunca a este lugar si estuviera mintiendo, o estuviera exagerando. Me gusta mucho más hacer que prometer. En todo caso yo no hago nada, porque un hombre solo no hace nada. En todo caso aprovecho la experiencia o la autoridad que pueda tener entre los compatriotas para que libremos batallas. Hay millones de cubanos preparados para la guerra de todo el pueblo.

Dije que habíamos alcanzado la invulnerabilidad militar, que ese imperio no puede pagar la cuota de vidas, no imaginada y tal vez tantas o más que en Viet Nam, si trata de ocuparnos, y ya la sociedad norteamericana no está dispuesta a concederles a sus gobernantes el crédito de decenas de miles de vidas para aventuras imperiales. Vamos a ver si llega a las 3 000, en Iraq hay ya más de 2 000, y todos los días llegan noticias peores para los que desataron la guerra.

Y vamos a ver lo que pasa con esa porquería de bloqueo, porque hay muchos norteamericanos dolidos de que no hubieran aceptado a los médicos cubanos, la mayoría quería eso, y las autoridades locales mucho más.

Vamos a ver, porque les vamos a demostrar que es mejor que acaben de sacar esa basura, que no destruirá jamás a la Revolución. Y a Europa le podemos decir: Guárdense la ayudita humanitaria, hipócritas, guárdensela toda, que no la necesitamos. ¡Qué gran cosa es poder decir que no se necesita de Europa y que no se necesita del imperio! Termínenlo cuando quieran, aunque ni falta nos hace que lo terminen, porque nos enseñaron, nos forjaron, aprendimos a ahorrar, aprendimos a pensar, aprendimos a crecernos, aprendimos a multiplicar nuestras fuerzas para estar a la altura de la colosal dimensión del adversario.

A ustedes les he hablado con toda la confianza que les puedo hablar. Les he hablado de cada una de las tareas principales de las brigadas de trabajadores sociales, y su impactante acción. A veces tuvieron que actuar por sorpresa, con rapidez, disciplina y eficiencia. En la Ciudad de La Habana fueron miles y movilizábamos otros miles como reserva.

Ya están realizando numerosas tareas. Si no alcanzan, ¿cuántos estudiantes tiene esta universidad? Desde ahora les digo lo que ya les dije a ellos: Si 28 000 no alcanzan, nos reunimos con ustedes, los estudiantes de la gloriosa Federación Estudiantil Universitaria, y ustedes buscan otros 28 000 estudiantes (Aplausos), y, en pareja, con los trabajadores sociales, que ya van adquiriendo experiencia, si a todos hay que movilizarlos, los movilizamos, y si 56 000 no alcanzaran, nos reunimos con ustedes y ustedes buscan otros 56 000 de refuerzo.

¿Saben quién los va a albergar? El pueblo, como en todas partes; el pueblo, que tiene un altísimo concepto de esos muchachos, y ya no habrá muchos que digan: “Esto no se puede arreglar”, “esto no se acaba nunca.” Y junto con ustedes, junto con el pueblo, estaremos demostrando que sí se puede. Y, óigame, creo que vamos a tener muchos más recursos y no solo para satisfacer necesidades, sino para nuestro desarrollo, porque estamos administrándonos mejor. Muchas de las cosas que hacemos, las hemos estado haciendo con los recursos que hemos ahorrado. Ya estamos ahorrando cientos de millones de dólares, y el ahorro dependerá del ritmo y la eficiencia con que vayamos haciendo cada cosa.

Todos los días aparecen ideas nuevas, y lo que ahorremos de energía se convierte de inmediato en recursos. Van a sobrar las peores y más gastadoras termoeléctricas del país. Las vamos a tener, sin embargo, listas para afrontar cualquier contingencia imprevista en una etapa de la marcha.

Solo en producción de electricidad el país gasta 3 800 000 toneladas de combustible cada año. Nuestro sistema eléctrico tiene hoy un aprovechamiento de apenas el 60%.

No volverá a construirse una termoeléctrica. Se construirán plantas que usarán el gas acompañante del petróleo, plantas de ciclo combinado que al amortizarse en cuatro o cinco años, cobrando a 10 centavos la electricidad, que, por ejemplo, los hoteles pueden pagar, se amortizan entre cuatro y cinco años y producen después el kilowatt a 2 centavos de dólar.

