Elecciones históricas en el Perú con un final incierto – Por Raphael Hoetmer

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Ante las elecciones peruanas se advierte una disputa muy ajustada por la presidencia, y la conformación de un congreso dominado por el fujimorismo. Las elecciones serán históricas por varias razones: nunca hubo cuatro elecciones democráticas seguidas en el Perú, hay una gran posibilidad que ganará por primera vez una mujer, se presenta el resurgimiento de la izquierda en la arena política, y esta elección parece dar fin a un ciclo en la política peruana y sus correspondientes liderazgos. Los resultados se definirán en dos vueltas (10 de abril y 5 de junio), si nadie gana el cincuenta por ciento de los votos en la primera vuelta.

Los procesos electorales peruanos tienen fama de ser imprevisibles y volátiles. La intención de voto varía enormemente en los meses previos a la elección, de tal modo que el resultado final tiende a anunciarse recién en las últimas semanas o días antes de la elección. A la vez, también es cierto que las últimas tres elecciones fueron ganadas por el candidato quien terminó segundo en el proceso anterior, indicando más bien un nivel de previsibilidad. Siguiendo esta lógica, esta vez tocaría ganar a Keiko Fujimori, hija del exdictador Alberto Fujimori, quien va primera en las encuestas. Sin embargo, este proceso electoral ha sido irregular e imprevisible en varios sentidos, y todo indica un final de infarto.

Por lo pronto, son tres los candidatos con posibilidades de terminar presidente del país: la hija del exdictador Fujimori, Keiko, el empresario Pedro Pablo Kuczynski, y la congresista por Cusco Veronika Mendoza. Quien termina presidente tendrá la responsabilidad de enfrentar un escenario económico de desaceleración, de atender la seguridad ciudadana deteriorada, de cambiar los sistemas públicos de educación y salud que están entre los peores del continente, de atacar la muy difundida corrupción y de responder a los intensos conflictos sociales –particularmente en torno de la minería- que han impactado en el país en los últimos años. El nuevo gobierno también tendrá que facilitar la elección del nuevo Defensor del Pueblo, y la decisión final sobre el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.

Polarización inesperada: el modelo en discusión

Hasta enero de este año las elecciones parecían cumplir con el deseo (y quizás: el diseño) de los poderes económicos en el país. Se presentaba una disputa entre una derecha populista ligada a los poderes emergentes en el país (con sus candidatos Fujimori, y Cesar Acuña), una derecha tecnócrata más ligada a las instituciones y empresas transnacionales (Kuczynski y Julio Guzmán) y una alianza de dos partidos históricos vinculados a los elites tradicionales (Alan García). Si bien, hay ciertas diferencias menores en sus posiciones, todos representaban la continuidad de las políticas neoliberales y extractivistas que han predominado en el país en las últimas décadas.

Hasta este momento, los candidatos del centro (Alfredo Barnechea) y de la izquierda (Veronika Mendoza y Gregorio Santos) juntos sumaron ni el 3% de la intención de voto.[1] En los meses de enero y febrero se produjo la exclusión del proceso electoral por parte del Jurado Nacional de Elecciones de Acuña y Guzmán, quienes habían estado segundo y tercero en las encuestas en diciembre y enero, y se inició una campaña de marchas masivas y acciones simbólicas alrededor del país, en protesta contra la eventual victoria electoral de Keiko Fujimori.[2]

Esta avalancha de acontecimientos no solamente permitió la incursión de las fuerzas históricas de Acción Popular y la izquierda peruana en la disputa electoral, sino también modificó los términos de debate de la misma. Aunque la campaña en general ha sido pobre en términos programáticos, reaparecieron temas ausentes como la necesidad de recuperar el control sobre los recursos naturales, de aumentar el sueldo mínimo, fortalecer los derechos sexuales y reproductivos, y de reformar el Estado. Con ello, retornó la disyuntiva que marcó los dos procesos electorales anteriores: mantener (y profundizar) la actual estrategia de desarrollo del país, o cambiarla.[3]

Desde entonces, lo único que se mantuvo igual es el liderazgo de Fujimori en las encuestas sobre la primera vuelta de la elección. Sin embargo, el anti-voto de su candidatura creció enormemente, de tal modo que en la segunda vuelta tendrá grandes dificultades de ganar contra cualquier contrincante. Las últimas encuestas, señalan que detrás de Fujimori (quien ganaría entre 35 y 40% de los votos), Mendoza y Kuczynski disputan el segundo lugar (entre 15 y 18%), seguido por Barnechea (alrededor del 10%), García (7%) y el otro candidato de izquierda Gregorio Santos, quien se ve impedido de hacer una campaña real, ya que está recluido con prisión preventiva, pero igual sacaría entre 2 y 3 por ciento de los votos.

