Argentina: una investigación muestra la contaminación por glifosato del río Paraná

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Una investigación científica volvió a demostrar lo que denuncian los pueblos fumigados. La contaminación causada por los agrotóxicos, insumo principal del agronegocio. En esta ocasión, un estudio publicado en Environmental Monitoring and Assessment informa resultados preocupantes: hay presencia de glifosato en todo el río Paraná. Es decir, no es «biodegradable» como pretenden sus fabricantes, sino que puede considerarse «pseudo-persistente». Aún el caudaloso Paraná no alcanza a procesar la contaminación que surge en los campos plantados con cultivos transgénicos.

El estudio fue difundido por el periodista Patricio Eleisegui, quien accedió al trabajo realizado por los investigadores del CONICET, Damían Marino y Alicia Ronco, entre otros, que se desempeñan en el Centro de Investigaciones de Medio Ambente de la Universidad Nacional de La Plata. Allí se especializan en estudios de ecotoxicología y química ambiental, un enfoque necesario para investigar los posibles daños en el tiempo que genera la fumigación masiva con glifosato y otros agroquímicos utilizados en Argentina. Estudios que escasean en nuestro país, también por presiones políticas y económicas.

La investigación se publicó recientemente, pero fue hecha con base a datos recabados entre el 2011 y el 2012, por lo cual la situación podría ser más grave. Se analizaron las muestras de 23 puntos de monitoreo del río Paraná y sus afluentes, para lo cual recibieron la asistencia de la Prefectura Naval Argentina. Se encontró que existe una concentración preocupante de glifosato y su degradación, el llamado «AMPA», sobre todo en los sedimentos de los ríos. Así se puede inferir que el glifosato es difícilmente soluble en el agua, como afirmaba por ejemplo su creador, Monsanto, y menos aún biodegradable. De hecho llegó a los ríos a través del agua de las lluvias que cayeron en los campos de la amplia cuenca del Paraná.

En efecto, entre los resultados de la investigación se destaca que los niveles de presencia de glifosato encontrados en los ríos fueron en algunos casos incluso mayores que los detectados en los propios campos fumigados. Otras investigaciones ya asociaron este proceso con la técnica de «siembra directa» que utiliza la soja, pues la maquinaria utilizada presiona el suelo y dificulta la infiltración del agua. Por eso también existe una mayor incidencia de grandes inundaciones, porque el agua no llega a absorberse por la tierra. Ahora se sabe que estas lluvias también difunden la contaminación.

De hecho, una de las áreas donde se encontró mayor concentración de glifosato es el río Luján. Desde aquí, no se puede dejar de relacionar este dato con las inundaciones que afectan esta cuenca, porque de hecho también se conjetura que el avance de la sojización es causa de las inundaciones. Por lo tanto, esta investigación resulta una nueva evidencia sobre la necesidad de contar con una Ley de Humedales, que regule el avance del agronegocio en territorios vulnerables. Es decir, en zonas donde el agua propia del ecosistema terminará esparciendo el glifosato.

Se trata, en definitiva, de la primera investigación científica que procesa resultados de un espacio tan amplio como lo constituye la cuenca del Paraná, la segunda más grande de América Latina después del Amazonas. La investigación ya tuvio cierta repercusión en los medos masivos, y sobre todo su difusión impactó en Santa Fe, donde los resultados encontrados en el arroyo Saladillo son de «alta toxicidad». Allí las autoridades se apresuraron a decir que los valores presentados «no son alarmantes», aunque aún no estaban al tanto de la publicación científica que dio origen a las informaciones periodísticas.

La ciencia y el glifosato

Con este caso se confirma nuevamente lo expresado por Andrés Carrasco, el científico de la UBA y el CONICET, reconocido por su publicación donde confirma científicamente la toxicidad del glifosato. Él consideraba que su trabajo sólo había expuesto, en términos legitimados por la sociedad, aquello que los pueblos fumigados denunciaban hace años, en base a su propia experiencia de sufrimiento. Por el contrario, afirmaba Carrasco, esperar que la ciencia demuestre los daños del glifosato sin darle crédito a las advertencias sanitarias, se corresponde con la idea de un «experimento masivo» que se desarrolla en Argentina en las últimas décadas.

Luego de la muerte de Carrasco, la propia Organización Mundial de la Salud evaluó en marzo de 2015 las últimas publicaciones científicas realizadas sobre el glifosato, por lo cual decidieron recalificarlo como «posiblemente cancerígeno». Aún así, sectores de la ciencia siguen afirmando que se trata de un agroquímico inocuo, aunque estos resultados se basen en estudios financiados por las propias corporaciones del agronegocio. Esta «violencia cientificista» se ejerce en asociar ciencia con realidad, cuando solo podemos tener conocimientos que se aproximen a lo que sucede fuera de los laboratorios.

Sobre este punto de incertidumbre, Página/12 consultó a Damián Marino sobre el impacto de esta contaminación por glifosato en los ríos: «Es difícil hacer una asociación causa-efecto porque hay un conjunto de compuestos, distintos al glifosato, que pueden estar afectando a la biodiversidad. Sin embargo, hay algunos estudios ecotoxiológicos que indican que podría modificar estas poblaciones en términos de número de individuos, alterar su normal desarrollo o generar efectos crónicos, como cambios de talla o de ciclos reproductivos. En los casos más agudos, la mortalidad».

El riesgo señalado es suficiente para aplicar el principio precautorio por el derecho a un ambiente sano. Esto implica, como primera medida, continuar y profundizar investigaciones científicas realizadas de manera independiente. En segunda instancia, y más importante aún, iniciar al menos un rápido y efectivo programa que informe a los propios productores sobre los riesgos del uso del glifosato, y que penalice el mal uso en los casos que se cuente con legislaciones acordes. Por último, fomentar justamente leyes más estrictas, que deben estar acompañadas con el impulso de la agroecología en todo el país.

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