Jamás se volverá a construir una “Guiteras”. Esas eran locuras, tenían que estar saturados de dogmatismos y esquematismos. En un sistema que necesitaba producir alrededor de 2 millones de kilowatts, comprar una planta de 330 000, es concentrar en una sola planta más del 15% de la capacidad generadora efectiva, y cuando se apaga, o le cae un rayo, como le cayó hace algunas semanas a la “Guiteras”, el apagón, el apagón y el apagón golpea con fuerza a la población y la economía. ¿Y hasta cuándo iba a resistir la Revolución el disparate de la concepción errónea que había sobre el desarrollo del sistema eléctrico?

Concepción que les aseguro no era exclusivamente de Cuba, y hoy somos el primer país del mundo en descubrirlo, y tendrán que venir a ver lo que estamos haciendo.

No quiero añadir más, porque puedo decir cosas de mucha más trascendencia.

Vamos a pasar de un país idiota a dejar detrás a todos los demás. Quiero advertirles que están cojeando de la misma pata y cometiendo el mismo error.

No, no quiero enumerar. Yo les prometo un día hacerles la historia a ustedes, a los dirigentes estudiantiles, quizás a los que estamos aquí. Hoy no, hoy tengo que callar, porque hablar puede advertir, hablar puede orientar al enemigo. Ya, desde luego, con lo que estoy diciendo hay cosas que no pueden pararlas, como los dos y medio millones de ollas de presión eléctricas que están aquí o en camino, no las para nadie, y lo que está en camino son cosas adquiridas en China. Y China no es un cayito, China es uno de los países más grandes del mundo, convertido actualmente en el principal motor de la economía mundial, China es un país que produce muchas cosas, y estamos discutiendo otras compras y medidas de intercambio, que avanza a creciente ritmo.

Les decía que nuestro crédito creció. Este país puede movilizar miles de millones de dólares, se lo decimos a “Bushecito”, para que se amargue más la vida si lo desea, y a los que andan intrigando; que digan lo que les dé la gana mañana, de los “pobrecitos”, de esa gente “tan noble”, que robaba “tan poquito”, de esos que les cobran al pueblo cualquier precio por cualquier cosa, les digo junto a ustedes: “Paguen el combustible que están consumiendo.” En la realidad todo eso que estamos regalándole al merolico, que estamos regalándole al bandido aquel, o al tacaño aquel, o al egoísta aquel que quiere que nosotros demos 15 centavos por cada kilowatt que pague él, ¿por qué? ¿Qué ley de la economía mundial nos obliga a ello? Y que se preparen, porque tenemos las cuentas bien calculadas. Ya una vez le devaluamos el dólar, pero ese dólar está disfrutando demasiados privilegios.

Desde luego, ni el dólar, ni los que andan robando, tienen al Instituto de Meteorología, no tienen a Rubiera, están soplando huracanes, pero nadie sabe qué rumbo llevan, si oeste noroeste y tres grados más para el norte o para el sur, y con vientos tales y más cuales. Lo único que les digo es que es huracán fuerza cinco (Risas). Fuerza cinco es un huracán que no deja nada en pie, sin cometer un abuso, sin matar a nadie de hambre, solo con sencillísimos principios: la libreta tiene que desaparecer; los que trabajan y producen recibirán más, comprarán más cosas; los que trabajaron durante décadas recibirán más y tendrán más cosas. Y el país tendrá mucho más pero no será jamás una sociedad de consumo, será una sociedad de conocimientos, de cultura, del más extraordinario desarrollo humano que pueda concebirse, desarrollo de la cultura, del arte, de la ciencia, y no para armas químicas, con una plenitud de libertad que nadie puede cortar. Eso lo sabemos, no hay ni que proclamarlo, aunque sí recordarlo.

Nos hemos ganado ese derecho a hacer lo que vamos a hacer hoy, y disponer de casi un millón de profesionales, intelectuales y artistas, disponer de 500 000 estudiantes en nuestras universidades, de todas las ramas de la ciencia, y que son calificables y recalificables, pueden pasar de una a otra actividad y serán capaces de muchas cosas.

