Comandante – Por Aram Aharonian

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Su vida y la de la revolución son una sola. Jefe de las máximas instancias del poder político hasta hace una década, «el Comandante», siempre vestido de traje de campaña, dirigió Cuba como a un gigantesco ejército siempre en batallas. Desde la invasión en 1961 de Bahía de Cochinos por “gusanos” entrenados por la CIA y la crisis de los misiles en 1962, hasta la lucha contra los ciclones, los derrochadores de electricidad y los mosquitos.

Referente indiscutible para quienes defienden las causas justas del planeta y no cejan en el empeño de construir un mundo mejor, nació el 13 de agosto de 1926 en la antigua Provincia de Oriente, hoy Holguín; hijo del inmigrante gallego Ángel Castro y la campesina cubana Lina Ruz.

Hace diez años que está fuera del poder y cada día que pasa es una derrota más para sus enemigos, ya que recuerdan que no han podido vencerlo ni con la guerra, ni con el asesinato; ni con el bloqueo económico, recrudecido después de la caída de la Unión Soviética. Pero, claro, esa victoria no tendría sentido si la Revolución no continúa.

Fidel Castro representa es hoy una figura histórica que los niños conocen sobre todo por referencias familiares o escolares y que los mayores extrañan porque fue parte esencial de sus vidas por medio siglo. Ostenta aún el imbatible record contra quien más intentos de asesinato se han intentado realizar: sobrevivió a unos 640 complots contra su vida.

Todos los malos son barbudos

En el Cono Sur, lo primero que supimos de “barbudo” Fidel y de la Revolución Cubana fue a través de la entrevista del argentino Ricardo Masetti en Sierra Maestra y de las notas del Negro Carlos María Gutiérrez, otro gran periodista, uruguayo, empeñado en enseñarle a tomar mate al comandante, en la montaña. El Che había fracasado en esa gestión.

Luego, por los comentarios de los que participaron en las reuniones de la Tricontinental y la Olas en La Habana, a donde llegaban tras largos periplos con escalas en Dakar, Praga o París.

La Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) fue creada en agosto de 1967, por movimientos revolucionarios y antiimperialistas que compartían las propuestas estratégicas de la Revolución Cubana . La propuesta de creación de la OLAS se realizó tras el éxito de la Primera Conferencia Tricontinental de Solidaridad Revolucionaria en la que se reunieron más de quinientos delegados de organizaciones revolucionarias de Asia, África y América Latina, que por primera vez se vieron las caras y constataron que la lucha era la misma y el enemigo también.

Lo cierto es que a mi generación –la anterior y la posterior- la Revolución Cubana nos marcó la vida, el derrotero. El bichito revolucionario nos iba picando en el cono sur, y hasta nos dejábamos la barba para demostrarlo y los estadounidense comenzaban a ponerles barba a los malvados de sus historias e historietas. Mientras, en el sur del sur se iban preparando la insurgencia, urbana, rural en nuestros países.

En 1961, el gobierno uruguayo expulsó infamemente al embajador cubano Mario García Incháustegui, quien fue despedido en Montevideo por una muchedumbre de a pie, indignada, ocupando toda la avenida que lleva al aeropuerto de Carrasco, miles y miles que fueron brutalmente reprimidos por la Guardia Republicana. Lo recordamos en 1985, cuando Fidel visitó Montevideo para la asunción de un presidente constitucional tras la larga dictadura.

Y festejamos también en las calles la victoria de Playa Girón ante la invasión gusano-gringa.

Cuba de hoy

Emocionado, el 19 de abril último, en la sesión final del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) señaló: “Tal vez sea de las últimas veces que hable en esta sala”, dijo, tras atribuir al azar haber vivido tanto.

Las exposiciones fotográficas, el lanzamientos de libros, conciertos, los mensajes de felicitación en las redes sociales, los foros y documentales sobre su vida y obra integran el programa festivo habanero de estas nueve décadas, reafirmando su lugar como principal valor simbólico de la Revolución Cubana, pese a que en la última década se fue desentendiendo de las asuntos importantes del país.

A falta de información certera, radiobemba (la transmisión personal de información) funciona con todo en Cuba. “Ayer lo sacaron a pasear por el Malecón”, “Fue a visitar a un compañero que vive en mi reparto”. Se extraña la ausencia pública de Fidel, sus largas charlas con estudiantes y trabajadores, incluso sus interminables y didácticos discursos que explicaron cada paso de la Revolución a los ocho, a los nueve, a los once millones de cubanos. Lo cierto es que se añora su frecuente contacto con la gente, con los trabajadores, los internacionalistas, o sus recorridos por las zonas más afectadas por un huracán.

En la cola de la guagua uno se entera que no le agradó demasiado la visita de Barack Obama, y él lo reafirmó en un escrito: “No necesitamos que el imperio nos regale nada”, tras rechazar su llamado a olvidar el pasado, absteniéndose de siquiera mencionar el criminal bloqueo y los cientos de agresiones en más de medio siglo.

