#CFKenNodal: Opiniones de Roberto Caballero, Ricardo Forster y Orlando Pérez
Un reportaje ineludiblePor Roberto Caballero – Periodista
Habló CFK con periodistas profesionales -entre ellos, Pedro Brieger, director de NODAL-, y fue un soplo de aire fresco informativo ante una agenda noticiosa dominada por siniestros vejámenes colectivos presentados como situaciones irreversibles o naturalizadas al extremo por el sistema concentrado de medios, cruel infantería de sentido de los dueños del poder y del dinero de América Latina.
La historia, la geopolítica, la economía global y la política de entrecasa fluyeron en las dos horas de conversación en El Calafate, donde CFK volvió a afirmarse como lo que es: una estadista en un país y una región donde no sobran los estadistas que hablen con claridad y pretensión de igualdad y soberanía, sino los justificadores seriales de un patrón de acumulación que hace a los ricos más ricos y a los pobres más pobres, como destino manifiesto no impugnable.
Donde gobierno, poder económico y dominación imperial se confunden hasta el infinito argumentativo, y los regímenes de promoción social ascendente y sus políticas y leyes (en Argentina, pero también en Brasil, o Venezuela y Ecuador) son expuestos de modo canallesco como asociaciones ilícitas por los verdaderos apropiadores y fugadores de la riqueza de los pueblos.
Ocho meses de gobierno neoliberal en la Argentina fueron suficientes para dotar a la palabra de CFK de un marco político impensable que proyecta su voz más allá de las fronteras del país, y la coloca en una perspectiva internacional que no alcanza ninguno de sus detractores de cabotaje. Basta con asumir, con dolor, que para el Bicentenario de la Independencia nacional, Macri no logró convocar ni a un solo Jefe de Estado de aquí o allá, sino apenas al ex monarca español que alguna vez quiso callar de modo autoritario a Hugo Chávez.
El boicot a NODAL no es una casualidad ante este escenario. Se inscribe en los múltiples ataques a la libertad de expresión que la derecha continental implementa para silenciar a los medios y los periodistas que tienen para decir a sus sociedades democráticas algo que interese más allá de la renta y los privilegios que los dueños de casi todo defienden con uñas y dientes.
La entrevista con CFK que ustedes tienen oportunidad de leer hoy es un testimonio de época invaluable. Son pocas las personas que pueden hablar desde donde ella lo hace: la experiencia de gobernante de un país complejo y enmarañado, que en pleno Siglo XXI se animó a correr los límites de lo posible desafiando los manuales de “buenas prácticas” tuteladas por los centros financieros del poder mundial.
Sabemos cuáles han sido las consecuencias. Las vivimos. Antes y ahora. Las buenas y las malas. Sabemos menos, quizá, de cómo piensa quien las impulsó, desde qué perspectivas, sobre qué certezas y basada en qué cosas, aunque para muchos parezcan obvias. No lo son, nunca lo fueron. CFK ya no tiene el bozal de la gestión.
Por eso estamos en presencia de un reportaje de ineludible lectura. Para el resto, sobran los diarios que en cadena repiten que el mundo se mueve gracias a los artículos del Código Penal. Por suerte, también, existe el juicio de la Historia y sus inasibles derivaciones, aún para aquellos que suponen, cada tanto, que pueden controlar el futuro en su propio y exclusivo beneficio.
Cristina o la reivindicación de la palabra política.
Por Ricardo Forster – Filósofo
Leo, pese a la imposibilidad de entrar en el sitio web de Nodal por lo que parece ser un sabotaje, la entrevista que seis medios internacionales le hicieron a Cristina Kirchner en su casa del Calafate. Una vez más no dejo de sorprenderme por la densidad de las respuestas, por la imperiosa necesidad de aclarar la complejidad del momento actual abarcando no sólo al país o a la región sino a la geopolítica mundial. Comparar es casi impúdico u ocioso a estas alturas… pero entre las prolongadas, serenas y conceptuales respuestas de Cristina y la pobreza espartana rayana en la ignorancia de las que suele dar Mauricio Macri se abre una “grieta”, que no es la que muestra la corporación mediática, sino la que existe entre la reflexión inteligente y crítica y la frase vacía, hueca y diseñada desde el marketing y la publicidad. Mientras leía la entrevista fui pensando algunas cosas que, para mí, subyacen a la retórica y a la construcción reflexiva de Cristina y que tienen que ver directamente con lo que significa “lo político” como instrumento de acción y transformación en el interior de una sociedad democrática.