Les advierto que nuestra sociedad va a ser en realidad una sociedad enteramente nueva. Y en esta carrera de larga distancia, les llevamos ya muchas pistas a los que más se acercan. No es ningún mérito, el mérito está en el imperio, fue demasiado grande la amenaza que nos hizo, el desafío que nos impuso. El mérito está en ellos, lo único que ha hecho nuestro noble, generoso, valiente e inteligente pueblo, es responder; y hoy responde, con la gran fuerza de muchas inteligencias desarrolladas.
Hoy, cuando aquí hablamos de 500 000, eso se ha producido en muy poco tiempo; hace apenas tres años, cuántos había aquí y cuántos habrá mañana.

Algo más, tendremos decenas de miles de estudiantes latinoamericanos en escuelas de medicina, y solo nuestro país deberá formar en los próximos 10 años 100 000 médicos. Ya estamos luchando por crear el mejor capital médico del mundo, y no solo para nosotros, para nosotros los que hemos formado y seguiremos formando, para los pueblos de América Latina y otros pueblos del mundo, que ya están solicitándonos que les formemos médicos, tenemos con qué formarlos y nadie los puede formar mejor. Hemos desarrollado métodos pedagógicos que ni siquiera soñábamos. Ya lo veremos, y rápido.

No habrá solo 12 000 estudiantes de medicina en la ELAM, hay ya 2 000 jóvenes bachilleres bolivianos aquí; además de los de la ELAM, un número de ellos en Cienfuegos, alojados en casas de familias cienfuegueras, serias, con preparación profesional y cultura, cuyo perfil psicológico ha sido estudiado, así como el perfil del estudiante y de la familia del estudiante, una experiencia nueva y única.

Hablaba sobre eso ayer con algunos, es la solidaridad convertida en colosal riqueza. ¿Cómo se podrían albergar 100 000 estudiantes de nivel superior? Y sabemos lo que cuesta cada uno de ellos, qué cuesta alimentarlos, qué cuesta alojarlos.
Sabemos que construimos en la primera etapa de la Revolución cientos de escuelas secundarias básicas y preuniversitarias, y hoy tenemos menos de la mitad de la matrícula de los años setenta; sabemos lo que cuesta repararlas, en qué tiempo se reparan. Habrá muchas escuelas de medicina de 400 ó 450 alumnos con excelentes condiciones materiales, el equipamiento necesario para los estudios, medios audiovisuales, programas interactivos. Como sabemos, y el mismo compañero Machadito lo dijo, que si él hubiera tenido esos recursos en los cinco años que estudió, habría podido adquirir en un año los conocimientos que adquirió en cinco. Eso significa no que vayamos a formar un médico en un año, sino que un médico en seis años va a tener los conocimientos que a través de los métodos tradicionales habría necesitado 20 años para adquirirlos. Estoy pensando en calidad, ¡en calidad!, la vamos adquiriendo cada vez más.

Conocemos lo que están haciendo nuestros compatriotas en todas partes, estamos en permanente comunicación con ellos, los del contingente “Henry Reeve” y otros muchos. Hay toda una hermosa historia, que en este momento se desarrolla, como nunca antes en la historia y en la vida de nuestra Revolución.

Me alegra pensar que un día como hoy, este Día del Estudiante y este día que ustedes, como cuantas veces quieran hacerlo, escogieron como fecha móvil para celebrar el 60 aniversario de mi ingreso en esta universidad, me sienta realmente bien espiritual y físicamente al reunirme con ustedes. Eran muchas cosas las que venían a mi mente, y tuve que ir ordenando recuerdos de ayer e ideas nuevas de hoy, y siendo cuidadoso para no decir lo que no debo decir y decir todo lo que hay que decir.

Pienso, y esto lo estoy discutiendo con los compañeros y comunicándome con ellos, que este mismo mes tenemos que tomar algunas medidas, dije este mismo mes, no se debe perder un minuto, porque ya están llegando cosas por aquí o por allá.

