Brasil: La revancha de las élites y el teatro del golpe – Por Camila Vollenweider

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La votación en Diputados que aprobó, por un amplio márgen, el inicio del juicio político a la Presidenta Rousseff se mostró como un teatro de sombras. Con un trasfondo de de discutida legalidad en el proceso, la dinámica del impeachment resulta bastante obscura por sus personajes, los momentos elegidos para perpetrarlo, las consignas y argumentos esgrimidos para apoyarlo. Y, asunto no menor, los propósitos detrás del mismo. Las “pedaladas fiscales”, hecho por el que se pretende destituir a Rousseff por, según los impulsores del impeachment, constituir un crimen de responsabilidad, prácticamente no aparecieron ni en los debates en Diputados ni en los que actualmente se desarrollan en el Senado. Ideología triple equis y explícita y argumentos comodín para condenar a la Presidenta y al mismo tiempo despegar al Vice -su sucesor en caso de destitución- del pretendido delito, son sólo el adelanto del estreno de un golpe ya consumado. Basta ver la impotencia de los parlamentarios opositores al impeachment en los recintos cuando exponen sus argumentos: saben que digan lo que digan, y presenten las pruebas que presenten, este nuevo proceso destituyente no tiene chances de revertirse y el establishment conseguirá el poder que no obtuvo por respaldo popular durante más de una década.

Los ensayos

El golpe en curso en Brasil comenzó a gestarse hace poco más de un año, apenas comenzado el segundo mandato de Dilma Rousseff. El principal partido de la oposición, el PSDB, inició una cruzada tendiente a revertir lo que las urnas habían expresado ya en cuatro oportunidades tejiendo distintas alianzas: con los medios de comunicación hegemónicos para sesgar la información a su favor; con los diversos “órganos de control” -que han sustituido en su capacidad de fuego a las Fuerzas Armadas en golpes anteriores- como la Policía Federal, el Tribunal de Cuentas de la Unión, el Ministerio Público Federal, juzgados de varias instancias comandados por opositores al gobierno, y, también, con el principal partido aliado del gobierno, el PMDB, cuyos líderes -especialmente el multi-imputado por corrupción Eduardo Cunha, Presidente de la Cámara de los Diputados- mantiene un férreo control sobre los votos de un significativo número de legisladores de distintos partidos.

Esa trama no es improvisada y resultado sólo de la capacidad de la oposición política para articular alianzas. Cabe desentrañarla, por un lado, atendiendo a los intereses de clase de unas élites que comandan todas las instituciones del Estado, la mayoría de los partidos políticos, y digitan los principales hilos de la economía y las finanzas. Estas élites aceptaron un pacto de gobernabilidad con el PT mientras sus principales intereses no fueran tocados y, también, mientras el boom de las commodities permitió crecimiento y mejorar la calidad de vida de los excluidos -también de la clase media- sin recurrir demasiado a la redistribución. Por otro, porque estas élites brasileñas tienen los mismos intereses que el resto de las élites de la región y de las que dirigen las principales corporaciones extranjeras y/o multinacionales que operan en estas latitudes, particularmente las del histórico bloque aliado EEUU-UE. Esta red de grupos de poder se mantuvo agazapada mientras duró la fortaleza de los gobiernos progresistas de la región, interna y asociadamente en diversos organismos regionales contrahegemónicos, y las alianzas entre éstos y otros bloques de poder mundial (como China y Rusia) se mantuvieron sólidas y prósperas.

Pero, a partir de 2008, con el comienzo de la crisis económica global y la incapacidad de las izquierdas para conseguir el poder en otros países clave de la región -es decir, con una región ideológicamente fragmentada-, un nuevo abanico de posibilidades para recuperar la hegemonía perdida de las élites se abrió. El deterioro del precio de las materias primas, insumo principal de las economías regionales, ralentizó no sólo el crecimiento del producto interno sino el éxito del modelo de inclusión via consumo sobre amplias capas sociales. Con ello, las demandas sociales se complejizaron, el clima de malestar social aumentó por la falta de respuesta a las mismas, y las esperanzas de “cambio” calaron hondo.