El resurgimiento de la izquierda

Con el crecimiento de la candidatura de Mendoza en las últimas semanas, la izquierda retoma un protagonismo que no ha tenido desde la década de las ochentas en elecciones nacionales. Si bien el crecimiento de su candidatura se benefició de la exclusión del tecnócrata Julio Guzmán, no se puede explicarlo solo por ello. En realidad la aparición de la izquierda como un factor determinante en estas elecciones se debe a una combinación de factores.

En primer lugar, es consecuencia de un conjunto de luchas sociales en los últimos diez años, que han cuestionado el modelo de desarrollo y el conservadurismo imperantes en el país. Particularmente las movilizaciones campesinas e indígenas en defensa del territorio frente a la minería y otras actividades extractivas, las movilizaciones de los movimientos de diversidad sexual y feministas, y las movilizaciones juveniles han dejado sus marcas. Estas luchas potentes a menudo han sido locales y coyunturales, pero reflejan un deseo de cambio presente en una parte sustancial de la población peruana, que no fue atendido por Ollanta Humala tras su victoria electoral en 2011.

Luego, está la decisión de una parte de la izquierda de construir un proyecto propio de mediano plazo, en vez de seguir apostando por una política de alianzas coyunturales que la alejaría de sus principios y agenda programática. Esta apuesta empezó con la fundación del movimiento político ecologista y libertaria Tierra y Libertad, que hoy es uno de las organizaciones que sostienen al Frente Amplio (FA). El FA realizó un proceso de elecciones internas para definir sus candidatos, que pese a distintas dificultades ha marcado un precedente importante en la política peruana.

Un tercer factor clave, es el excepcional liderazgo de Veronika Mendoza, quien sin lugar a duda es la política más talentosa del país. Mendoza combina una gran lucidez e inteligencia, un estilo pedagógico y propositivo distinto al estilo histórico de la izquierda peruana, con una defensa firme de sus principios y de los derechos de la gente. Quizás, su fortaleza principal en este proceso ha sido su coherencia y humildad que le ha permitido un acercamiento genuino con la gente alrededor del país, y que contrasta enormemente con el estilo agresivo y soberbio de García y Barnechea, y distante de Kuzcynski.

Finalmente, tras un inicio accidentado, la estrategia de campaña del Frente Amplio ha sido efectiva. Ayudó mucho, la brillante respuesta en Quechua de Mendoza a una pregunta en francés –que quería enfatizar su procedencia francesa de parte madre- del periodista conservador Aldo Mariátegui, que la colocó en la boca de mucha gente que antes no la conocían en el mes de enero.[4] Sin embargo, en general la campaña sumamente austera -el FA cuenta con una fracción de los recursos millonarios de las campanas de los otros candidatos- pero muy participativa y con un mensaje de cambio muy coherente, ha ido impactando cada vez más, llegando inclusive a los últimos rincones del Perú.

Es así, que los objetivos estratégicos originales del Frente Amplio para este proceso electoral parecen haberse cumplido ampliamente. El FA buscaba: i) afianzarse como organización política con una bancada propia en el congreso en este proceso electoral, ii) consolidar el liderazgo de Veronika Mendoza como una de las figuras políticas principales en el país; iii) cuestionar el consenso neoliberal, conservador y extractivista que predomina en la política peruana, para avanzar hacía iv) una refundación de la izquierda en el país. Este éxito, a la vez, implica nuevos desafíos mayores que puedan afectar también a este proceso de refundación.

Elecciones históricas

Si bien en las encuestas aún está en segundo lugar el empresario Kuczynski, si se mantienen las tendencias de las últimas semanas, Veronika Mendoza lo pasará esta semana y se enfrentará en la segunda vuelta a Keiko Fujimori. El resultado final de esta opción está abierto, ya que la diferencia para una eventual segunda vuelta entre ambas candidatas es mínima, y además faltarían casi dos meses de campaña. Aún más que en la primera vuelta la campaña será dominada por dos de los sentimientos más fuertes de la política peruana, el anti-fujimorismo y el anti-izquierdismo. El primero se expresará con movilizaciones y protestas en la calle y expresiones de personas públicas críticas del fujimorismo y su historia, mientras que lo segundo será sostenido por las elites económicas y políticas a través de su control sobre los medios de comunicación. Ya en las últimas semanas se dio inicio a una campaña -desesperada y poca exitosa- de parar el crecimiento de Mendoza tratando de asociarla al chavismo, el terrorismo, y al gobierno saliente.