Necesitamos con urgencia un cierto desaliento al despilfarro de la electricidad. Vean, un cierto desaliento, no es la fórmula definitiva, que esa es otra; pero ahora, que comenzamos a distribuir ya en masa un número de equipos, mientras más ahorremos, más equipos podemos distribuir; y mientras más equipos podamos distribuir, más ahorramos energía y más dinero comenzamos a recoger desde fines de este mes y principios del próximo año, pero es imprescindible entrar en diciembre estableciendo cierto límite al colosal despilfarro de electricidad.

No, ni un centavo de incremento para los que gasten 100, un poquito más para los que gasten 150, 200 y 300 kilowatts. Habrá el que gaste 300, sin duda, que tendrá que pagar un poco más, pero no demasiado. Quizás estos que despilfarran, en vez de dos dólares tengan que gastar cuatro por 300; pero no gasten mucho más de 300, apaguen las luces, quiten el ventilador, no dejen encendido el televisor. No lo mencioné, hay un millón de televisores, 40 000 en la mano y los otros viniendo, 50 watts, para que no quede uno solo blanco y negro.

Otro montón de ahorro, hay un montón, un montón, un montón y otro montón, probado en laboratorios lo que consume cada equipo, todo está medido y todos los cálculos están por debajo de lo que dan los números; no queda un detalle, o muy poco, y todos los días hay más experimentos, más experimentos y más experimentos. Ya vamos a hacer uno en un municipio completo, el más pobre, y por eso entraron hoy allí los trabajadores sociales; también entra en Cienfuegos una fuerza cambiando bombillos.
Enrique, ¿qué día se ocuparán de los servicentros de esa provincia? No importa, que lo sepan ya, deben imaginárselo (Enrique le explica que se hará a partir del sábado, que se han cambiado 158 000 bombillos en Cienfuegos y lo que queda se terminará mañana).

(Le entregan al Comandante para la estudiante de la provincia de La Habana dos bombillos ahorradores)

Oye, Enrique, ven acá, que eso no sirve, lo que tiene ella en la mano. Estás gastando electricidad por gusto. Rápido, ya estamos acercándonos al fin.

¡Ah!, la muchacha está ahí. No, pero este es de siete (Enrique le aclara que uno es de siete y otro de 15).

No, pero ella tiene dos de 60, no apagues a la muchacha, no me le apagues la luz en la casa. Ella me dijo que tenía dos de 60. Yo decía entregarle dos de 15.

Toma, tú no, ella. Llévaselo, dile que ya tiene uno (Le entregan los dos bombillos de 15).

Ya sabemos lo que ahorramos al año. No es una bobería (Aplausos).

Se lo vamos a descontar de lo que tiene que pagar para subsidiar a aquel que está allá.

Están cambiando, ¿cuántos bombillos van a cambiar en Cienfuegos? (Enrique le responde que en Cienfuegos había 207 000 bombillos para cambiar.)

¿Cuántos más descubrieron? (Le dice que ha aumentado la demanda y se van a enviar 100 000 más para allá.)
Ciento cincuenta mil de La Habana habíamos quedado (Aclara que ya están en camino; que han cambiado 158 000, con los 400 trabajadores sociales que están en la tarea, más 360 de refuerzo que enviaron. Ratifica que se comienza el sábado en los servicentros).

Correcto. Y pasado mañana en los servicentros. Que vayan preparándolo todo, de todas formas vamos a descubrir lo que compra la gente, y después habrá unas máquinas de distribución perfectas y el país sabrá dónde está cada máquina.
¿Cuánto combustible se gasta con todos lo que usan el vehículo, no ya los camiones, sino hasta los cargadores frontales de la construcción, como ocurrió aquella vez? ¿Cuánto gastan todos los tractores del MINAZ? ¿Cuánto gastan todos los tractores del campo, que son decenas de miles haciendo el papel de yipis, así tan tranquilamente? ¿Cuánto gastan los que al no alcanzarles el queroseno, que es el combustible de la inmensa mayoría, utilizan el diesel para cocinar? Son cientos de miles, cientos de miles y cientos de miles.

