Carlos Araujo, militante del Partido Democrático Trabalhista (PDT) y ex diputado brasileño, sobre el impeachment contra Dilma: «No hay un argumento jurídico»
Por Gustavo Veiga
Al sur de Porto Alegre, a la vera del lago Guaíba y frente a la isla del Presidio vive Carlos Araujo, el ex marido de Dilma Rousseff. Su casa espaciosa de la avenida Copacabana, en un barrio que invita a preguntarse por qué se llama Tristeza –era el apodo de su habitante más antiguo–, la compartió con la Presidenta hasta que se separaron. Este viejo militante del Partido Democrático Trabalhista (PDT), ex diputado estadual en Río Grande do Sul y abogado laboralista, accedió a dialogar con Página/12 sobre la explosiva situación de Brasil, el proceso de Impeachment en el Congreso, el papel de Lula y las acusaciones generalizadas de corrupción. Es, acaso, la persona que mejor conoce a la mujer que gobierna el país desde el 1° de enero de 2011. Juntos pasaron a la clandestinidad durante la dictadura militar, sufrieron la cárcel y la tortura, tuvieron a su hija Paula en 1976 y compartieron casi 30 años de sus vidas. Hoy cada vez que pueden se ven. Antes pareja, ahora amigos, su relación –como la define Araujo– es “indestructible”.
–¿Cómo ha vivido el proceso de impeachment contra la presidenta?
–La tradición de las elites brasileñas siempre fue golpista. Y normalmente se articula a través de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, la Fiesp. Eso ya había ocurrido con el primer intento de golpe contra Getulio Vargas en 1942, en la destitución de Getulio en el 45, en el 54 con su muerte y en el 64 con el golpe militar. Puede variar la forma, es cierto. Ahora se sigue la escuela de Honduras y Paraguay y van por el golpe parlamentario. También es verdad que la facción de clases representada por el PMDB no tiene más cómo avanzar, se agotó. Es necesario construir una nueva alianza. A Dilma le faltó tiempo para eso. Tal vez pase por la unidad del PT con el PCdoB y el PDT. Debería hacerse una alianza con los partidos más pequeños, una nueva composición.
–Se dice en Brasil que ha sido imposible gobernar sin el PMDB, esa red de caciques estaduales que le imponen sus propias leyes al presidente de turno. ¿Pero el PT se alió con esa fuerza y usted sostiene que ese tipo de alianza está agotado?
–Yo hallo que está agotado. El PMDB corre el riesgo de su suicidio. ¿Qué es el PMDB? Una federación que en cada estado de Brasil tiene un líder que no se comunica con los líderes de otros estados. Con Dilma fue la primera vez que llegaron rigurosamente al gobierno. Y ahora es el protagonista. Más la cuestión que está en juego en última instancia son las elecciones de 2018. ¿Qué significa el impeachment? Impedir que Lula llegue a ser candidato en 2018. Si Lula muriera hoy el impeachment no pasaría del Senado.
–¿Qué quiere decir con eso?
–Lula está en las pesquisas electorales en primer lugar. Mantiene una relación directa con el pueblo. ¿Y qué hay del otro lado? Fuerzas que intentan galvanizarse pero que no tienen unidad. Lula es el que más las divide. Si hacen una alianza contra él quiere decir que esa alianza no es muy sólida. Hay que decir también que hace muchos años la sociedad brasileña no se politizaba tan rápidamente como en este momento. El drama del golpe trajo consigo el fenómeno de la politización. Es algo maravilloso.
–¿La sesión en la Cámara de Diputados que habilitó el impeach- ment fue un bochorno. ¿Recuerda un antecedente semejante en la historia de Brasil?
–No. Nunca hubo en el pasado situaciones semejantes a ésa. Cuando fue depuesto Getúlio Vargas había grandes debates políticos. Los conservadores eran grandes políticos, excelentes políticos, y con Django pasó otro tanto también. Me refiero a que había políticos preparados. Hoy esos políticos no existen. ¿Por qué no existen? Es una pregunta que deberíamos hacernos. Porque la sociedad, cualquiera que ella sea, cuando comienza a caminar hacia el crepúsculo, los primeros valores que pierde son los valores éticos. Cuando una persona va a votar y no sabe lo que está diciendo o dice que vota por Dios, la familia, la mujer, los hijos o los nietos es porque no debería estar allí. Como Eduardo Cunha y los más de cien diputados que él financió, la gran mayoría. Hoy cualquiera puede ser diputado con dinero, con cualquier cosa. Creo que esto es un indicativo de lo que está pasando.