El programa económico de “equilibrio” y “racionalización” con el que asumio Rousseff su segundo mandato fue el hecho que sirvió en bandeja al establishment la llave para abrir las puertas de su retorno. Implementar un programa moderado de ajuste, flexibilización y apertura comercial fue bienvenido por las élites, pero ellas podrían hacerlo mejor. Y un plan de ajuste promovido por Rousseff, por más moderado que fuese, significó el desconcierto y el rechazo de las bases sociales de su partido y de otros sectores sociales que -con reparos- habían votado la continuidad del PT. El telón estaba listo para abrirse.

El Guión

El papel de los medios hegemónicos en estos procesos abruptos de viraje ideológico y programático hacia la derecha es de principal importancia. En el caso de Brasil, la poderosa multimedios Rede O Globo, periódicos como Estado de Sao Paulo y Folha de Sao Paulo, revistas como Veja e Istoé, consiguieron, a lo largo de los años del gobierno del PT, predisponer lentamente a buena parte de la población no sólo contra ese partido sino contra la política misma. La principal vía, como sucede en otros países de la región, fue diseminar el odio; un rechazo cuasi físico, personal, contra los funcionarios, el partido, sus militantes y sus políticas. Las élites con influencia en la comunicación han procurado explotar el odio de clase -que no aminoró aun cuando no se han tocado los principales pivotes estructurales de la desigualdad-; insuflar un odio “moralista” -vinculado a la cantinela de la corrupción del partido gobernante, omitiendo selectivamente la del resto de la clase política-, racista y misógino, en amplias capas de la población. Este rechazo extendido ha conseguido que los intereses de las élites se transformen en demandas mayoritarias: el fin del gobierno del PT, acabar con el “despilfarro” de recursos hacia programas sociales que “fomentan el parasitismo”, regresar a los valores tradicionales de “familia” y “orden” -alterados en todos estos años por la promoción del empoderamiento de la mujer, derechos LGBT, cupos para minorías en todos los niveles educativos, y protección social para las grandes mayorías-; y el fin del alineamiento con “comunistas” y “bolivarianos”. Los expectadores del show del golpe están ya sentados en sus butacas

Los actores

Sin pretender ser exhaustivos, varios actores destacan además del corifeo encarnado en la prensa hegemónica -encargado de musicalizar la obra con la Sonata Patética de Beethoven, el Réquiem de Mozart o el Ave Maria de Shubert, según la parte de la obra que se considere-. Quizás las tres piezas musicales encarnen en la llamada bancada “BBB” del Congreso de los Diputados, que sumó casi la mitad de votos a favor del impeachment. Los diputados Boi (Buey: agronegocios), Bala (industria armamentística y de la seguridad privada) y Biblia (pastores o fanáticos evangélicos), miembros de casi todos los partidos políticos, son la más evidente expresión de la representatividad política de las grandes corporaciones en el escenario republicano y, también, de la fortaleza de la corrupción que se pretende combatir. Esta amplia bancada responde, sin ningún tipo de esfuerzo por ocultarlo, a poderosos grupos de poder que han financiado sus campañas millonarias, como Joao Campos (PRB), presidente del Frente Parlamentario Evangélico en la Cámara, que recibió para tal fin, en 2014, 400 mil reales de una empresa de seguridad privada.

Desde dentro, operaron para bloquear el éxito de cualquier propuesta legislativa que promueva la amplitud de derechos civiles, la protección de espacios naturales frente a la explotación minera y del agrobusiness -muchos de ellos hogar de poblaciones indígenas-, acceso a la tierra y mejoras en las condiciones laborales de campesinos, etc. También fueron el bastión opositor -junto a parlamentarios de otras siglas- a toda iniciativa del gobierno durante el pasado año, a instancias de Cunha, con el fin de impedir la gobernabilidad de la Presidenta y convertirla para la opinión pública en una mandataria incapaz y débil.