Lo cierto es que, en una segunda vuelta entre Fujimori y Mendoza, se enfrentarán las dos fuerzas políticas más antagónicas de la sociedad peruana, con visiones del país y plataformas políticas opuestas. Los cuatro ejes del plan de gobierno del FA (economía para la gente, no para los grandes negociados; estado para la gente, libre de corrupción; derechos para todos sin discriminación; y progreso sin destruir la tierra) son en gran medida una crítica al modelo económico establecido por el régimen autoritario fujimorista y consolidado en los posteriores gobiernos democráticos.

El economista Jurgen Schuldt caracteriza la propuesta del FA como una propuesta de centro-izquierda social demócrata, que en el contexto del neoliberalismo radical peruano igual implicaría una ruptura. El FA plantea un rol más activo del Estado en la economía y sociedad, límites al extractivismo, respaldo a la pequeña y mediana agricultura, la profundización de los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres y de las poblaciones LGTB y se opone al TPP.

Un eventual gobierno del FA implicaría el desafío enorme y riesgosa de combinar la refundación de la izquierda peruana, con la gestión de un gobierno de cambio en un contexto adverso, signado por la oposición de las elites económicas, religiosas (un arzobispo referiría al voto por Mendoza como un pecado) y políticas del país, un clima económico complicado, y con un congreso con amplia mayoría de los partidos de derecha. Inclusive el fujimorismo podría obtener una mayoría simple en el congreso, mientras que el FA sacará una bancada minoritaria. Cualquier proyecto de gobierno tendría que ser negociado con las fuerzas de derecha.

A la vez, un gobierno fujimorista con una mayoría en el congreso, implicaría el riesgo del retorno a prácticas autoritarias con una creciente polarización en el país. Frente a ello, Fujimori ha hecho varias declaraciones y firmó un documento de compromiso de respetar el orden democrático en el país, y de no beneficiar ningún familiar suyo.

En cualquier escenario, estas elecciones serán un hito en la historia del Perú. Aparte del resurgimiento de la izquierda, es muy posible que por primera vez haya una presidenta mujer en el país. Pero además, este proceso electoral parece dar fin a un ciclo político (2001-2015) que fue dominado por una serie de liderazgos y proyectos políticos que se están agotando. Kuczynski –salvo si lograra llegar a la segunda vuelta-, Toledo, García y la lideresa conservadora Lourdes Flores (esta vez en la alianza poca feliz con García) probablemente han jugado sus últimas cartas en este proceso, mientras que el futuro del nacionalismo del presidente Humala y la primera dama Heredia es incierto debido las debilidades de su gobierno y el pésimo manejo de su partido.

Los resultados de las elecciones y del propio gobierno, los esfuerzos de las distintas organizaciones políticas de reinventarse en las nuevas condiciones, y las acciones desde las calles y comunidades -donde se ha dado la principal oposición política en el país desde el retorno a la democracia- determinarán el nuevo escenario naciente.

[1] Este cuadro muestra con claridad la evolución de la intención de voto en los últimos: http://resultados.pe/seguimiento/Elecciones-presidenciales-2016/

[2] Para el análisis de la exclusión de ambos candidatos y sus implicancias, se pueda revisar este conjunto de interpretaciones de algunos de los principales analistas de la política peruana: Juan de la Puente: http://larepublica.pe/impresa/opinion/755339-la-politica-en-estado-bruto; Carlos Melendez: http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/roja-directa-carlos-melendez-noticia-1891174; Steve Levitsky:

http://larepublica.pe/impresa/opinion/751450-una-eleccion-semidemocratica; y: Gustavo Gorriti:

http://caretas.pe/Main.asp?T=3082&idE=1247&idS=512#.VwATtkc3kgR.

[3] El economista Jurgen Schuldt ve una contradicción entre propuestas económicas neoliberales (Fujimori, Kuczynski y Garcia) y socialdemócratas (Barnechea y Mendoza): http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/neoliberales-versus-socialdemocratas-jurgen-schuldt-noticia-1889619?flsm=1.

Raphael Hoetmer.

Es investigador y educador popular de nacionalidad holandesa, que reside desde más que diez años en el Perú.

Alai

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