–¿Qué piensa de Jair Bolsonaro, el diputado que votó por el sí y reivindicó al torturador de Dilma durante la dictadura en el Congreso?
–Es gravísimo y es probable que no vaya a ocurrir nada por lo que dijo. La conciencia de la gravedad de lo que ocurrió no existe. Debería perder el mandato. Es imposible convivir con un hombre así, el Ministerio Público tendría que tomar medidas, los partidos políticos. Pero también es muy difícil que la Justicia resuelva algo y menos enseguida.
–¿Qué piensa de los argumentos jurídicos para pedir el impeachment basado en que la presidenta realizó actividades criminales?
–Actividades criminales, ninguna. Más podría considerarse que lo máximo que hubo fue una infracción administrativa. Algo consuetudinario. Algo que a lo largo de los años todos han hecho, como José Sartori, el gobernador de Río Grande do Sul, que pidió un préstamo para pagar los sueldos porque no tenía caja. Pero no hay un argumento jurídico.
–¿Cómo la ve preparada a Dilma para responder a este proceso?
–La veo bien y respondiendo bien, aun siendo la presidenta en una hora dramática. Dilma crece mucho en la confrontación. Es muy firme, no hay forma alguna de que se sienta frágil o retroceda. La veo lúcida, con tranquilidad. La ironía más grande de todo este proceso, es que empezaban a darse las condiciones para superar la crisis económica, con las primeras señales de crecimiento industrial, de una balanza comercial positiva en los últimos seis meses. Podría salirse de la crisis a finales de año o principios del año próximo, aunque acredito que si Brasil va hacia el modelo Macri se sumergirá en una profunda crisis.
–¿Qué información maneja sobre las denuncias generalizadas de corrupción?
–Primero debería decir que el oligopolio de los medios brasileños domina todo y siempre acusa de corruptos a los presidentes. A Getulio Vargas lo acusaron de lo mismo y era un franciscano que nunca tuvo cuenta bancaria. Cuando murió tenía cinco camisas. Era un hombre de una vida muy austera. Después vino Django que era uno de los hombres más ricos de Brasil, generoso, que ganó mucho dinero de joven. ¿Y ahora qué sucede? Como a Dilma no la pueden acusar de corrupta, se están preparando para acusar a Lula. Toda la prensa. Dilma es un pez pequeño en esta historia, no tenga dudas.
–¿Qué piensa de las acusaciones de corrupción contra Lula?
–No se ha probado nada. ¿Cuál es la acusación contra él? Que tiene un departamento de 220 metros cuadrados en un piso de una playa de tercera categoría. Todas las denuncias hablan de que no podía vivir ahí. Pero cobra igual que Clinton por una conferencia: 100 mil dólares. Es lo que cobra el ex presidente de EE.UU. No hay una cosa consistente contra Lula. Nada, si no ya estaría preso.
–¿Qué espera del pueblo brasileño, de las organizaciones de base frente al golpe blando contra Dilma?
–Es muy difícil una reacción porque en un gobierno popular, con tantos años de gestión, hay un cierto acomodamiento, la gente se acomodó a la situación. El Movimiento sin Tiera, los Sin Techo de San Pablo, han hecho algo, pero no acredito una reacción significativa. Los gremios no tienen condiciones para organizarse, es necesario esperar un tiempo.
–El bloque evangélico que también compartió el gobierno con la presidenta, ¿por qué la traicionó?
–Creo que ya había una gran parte que estaba en contra desde antes. Vieron que Dilma iba hacia la destitución y no querían perder su poder. Muchos de sus votos fueron verdaderas traiciones de última hora. El gobierno sufrió una traición en los últimos cuatro días. Solo el Partido Popular (PP) tenía 47 votos. Si uno de los partidos aliados la hubiera apoyado no salía el impeachment. Debió haber existido mucha corrupción para dar vuelta los votos a último momento.