Y radiobemba dice que tampoco le gustan mucho las reformas que puso en marcha su hermano Raúl, también comandante de la Sierra Maestra y dirigente del partido e integrante del gobierno durante décadas, como la apertura al trabajo privado. Al caer gravemente enfermo, el 31 de julio de 2006, Fidel Castro delegó provisionalmente la jefatura ejecutiva en Raúl Castro quien el 28 de febrero de 2008, fue electo presidente.

Al cumplir los 90, Fidel ve una Cuba muy distinta a la de 1956, el paisaje ha cambiado y los hoteles reservados al turismo internacional están abiertos a los cubanos con poder adquisitivo para pagarlos, ciudadanos que también puede comprar libremente su celular, computadora y otros equipos cuya venta estuvo restringida hasta 2008.

En los últimos años, se entregaron de tierras en usufructo para estimular la producción agropecuaria y se desarrolla un sector privado que prospera con la renta inmobiliaria (pueden comprar y vender sus casas y automóviles libremente), cena en lujosos restaurantes y viaja sin mayores restricciones al exterior. Hoy, el trabajo independiente beneficia a más de medio millón de personas, sin incluir actividades profesionales y una ley de inversiones extranjeras intenta desde dos años atraer mayor capital extranjero.

Fidel apoyó con llamados a promover una industria turística sana y cuidadosa del ambiente. El turismo creció desde dos millones de viajeros en 2008, la misma cantidad que reibió en el primer semestre de este año. a 3,5 millones en 2015. El primer semestre de este año, Cuba, recibió ya dos millones de visitantes.

El 17 de diciembre de 2014 se restablecieron las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, tras intensas gestiones que durante décadas en distintas administraciones estadounidenses, diseñara el propio Fidel. Aunque ya no publique sus “Reflexiones” o aparezca en la televisión, su figura no ha sufrido embates pese a las campañas –mediáticas, militares, de sabotaje, de odio visceral- que por casi seis décadas se esforzaron en lanzar desde Washington y Miami en especial.

Fidel Castro, hombre de aplastante personalidad, admirado por algunos como símbolo de tenacidad y coraje político, es odiado por muchos otros. “Vivo con una tranquilidad absoluta, plena, total. Ese odio no me lo explico bien”, comentó en 2006.

Nunca creyó en los supuestos del imaginario de la izquierda: que una revolución no se podía hacer contra un ejército, ni se podía programar una reforma agraria que afectara los intereses de la oligarquía criolla y los intereses estadounidenses. Y también rompió el dogma, cuando la solidaridad internacional de los cubanos sepultó a los mercenarios blancos y el ejército racista sudafricano, humillando a Estados Unidos, desoyendo a la Unión Soviética, actuando a favor de los pueblos africanos. Tal como lo había esbozado en la reunión de la Tricontinental.

Cayó el Muro de Berlín y la Unión Soviética. Un desafío monumental para la pequeña isla en un contexto internacional totalmente adverso, sin socios ni aliados de peso. Y Cuba lo hizo con no pocos sacrificios y dificultades. El llamado “período especial” quedó como huella en su historia reciente.

La deuda en la mira, en 1985

Algunos apuntes, amarillentos ya, me han quedado de la Conferencia sobre la deuda externa, en La Habana, en julio de 1985. Allí reunió a empresarios, dirigentes polñiticos, académicos, comunicadores… Ante sindicalistas de todo el continente, señaló que “hemos estado hablando del Nuevo Orden Económico Internacional, del cese de todos los abusos que hoy existen, la abolición de la deuda”.

“Ahora después habrá que plantear otro problema, cómo se van a invertir esos recursos, ¿en un desarrollo socialista, en un desarrollo capitalista? Está claro que yo creo en el desarrollo socialista, pero me parece que la respuesta a esa pregunta solo la puede dar el pueblo de cada país. De ustedes depende lo que viva el capitalismo. De nosotros dependió lo que duró aquí”.

“Cualquiera comprende que si buscamos unidad, buscamos fuerza, libramos esta batalla contra el imperialismo con demandas vitales para nuestros pueblos, de alcanzar de inmediato estos objetivos, para mí está claro que debe ser prioritario al objetivo de alcanzar una, dos, tres, cuatro o cinco revoluciones, para que tengan que sobrevivir a duras penas, o en condiciones muy difíciles, o ser aplastadas por el imperialismo”.

A un pequeño grupo de periodistas nos dijo: “A veces me han acusado de optimista. Algunos compañeros recuerdan, cuando nos volvimos a reunir unos siete guerrilleros armados después de los reveses iniciales, cuando llegamos al terreno donde teníamos que llegar, que yo les dije: «Ya ganamos la guerra», y éramos siete hombres. Dicen algunos compañeros que por respeto no dijeron nada, pero que no estaban muy de acuerdo con mis apreciaciones, les parecía extraño que yo les dijera aquello. Al fin y al cabo, pasó el tiempo y ganamos la guerra”.