Al lado de eso —les advierto—, máquinas enteramente nuevas, con capacidad de perforación, nueva sísmica, que es muy moderna, perforando en todas las partes donde hay que perforar y utilizando el gas acompañante para ir creando plantas de ciclo combinado que sustituyan para toda la vida la “Guiteras”, o esas monstruosas plantas de Santiago de Cuba que consumen el medio millón de tonelada de diesel que produce la refinería de aquella ciudad, gastando entre 300 y 350 gramos de fuel oil por kilowatt de electricidad, o esas máquinas devoradoras de diesel de San José de las Lajas que para producir 60 000 kilowatts en las horas pico gastan 400 gramos de diesel por kilowatt. No se asombren el día que les digan: están definitivamente retiradas; ninguna mientras exista el peligro de un déficit, porque tenemos que ir asegurando y asegurando. Incluso, allí donde se va a ir sustituyendo un combustible por otro, quedará, mientras no tenga asegurado este, asegurado el anterior. Van a ser cambios grandes.

Ya les dije que hay mil ómnibus de estos para distancias largas, y tendrán su costo. Ahora todavía no, porque preferimos esperar. A veces hay que esperar para que comprendan mejor algo; para que se comprenda bien, por ejemplo, una medida, lo que la Revolución necesita siempre es comprensión y apoyo del pueblo a los pasos que se van dando, porque les aseguro —aquí lo repito— que todo el pueblo trabajador recibirá más, todos los que trabajaron por el país y por la Revolución recibirán también más; muchos abusos se acabarán, a muchas de esas desigualdades se les irá quitando el caldo de cultivo, las condiciones que permiten eso; cuando no haya alguien que tenga que ser subsidiado, habremos avanzado considerablemente en la marcha hacia una sociedad justa y decorosa, que un verdadero e irreversible socialismo demanda.

Soñó el imperio que en Cuba se establecieran muchas más paladares, pues puede ser que no quede ninguna; o qué creen, ¿que nos hemos vuelto neoliberales? Ninguno de nosotros se ha vuelto neoliberal; pero les vamos a demostrar irrefutablemente las crisis de sus teorías, como les hemos demostrado el fracaso de su bloqueo, de sus agresiones, de sus desestabilizaciones.

El año que viene puede ser que todavía haya menos abstenciones en la votación contra el bloqueo en Naciones Unidas, aunque ya no queda nada, nada más que el aliado fascista y genocida que siempre vota sin escrúpulo alguno con el imperio.

El mundo tendrá que librar una batalla.

Nadie debe tener derecho a fabricar armas nucleares. Menos aun el derecho privilegiado que ha impuesto el imperialismo para imponer su dominio hegemónico y arrebatarles a los países del Tercer Mundo sus recursos naturales y materias primas. Lo hemos denunciado mil veces, pero no es la solución. La primera solución para un país del Tercer Mundo es no tenerle ningún miedo, así lo hemos hecho siempre y ya comienzan a desmoralizarse.

Defenderemos a rajatablas, en todas las tribunas del mundo, el derecho de los pueblos a producir el combustible nuclear y no tendremos ningún temor o miedo, lo vamos advirtiendo (Aplausos).

Debe acabarse en el mundo la zoquetería, los abusos, el imperio de la fuerza y del terror. Este desaparece ante la ausencia total de miedo y cada vez son más los pueblos que tienen menos miedo, cada vez serán más los que se rebelen y el imperio no podrá sostener el infame sistema que aún sostiene.
Un día Salvador Allende habló de más temprano que tarde, pues pienso que más temprano que tarde ese imperio se desintegrará y el pueblo de Estados Unidos tendrá más libertad que nunca, podrá aspirar a más justicia que nunca, podrá usar la ciencia y la técnica en beneficio propio y de la humanidad, podrá sumarse a los que luchan por la supervivencia de la especie, podrá sumarse a los que luchan por una oportunidad para la especie humana a la cual pertenece.
Es muy justo luchar por eso, y por eso debemos emplear todas nuestras energías, todos nuestros esfuerzos, todo nuestro tiempo para poder decir en la voz de millones o de cientos o de miles de millones: ¡Vale la pena haber nacido! ¡Vale la pena haber vivido!
(Ovación.)

Cuba

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