Las justificaciones de la oposición legislativa para apoyar el impeachment de la Presidenta fueron, quizás, la parte más dantesca de este teatro de golpe en Diputados: todos horrorizados con la corrupción -aunque más de la mitad de la Cámara tiene cuentas pendientes con la justicia- exclamaron que su voto se basaba en “la paz de Jerusalén”, “los militares del 64”, “contra la dictadura bolivariana”, “por el sector generador de renta, el sector agropecuario”, por los innumerables tíos, hijos, esposas abnegadas y nietos de los parlamentarios y por los “chicos del MBL”, entre otras republicanas razones.

El MBL (Movimiento Brasil Libre) es otro actor importante del elenco, que debe analizarse dentro de un fenómeno más amplio de juventud de clase media politizada, de marcado carácter liberal en lo económico y lo político, y que cuenta -no sólo en Brasil- con el millonario respaldo financiero de organizaciones “filantrópicas” y educativas estadouidenses. Estos jóvenes conforman el principal bastión del golpe en las calles, aunque sus líderes tienen espacios de opinión fijos en los principales medios y “pase libre” a las sesiones del Congreso, otorgado por Cunha.

Sergio Moro fue, hasta hace un par de meses, el actor principal de este vaudeville. Joven juez federal de primera instancia, comandó la famosa operación Lava Jato-, que ha destapado la endémica corrupción del sistema político brasileño y ha llevado la imagen de la estatal Petrobrás al abismo. Una operación, cabe destacar, de la que ha salido herido sólo el PT por el carácter inquisitorial de los procedimientos, y la selectividad partidaria de las detenciones y de las filtraciones de información a la prensa. Paradójicamente, fue el impulso dado por los gobiernos Lula-Dilma al combate contra la corrupción lo que ha destapado la extensión de la pandemia, el “efecto boomerang” contra el PT y, tema no menor en este momento, la necesidad de la clase política implicada de acabar con el gobierno y, con él, las investigaciones y procesos judiciales que salpican a casi todos.

Moro desapareció de la escena cuando entró Temer, otra de las estrellas del elenco. Vicepresidente de la República, consiguió meses atrás la salida de su partido de la coalición gobernante y es hoy quien representa la esperanza de las élites. Aunque éstas se conformarían con cualquiera de la línea sucesoria, en caso de que Temer fuera enjuiciado también (si se demuestra su co-responsabilidad en las llamadas “pedaladas fiscales”). a él le siguen Eduardo Cunha (como Presidente de Diputados), Renan Calheiros (PMDB, Presidente del Senado) y Ricardo Lewandowski, Presidente de un cómplice Supremo Tribunal que tiene “cajoneado” el pedido de destitución de Cunha por corrupción y lavado de dinero. También podría surgir un escenario de elecciones anticipadas -via referendum, porque un proyecto en el Congreso sería desestimado, dadas las ventajas de gobernar sin tener que recurrir al voto popular-. En cualquier caso, las perspectivas de gobierno del PT son casi nulas. El Senado no revertirá la decisión de sus aliados en Diputados, y una nueva elección sin que Lula pueda presentarse, más la fiscalización excesiva de los órganos de control sobre el financiamiento electoral del PT, hacen prácticamente imposible que las élites no vuelvan a gobernar por un tiempo.

Las secuelas del show

Michel Temer hace rato que viene negociando futuros cargos y otros beneficios con los principales impulsores del impeachment, prometiendo tras bambalinas frenos a las investigaciones por corrupción -a modo de devolución de favores por llevarlo a la Presidencia- y elaborando un plan de gobierno al gusto de las élites. “Regeneración del Estado”, “Nuevo modelo de relaciones con el sector privado” y, particularmente en materia social “transferir todo lo que sea posible para el empresariado en materia de infraestructura” son algunas de las propuestas que anticipan lo que será un nuevo espectáculo en el teatro de las sombras. Dilma no logró convencer a los grupos económicos como sí parece haberlo hecho Temer. Se verá si, además, convence a la audiencia más importante: el electorado

Camila Vollenweider. Magister en Sociología por la Universidad Autonoma de Barcelona y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Rio Cuarto.Se desempeña como docente en la Universidad Nacional de Rio Negro y es investigadora del CIETES (UNRN).

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