En 1971, cuando Fidel visitó a Salvador Allende, presidente de Chile, se dio un diálogo por demás interesante. «El gran motor de la historia han sido las luchas de las masas oprimidas contra los opresores», decía Fidel. Por eso en Cuba, donde el pueblo vivía sometido y humillado por el imperialismo», la motivación de los revolucionarios no era otra que «la lucha por la vida».

Allende afrontaba el proceso de transformación social de un modo muy distinto y pensaba que la revolución chilena «tiene que hacerse dentro de la democracia burguesa y con los cauces legales de esa democracia». En la entrevista, Allende se refirió a los obstáculos que se le planteaban, sobre todo, por la existencia «de una oligarquía con bastante experiencia, inteligente, que defiende muy bien sus intereses y que tiene el respaldo del imperialismo».

Pese a los incontables obstáculos, Allende sentía firme el avance del socialismo en Chile: «El cobre es nuestro, el hierro es nuestro, el salitre es nuestro, el acero es nuestro: es decir, las riquezas básicas las hemos conquistado para el pueblo».

Porque, para Allende, «los revolucionarios nunca han generado la violencia. Han sido los sectores de los grupos golpeados por la revolución los que generan la violencia en la contrarrevolución». «Mantuvieron los sistemas por la violencia, así los defienden, por la violencia», agregó Fidel.

El abrazo entre Hugo Chávez y Fidel Castro un 13 de diciembre de 1994 en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, Cuba, marcó el inicio de una nueva era revolucionaria y nuevamente se puso en la palestra la discusión sobre la revolución pacífica. “Fidel es para mí un padre, un compañero, un maestro de estrategia perfecta”, dijo en 2005, ya como mandatario, en el camino de la construcción conjunta del ALBA.

Cuando Chávez asumió la presidencia, el espíritu solidario de Fidel y su pueblo pusieron al servicio de Venezuela su formidable sistema de alfabetización y salud y una abundante legión de profesionales en el área médica quienes fueron a vivir con las comunidades más pobres del país.

Las últimas dos veces

La penúltima vez que ví personalmente a Fidel fue en el VII Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) en La Habana en noviembre de 1999, que concitó la presencia de más de 400 comunicadores de toda la región. Al final del congreso, y mientras Compay Segundo dormía en los bancos, era hora del cierre del Comandante ante cientos de periodistas semidormidos, cansados tras tres días de sesiones.

Eran alrededor de las tres de la mañana, cuando Fidel nos despertó con una frase que sonaba más o menos así: “ustedes se pasaron tres días haciendo diagnósticos sobre nuestra realidad a nivel comunicacional, hablando de revolución. De ese tema, compañeros, nosotros sabemos casi todo. Pero ninguno de ustedes hizo alguna propuesta…a ninguno se le ocurrió, por ejemplo, crear una CNN latinoamericana” Todos largamos la carcajada. Pero el comandante nos había dejado la picando la pelota: de ese momento comenzamos a trabajar en ese proyecto revolucionario que fue Telesur.

En 2001 explotaban los rumores sobre su sucesión y el departamento de Estado le dedicaba irónicas palabras sobre su jubilación. Fidel festejó sus 75 años en la amazonia venezolana, en Santa Elena del Uairén, junto a su anfitrión Hugo Chávez y el entonces presidente brasileño (y hoy cerebro del golpe de Estado) Fernando Henrique Cardoso. Allí, antes de los brindis, dejó en claro que la integración latinoamericana es un imperativo: “No podemos perder ni un minuto, o nos integramos o nos desintegran”.

En esa ocasión, FHC señaló que la intención de Venezuela de integrarse al Mercosur “representa uno de los principales factores de impulso de una integración sudamericana”. “Nuestro destino es el sur porque el Mercosur es el motor de la integración del sur”, retrucó Chávez.

Valió la pena

Fidel Castro contribuyó a modificar sensiblemente la orientación de América Latina y el Caribe en su conjunto. Hoy, cuando los intentos de restauración conservadora reaparecen en la región, hay que aprender de su ejemplo: de las adversidades también se construyen victorias.

En una de sus últimas intervenciones públicas, en el 60 aniversario de su ingreso a la Unjiversidad de La Habana (noviembre de 2005), recordó que “Un día Salvador Allende habló de más temprano que tarde, pues pienso que más temprano que tarde ese imperio se desintegrará y el pueblo de Estados Unidos tendrá más libertad que nunca, podrá aspirar a más justicia que nunca, podrá usar la ciencia y la técnica en beneficio propio y de la humanidad, podrá sumarse a los que luchan por la supervivencia de la especie, podrá sumarse a los que luchan por una oportunidad para la especie humana a la cual pertenece.

“Es muy justo luchar por eso, y por eso debemos emplear todas nuestras energías, todos nuestros esfuerzos, todo nuestro tiempo para poder decir en la voz de millones o de cientos o de miles de millones: ¡Vale la pena haber nacido! ¡Vale la pena haber vivido!”

Valió la pena haber luchado, Comandante.

(*) Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana.

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