Los tiempos de la política, se sabe, no responden a las leyes de la causalidad física ni se despliegan de acuerdo a un ordenamiento lógico y previsible. No se trata, cuando de la política y de la sociedad se habla, de fenómenos de la naturaleza ni de construcciones teóricas que intentan capturar la complejidad de la vida en una regulación estadística. La previsibilidad se entrama con el azar, la planificación con lo inesperado, la calculabilidad con lo enigmático, las conductas sociales diseñadas de acuerdo al sociologismo de encuesta se encuentran con la variabilidad imprevista de los humores sociales, la ingeniería de los expertos suele chocarse con la resistencia, inesperada, de los “materiales” a los que tiene que amoldar siguiendo un plan trazado de antemano. La política convive y negocia con la ambigüedad y la contradicción, con lo posible y con los deseos imaginarios de los millones de individuos que habitan en el interior de una sociedad, con la multiplicidad y la diversidad de lo social y con el intento de ordenar esa polifonía de voces, intereses, experiencias y perspectivas bajo el manto protector de un proyecto compartido que, sin embargo, guarda en su interior la trama, a veces visible y otras invisible, de conflictos no resueltos provenientes de otros estratos de la vida colectiva o que acechan en un horizonte no tan lejano. Nada más ingenuo que imaginar que la “paz eterna” se corresponde a las prácticas sociales. Toda quimera de una “comunidad organizada” se choca, tarde o temprano, con lo fallido de cualquier sueño de totalidad. El lenguaje político nace del conflicto y la desigualdad, es expresión de lo no resuelto y se desvanece cuando lo que supuestamente prolifera es la unidad indivisible o la pastoral de vidas pasteurizadas por la ficción del consenso absoluto.
La política es el arte de lidiar con este caleidoscopio en el que las imágenes de la economía, de las clases sociales, de la historia, de los litigios, de las desigualdades, de las injusticias, de las estructuras silenciosas que vienen de ayer, de las innovaciones tecnológicas que modifican la vida, de la proliferación identitaria que no acepta ser reducida a una unidad, de los múltiples lenguajes socio-culturales, de una globalización convertida en una entidad mágica que une lo distante y compromete el destino de un país de acuerdo a lo que pueda estar sucediendo a miles y miles de kilómetros de distancia, se entrelazan para ofrecernos el cuadro de una realidad que tiene poco de sencilla. La ficción es suponer que la política puede actuar haciendo abstracción de todas estas variables, como si su potencia o su razón de ser estuvieran en su capacidad de imponer, sobre esa misma realidad compleja, laberíntica y cambiante, la homogeneidad planificada. Estas fueron algunas de las cosas que me suscitó la magnífica entrevista a Cristina Kirchner que hoy publica Nodal. Dicho más directamente: Cristina respeta la inteligencia del lector, agudiza su espíritu reflexivo esté o no de acuerdo con lo que está diciendo y no reduce la política a un producto diseñado por consultores de imagen y especialistas en marketing. Felicitaciones por el trabajo.
Cristina describe el escenario de futuro inmediato
Por Orlando Pérez – Director del diario “El Telégrafo” de Ecuador
Oyendo a Cristina uno se pregunta: ¿Qué ganó Argentina con ella? ¿Qué pierde ahora con Macri? Y, sobre todo, dónde quedan las deudas sociales y políticas de un proceso de largo aliento que ahora se resquebraja por la visión y acción neoliberal y supuestamente anti ideológica de una corriente política al servicio de los “buitres” y de los grandes capitales.
Pero también escucharla convoca a pensar qué ha pasado con ese anhelo de integración, unidad regional y la constitución de un bloque potente de naciones del Sur. Y claro: hay una etapa vivida, pero no del todo procesada aún, sobre todo por nuestros propios pueblos a veces encandilados por la banalidad, el marketing y una estrategia cultura neocolonial. Quizá esa parte de la entrevista refleje lo mejor del pensamiento de Cristina y quizá también ahí hay una enorme interrogación a los procesos políticos de América Latina.
El fenómeno del ascenso de las clases pobres a medias y las medias con mayor capacidad de consumo revela de nuevo esa subordinación cultural a un modo de ver el mundo, al aparato mediático mundial de entretenimiento que es la mayor capacitación y enseñanza del capitalismo sin someter a nadie a una obligación intelectual, escolar o religiosa.
“Es un momento difícil”, dijo dos o tres veces en la entrevista. Pero ese momento, en sus palabras, no pasa porque el modelo por su gobierno y el anterior, el de su esposo, hayan sido los equivocados o sin resultados positivos para la gente. Al contrario, si hubo dificultades (como pasa también en Venezuela o Brasil) es porque todo lo realizado se hizo en democracia, con partidos de oposición, con medios de prensa activos y sometidos a un polo político, con unas élites con mucho poder económico, pero también con una dosis muy alta de gran expectativa y poca eficiencia administrativa en la gestión por las circunstancias antes descritas.
Si el momento es difícil, como lo describe Cristina, es también porque el poder corporativo judicial de Argentina o Brasil, a diferencia de Ecuador, por ejemplo, incide en la política con un sentido aparentemente neutral, objetivo y, paradójicamente, justiciero. Y ahí se absuelven, disuelven o producen las determinaciones políticas a favor de un solo sector.
Entonces, desde las reflexiones de Cristina también hay que mirar cómo se configura el futuro. Y ahí hay dos probabilidades y espacios de tensión. El primero: la revancha de la derecha oligárquica. No se detendrán y habrá persecución de todo tipo. Y ahí ya sabemos cómo han actuado los militares, Estados Unidos, las transnacionales y los medios privados. El segundo: una exigencia poderosa de reconstituir el movimiento social, las fuerzas políticas de la izquierda y pensar en una alianza regional con base en el liderazgo de la misma Cristina, Rafael, Evo, Lula, Mujica, etc.